Reciba cordiales saludos amable oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el libro de Colosenses en la serie titulada: La supremacía de Cristo. Sin lugar a dudas que vivimos en un mundo desquiciado. Producto de esto son las miles de secas falsas que ya existen y los cientos que día a día van apareciendo. Una tarde de 1965, Daniel Waswa, un nativo de Kenia, ascendió con dificultad a una empinada colina. Una vez en la cima, se hizo crucificar por su propia esposa. Mientras estaba colgado en la cruz, dijo a la multitud que le rodeaba: Estoy muriendo por los pecados de todos los kenianos. Después de clavar a su marido en la cruz, la esposa se desmayó y murió a causa del agudo shock que le produjo tan escalofriante experiencia. Los vecinos de Waswa sabían que todo esto no era en absoluto un bien montado espectáculo porque un año atrás Waswa había dicho que Dios le había llamado para ese propósito. Sus conocidos al pie de la cruz le imploraban que se haga bajar de la cruz, pero Waswa se resistía. Finalmente fue bajado de la cruz pero a punto de morir. Poco tiempo después murió a causa de la infección causada por los clavos. En la actualidad, cientos de personas van en procesión al lugar donde Waswa fue crucificado y elevan sus oraciones a él implorando perdón de sus pecados. Pura fantasía dirán algunos. Ojalá fuera así, pero la triste realidad es que no es fantasía. Es trágicamente real. Uno se pregunta: ¿Cómo es posible que haya personas que sean engañadas por cosas así? La respuesta es que en cada ser humano existe el potencial de creer hasta en lo más absurdo. Todos nosotros enfrentamos el peligro de ser víctimas del engaño. ¿Cómo evitar entonces ser engañados al igual que los seguidores de Daniel Waswa? Pues, conociendo lo que es verdadero. La mejor manera de no ser engañados es por medio de conocer la verdad lo más que se pueda. Se dice que los detectives del FBI son tan diestros en detectar billetes falsos que aun de lejos saben distinguir lo verdadero de lo falso. Esto se debe a que en su entrenamiento llegan a conocer tan a la perfección los billetes verdaderos que tan pronto tienen ante ellos un billete falso lo reconocen inmediatamente. Durante su entrenamiento jamás ven un billete falso. Se concentran únicamente en los billetes verdaderos. Conocen cada rasgo, cada detalle, cada mínima cosa, que prácticamente es imposible que sean engañados con un billete falso. Lo mismo tendríamos que hacer los creyentes. Debemos conocer tan a fondo lo verdadero que tan pronto escuchemos algo errado, por más mínimo que sea, lo detectemos y lo desechemos. La Biblia ha sido dada para que sepamos lo que es verdadero. Para no caer en el engaño debemos conocer la verdad lo mejor que podamos. El libro de Colosenses justamente nos enseña la verdad para que conociéndola podamos detectar y desechar el error. En el estudio bíblico de hoy haremos solamente una introducción a esta carta.
Les invito a abrir sus Biblias en el libro de Colosenses. Estudiaremos los primeros dos versículos del capítulo 1. En estos dos versículos tenemos al autor de la carta, los destinatarios de la carta y el saludo de la carta. Veamos en primer lugar al autor de la carta. Colosenses 1:1 dice: Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo,
El autor es Pablo. Pablo fue un personaje muy singular, inigualado en la obra del Señor. Se inició en las exigentes demandas del judaísmo, pero en algún momento de su vida llegó a la conclusión que guardar los ritos religiosos no puede llevar al hombre a un relación personal con Dios. Pablo tuvo su encuentro personal con Cristo y allí supo que si alguien desea tener una relación personal con Dios debe recibir a Cristo como Salvador. Fue Pablo quien dijo en 1 Timoteo 2:5 Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre,
Convencido de esta verdad, Pablo vivió para proclamarlo en el mundo. Su pasión por cubrir el mundo con esta verdad le condujo a una vida de privación y sufrimiento. La adversidad llegó a su punto más crítico cuando fue tomado prisionero en Jerusalén, luego trasladado a Cesarea y finalmente a Roma. Para cuando escribe la carta a los Colosenses lo tenemos prisionero en Roma. El texto prosigue diciendo que él es un apóstol de Jesucristo. Esto lo cita para dar peso y autoridad a su escrito. No estaba escribiendo cualquier persona. Era un apóstol de Jesucristo. Un apóstol de Jesucristo es alguien que ha sido comisionado o enviado directamente por el Señor Jesucristo. Los apóstoles de Jesucristo fueron un grupo selecto y se limitaba a los doce más Pablo. Hoy en día no existen apóstoles de Jesucristo. Una de las credenciales de un genuino apóstol de Jesucristo es que de parte de Dios ha recibido la capacidad de realizar señales prodigios y milagros. 2 Corintios 12:12 dice: Con todo, las señales de apóstol han sido hechas entre vosotros en toda paciencia, por señales, prodigios y milagros.
