Autor: cris

  • Hay diferencia entre creyentes y cristianos

    ¿Por qué Usted utiliza el término creyente cuando se refiere a un cristiano? ¿Cuál es la diferencia entre un creyente y un cristiano?

    Efectivamente, yo, personalmente, he escogido el término creyente, e inclusive añadiendo el calificativo verdadero, para referirme a los cristianos verdaderos.

    La razón es muy sencilla. Lo que pasa es que nuestra amada Latinoamérica, está llena de cristianos, pero cuando uno se pone a analizar su condición espiritual, llega a la conclusión que de cristianos no tienen absolutamente nada, aparte del nombre, por supuesto.

    Ser cristiano en Latinoamérica, ha llegado a ser un sinónimo de ser una persona. Con contadas excepciones, si Usted pregunta a una persona en cualquier país de América Latina, y en cualquier ciudad de ese país ¿Es Usted cristiano? Le mirará con una cara de sorpresa, como diciendo: Qué raro es este hombre y más rara su pregunta. ¿Qué? ¿No me ve? ¿Acaso piensa que soy un animal?

    Mucha gente da por sentado que es cristiano, porque es miembro de alguna religión que tiene algo que ver con Cristo o porque sus ancestros son cristianos.

    Piensan que ser cristiano es cuestión de nacer de padres cristianos. Es decir existe una tremenda confusión en cuando al significado de la palabra cristiano. Por eso, para establecer una diferencia, es que yo, personalmente, he adoptado el término creyente verdadero para hablar de una persona realmente cristiana.

    Ahora la gran pregunta sería: ¿Cuál es entonces el significado correcto de la palabra cristiano? Para responder esta consulta, es necesario recurrir a la primera vez que se usa esta palabra en el Nuevo Testamento.

    Incidentalmente, la palabra cristiano aparece solamente tres veces en el Nuevo Testamento, en Hechos 11:26, en Hechos 26:28 y en 1 Pedro 4:16.

    Leamos entonces Hechos 11:26 donde dice: «Y se congregaron allí todo un año con la iglesia, y enseñaron a mucha gente; y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquia»

    Bernabé había ido a Tarso a buscar a Saulo, quien más tarde se llamó Pablo. Una vez que lo encontró lo trajo a una iglesia en la ciudad de Antioquia. Pablo y Bernabé se congregaron con la iglesia en Antioquia durante un año. ¿Qué hicieron los dos en ese año? El texto dice que se dedicaron a enseñar a mucha gente. Es decir que Pablo y Bernabé tuvieron muchos discípulos en la iglesia en Antioquia. Un discípulo es en esencia un aprendiz. Fue a estos discípulos o aprendices, a quienes se les llamó cristianos.

    Hablando del significado de esta palabra, el autor W. E. Vine dice que la palabra cristiano está formada siguiendo el estilo romano, significando un seguidor de Jesús. Luego pasa a decir que aunque la palabra que se ha traducido como «se les llamó» en Hechos 11:26, se podría usar en el original indistintamente de un nombre adoptado por uno mismo o dado por otros, no parece que los discípulos lo hubieran adoptado por sí mismos en la época de los apóstoles.

    Hasta aquí la cita de este autor. Es por ello que se acepta que el término cristiano fue un apodo o un apelativo que la gente no cristiana utilizaba para referirse en sentido peyorativo a aquellos que estaban en el proceso de ser semejantes a Cristo.

    Se dice que el sentido de la palabra cristiano tiene que ver con un pequeño Cristo. Esto es fascinante. Un discípulo de Cristo en el primer siglo era un Cristo en pequeño. Por su palabra y su conducta, la gente podía ver a Cristo en la vida de estos discípulos. Esto nos lleva al meollo del asunto.

    Un cristiano es alguien que vive a Cristo, alguien que manifiesta a Cristo en su forma de ser, en su hablar, en su conducta.

    Para ser cristiano es necesario entonces tener a Cristo en la vida de uno. Porque de otra manera no se puede manifestar a Cristo en la vida de uno. Nadie puede manifestar algo que no lo tiene.

    Otra gran pregunta es entonces ¿Cómo puede una persona tener a Cristo en su vida, de modo que pueda manifestarlo como un cristiano? Bueno, primero, permítame indicar las maneras como no se puede lograr esto. No se puede lograr por medio de ser miembro de alguna religión. Ni siquiera por medio de ser miembro de la religión judaica.

    Cuando un fariseo muy religioso, llamado Nicodemo, se acercó a Jesús de noche, Jesús le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Si tener a Cristo en la vida de uno fuera cuestión de religión, Nicodemo sería el mejor candidato. Pero Jesús mismo le dijo que eso no es posible.

    Tampoco es posible por medio de hacer buenas obras. Mucha gente tiene una idea de Dios como un viejo bonachón que tiene una balanza en su mano. Una balanza para cada ser humano. Las buenas obras que hace la persona mientras vive en este mundo, se colocan en uno de los platos de la balanza y las malas obras que hace la persona mientras vive en este mundo, se colocan en el otro plato de la balanza.

