Cordiales saludos amable oyente. Soy David Logacho dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy en el evangelio según Juan. Luego de manifestar las glorias o excelencias del Señor Jesús, Juan comienza a presentar las pruebas para demostrar que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, para que creyendo en su nombre, tengamos vida eterna. El primero en dar su testimonio es Juan el Bautista.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Juan 1:19-28. Este pasaje bíblico tiene que ver con el testimonio que aportó Juan el Bautista para confirmar que el Señor Jesús es el Cristo. Esto encaja perfectamente en el propósito general del apóstol Juan, en cuanto a mostrar al Señor Jesús como el Cristo y para que creyendo en su nombre tengamos vida eterna. Algo que es muy notorio en el testimonio de Juan el Bautista es su humildad. La humildad no es pensar que uno es menos que los demás, la humildad es no pensar en uno mismo sino en los demás. Esto es justamente lo que se nota en la persona de Juan el Bautista. Juan el Bautista no era cualquier cosa. Hablando de él, el mismo Señor Jesús dijo: De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista.
Esto aparece en Mateo 11:11. Como profeta, el Señor Jesús también dijo que Juan el Bautista era más que profeta, según Mateo 11:9. Así que estamos hablando de un hombre espectacular. Ahora ponga atención a lo que dice Lucas 3:2 y siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.
Juan el Bautista fue nada más y nada menos el profeta que recibió palabra de Dios después de más de cuatrocientos años de silencio, tiempo en el cual Dios no envió su palabra a ningún profeta. ¿Qué le parece? Sin embargo, Juan el Bautista no aprovechó de nada de esto para atraer la atención de la gente sobre sí mismo, como vamos a ver más adelante. Esto es humildad. Juan predicaba por toda la región contigua al Jordán y bautizaba en agua a todo aquel que recibía su mensaje. Inclusive el Señor Jesús fue bautizado en agua por Juan el Bautista. Multitudes salían a él para oír su mensaje y ser bautizados en agua. Esto debe haber llegado a los oídos de los líderes de Israel en Jerusalén y como es natural, procuraron averiguar de qué se trataba. Esto era una función legítima de los líderes de Israel. Esto constituye el marco dentro del cual se inscribe lo que estamos estudiando. Juan 1:19 dice: Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas para que le preguntasen: ¿Tú, quién eres?
Cuando Juan se refiere a los judíos en este versículo, no se está refiriendo al pueblo judío, sino a los líderes judíos. Esto es una constante en todo el evangelio según Juan. Sabiendo lo que estaba haciendo Juan el Bautista, los líderes de Israel que residían en Jerusalén deben haberse reunido y deben haber decidido enviar una delegación de sacerdotes y levitas a Juan el Bautista con la consigna de preguntarle: ¿Tú, quién eres? Los sacerdotes eran los que oficiaban los ritos en el Templo de Jerusalén. Los levitas eran los que servían en el templo de Jerusalén. A través de estos sacerdotes y levitas, los judíos querían saber quién era Juan el Bautista. ¿Cuál fue la respuesta de Juan el Bautista? Note lo que dice Juan 1:20-21 Confesó, y no negó, sino confesó: Yo no soy el Cristo.
Joh 1:21 Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tú Elías?(B) Dijo: No soy. ¿Eres tú el profeta?(C) Y respondió: No.
La frase: confesó, y no negó, sino confesó, es una frase que denota una contundente afirmación, que no admite en absoluto algo en contrario. Con esta actitud, Juan el Batista dijo: Yo no soy el Cristo. De alguna manera, Juan el Bautista sabía que los líderes judíos estaban pensando que tal vez Juan el Bautista era el Cristo o el Mesías, pero la respuesta de Juan el Bautista echa por tierra esta falsa apreciación. La forma que Juan el Bautista respondió inclusive está matizada con un dejo de fastidio, como cuando alguien considera que es un atrevimiento que le pregunten algo. Al oír esta contundente negación, los sacerdotes y levitas hicieron otra pregunta: ¿Qué pues? ¿Eres tú Elías? ¿Por qué meter a Elías en el asunto? Pues porque el último de los profetas del Antiguo Testamento, cuyo nombre es Malaquías, profetizó que antes que venga el día de Jehová, grande y terrible, iba a venir el profeta Elías. Malaquías 4:5 dice: He aquí, yo os envío el profeta Elías,(A) antes que venga el día de Jehová, grande y terrible.