Luego Pablo dice que su apostolado es por la voluntad de Dios. Pablo no fue escogido por los hombres, tampoco escogió él mismo ser un apóstol de Jesucristo. Pablo tenía bien claro en su mente que todo lo que hacía se debía a que había sido escogido especialmente por Dios. Cuando Pablo escribía la carta a los Colosenses, estaba junto a él Timoteo. Pablo le llama simplemente hermano. La ausencia de títulos pomposos nos hace pensar en lo sublime el significado de la palabra hermano. En la iglesia primitiva no había lugar para los títulos rimbombantes que en la actualidad anteponen a sus nombres muchos siervos del Señor. Una vez que hemos considerado el autor de la carta, veamos los destinatarios de la carta. Colosenses 1:2 en su primera parte dice: a los santos y fieles hermanos en Cristo que están en Colosas:
Los destinatarios de la carta tienen dos cualidades. Primero, son santos. Los creyentes de Colosas, al igual que los creyentes en cualquier parte del mundo somos santos en el sentido que hemos sido escogidos por Dios de entre los millones de seres humanos y puestos aparte para él. Por tanto es de esperarse que estemos viviendo en santidad delante de él. También dice que los creyentes en Colosas son fieles hermanos en Cristo. Esto significa que ellos son hijos de un Padre común y que esto lo lograron al haber confiado en Cristo como su Salvador. La frase: “en Cristo” habla de su posición espiritual. Cuando los Colosenses fueron salvados por Cristo, fueron introducidos en Cristo. Estando en Cristo, son aceptados plenamente por Dios como el mismo apóstol Pablo afirmó en Efesios 1:6 donde dice: para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado,
Ninguno de los que estamos en Cristo hemos llegado a esa posición por mérito propio, todos nosotros estamos en Cristo por una obra de gracia de Dios. Es decir Dios hizo algo a nuestro favor que nosotros no lo merecemos. Habiendo considerado el autor de la carta y los destinatarios de la carta, veamos ahora el saludo de la carta. Colosenses 1:2 dice en su segunda parte: Gracia y paz sean a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
Pablo saluda a los Colosenses con dos palabras llenas de significad. Gracia que era el saludo típico en el mundo griego y paz que era el saludo típico en mundo judío. Gracia nos habla de aquel favor inmerecido que todos los creyentes hemos recibido de Dios al ser salvados en Cristo. Paz nos habla del fruto que produce la salvación por gracia en una persona. El orden por tanto es importante. No puede haber paz verdadera en una persona si esa persona no ha sido antes objeto de la gracia de Dios. El mundo busca afanosamente la paz, pero la paz verdadera no la dan los tratados de paz o las conferencias de paz. La paz verdadera viene cuando hombre ha arreglado su problema de pecado con Dios y se ha apropiado de la gracia de Dios manifestada en Cristo. Sólo así el hombre tendrá paz con Dios, paz consigo mismo y paz con otros hombres. Puede ser mi querido amigo oyente que en este preciso instante usted se encuentre sin paz, agobiado por las luchas, los temores, las presiones, la adversidad. Usted necesita paz. La ha buscando de distintas maneras, pero lo único que ha encontrado es frustración. ¿Por qué no viene a Jesucristo? Sólo él puede darle la paz que tanto necesita. Él fue quien dijo las palabras que tenemos en Mateo 11:28-29: Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.
Mat 11:29 Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas;
Venga a Cristo hoy mismo y recíbalo como Salvador. Dios perdonará su pecado y le dará limpieza para que pueda vivir una vida llena de la paz que sólo Cristo da.
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