    Cuando el individuo muere físicamente, llega el momento de ver a qué lado se inclina la balanza. Si la balanza se inclina hacia el lado de las buenas obras, en buena hora, la persona se ha salvado, pero si la balanza se inclina hacia el lado de las malas obras, qué tristeza, la persona no se ha salvado.

    Es por esta forma de pensar que ante la pregunta de ¿Irá Usted al cielo? Mucha gente responde diciendo: No sé. Eso es cuestión de Dios. Él sabrá si me manda al cielo o al infierno. Pero ¿Sabe lo que dice la Biblia? Efesios 2:8-9 dice: «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe»

    La palabra de Dios no puede ser más clara en cuanto a que si una persona depende de sus buenas obras para tener a Cristo en su vida, está irremediablemente perdida.

    Ya hemos dicho lo suficiente para saber la manera como no se puede tener a Cristo en la vida. Ahora hablemos de la única manera como se puede tener a Cristo en la vida. De lo que ya hemos dicho, se desprende que es necesario nacer de nuevo. ¿Recuerda lo que Jesús dijo al fariseo Nicodemo? El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nacer de nuevo es una obra de gracia de Dios por medio de la fe. ¿Recuerda lo que leímos en Efesios 2: 8-9? Porque por gracia sois salvos por medio de la fe. Si una persona desea nacer de nuevo, o desea ser verdaderamente cristiana, necesita reconocer que eso será una obra de gracia de Dios, es decir que es algo que el hombre no lo merece. Además necesita echar mano de su fe.

    Ahora bien, la fe necesita tener un objeto. El objeto de la fe hace que la fe sea firme o vana. Si yo me arrojo de un avión en vuelo teniendo fe en mi habilidad de volar como las aves, me haré pedazos al chocar contra el suelo, porque el objeto de mi fe, mi habilidad para volar como las aves, no es firme. Tengo que mirar bien en donde voy a depositar mi fe.

    En cuanto a esto, no hay mejor cosa que depositar la fe en la palabra de Dios. Dios no puede mentir o engañar. Él ha dicho en su Palabra cosas como ésta: «El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él»

    Si una persona quiere tener vida eterna, que es lo mismo que tener a Cristo en su vida, porque Cristo es la vida eterna, es necesario que esa persona crea en el Hijo. Es necesario que crea que Cristo Jesús, murió por esa persona en la cruz, recibiendo el castigo que esa persona como pecador merece, porque la palabra de Dios declara que la paga del pecado es muerte.

    Si la persona cree todo esto, su fe, si es verdadera, debe mover a la persona a recibir a Cristo como Salvador. Entonces la persona nacerá de nuevo, o tendrá a Cristo en su vida y podrá comenzar a manifestar a Cristo en su hablar, en su accionar. Estaremos hablando ya de un cristiano verdadero. Esta persona no tendrá una religión, sino una comunión personal con Cristo. Eso es ser cristiano.

    Como Usted podrá notar ser cristiano no es formar parte de una religión o someterse a los ritos religiosos de cualquier religión. Ser cristiano es un estilo de vida, que comienza cuando la persona llega a tener comunión con Cristo y continúa mientras la persona está en este mundo, mientras va manifestando a Cristo en su vida y mientras el Espíritu Santo va moldeando a esta persona para transformarle poco a poco en la imagen misma de Cristo. El Padre celestial ve a Cristo en todas las personas que han recibido a Cristo como Salvador. Es el único requisito para que alguien pueda entrar al cielo. Para establecer esta diferencia es que yo he adoptado la costumbre de hablar de creyentes verdaderos en contraste con los que son cristianos solo de nombre.

  • Es correcto que un creyente lleve a juicio a otro creyente

    Dejemos que sea la Biblia quien responda su inquietud. Para eso vamos a leer 1ª Corintios 6:1-8 donde dice: «¿Osa alguno de vosotros, cuando tiene algo contra otro, ir a juicio delante de los injustos, y no delante de los santos? ¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas? ¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta vida? Si, pues, tenéis juicios sobre cosas de esta vida, ¿ponéis para juzgar a los que son de menor estima en la iglesia? Para avergonzaros lo digo. ¿Pues qué, no hay entre vosotros sabio, ni aun uno, que pueda juzgar entre sus hermanos, sino que el hermano con el hermano pleitea en juicio, y esto ante los incrédulos? Así que, por cierto es ya una falta en vosotros que tengáis pleitos entre vosotros mismos. ¿Por qué no sufrís más bien el agravio? ¿Por qué no sufrís más bien el ser defraudado? Pero vosotros cometéis el agravio, y defraudáis, y esto a los hermanos.»

    La palabra de Dios es clara, cuando dice que no es correcto que un creyente lleve a juicio a otro creyente. Cuánto más incorrecto será que un pastor lleve a juicio a un creyente. Pablo considera como una osadía, o como un total atrevimiento contra Dios y contra la iglesia, el que un creyente entable una demanda legal contra otro creyente.

