Autor: cris

  • Si los elementos que se usan en la cena del Señor, el pan y la copa son solamente símbolos, entonces ¿por qué el Nuevo Testamento dice que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor?

    Gracias por su consulta. Qué tal si damos lectura al texto en el cual se encuentra esto de comer indignamente el pan y beber indignamente la copa en la cena del Señor. Se encuentra en 1 Corintios 11:27-34. La Biblia dice: De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor.

    Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa.

    Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí.

    Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen.

    Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados; mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo.

    Así que, hermanos míos, cuando os reunís a comer, esperaos unos a otros.

    Si alguno tuviere hambre, coma en su casa, para que no os reunáis para juicio. Las demás cosas las pondré en orden cuando yo fuere.

    Esto es parte de la enseñanza del apóstol Pablo acerca de la cena del Señor. Lo que Pablo está diciendo es que al participar de la cena del Señor debemos examinarnos a nosotros mismos y como resultado de ese auto examen debemos reconocer, confesar y apartarnos de cualquier pecado ya sea de acción o de pensamiento.

    El participar en la cena del Señor a sabiendas de la existencia de un pecado, es fallar en reconocer que los símbolos que se usan en la cena del Señor, el pan y la copa, representan el cuerpo de Cristo que fue inmolado y la sangre de Cristo que fue derramada en la cruz del Calvario, todo esto para hacer posible que pecadores como nosotros podamos ser perdonados de nuestro pecado por medio de la fe en Cristo. ¿Cómo es posible estar haciendo memoria de este hecho y a la vez viviendo bajo el poder de cualquier pecado que nos tiene dominados? El contexto del pasaje bíblico parece apuntar a que los pecados más directamente condenados son aquellos contra el cuerpo de Cristo, esto es, contra la iglesia. No es posible que seamos tan negligentes en participar de los símbolos en la cena del Señor, a pesar de estar enemistados o en abierta pelea con alguien que también forma parte del cuerpo de Cristo.

    Una actitud así es severamente castigada por Dios, por eso el texto que leímos dice que entre los creyentes de la iglesia en Corinto había algunos enfermos, otros debilitados y aun otros habían muerto, todo como una medida de disciplina de parte de Dios por la hipocresía de hacer memoria del Señor y a la vez acariciar el pecado. La idea de esta advertencia no es en el sentido que, si algún creyente está de alguna manera en pecado, no debe participar de los elementos en la cena del Señor, como mal interpretan algunos, sino que si algún creyente está en pecado, debe reconocer su pecado, confesar su pecado y apartarse de su pecado y entonces, participar de los elementos de la cena del Señor.

     

  • La consulta de hoy es la siguiente: En relación con el pan y el vino que se utiliza para celebrar la Cena del Señor, ¿Son el mismo cuerpo y la misma sangre del Señor?

    Gracias por su consulta. Con la ayuda del Señor vamos a aclarar este asunto. Para eso, vamos a dar lectura al pasaje bíblico que trata el asunto materia de la consulta. Se encuentra en 1ª Corintios 11:23 a 32. «Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado. Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan, y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo, tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que bebiereis, en memoria de mí. Así, pues, todas las veces que comieres este pan, y bebieres esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que El venga. De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí. Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen. Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados; mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo»

    Lo que nos interesa de este hermoso pasaje bíblico, es la parte que dice: Esto es mi cuerpo, para referirse al pan, y aunque aquí no se lo expresa en esas palabras, según Mateo 26:28, Jesús dijo también: Esto es mi sangre, para referirse a la copa.

    Nuestro Señor estaba presente en el aposento alto cuando tomó el pan en sus manos y dijo: Esto es mi cuerpo. No dijo: Esto se ha convertido o se convertirá en mi cuerpo, sino simple y llanamente: Esto es mi cuerpo.

    ¿Cómo podía ser su cuerpo algo que tenía entre sus manos? ¿Cómo podía ser literalmente su sangre lo que contenía la copa si él todavía no la había derramado en la cruz?