Seguramente los sacerdotes y levitas pensaban que el día de Jehová, grande y terrible se refería a la primera venida de Cristo o el Mesías, y por eso hicieron la pregunta a Juan el Bautista ¿Eres acaso Elías que precede a la venida del día de Jehová grande y terrible?. La respuesta de Juan el Bautista fue: No soy. Bueno, si no es el Cristo ni Elías, entonces a lo mejor será el profeta. Los sacerdotes y levitas no se referían a cualquier profeta, sino al profeta de quien se habla en Deuteronomio 18:18 donde dice: Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare.
Para algunos judíos del tiempo del Señor Jesús, este profeta era uno que iba a anunciar la inminente venida del Cristo o el Mesías, pero el Nuevo Testamento aplica este pasaje bíblico al Señor Jesús. Él es el profeta. La respuesta de Juan el Bautista fue nuevamente: No. Los sacerdotes y levitas no se rindieron en su investigación. No querían volver sin respuesta a los que los enviaron. Juan 1:22 dice: Le dijeron: ¿Pues quién eres? para que demos respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?
Descartado el Cristo, Elías y el profeta, entonces ¿Quién era Juan el Bautista? Le hicieron por tanto la pregunta: ¿Qué dices de ti mismo? Esta era la ocasión para que Juan el Bautista se explaye hablando de lo grandioso que era. Pero no. No olvide que Juan el Bautista jamás atrajo la atención hacia sí mismo. Juan el Bautista fue humilde. Note su respuesta. Se encuentra en Juan 1:23. La Biblia dice: Dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías
Esto es lo que Juan el Bautista pudo decir de sí mimo. No soy nada espectacular, aunque la gente pueda pensar eso. Soy simplemente la voz, la voz de uno que clama en el desierto. Que gran lección para todos, pero en especial para los que anunciamos la palabra de Dios. Es triste mirar a muchos predicadores hoy en día que se esfuerzan tanto por granjearse la admiración de la gente, con su apariencia deslumbrante, su derroche de riqueza, sus títulos rimbombantes y sus actitudes arrogantes. Pobres. No se dan cuenta que no son sino una voz que debería servir para poner en alto al Señor Jesús. Si con todo lo que era Juan el Bautista, dijo que era solamente una voz, cuanto más personas como yo, que estamos lejos de compararnos con Juan el Bautista. La voz de Juan el Bautista que era oída en el desierto de este mundo sumido en el pecado, anunciaba al Señor Jesús diciendo: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías. Esto significa: Quiten todo lo que impida que estén listos para recibir al Señor, al Cristo, al Mesías. Los que enviaron a los sacerdotes y levitas que estaban investigando al Juan el Bautista eran de los fariseos, la secta más celosa por guardar hasta lo mínimo de la letra de ley, descuidando muchas veces el espíritu de la ley. Ellos querían indagar más a fondo a Juan el Bautista. Note lo que dice Juan 1:24-25 Y los que habían sido enviados eran de los fariseos.
Joh 1:25 Y le preguntaron, y le dijeron: ¿Por qué, pues, bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta?
Si Juan el Bautista no era lo que los fariseos pensaban que era, entonces no tendría autoridad para estar bautizando en agua a tanta gente en el Jordán. ¿Por qué lo haces? Fue la pregunta. Note la respuesta de Juan el Bautista. Se encuentra en Juan 1:26-27. La Biblia dice: Juan les respondió diciendo: Yo bautizo con agua; mas en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis.
Joh 1:27 Este es el que viene después de mí, el que es antes de mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado.
Efectivamente, Juan el Bautista bautizaba en agua como un símbolo de la disposición de la gente que lo escuchaba a dejar atrás su vida de pecado para recibir a Cristo al Mesías de Israel. Él ya estaba en el mundo, en realidad estaba en medio de la gente que estaba congregada en el lugar, pero esta gente no le conocía. Se trataba del Señor Jesús. Él es Dios en persona, porque aunque viene después de Juan el Bautista, sin embargo es antes de Juan el Bautista. El Señor Jesús es tan excelso, que Juan el Bautista no se consideraba digno de desatar la correa de su calzado. Note la humildad de Juan el Bautista. Él era solo una voz. Lo que verdaderamente cuenta es el Señor Jesús, a quien Juan el Bautista anunciaba. Juan termina esta parte identificando el lugar donde aconteció este episodio. Juan 1:28 dice: Estas cosas sucedieron en Betábara, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.
El dialogo entre los sacerdotes y levitas con Juan el Bautista aconteció donde Juan el Bautista estaba bautizando, al otro lado del Jordán, en un lugar llamado Betábara. En algunos otros manuscritos se identifica a este lugar como Betania, pero no la Betania donde vivían Marta, María y Lázaro, muy cerca de Jerusalén. La aldea de Betábara o Betania, estaba contigua al Río Jordán, muy cerca de la costa norte del Mar Muerto.
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