    Solo alguien que es incrédulo, aunque diga de labios para afuera que es creyente, se atreverá a llevar a juicio a otro creyente. Los desacuerdos entre creyentes, por más graves que sean, deben ventilarse en la iglesia, entre creyentes.

    El argumento de Pablo para defender su razonamiento, descansa en el hecho que los creyentes han de juzgar al mundo, y no solo al mundo sino también a los ángeles, entonces, teniendo tan alta dignidad, ¿cómo es posible que alguien llamándose creyente, se atreva a ir a los incrédulos para que le resuelvan un asunto?

    Sería como pedir a un ciego que le haga una cirugía en su cerebro a pesar de que está a su disposición el neurocirujano más famoso del mundo. ¿Ve el punto? Esto es una total afrenta a Dios y a los creyentes capacitados por Dios para juzgar al mundo y a los ángeles. Quien lo hace corre el riesgo de ser avergonzado delante de Dios.

    Por algo dice la Biblia que horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo. Pablo concluye su exposición diciendo que ya es suficientemente malo que entre creyentes tengan conflictos, pero es mucho más malo que teniendo conflictos un creyente lleve a otro creyente a los tribunales de justicia del mundo. Pablo aconseja que es preferible sufrir el agravio y la afrenta.

  • Separación por adulterio

    El esposo siendo creyente, está viviendo en adulterio. A pesar de los esfuerzos realizados para arreglar la situación, no fue posible hallar una solución. El marido siguió en adulterio. Por este motivo, la esposa, también creyente, decidió separarse de su esposo. No divorciarse, sino separarse. Ante esto, su marido ha recapacitado y ha dicho que ha abandonado su pecado y quiere regresar con ella. Nos pide nuestro consejo.

    La Biblia habla de separación, lo cual no es sinónimo de divorcio. La separación no termina con el vínculo matrimonial. Note lo que dice la Biblia en 1 Corintios 7:11 «y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su mujer»

    Si la separación fuera sinónimo de divorcio, la Biblia no aconsejaría que los que están separados se queden sin casar o que se reconcilien. La separación provee una oportunidad para que el Señor obre en los esposos de modo que puedan superar sus diferencias y vuelvan a tener comunión con Dios y entre ellos.

    Usted justamente se ha separado de su esposo a causa de la falta de disposición por parte de él para abandonar el pecado de adulterio.

    Ahora bien. Aparentemente su esposo ha recapacitado, ha reconocido la gravedad de su falta y ha dejado atrás el pecado. Al menos eso es lo que él dice. Además, su esposo ha expresado su deseo de reconciliarse con Usted para volver a estar juntos. Yo le aconsejaría que no descarte la posibilidad de volver a estar juntos. Después de todo, él sigue siendo su marido y Usted sigue siendo esposa de él. El hecho que estén separados no hace que dejen de ser esposos.

    Sin embargo, le recomiendo que sea muy cuidadosa en discernir el cuándo y el cómo. En cuanto al cuándo, no permita que la desesperación le arrastre a una decisión precipitada. Usted necesita primeramente verificar la sinceridad de su esposo. Si su esposo está realmente arrepentido por lo que hizo, es necesario que en él se manifiesten los frutos de ese arrepentimiento.

    Por ejemplo, Usted debería exigir que su esposo confiese su pecado al menos a los líderes de la iglesia, si no a la iglesia toda y esté dispuesto a recibir la disciplina que normalmente administraría la iglesia. El pecado de adulterio debe ser tratado por los líderes de la iglesia. No es algo que se debe ocultar para guardar las apariencias. Si su esposo se opone a esto, significa que él no está verdaderamente arrepentido.

    Además, Usted debe demandar de su esposo total transparencia en sus asuntos. El debe decirle donde está en todo momento, qué está haciendo, con quienes está, etc. Si es posible, Usted debería acompañarlo a todo lugar que él va. Si Usted nota alguna resistencia de parte de él a ser totalmente abierto y transparente con Usted, sería un indicio que él no está arrepentido de verdad. Una persona verdaderamente arrepentida está dispuesta a cualquier cosa con tal de reivindicarse de su falta.

    Estas serían las cosas que Usted debería esperar de su esposo. En cuánto al cómo volver a estar juntos, es necesario que Ustedes dos, busquen consejería familiar. Las heridas emocionales y espirituales que deja el pecado de adulterio, no son fáciles de manejar. Usted necesita perdonar a su esposo y aprender a confiar en él nuevamente. Él necesita dar a Usted la seguridad de que Usted es la única mujer en quien él va a poner sus ojos. Es necesario por tanto que busquen ayuda especializada de los líderes de la iglesia.

    Espero que estas ideas le sean útiles y que en el tiempo de Dios Usted y su esposo vuelvan a estar juntos.