    Lo que pasa es que Jesús estaba hablando en términos simbólicos. Se trataba en realidad de una metáfora. Jesús usaba muchas metáforas en su comunicación con la gente. Jesús dijo, por ejemplo: Yo soy la puerta. ¿Será que él es una puerta de madera o de hierro, o de cualquier cosa? Por supuesto que no. Él es la puerta en el sentido que es la única forma de entrar al reino de Dios.

    Entonces cuando él dijo que él es la puerta, estaba usando un lenguaje metafórico. Igual es cuando tomando el pan dijo: Esto es mi cuerpo y tomando la copa dijo: Esto es mi sangre. El pan y la copa son solamente símbolos del cuerpo y la sangre del Señor Jesucristo. Así que, durante la cena del Señor, el pan sigue siendo pan y la copa sigue siendo lo que contiene, para algunos, vino, para otros jugo de uva. No existe ningún cambio. El pan y el contenido de la copa son solamente símbolos que representan el cuerpo y la sangre del Señor Jesucristo.

     

     

     

  • La consulta para este día tiene que ver con el endeudamiento. ¿Qué dice la Biblia acerca de endeudarse?

    En primer lugar, endeudarse no necesariamente es pecado. La Biblia, por ejemplo, ordena que si se presta dinero no se debe imponer usura, esto es, no se debe cobrar un interés por encima de lo que ha sido establecido. Éxodo 22:25 dice: Cuando prestares dinero a uno de mi pueblo,  al pobre que está contigo,  no te portarás con él como logrero,  ni le impondrás usura.

    Este mandato asume entonces que alguien prestó dinero y hubo alguien que recibió ese dinero en calidad de préstamo. La Biblia entonces no condena el endeudamiento. Lo que condena es que el prestamista saque provecho del deudor, cobrando un interés excesivo, es decir lo que llamamos usura. Ya que endeudarse no necesariamente es pecado, es natural que la Biblia contenga enseñanza en cuanto a la responsabilidad de un deudor. La Biblia dice que el deudor debe pagar la deuda en el tiempo establecido. Esto es lo que aparece en textos como Romanos 13:7-8 donde dice: Pagad a todos lo que debéis:  al que tributo,  tributo;  al que impuesto,  impuesto;  al que respeto,  respeto;  al que honra,  honra.  No debáis a nadie nada,  sino el amaros unos a otros;  porque el que ama al prójimo,  ha cumplido la ley.

    Así como peca el usurero, peca también el que debiendo pagar una deuda no paga. En segundo lugar, la Biblia enciende luces amarillas, o luces de advertencia, en cuanto al endeudamiento. Aunque endeudarse no necesariamente es pecado como ya se ha señalado, sin embargo es una condición que reviste muchos riesgos que son puntualizados por la Biblia. Permítame citar algunos textos en cuanto a esto. Por ejemplo, en Proverbios 22:7 dice que el que toma prestado se hace siervo del que presta. El rico se enseñorea de los pobres,

     Y el que toma prestado es siervo del que presta.

    Considere lo que dice Proverbios 17:18  El hombre falto de entendimiento presta fianzas,

     Y sale por fiador en presencia de su amigo.

    Salir por fiador ser refiere al que avala o garantiza a alguien en un préstamo. En algunos países se le conoce como el garante. Si el deudor falla en pagar, el que salió por fiador, o el garante, es quien debe asumir la deuda. En el libro de Proverbios, Dios dice que el hombre que presta fianzas o sale por fiador es falto de entendimiento. Se trata entonces de luces de advertencia en cuando a endeudarse. El endeudamiento debería verse como algo extremo, como algo que se debe evitar lo más posible. Por eso es que la Biblia exhorta a librarse lo antes posible de las deudas. Esto es a lo que apunta Proverbios 6:1-5 donde dice: Hijo mío,  si salieres fiador por tu amigo,

     Si has empeñado tu palabra a un extraño,

    Te has enlazado con las palabras de tu boca,

     Y has quedado preso en los dichos de tus labios.

