Cordiales saludos amable oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el libro de Daniel. En nuestro último estudio bíblico, dejamos al rey Belsasar sumido en sus dudas y confusión cuando sus sabios, los magos, caldeos y adivinos, fracasaron rotundamente en leer el mensaje que una mano misteriosa escribió en lo alto de una pared de su palacio. Felizmente para él, la reina trajo la luz que necesitaba en medio de su oscuridad, cuando le informó que en Babilonia había un hombre en quien moraba el Espíritu de Dios, y que solamente él podría leer el mensaje y dar su significado. Este hombre era Daniel, a quien el rey Nabucodonosor llamó Beltsasar. Con esto en mente, el rey hizo llamar inmediatamente a Daniel a su presencia. Veamos lo que aconteció.
Le ruego abrir su Biblia en Daniel 5:13-16. En este pasaje bíblico encontramos a Daniel ante la presencia del rey. El texto dice así: Entonces Daniel fue traído delante del rey. Y dijo el rey a Daniel: ¿Eres tú aquel Daniel de los hijos de la cautividad de Judá, que mi padre trajo de Judea?
Dan 5:14 Yo he oído de ti que el espíritu de los dioses santos está en ti, y que en ti se halló luz, entendimiento y mayor sabiduría.
Dan 5:15 Y ahora fueron traídos delante de mí sabios y astrólogos para que leyesen esta escritura y me diesen su interpretación; pero no han podido mostrarme la interpretación del asunto.
Dan 5:16 Yo, pues, he oído de ti que puedes dar interpretaciones y resolver dificultades. Si ahora puedes leer esta escritura y darme su interpretación, serás vestido de púrpura, y un collar de oro llevarás en tu cuello, y serás el tercer señor en el reino.
Daniel no estuvo presente en el grupo de sabios de Babilonia cuando el rey les convocó para que lean el mensaje escrito en la pared y den su interpretación. La razón para esto tal vez fue porque Daniel ya estaba anciano y a lo mejor fue hecho de menos por los sabios más jóvenes. Pero jamás debemos despreciar el conocimiento y la experiencia de los ancianos, especialmente si en ellos mora el Espíritu de Dios, como fue el caso de Daniel. Tan pronto Daniel estuvo ante el rey, éste le dijo: ¿Eres tú aquel Daniel de los hijos de cautividad de Judá, que mi padre trajo de Judea? Obviamente, el rey no conocía a Daniel y está asegurándose que aquel con quien estaba hablando se trataba efectivamente de Daniel, quien fue llevado cautivo en contra de su voluntad a Babilonia. Daniel debe haber asentido y el rey entonces procedió a exponer su caso. Comienza por compartir lo que había oído acerca de Daniel. La confianza para hablar con él descansaba en el hecho que en Daniel estaba el espíritu de los dioses santos. Sin saberlo, el rey estaba reconociendo la presencia del Espíritu Santo en Daniel. En consecuencia, en Daniel existe luz, entendimiento y mayor sabiduría. Luego el rey explica a Daniel el fracaso rotundo de los sabios del reino cuando fallaron en leer la escritura y dar su interpretación. Acto seguido el rey propone a Daniel que si puede leer la escritura en la pared y dar la interpretación, será vestido de púrpura, recibirá un collar de oro y será la tercera persona de importancia en el reino de Babilonia. Veamos como respondió Daniel. Daniel 5:17 dice: Entonces Daniel respondió y dijo delante del rey: Tus dones sean para ti, y da tus recompensas a otros. Leeré la escritura al rey, y le daré la interpretación.
Como hombre íntegro, Daniel no buscaba su propio bien, y por eso dijo al rey: Tus dones sean para ti, y da tus recompensas a otros. Si esto pusieran en práctica tantos mercaderes de las cosas de Dios, el mundo fuera totalmente diferente. Sin esperar nada a cambio, Daniel se dispone a leer la escritura al rey y dar la interpretación. Ahora tenemos la introducción de Daniel. Daniel 5:18-21 dice: El Altísimo Dios, oh rey, dio a Nabucodonosor tu padre el reino y la grandeza, la gloria y la majestad.
Dan 5:19 Y por la grandeza que le dio, todos los pueblos, naciones y lenguas temblaban y temían delante de él. A quien quería mataba, y a quien quería daba vida; engrandecía a quien quería, y a quien quería humillaba.
Dan 5:20 Mas cuando su corazón se ensoberbeció, y su espíritu se endureció en su orgullo, fue depuesto del trono de su reino, y despojado de su gloria.
Dan 5:21 Y fue echado de entre los hijos de los hombres, y su mente se hizo semejante a la de las bestias, y con los asnos monteses fue su morada. Hierba le hicieron comer como a buey, y su cuerpo fue mojado con el rocío del cielo, hasta que reconoció que el Altísimo Dios tiene dominio sobre el reino de los hombres, y que pone sobre él al que le place.