  • Un pastor que cometío pecado de adulterio, puede seguir siendo pastor

    Dice que el pastor de una iglesia cometió pecado de adulterio. Ese pastor ha confesado el pecado cometido y se ha apartado de ese pecado. Nos pregunta si este pastor puede seguir ejerciendo el oficio de pastor en esa iglesia local.

    Lo que voy a decir lo hago con mucho temor y temblor, porque yo también soy pastor y además de eso, soy un ser humano con todo el potencial para cometer lo peor. En mi carne no mora el bien, como dijo el apóstol Pablo en Romanos 7:18. Confío en el poder de Dios por medio de su Espíritu para vivir en santidad mientras transcurra mi tiempo en este mundo. No tengo ninguna confianza en mi propia carne.

    Para responder a su consulta es necesario remitirnos a los requisitos para ser obispo, pastor o anciano, tres términos sinónimos para designar a la misma persona.

    Estos requisitos aparecen en 1 Timoteo 3:1-7 y Tito 1:6-9.

    Existen dos requisitos que tienen que ver con el caso citado por Usted. Procedo a leer el texto en Tito 1:6 donde dice: «el que fuere irreprensible, marido de una sola mujer, y tenga hijos creyentes que no estén acusados de disolución ni de rebeldía.»

    El creyente que llega a ser pastor en una iglesia local, no llega a esa posición por simpatía de la congregación, expresada en una elección donde ha obtenido mayoría de votos. Tampoco llega a esa posición por su elocuencia o por su conocimiento bíblico, o por su ilustre abolengo, o por su poder económico. El creyente que llega a ser pastor en una iglesia local, llega a esa posición por tener el carácter apropiado para ser pastor. Es más cuestión de carácter que de habilidades innatas o adquiridas.

    ¿Cómo saber sin un creyente tiene el carácter apropiado para ser pastor? Para responder esta inquietud, la Biblia proporciona los requisitos del carácter de alguien que anhela ser pastor.

    Uno de esos requisitos es que sea irreprensible. La palabra irreprensible, es la traducción de la palabra griega «anegletos» y significa todo lo opuesto de otra palabra griega, la palabra «egkaleo» que significa ser acusado, o tener algo en contra, o ser cuestionado.

    Alguien ha dicho muy bien que una persona irreprensible o irreprochable, es aquel que no tiene por donde ser agarrado para ser acusado.

    Pensemos ahora en un pastor que cede al impulso de su carne y siendo casado se acuesta con una mujer que no es su esposa. ¿Piensa Usted que una persona así, es irreprensible? ¿Piensa Usted que una persona así no tiene de donde ser agarrado para ser acusado? Usted tiene ya su respuesta.

    Pero quizá Usted me dirá: Pero este pastor ha confesado su pecado y se ha apartado del mismo. Bueno, eso está muy bien, es necesario y útil para él, pero eso no quita de ninguna manera la mancha que dejó el pecado de adulterio en su vida.

    Por tanto ese pastor ha dejado de cumplir con los requisitos de carácter para ser pastor. No debería seguir pastoreando una iglesia local. No digo que deja de ser creyente o que no puede hacer nada en el servicio al Señor. Podría hacer muchas cosas, pero no podría realizar el oficio de pastor.

    Podría evangelizar, podría discipular, podría enseñar a los niños o a los jóvenes o a los adultos, etc. pero no podría o más bien no debería desempeñar el oficio de pastor. Ha dejado de cumplir con los requisitos de carácter.

    Así es el pecado de adulterio. Puede ser perdonado por Dios, Dios limpiará la vida y la conciencia del que lo confiesa, pero nadie puede librar de las consecuencias.

    En este caso es quedar descalificado para ocupar el oficio de pastor en una iglesia local. Además de irreprensible, los pastores deben ser maridos de una sola mujer. Esta frase, marido de una sola mujer, miás gunaikós anér, literalmente significa «de una mujer varón»

    Esto no tiene que ver necesariamente con el estado civil del creyente. No está diciendo que para ser pastor necesita ser soltero o casado o viudo o divorciado. Lo que está diciendo es que el creyente que aspira a ser pastor o que ya es pastor debe ser puro moralmente y sexualmente.

    Si un pastor puso sus ojos en otra mujer que no es su esposa, esto ya es suficientemente malo y condenable, pero es peor si este pastor cometió pecado de adulterio con esta mujer.

    Desde todo punto de vista ha dejado de ser de una mujer varón. Puede ser que confiese y se aparte del pecado, pero nada ni nadie puede cambiar el hecho que ya ha estado con otra mujer. Por este motivo no debería seguir desempeñando el oficio de pastor. Ser pastor es asunto serio. El carácter del pastor debe cumplir con rigurosos requisitos establecidos en el Nuevo Testamento y cuando esto no se cumple, simplemente ese pastor debe dejar su oficio, o alguien debe decirle que lo deje.