    Haz esto ahora,  hijo mío,  y líbrate,

     Ya que has caído en la mano de tu prójimo;

     Ve,  humíllate,  y asegúrate de tu amigo.

    No des sueño a tus ojos,

     Ni a tus párpados adormecimiento;

    Escápate como gacela de la mano del cazador,

     Y como ave de la mano del que arma lazos.

    En esencia, así es como ve la Biblia el endeudamiento. No es pecado endeudarse, pero reviste cierto riesgo. Por eso es necesario discernir la voluntad del Señor con mucha diligencia antes de adquirir cualquier deuda.

  • ¿Aparece en la Biblia algún caso de demonios que hayan sido expulsados de una persona, invocando la sangre de Cristo? ¿Cuántas veces aparece en la Biblia la expresión: La sangre de Cristo?

    Comencemos por la segunda parte. ¿Cuántas veces aparece en la Biblia la expresión: La sangre de Cristo? Con la ayuda de una computadora y un programa que maneje la Biblia, es relativamente sencillo hacer una búsqueda de la frase: La sangre de Cristo. Yo hice justamente esto y encontré que la expresión: La sangre de Cristo, aparece solamente cuatro veces, sólo en el Nuevo Testamento, en la versión Reina Valera 1960. La primera vez que ocurre es en 1 Corintios 10:16 donde dice: La copa de bendición que bendecimos,  ¿no es la comunión de la sangre de Cristo?  El pan que partimos,  ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?

    La sangre de Cristo es una frase vívida que se usa para referirse a la muerte sacrificial de Cristo y a la obra total de expiación. La segunda vez que ocurre la expresión la sangre de Cristo es en Efesios 2:13 donde dice: Pero ahora en Cristo Jesús,  vosotros que en otro tiempo estabais lejos,  habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo.

    En este caso también, la expresión: La sangre de Cristo se refiere al sacrificio de Cristo, mediante la cual se hace posible que un gentil quien estaba lejos de Dios, llega a ser cercano a Dios, cuando ese gentil recibe a Cristo como Salvador. La tercera vez que ocurre la expresión la sangre de Cristo es en Hebreos 9:14 donde dice: ¿cuánto más la sangre de Cristo,  el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios,  limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?

    Otra vez, aquí, la expresión: La sangre de Cristo se refiere a la muerte de Cristo en la cruz del Calvario, mediante la cual el pecador que recibe a Cristo como Salvador es limpiado en su conciencia de las obras muertas para que sirva al Dios vivo. La cuarta vez que aparece la expresión: La sangre de Cristo es en 1 Pedro 1:19. Para incluir el contexto, leamos desde el versículo 18. Dice: sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir,  la cual recibisteis de vuestros padres,  no con cosas corruptibles,  como oro o plata,  sino con la sangre preciosa de Cristo,  como de un cordero sin mancha y sin contaminación,

    Una vez más aquí, la expresión: La sangre de Cristo se refiere al sacrificio de Cristo en la cruz, mediante el cual un creyente es redimido o comprado para Dios. Aparte de estas cuatro veces, no aparece en la Biblia la expresión: La sangre de Cristo. Ahora vamos a la primera parte de su consulta. La respuesta se sustenta en lo que ya hemos señalado. La Biblia no contiene ni un solo caso en el cual se haya expulsado demonios invocando la expresión: La sangre de Cristo. Es un hecho verificable que demonios fueron expulsados de personas, pero la Biblia no registra ni un solo caso en el cual se haya invocado la sangre de Cristo para hacerlo. Lo que sí se ve en la Biblia es que demonios fueron expulsados en el nombre de Cristo, como por ejemplo en Lucas 9:49 donde dice:   Entonces respondiendo Juan,  dijo:  Maestro,  hemos visto a uno que echaba fuera demonios en tu nombre;  y se lo prohibimos,  porque no sigue con nosotros.