Daniel está haciendo la introducción a la lectura de la escritura y su interpretación. Retrocede en el tiempo para recordar a Belsasar lo que había pasado por alto. Sucede que Jehová el Dios de Israel, el Dios Altísimo dio al antepasado de Belsasar, al rey Nabucodonosor, el reino, la gloria y la majestad. Conforme a su grandeza, Nabucodonosor logró dominar pueblos, naciones y lenguas. Sus súbditos le temían porque a quién él quería mataba y a quien él quería daba vida. A quien él quería engrandecía y a quien él quería humillaba. Y fue justamente esto lo que hizo enorgullecer a Nabucodonosor. Dice el texto que su espíritu se endureció en su orgullo. Esto fue lo que provocó su caída, pues fue depuesto del trono de su reino y despojado de su gloria. Tanto es así que fue echado de entre los seres humanos y su mente se alteró haciéndole pensar que era un animal. Fue por tanto arrojado al campo, para vivir entre los asnos monteses, comer como si fuera buey y ser mojado con el rocío del cielo. Todo esto duró hasta que Nabucodonosor reconoció que Jehová, el Dios de Israel, el Dios Altísimo, es quien tiene dominio sobre el reino de los hombres, y que en consecuencia, es Dios Altísimo, quien otorga a algunos hombres, como Belsasar, el sentarse en el trono de algún reino. Note como Daniel habló con tanto denuedo. Ahora que Belsasar sabe quien es Jehová, Daniel va poner el dedo en la llaga, para revelar el pecado de Belsasar. Daniel 5: 22-24 dice: Y tú, su hijo Belsasar, no has humillado tu corazón, sabiendo todo esto;
Dan 5:23 sino que contra el Señor del cielo te has ensoberbecido, e hiciste traer delante de ti los vasos de su casa, y tú y tus grandes, tus mujeres y tus concubinas, bebisteis vino en ellos; además de esto, diste alabanza a dioses de plata y oro, de bronce, de hierro, de madera y de piedra, que ni ven, ni oyen, ni saben; y al Dios en cuya mano está tu vida, y cuyos son todos tus caminos, nunca honraste.
Dan 5:24 Entonces de su presencia fue enviada la mano que trazó esta escritura.
El gran pecado de Belsasar fue no haber humillado su corazón delante del Dios Altísimo. Belsasar siguió el ejemplo de su antepasado Nabucodonosor en su arrogancia ante Jehová. Contra el Señor del cielo te has ensoberbecido, le dijo Daniel. Ensoberbecerse delante del Señor es el resultado de no dar al Señor el lugar que Él debe tener en nuestras vidas. Es pensar que nosotros mismos somos dueños de nuestro destino, es pensar que no tenemos que dar cuentas a nadie y que podemos hacer lo que nos plazca. Es atribuirnos a nosotros mismos la gloria por algo notorio que hayamos alcanzado. Es pensar que Dios es nuestro esclavo que está en la esfera celestial para cumplir nuestros más extravagantes caprichos. Cuidado amable oyente con tener esta actitud delante de Dios. Las consecuencias pueden ser en extremo dolorosas. Es mejor humillarnos delante del Señor reconociendo que Él es el Amo y Señor de todo y que nosotros somos simplemente sus siervos y hemos sido creados para traer gloria a su nombre. Belsasar falló rotundamente en dar el debido crédito al Dios Altísimo, y en lugar de eso lo deshonró al hacer traer los vasos sagrados que se utilizaban en el templo de Jerusalén para beber vino en ellos, tanto él como sus príncipes, sus mujeres y sus concubinas. Lo que hizo Belsasar fue una afrenta no a la nación de Israel ni al templo de Jerusalén, sino a la persona misma de Jehová. En lugar de dar crédito a Jehová, Belsasar dio crédito a sus dioses falsos. Con su cerebro embotado por el alcohol, dio alabanza a dioses de plata y oro, de bronce, de hierro, de madera y de piedra, dioses que ni ven, ni oyen, ni saben. No tiene sentido amable oyente rendir culto o inclinarse ante las imágenes de cualquier tipo. Dios es Espíritu y los que queremos adorarlo debemos hacerlo en Espíritu y en verdad. Algunas personas dicen que al inclinarse y adorar una imagen de cualquier tipo, están en realidad adorando a Dios, representado por aquella imagen, pero esto es justamente lo que condena Dios en su palabra en textos como Éxodo 20:4-6 No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra.
Exo 20:5 No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen,
Exo 20:6 y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.
El hecho que Belsasar adoró a sus imágenes fue catalogado por Dios como una ofensa a Él. Belsasar no había honrado a Dios en cuya mano está la vida de todo ser humano y quien es Amo y Señor de todo ser humano. El error de Belsasar va a tener serias consecuencias como veremos en nuestro próximo estudio bíblico.
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