    El profesor de Epístolas Pastorales que yo tuve dijo una frase lapidaria. Los pastores tenemos un solo cartucho en la cartuchera. El momento que lo disparamos, estamos liquidados. Es hora de recuperar la dignidad del pastorado.

  • Porque Pablo pidió a las corintios

    En 1ª Corintios 14:39-40 nos dice el Señor que no debemos impedir el hablar en lenguas, pero dice también que debemos hacer todo decentemente y con orden. ¿Cómo se explica entonces el ruido y el desorden que se produce en algunas iglesias?

    Como antecedente, diremos que en la iglesia de Corinto se estaba produciendo un verdadero caos en relación con el uso de los dones espirituales, principalmente con los dones de señal, los cuales son el don de lenguas, el don de interpretación de lenguas, el don de sanidad y el don de milagros.

    En su lacerante carnalidad, denunciada por el apóstol Pablo, la iglesia de Corinto brindaba un pobre espectáculo cada vez que se reunía. Los que practicaban el auténtico don de lenguas y también los que lo falsificaban hablaban en cualquier momento, sin ningún tipo de control. Nadie entendía nada. Los que tenían el don de interpretación de lenguas no podía hacer uso de su don porque no era posible concentrarse en el que estaba hablando en lenguas a causa del griterío de los demás.

    Cuando llegaba el momento de comer juntos, porque esa iglesia practicaba el ágape como parte de la reunión, cada cual se ponía a comer lo que había traído, los que no habían traído nada no comían nada, mientras que los que había traído mucho comían mucho, pero ellos solos. Algunos inclusive terminaban emborrachándose. Es a esta iglesia a la que el apóstol Pablo escribe la 1 Corintios.

    Interesante que la iglesia más desordenada y carnal del Nuevo Testamento es la iglesia con la mayor presencia de dones espirituales. La presencia de dones espirituales no necesariamente indica que la iglesia es espiritual.

    Pero, ciertamente, donde más había problemas era en el uso del don de lenguas, al punto que Pablo dedica todo un capítulo a regular el uso de este don en esta iglesia. Es el capítulo 14 de 1 Corintios. Como una especie de conclusión, el Apóstol dice lo que tenemos en 1ª Corintios 14:39-40 donde leemos: «Así que, hermanos, procurad profetizar, y no impidáis el hablar en lenguas; pero hágase todo decentemente y con orden.»

    Los dones tienen su rango de importancia. El más importante es el don de profecía, porque tiene que ver con una proclamación poderosa de la palabra revelada de Dios. El menos importante es el don de lenguas. 1 Corintios 14:5 dice: «Así que, quisiera que todos vosotros hablaseis en lenguas, pero más que profeticéis; porque mayor es el que profetiza que el que habla en lenguas, a no ser que las interprete para que la iglesia reciba edificación.»

    Es perfectamente comprensible entonces que Pablo diga: Procurad profetizar, pero no impidáis hablar en lenguas. El don de lenguas estaba vigente en esa iglesia y en esa época.

    En todo caso, dice Pablo, los dones espirituales, cualesquiera que sean deben ser usados decentemente. Esto significa con elegancia, con gracia, apropiadamente. Algo que no ofende el buen gusto y la buena disposición. En la iglesia no deben ocurrir cosas indecentes con el pretexto de que las personas que lo practican están bajo la influencia del Espíritu Santo. El Espíritu Santo no produce jamás conducta indecente.

    Por eso Pablo ha dejado establecidas las normas para el correcto uso del don de lenguas. También dice Pablo que los dones espirituales se deben usar con orden. Esto significa respetando las reglas establecidas. El desorden, jamás será la obra del Espíritu Santo. ¿Cómo explicar el desorden que Usted ha visto en algunas iglesias? Yo no hallo explicación para ello, porque simple y llanamente yo veo en la palabra de Dios algo totalmente diferente en cuanto al uso apropiado de los dones espirituales.

  • Un verdadero creyente tiene que hablar en lenguas para tenerle sello del Espíritu Santo

    ¿Es verdad que un verdadero creyente obligatoriamente tiene que hablar en lenguas angélicas para tener el sello del Espíritu Santo?

    Tratemos de definir algunos términos o expresiones que nos ayudarán a entender mejor este asunto:

    Primero. Un verdadero creyente, es la persona que ha recibido a Cristo como Salvador y entre muchas cosas que posee, está el Espíritu Santo quien mora en su cuerpo. Hablando de este tipo de personas, note lo que dice 1 Corintios 6:19 «¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?»

    Los sujetos de esta declaración son todos los creyentes en general, sin distinción de su nivel de madurez espiritual. Tan pronto una persona recibe a Cristo como Salvador es morada del Espíritu Santo.

    Segundo. Existe un solo texto en la Biblia donde se habla de lenguas angélicas. Se halla en 1 Corintios 13:1 donde dice: «Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe.»