     

  • ¿Puede un creyente casarse con una mujer que siendo ya creyente se unió, sin casarse a un incrédulo, con quien tuvo un hijo, pero después se separó de ese incrédulo y se reconcilió con el Señor?

    La Biblia presenta básicamente dos requisitos que deben cumplir las personas que desean casarse siguiendo el patrón bíblico, por supuesto. El primero es muy sencillo, debe ser entre personas de distinto sexo. Tal vez le parezca que está por demás pensar en esto como un requisito, pero dadas las circunstancias actuales cuando se tiende a ver como algo normal los matrimonios entre personas del mismo sexo, es indispensable señalar que esa institución establecida por Dios llamada matrimonio, desde su mismo comienzo da por sentado que debe ser entre un hombre y una mujer. El segundo requisito que deben cumplir las personas que desean casarse es que los dos deben ser creyentes, los dos deben haber nacido de nuevo, espiritualmente, por medio de haber recibido al Señor Jesucristo como su único y salvador personal. Amós 3:3 dice: ¿Andarán dos juntos,  si no estuvieren de acuerdo?

    Si no hay acuerdo en las convicciones espirituales entre los contrayentes no se deben casar. Esto se ratifica en textos como 2 Corintios 6:14 donde dice: No os unáis en yugo desigual con los incrédulos;  porque  ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia?  ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?  ¿Y qué concordia Cristo con Belial?  ¿O qué parte el creyente con el incrédulo?

    Si uno de los contrayentes es creyente y el otro incrédulo y los dos se casan, están unidos en yugo desigual, algo que es contrario a la voluntad de Dios. Aparte de estos requisitos, la Biblia no presenta ningún otro requisito para que los creyentes se casen entre ellos. En consecuencia, el hermano de quien habla su consulta, no tendría ningún problema en casarse con aquella hermana, por cuanto es mujer, es creyente. Tal vez dirá: Pero, ella, siendo creyente se unió a un hombre incrédulo y procreó un hijo con él. Efectivamente, ese es el caso. La hermana ciertamente cometió un grave pecado. La Biblia lo llama fornicación, palabra que significa el uso del sexo en una forma no establecida por Dios. Pero, hasta donde entiendo, esta hermana ha reconocido su pecado, seguramente lo ha confesado al Señor, ha abandonado el pecado, porque se ha separado de ese hombre incrédulo, y se ha reconciliado con el Señor, por tanto, ha sido perdonada y limpiada por Dios. 1 Juan 1:9-10 dice: Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Sin embargo, todo pecado tiene su consecuencia, y en el caso de la hermana que está por casarse existe un hijo de por medio. Es de esperarse que esta hermana haga todo lo que esté a su alcance para que ese niño crezca en disciplina y amonestación del Señor. El hermano que pretende casarse con ella debe saber con precisión lo que hubo en el pasado de ella y si aun así el Señor muestra al hermano que la voluntad del Señor es que se case con ella, no hay ningún problema. Por estar en la voluntad del Señor, los tres, él, ella y el hijo de ella, tienen todo el derecho para vivir felices bajo la guía y provisión del Señor.

     

  • ¿Por qué alrededor del año 1500 DC se quitaron algunos libros de la Biblia?

    Su consulta se relaciona con los libros apócrifos. La palabra “apócrifo” describe a unos catorce o quince libros de dudosa autenticidad y autoridad. Estos libros no se encuentran en el Antiguo Testamento hebreo, pero se encuentran en algunos manuscritos de la Septuaginta o versión de los setenta, la traducción griega del Antiguo Testamento. La mayoría de estos libros fueron declarados como inspirados por la iglesia católica romana en el concilio de Trento entre los años 1545 a 1563.

