Cordiales saludos amable oyente. Soy David Logacho dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy en el evangelio según Lucas. Qué bendición es escudriñar las Escrituras junto a usted. El tema del estudio bíblico de hoy es lo que se conoce como la transfiguración del Señor Jesús.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Lucas 9:27-36. Este pasaje bíblico es paralelo a Mateo 17:1-8 y Marcos 9:2-8. Se trata de lo que se conoce como la transfiguración del Señor Jesús. La palabra transfiguración proviene del verbo transfigurar, que es la traducción del verbo griego metamorfóo, verbo del cual proviene nuestra palabra metamorfosis, que significa un cambio de apariencia proveniente del interior de una persona o un objeto. En el relato de Lucas no aparece el verbo transfigurar, pero es obvio que se trata justamente de eso. Muy bien. Con esto en mente, permítame leer el texto en Lucas 9:27. La Biblia dice: Pero os digo en verdad, que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios.
Como antecedente, recuerde que en nuestro estudio bíblico anterior, vimos a Pedro expresando su convicción en cuanto a que el Señor Jesús es el Cristo de Dios. Se dice que es necesario creer para ver y no ver para creer. Después de haber muerto y resucitado el Señor Jesús dijo al dudoso Tomás: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.
No es extraño por tanto que luego de la confesión de Pedro, quien habló también a nombre de los otros apóstoles, el Señor Jesús anuncie que algunos de los apóstoles no gustarán la muerte hasta que vean con sus propios ojos el reino de Dios o al Señor Jesús en su gloria celestial. El Señor Jesús se estaba refiriendo justamente a su transfiguración. Esto se hizo realidad en su debido momento. Note lo que dice Lucas 9:28-31. Aconteció como ocho días después de estas palabras, que tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar.(H)
Luk 9:29 Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente.
Y he aquí dos varones que hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías;
Luk 9:31 quienes aparecieron rodeados de gloria, y hablaban de su partida, que iba Jesús a cumplir en Jerusalén.
Ocho días después que el Señor Jesús había anunciado que algunos de sus discípulos no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios, el Señor Jesús tomó a sus tres más cercanos discípulos, Pedro, Juan y Jacobo, los mismos que estuvieron cerca de él cuando resucitó a la hija de Jairo, y los mismos que estuvieron cerca de él poco antes de ser arrestado en el huerto de Getsemaní, y los llevó con él a un monte a orar. Una vez más se observa lo que era práctica común en la vida del Señor Jesús. La oración. A pesar de la febril actividad, el Señor Jesús dio suprema importancia a la oración. Gran ejemplo para nosotros sus seguidores, que casi siempre encontramos justificativos para no orar o para orar superficialmente. Cuando se ora con fe, como lo hacía el Señor Jesús, cosas asombrosas suceden. Esto es tan cierto en la vida del Señor Jesús como en la vida de cualquiera de sus seguidores. Pedro, Juan y Jacobo deben haber quedado absortos al ver con sus propios ojos que mientras oraba, la apariencia del Señor Jesús se hizo otra. Había ocurrido la transfiguración. Fue como si se hubiera retirado la cortina de humanidad de la persona del Señor Jesús, para poder observar su gloriosa deidad. ¡Qué espectáculo habrá sido ese! Lucas dice que la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente. En el relato paralelo, Mateo dice que resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Es como si faltaran palabras para describir con propiedad la majestuosidad, la hermosura, la sublimidad de la esencia de nuestro Señor Jesús. Pero no ocurrió sólo esto, como si esto no fuera suficiente, también aparecieron dos varones que hablaban con el Señor Jesús. Pedro, Juan y Jacobo, identificaron a estos varones como Moisés y Elías. Interesante. Moisés había muerto siglos antes. Elías fue llevado al cielo siglos antes, pero eso no significa que ya no existían más. Estaban vivos. Obviamente vivían en otra esfera diferente de la nuestra, en la esfera celestial. Lucas nos informa que Moisés y Elías aparecieron rodeados de gloria. Esto significa envueltos en luz celestial, la nube brillante que acompaña a la presencia divina, lo que la tradición judía llama la Shekina. El tema de conversación entre el Señor Jesús, Moisés y Elías era la partida, que iba Jesús a cumplir en Jerusalén. La palabra “partida” es la traducción de la palabra griega “éxodos” Así como Moisés fue el instrumento para que el pueblo de Israel tenga su éxodo de la esclavitud en Egipto hacia la tierra prometida, y así como Elías fue el instrumento para que el pueblo de Israel tenga su éxodo de la adoración a Baal hacia la adoración al Dios verdadero, el Señor Jesús también es el instrumento para que todo aquel que en él cree, tenga su éxodo de la condenación eterna que pende sobre todo pecador, hacia el perdón eterno de pecado. ¡Qué maravilla! Pero hay más. Moisés representa a todo lo que la Ley afirma en cuanto al Mesías. Elías representa a todo lo que los profetas afirman en cuanto al Mesías. La presencia de los dos hablando con el Señor Jesús es un cuadro o un símbolo de que en el Señor Jesús se cumple todo lo que afirma el Antiguo Testamento, la Ley y los profetas. Pero, a todo esto, ¿qué sucedía con los tres privilegiados espectadores, Pedro, Juan y Jacobo? Lucas 9:32 dice: Y Pedro y los que estaban con él estaban rendidos de sueño; mas permaneciendo despiertos, vieron la gloria de Jesús, y a los dos varones que estaban con él.