    Pablo está hablando en un sentido hipotético para ilustrar su punto. Usa lo que se llama un lenguaje hiperbólico. Lo que está diciendo es: si yo hablase, note hablase, todos los idiomas que habla la gente en este mundo y aun el idioma que usan los ángeles para comunicarse entre ellos, pero no tengo amor, vengo a ser como un pedazo de metal que produce ruido cuando es golpeado o como un platillo que hace ruido. La Biblia no exhorta en ningún lugar a que los creyentes hablen el supuesto idioma que hablan los ángeles.

    Tercero. En cuanto al sello del Espíritu Santo, leamos 2 Corintios 1:22 donde dice: «el cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones.»

    Cuando este texto dice: el cual, se está refiriendo a Dios. De este texto se desprende que es Dios quien sella al creyente.

    Veamos ahora qué o quien es el sello. Para eso leamos Efesios 1:13 donde dice: «En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa»

    Este texto está hablando de creyentes, pues dice que están en Cristo, que oyeron la palabra de verdad, el evangelio de la salvación y creyeron en ese evangelio. En consecuencia, Dios, como dijimos antes, les ha sellado. ¿Con qué? Pues con el Espíritu Santo de la promesa. El sello es entonces la persona del Espíritu Santo morando en la vida del creyente. ¿Qué propósito tiene ese sello? Bueno, leamos Efesios 1:14 donde dice: «que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.»

    El sello indica autenticidad, somos verdaderos hijos de Dios, no falsificados. También indica pertenencia. Somos de propiedad de Dios. También indica seguridad. El Espíritu Santo es las arras o la garantía de que Dios va a cumplir en nosotros todo lo que nos ha prometido.

    En esencia entonces, todos los creyentes tenemos el Espíritu Santo y por tanto, todos los creyentes hemos sido sellados con el Espíritu Santo independientemente de si somos tiernos o maduros en la fe.

    Muy bien. Su consulta decía ¿Es verdad que un creyente necesita hablar en lenguas angélicas para ser sellado con el Espíritu Santo? Por lo que hemos señalado, sabemos que no es verdad, porque todos los creyentes somos sellados con el Espíritu Santo, sin embargo, la Biblia no demanda, ni siquiera insinúa que los creyentes debamos hablar lo que se ha llamado lenguas angélicas.

    Incidentalmente, el don de lenguas o la capacidad dada por Dios a algunos creyentes mediante el Espíritu Santo, para hablar un idioma que nunca antes han aprendido, es algo que no poseemos todos los creyentes.

    Hablando de los dones espirituales, el apóstol Pablo hace una serie de preguntas retóricas que obligan a una respuesta negativa. Mire lo que dijo. Leo en 1 Corintios 12:29-30 donde dice: «¿Son todos apóstoles? ¿Son todos profetas? ¿Todos maestros? ¿Hacen todos milagros? ¿Tienen todos dones de sanidad? ¿Hablan todos lenguas? ¿Interpretan todos?»

    La respuesta a todas estas preguntas es negativa, porque justamente eso es lo que está intentando demostrar el apóstol Pablo. Entonces no todos hablan lenguas, sin embargo, como ha quedado demostrado, todos creyente ha sido sellado con el Espíritu Santo.

  • El saber 2,3,4 o mas idiomas es señal que tengo el don de lenguas

    En el día de Pentecostés, en el cual los apóstoles y los 120 hablaron en lenguas, a mi entender eran lenguas humanas, ¿Quiere decir esto que si una persona no acepta a Jesucristo como su único Salvador, también tiene el Espíritu Santo por haber estudiado en una universidad y poder hablar 2, 3, 4 o más idiomas?

    Demos lectura al texto que se encuentra en Hechos 2:1-4 donde dice: «Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.»

    Así es como Lucas relata la experiencia maravillosa en el día de Pentecostés, lo cual marcó el nacimiento de la iglesia de Cristo. Hubo varias manifestaciones milagrosas.

    La primera, estaban todos unánimes juntos. Esto es un milagro. No había divisiones, ni celos, ni pleitos, etc.

    La segunda, el estruendo que vino del cielo, comparable a un viento recio que soplaba.

    La tercera, las lenguas repartidas, como de fuego, que se posaron sobre cada uno de los que estaban en la casa.

    La cuarta, la capacidad de hablar en otras lenguas.

    La palabra lenguas, es la palabra «glossa» en el idioma en que se escribió el Nuevo Testamento. Esta palabra se usa para describir un idioma. Es decir que los que allí estaban reunidos hablaron otros idiomas. El milagro no estuvo en hablar esos otros idiomas. El milagro estuvo en hablar esos otros idiomas sin antes haberlos aprendido.

    ¿Qué es lo que lo produjo? El texto que leímos dice que primeramente fueron llenos del Espíritu Santo y los idiomas que hablaron no fueron lo que esas personas quisieron, sino lo que el Espíritu Santo les daba que hablasen. Entonces fue una obra del Espíritu Santo.