    Los que atribuyen autoridad divina a estos libros y abogan por considerarlos como bíblicos, sostienen que los escritores el Nuevo Testamento toman citas principalmente de la Septuaginta, la cual contiene los apócrifos. También citan el hecho de que los padres de la iglesia, principalmente Ireneo, Tertuliano y Clemente de Alejandría, usaron los apócrifos en la adoración pública y los aceptaron como inspirados. Dicen también que San Agustín, quien presidió los concilios de Hipona y Cartago, estuvo de acuerdo con la decisión de que los libros apócrifos eran inspirados.  Los defensores de la inspiración de los libros apócrifos también se refieren a los rollos del Mar Muerto para dar más peso a su creencia en los apócrifos. Entre los fragmentos hallados en las cuevas de Qumram hay copias de algunos de los libros apócrifos en hebreo. Estos han sido descubiertos junto a otros libros del Antiguo Testamento. Pero el razonamiento a favor de la inclusión de los apócrifos en las Sagradas Escrituras no resiste un análisis más riguroso. Los escritores del Nuevo Testamento pueden aludir a los apócrifos, pero nunca los citan como inspirados ni dan el menor indicio de que alguno de esos libros lo sea. Si la Septuaginta del siglo primero contenía estos libros apócrifos, lo cual no es un hecho plenamente comprobado, Jesús y sus discípulos lo ignoraron por completo. La apelación a ciertos padres de la iglesia como prueba de la inspiración de los libros apócrifos es un argumento muy débil, pues otros padres de la iglesia primitiva, especialmente Orígenes, Jerónimo y otros negaron tal inspiración. La iglesia siria esperó hasta el siglo cuarto DC para aceptar estos libros apócrifos en el canon.

    Al principio, San Agustín reconocía los apócrifos, por lo menos en parte, pero después sus escritos reflejan con claridad un rechazo de estos libros como ajenos al canon e inferiores a las Escrituras hebreas. La comunidad judía también rechazó estos escritos apócrifos. En el concilio judío de Jamnia, alrededor del año 90 DC se debatieron nueve de los libros del canon de nuestro Antiguo Testamento por diferentes razones para ver si habían de incluirse. Al fin se decidió que solamente eran canónicos los libros de nuestro Antiguo Testamento actual. Es muy importante señalar que la iglesia católica romana no declaró oficialmente estos libros apócrifos como Sagradas Escrituras hasta el concilio de Trento, de 1545 a 1563 DC. La aceptación de los libros apócrifos como canónicos por la iglesia católica romana fue hasta cierto punto una reacción a la reforma protestante de Lutero. Al canonizar estos libros apócrifos, hacían legítima su autoridad en asuntos doctrinales. Los libros apócrifos contienen algunas enseñanzas que son contrarias a las enseñanzas de los libros canónicos. Así que, en resumen, los libros apócrifos no se quitaron de la Biblia en el concilio de Trento entre los años 1545 a 1563 DC sino que fueron incluidos en la Biblia por la iglesia católica romana en ese concilio.

     

  • ¿Puede un creyente verdadero llegar a ser poseído de demonios? ¿Puede un creyente verdadero ser objeto de hechizos o maleficios de otras personas?

    El tema que ha planteado, especialmente en su primera parte, ha sido motivo de mucha polémica entre muchos intérpretes bíblicos. Hasta donde yo conozco las Escrituras, he llegado a la conclusión que un genuino creyente no puede llegar a ser poseído de demonios. El razonamiento que me ha llevado a tener esta convicción se fundamenta en la razón y en el testimonio bíblico. En cuanto a la razón, por los que dice la palabra de Dios, todo genuino creyente es templo del Espíritu Santo, por tanto, los creyentes no nos pertenecemos a nosotros mismos sino a Dios, quien ha hecho morar al Espíritu Santo en nosotros. Dios pagó un elevado precio para comprarnos. El precio fue la vida de su Hijo unigénito, quien murió en la cruz del Calvario. Siendo este el caso, es imposible que un genuino creyente pueda ser poseído de demonios porque simple y llanamente el cuerpo del creyente genuino no puede ser a la vez templo donde mora el Espíritu Santo y templo donde moran los demonios. La razón me hace desechar el hecho que un genuino creyente pueda ser poseído de demonios. Pero también está el testimonio directo de las Escrituras. Para esto, quisiera leer el texto que se encuentra en 1 Juan 5:18. La Biblia dice: Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios,  no practica el pecado,  pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda,  y el maligno no le toca.