    Así que, esta capacidad de hablar otros idiomas no lo dio la universidad o la escuela de idiomas. Fue una obra milagrosa del Espíritu Santo en los creyentes que estaban en el aposento alto. El Espíritu Santo no mora ni llena a los incrédulos sino solo a los creyentes. Un incrédulo puede hablar todos los idiomas que quiera, pero eso no será por la obra milagrosa del Espíritu Santo.

  • En el amor hay temor, pero debemos temer a Jehová

    1ª Juan 4:18 dice que en el amor no hay temor y que el perfecto amor echa fuera el temor. Ahora bien, en Deuteronomio 6:5 dice que debemos amar a Dios de todo corazón, pero en el mismo capítulo, versículo 13 dice: A Jehová tu Dios temerás. ¿Por qué es que debemos amar a Dios con temor cuando el amor echa fuera el temor?

    Vamos primero a explicar el significado de lo que tenemos en 1ª Juan 4:18. Para ello leamos este versículo y también el anterior para introducirnos en el contexto. 1ª Juan 4:17-18 dice: «En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo. En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.»

    Poco antes de citar este pasaje, Juan declaró que Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él.

    Una de las manifestaciones de la relación de amor entre Dios y el hombre, es que el hombre desarrolla una relación de confianza con Dios. Confianza principalmente en lo que tiene que ver con lo que la Biblia llama el día del juicio. Por eso es que el texto leído dice que el amor se ha perfeccionado o madurado en nosotros, otorgándonos confianza.

    ¿Confianza en qué? Pues en el día del juicio. El día del juicio no reviste temor alguno para los que amamos a Dios de corazón, no por los méritos que hemos hecho mientras estamos en la tierra sino por la fe que tenemos en Cristo nuestro Salvador. Todo lo que es Cristo somos los que creemos en Cristo. Entonces no existe razón para temer en el día del juicio.

    Juan dice por tanto: Pues como él es, es decir Cristo, así somos nosotros en el mundo. El creyente que tiene esta relación de amor con Dios, es visto por Dios como si fuera Cristo mismo y esto nos debe traer una sensación de total confianza en el día del juicio. Es por eso que Juan declara que en el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor.

    Si Usted ama a Dios, Usted no debe tener temor de ser castigado en el día del juicio. Pero si Usted no ama a Dios, entonces, allí sí, Usted vivirá en constante temor de que algún día Dios traerá sobre Usted el castigo merecido. Juan dice por tanto: El que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.

    Recuerde que para amar a Dios, primero se necesita nacer de nuevo. Los incrédulos no pueden amar a Dios porque están muertos espiritualmente hablando. Para nacer de nuevo es necesario recibir a Cristo como Salvador.

    En esencia entonces, cuando Juan dice que el perfecto amor echa fuera el temor, está hablando en el contexto del día del juicio. Los que amamos a Dios, no tenemos ningún temor del día del juicio, porque somos salvos, porque nuestros pecados nos han sido perdonados, porque el castigo que merecemos por nuestros pecados ya fue recibido por Cristo en la cruz y nosotros fuimos liberados de recibir ese castigo.

    Muy bien, ahora vamos a ver las otras citas que Usted mencionó en su consulta. Una de ellas es Deuteronomio 6:5 donde dice: «Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas»

    La principal responsabilidad de un judío hacia Jehová era un amor sin reservas, un amor con toda el alma y con todas las fuerzas, también un amor de corazón, esto significa un amor sincero, un amor que nos es de labios para afuera. Este es el tipo de amor que echa fuera el temor de que algún día, en el día del juicio, Dios nos pueda castigar. Cuando un ser humano ama a Dios de esta manera, vivirá en total seguridad de que nunca va a ser condenado a castigo eterno por el pecado.

    La otra cita se encuentra en Deuteronomio 6:13 donde dice: «A Jehová tu Dios temerás, y a él solo servirás, y por su nombre jurarás.»

    El verbo Hebreo que se ha traducido como temer, significa tanto reverenciar o adorar como tener temor de. Ambas ideas están inmersas en el mandato de temer a Jehová tu Dios. Jehová Dios es el único que debe ser reverenciado o adorado y además, Jehová Dios es el único que debe ser temido en el sentido de no ofenderle con el pecado.

    Es un temor santo o temor reverencial, como han dicho algunos. Mientras más elevada es la posición o dignidad de una persona, más temor reverencial infunde en sus subordinados. Un miedo de caer en sus manos si se hace algo en contra de esa persona.

    Bueno, este sentimiento también debe estar presente en la relación del hombre con Jehová Dios. Un temor reverencial, un temor santo de caer en sus manos si hacemos algo contrario a su voluntad. Esta faceta de la relación del hombre con Jehová Dios no es muy popular que digamos. A todos nos gusta pensar en un Dios de amor, de gracia, de misericordia, un Dios bondadoso, etc.