    Por el hecho que un genuino creyente pertenece a Dios o es propiedad de Dios goza de la protección de Dios. En estas condiciones, el maligno o el diablo no puede tocar al creyente genuino. De manera que, tanto por la razón como por el testimonio de las Escrituras, es mi convicción que un genuino creyente no puede jamás ser poseído de demonios. Este texto bíblico, en 1 Juan 5:18 nos sirve también para contestar la segunda parte de su consulta. Un genuino creyente es propiedad de Dios y está protegido por Dios. En estas condiciones, el genuino creyente no puede quedar a merced de los brujos que intentan dañar con sus hechizos o encantamientos o maléficos. Los brujos, con todas sus artes mágicas, no son más poderosos que Dios Omnipotente como para poder burlar las defensas que Él ha colocado alrededor del creyente genuino. Obviamente, Satanás y sus demonios hacen todo lo posible para causar daño a los creyentes, pero no pueden hacer nada, a menos que Dios en su soberanía lo permita, como sucedió en el caso de Job. Además, Dios mismo ha diseñado una armadura espiritual para que el creyente la use y de esa manera pueda resistir al maligno. Efesios 6:13-18 dice: Por tanto,  tomad toda la armadura de Dios,  para que podáis resistir en el día malo,  y habiendo acabado todo,  estar firmes.  Estad,  pues,  firmes,  ceñidos vuestros lomos con la verdad,  y vestidos con la coraza de justicia,  y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.  Sobre todo,  tomad el escudo de la fe,  con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.  Y tomad el yelmo de la salvación,  y la espada del Espíritu,  que es la palabra de Dios;  orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu,  y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos;

     

  • La consulta de hoy tiene relación con Santiago 2:14-26 donde dice que nadie se puede salvar por la fe, pero en Efesios 2:8-10 dice que la salvación es por fe. Parece una contradicción ¿Cómo se puede explicar?

    En el pasaje bíblico de Efesios 2:8-10 se aprecia con absoluta claridad que la salvación es un regalo inmerecido de Dios al pecador. Por gracia sois salvos, dice el texto. Gracia significa dar lo que no se merece. La fe es lo que permite recibir ese regalo inmerecido que es la salvación por gracia. Dios es quien se lleva toda la gloria en la salvación del pecador. El pecador no tiene absolutamente nada de que gloriarse por su salvación.

    La salvación es un don o un regalo de Dios, el cual no se recibe por hacer buenas obras, porque si resultara de hacer buenas obras, entonces el hombre tendría el crédito o la gloria por ser salvo, pero el texto dice: No por buenas obras, para que nadie se gloríe. El pecador que, por la sola fe, aparte de las buenas obras, recibe el regalo inmerecido de Dios, llamado salvación, es hecho una nueva creación, en realidad es hecho una obra de arte por la mano del artista quien es Dios. El pecador salvo es hechura de Dios, creado en Cristo Jesús con un propósito. Ese propósito es hacer las buenas obras que Dios preparó de antemano para que las haga. En otras palabras, el pecador no es salvo por buenas obras sino salvo por la fe para buenas obras. Las buenas obras son el resultado natural de la fe que lleva a la salvación. A la luz de todo esto, sabiendo que la Biblia no puede contradecirse, entonces se hace necesario reconocer que Santiago 2:14-26 debe estar hablando de algo diferente cuando hace la pregunta ¿Podrá la fe salvarle? ¿De qué puede estar hablando? Pues Santiago está manejando dos elementos importantes.