    Y ciertamente Dios es todo esto, pero recordemos que además de eso, es un Dios a quien debemos temer. Porque simplemente él es Dios. Textos como Deuteronomio 6:2; 5:29; 10:12; 13:4 ordenan a los hombres a temer a Dios. Insisto, que esto puede ser entendido en el sentido de adorar o reverenciar a Dios, pero no olvidemos jamás que puede ser entendido también en el sentido de un miedo a ofender su santidad.

    Interesante que en la versión Reina Valera, cuando Mateo y Lucas citan el texto en Deuteronomio 6:13, aparece así: «A Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás»

    Así que, este temor en el libro de Deuteronomio es diferente al temor que hablamos en el libro de 1 Juan. Allí se refería al miedo en el día del juicio. Los que amamos a Dios no debemos tener miedo al día del juicio, porque ya somos salvos. Cristo Jesús ya recibió el castigo que nosotros como pecadores merecíamos.

  • Debemos murmurar los unos a los otros o no

    Santiago 4:11 dice que no debemos murmurar los unos de los otros, pero parece que Pablo lo hizo cuando en Filipenses 3:2 llamó a algunos perros, malos obreros y mutiladores del cuerpo. ¿Me puede explicar esto?

    Leamos el texto en Santiago 4:11 donde dice: «Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez.»

    El verbo que se ha traducido como «murmurar» literalmente significa hablar mal de alguien, normalmente cuando ese alguien no está presente. Es lo mismo que la difamación.

    Los creyentes estamos prohibidos de difamar a los hermanos y en general a cualquier persona, sea o no creyente. Este mandato, sin embargo no implica que los creyentes no podamos confrontar una acción pecaminosa en otros creyentes o incrédulos por igual.

    Efesios 5:11 dice por tanto «Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas»

    Es decir que no hay problema con exhortar a un creyente o a un incrédulo por alguna obra pecaminosa que está haciendo. Pues esto es justamente lo que hizo Pablo con algunos mal llamados creyentes, que se infiltraron en la iglesia en Filipos.

    Estos judaizantes, porque así es como se les conoce, decían que está bien que se debe recibir a Cristo como Salvador para hallar la salvación, pero que además es necesario guardar la ley de Moisés. Añadían obras a la fe.

    Veamos qué es lo que dijo Pablo de ellos. Se encuentra en Filipenses 3:2 donde dice: «Guardaos de los perros, guardaos de los malos obreros, guardaos de los mutiladores del cuerpo»

  • Los malos recibirán la tierra o el cielo por heredad

    En Hebreos 13:14 se dice que los creyentes esperan una ciudad por venir. Me imagino que se referirá al cielo. Si es así, ¿Por qué entonces Mateo 5:5 dice que los mansos recibirán la tierra, no el cielo, por heredad?

    Leamos el texto en Hebreos 13:14 donde dice: «porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir.»

    Jerusalén es una ciudad muy querida y apreciada para los que servían en el templo. Era el centro geográfico de la vida de Israel en todo sentido. Pero los creyentes no tenemos una ciudad semejante en la tierra. Nuestro corazón y nuestro anhelo están en una ciudad fuera de la tierra. Es la Jerusalén celestial, el cielo mismo, donde está el Cordero de gloria.

    De modo que, efectivamente, los creyentes esperamos la eternidad en el cielo, no en la tierra.

    Ahora consideremos el texto en Mateo 5:5 donde dice: «Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad»

    Bienaventurados o extremadamente felices son los mansos. Una persona mansa es aquella que confía absolutamente en Dios y desconfía totalmente en ella misma. La señal de un hombre manso es que reconoce la autoridad divinamente constituida y se somete a toda manifestación de ella. Está sujeto a la autoridad del gobierno; está sujeto a la autoridad del patrón; está sujeto a la autoridad en el hogar; está sujeto a la autoridad en la iglesia.

    La rebelión en contra de cualquier autoridad divinamente constituida es rebelión contra Dios. Alguien que se rebela a la autoridad no es un hombre manso, puesto que la mansedumbre significa sumisión a Dios y confianza en Dios.

    Este carácter es contrario a la tendencia natural de la carne. La carne incita al creyente a confiar en sí mismo, incita a criticar a las autoridades y a rebelarse contra ellas porque, según la carne, son injustas o están equivocadas.

    Para los mansos existe una recompensa. La recompensa es que recibirán la tierra por heredad. Esto es interesante. Aunque ellos no lo buscaron, como premio recibirán control sobre algo que todos quieren controlar. La tierra. Está por venir el tiempo cuando los creyentes, quienes debemos ser mansos, estaremos reinando juntamente con Cristo en la tierra por mil años, en lo que se llama el reino milenial.

    Cuando transcurran esos mil años, Dios hará nuevas todas las cosas, creará cielos nuevos y tierra nueva en los cuales mora la justicia. Será el estado eterno. Será la ciudad celestial que todos los creyentes estamos esperando. El destino eterno de los creyentes es el cielo, no la tierra. El reinar sobre la tierra solamente durará mil años. ¿No le parece hermoso?