    Una fe viva y una fe muerta. La fe viva es aquella que conduce a la salvación y que se manifiesta en buenas obras. La fe muerte es aquella que no conduce a la salvación y que no se manifiesta en buenas obras. Lo que Santiago en realidad está preguntando es lo siguiente: ¿Podrá una fe muerta salvar a alguien? La respuesta obvia es no. Solamente la fe viva, la fe que se manifiesta en buenas obras puede salvar a un pecador. Santiago pone el ejemplo de Abraham. El registro bíblico dice que Abraham creyó y eso le fue contado por justicia, es decir la fe hizo que Abraham sea salvo, pero la fe que produjo esto en Abraham fue una fe viva por cuanto Abraham manifestó buenas obras que son evidencia de la fe viva. Lo propio se puede decir de Rahab la ramera. Lo poco que ella sabía de Jehová, el Dios de Israel, le permitió tener fe en Él, y esa fe fue viva y en consecuencia Rahab fue salva. La fe viva de Rahab se manifestó en buenas obras, al ayudar a los espías que envió Moisés. Así que Santiago en su libro está hablando de las buenas obras que siempre resultan de la fe viva, mientras que Pablo en su libro de Efesios está hablando de la fe viva que siempre resulta en buenas obras. Los dos tienen totalmente la razón y no hay conflicto alguno.

     

  • ¿Qué es el fruto del Espíritu Santo?

    El fruto del Espíritu Santo está íntimamente relacionado con el resultado de ser lleno del Espíritu Santo. Cuando somos llenos del Espíritu Santo podemos comprender y valorar por experiencia propia todos los ministerios del Espíritu Santo. Por ejemplo, aunque el creyente está sellado, regenerado, bautizado y el Espíritu Santo mora en él, ya sea que se dé cuenta de ello o no, sin embardo, tan pronto es lleno del Espíritu, comenzará a darse cuenta de dichas realidades y a disfrutar de los beneficios de las mismas. Dentro de esto podrá manifestar en su vida lo que la Biblia llama el fruto del Espíritu. En esencia, el fruto del Espíritu Santo es un carácter semejante al de Cristo. Gálatas 5:22-23 dice: Mas el fruto del Espíritu es amor,  gozo,  paz,  paciencia,  benignidad,  bondad,  fe,  mansedumbre,  templanza;  contra tales cosas no hay ley.

    En Gálatas 5 el fruto del Espíritu está inseparablemente ligado a ser lleno del Espíritu. En dicho capítulo, Pablo hace un contraste entre las obras de la carne y el fruto del Espíritu. Afirma que el modo de evitar los deseos de la carne es el de caminar dependiendo del Espíritu, lo cual es condición para ser lleno, según el versículo 16. Luego, Pablo describe gráficamente los deseos de la carne, en los versículos 19 y 20 y los contrasta con el fruto del Espíritu en los versículos 22-23. A menudo se ha señalado que dicho fruto, producto de ser lleno del Espíritu, es un cuadro perfecto del carácter de Cristo. Y así es. Por lo tanto, podemos decir que una de las consecuencias del hecho de ser lleno del Espíritu es la manifestación de las características que nos hacen semejantes a Cristo. Por lo que hace al pasaje en cuestión, esto comprende nueve aspectos. El primero es el amor, lo cual consiste en buscar la gloria de Dios en el objeto de nuestro amor. Puede haber actos que a primera vista parecen faltos de caridad, pero que en realidad constituyen una expresión de amor, si la meta es la gloria de Dios. Hay una relación esencial entre el amor y el conocimiento, por cuanto el amor más profundo se basa en el conocimiento más completo. El gozo se deriva principalmente de ver que otros cristianos progresan en el conocimiento de la verdad. 3 Juan 4 dice: No tengo yo mayor gozo que este,  el oír que mis hijos andan en la verdad.

    La paz es esa tranquilidad que viene de saber que uno está en buenas relaciones con Dios. La paciencia, o longanimidad como se traduce en la versión moderna, consiste en evidenciar un carácter y un modo de obrar parejos, que jamás pretende desquitarse. La benignidad consiste en tener pensamientos positivos, mientras que la bondad consiste en realizar actos buenos. La fe, o fidelidad según la versión moderna, significa servir con regularidad y aprovechar todas las oportunidades con todas las facultades que Dios nos ha dado. La mansedumbre es la gentileza, la gallardía, y no tiene nada que ver con la debilidad. La templanza, o dominio propio según la versión popular, consiste en la disciplina de la vida total, incluyendo especialmente las áreas vinculadas a lo moral. En esto consiste el fruto del Espíritu, y esta semejanza a Cristo se manifiesta únicamente cuando creyente está lleno del Espíritu, cuando entrega completamente su vida al dominio del mismo.

     

  • ¿Cómo puedo saber en qué iglesia local me debo congregar?

    Primero y más importante. Busque una iglesia donde Cristo Jesús sea el centro de todo. Esto parece algo elemental, pero es impresionante como es pasado por alto en no pocas iglesias locales.

    Conozco iglesias locales, en las cuales el centro de ellas es el pastor, o la esposa del pastor o la junta administrativa o la comisión directiva o como se lo llame, o el templo, o las finanzas o la nacionalidad de los hermanos, o la posición social y económica de los hermanos.

    En segundo lugar, la iglesia local bíblica debe tener a la Biblia como su manual de doctrina y práctica. Esto también parece algo elemental, pero es pasado por alto en tantas iglesias locales, cuando los líderes de la iglesia hablan de política, de la cultura, de las artes, de las necesidades sociales de la gente, de la ciencia y tantas otras cosas más y dejan totalmente a un lado la palabra de Dios.

    Tercero, tiene que ser una iglesia local donde los que allí se congregan están procurando vivir vidas santas. Qué lástima que se tolere el pecado en muchas iglesias locales. No estamos diciendo que los creyentes que van a cualquier iglesia local deben ser perfectos, sin contaminación alguna con el pecado. Sólo en el cielo estaremos libres del pecado.

    Lo que estamos diciendo es que los líderes de la iglesia deben exhortar continuamente a los creyentes a abandonar el pecado y si alguien por desgracia cae en pecado, deben buscar por todos los medios la restauración del pecador, conforme a la enseñanza de la palabra de Dios.

    Cuarto, la iglesia local bíblica, es aquella que brinda oportunidades de servicio a los creyentes que allí se congregan. En algunas iglesias locales, existe una casta privilegiada cuyos miembros piensan que son los únicos que tienen el derecho de servir en la iglesia. Los demás creyentes, los que no forman parte de esta casta privilegiada, están sólo de adorno, para hacer bulto los domingos. La iglesia local bíblica es aquella en la cual los líderes comparten la carga del ministerio con los creyentes.

    Quinto, la iglesia local bíblica es aquella que manifiesta un genuino interés en el bienestar integral de los que allí se congregan. Si va a una reunión en una iglesia local y nadie le presta atención, y en consecuencia pasa desapercibido, es muy probable que esa iglesia local no sea una buena elección. Puede ser que sea una iglesia donde nadie se preocupa de nadie. El ambiente en la iglesia local debe ser como en familia, donde todos se interesan por todos.

    Sexto, una iglesia local bíblica es aquella que da énfasis al discipulado personal. El discipulado personal es la obra por la cual un creyente maduro se ocupa personalmente de un creyente tierno para ayudarle a crecer espiritualmente. Sólo así se puede cumplir con el mandato del Señor de ir y hacer discípulos a todas las naciones.

    Séptimo, una iglesia local bíblica, es aquella que da mucha importancia al evangelismo y las misiones. Una de las funciones más importantes de toda iglesia local es anunciar el evangelio a la comunidad. Si la iglesia local no tiene metas y planes de evangelismo, ha perdido en gran parte su razón para existir. Una parte importante del evangelismo son las misiones. La iglesia local bíblica debería enviar misioneros y si esto no es posible, al menos debería sostener económicamente, aunque sea en parte a algunos misioneros.