Era de noche, Pedro, Juan y Jacobo estaban rendidos de sueño, pero lo que tenían ante sus ojos era tan cautivante que Lucas registra que vencieron el sueño y permaneciendo despiertos, vieron en vivo y en directo la gloria celestial del Señor Jesús, y a Moisés y Elías que hablaban con Él. Lucas no dice cuánto duró esta extraordinaria manifestación de gloria, pero en algún momento Moisés y Elías se apartaron del Señor Jesús. En este instante, Pedro hizo un pedido al Señor Jesús. Lucas 9:33 dice: Y sucedió que apartándose ellos de él, Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, una para Moisés, y una para Elías; no sabiendo lo que decía.
Aprovechando que el Señor Jesús estaba un tanto lejos de Moisés y Elías, Pedro se aproximó al Señor Jesús y le dijo: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí. Maestro es una palabra que denota respeto y devoción. Lo que Pedro Juan y Jacobo acababan de ver fue tan impactante, que querían permanecer en ese lugar para siempre. Inclusive a Pedro se le ocurrió la genial idea, según él, de hacer tres enramadas o cabañas de hojas, al estilo de lo que se hacían en la fiesta de los Tabernáculos, una para el Señor Jesús, otra para Moisés, y la restante para Elías. De esta manera, Pedro pensó inmortalizar aquel glorioso momento y rendir honores por igual al Señor Jesús, a Moisés y a Elías. Lucas dice que Pedro no sabía lo que estaba diciendo. La razón para este humano error de Pedro aparece en Lucas 9:34-35. La Biblia dice: Mientras él decía esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube.
Luk 9:35 Y vino una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado;(I) a él oíd.
La razón por la cual Pedro no sabía lo que estaba diciendo cuando dijo al Señor Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, una para Moisés, y una para Elías, es que el Señor Jesús está por encima de Moisés y Elías, jamás se los puede poner en un mismo plano como parece que pensaba Pedro, También es porque no se puede dormir en los laureles. Fue una gran experiencia la que Pedro, Juan y Jacobo acababan de tener, pero era necesario bajar del monte para cumplir con lo que el Señor Jesús tenga que decirles. El mismo Padre se encargó de manifestar esto, cuando envió esa nube que cubrió al Señor Jesús, a Pedro, a Juan y a Jacobo. Los tres tuvieron mucho temor cuando se vieron inmersos en aquella nube. Una vez en la nube, se escuchó la voz del Padre diciendo: Este es mi Hijo amado, a él oíd. Esta fue una de las tres veces que el Padre dio testimonio audible sobre su Hijo. Las otras dos veces fueron en su bautismo y cuando estaba en el huerto de Getsemaní, poco antes de su arresto. Moisés hizo lo suyo, Elías hizo lo suyo, el Señor Jesús estaba por hacer lo suyo. La responsabilidad de Pedro, Juan y Jacobo era oír lo que el Señor Jesús estaba por decir y obedecer. El relato termina con lo que tenemos en Lucas 9:36. La Biblia dice: Y cuando cesó la voz, Jesús fue hallado solo; y ellos callaron, y por aquellos días no dijeron nada a nadie de lo que habían visto.
La voz del Padre desde la nube cesó y todo volvió a la normalidad. El Señor Jesús estaba solo y como lo conocían siempre. La grandiosa experiencia terminó. Pedro, Juan y Jacobo no dijeron a nadie nada de lo que habían visto, tal vez obedeciendo la palabra del Señor Jesús cuando antes de subir al monte les dijo que a nadie dijesen que el Señor Jesús es el Cristo, el Mesías. A manera de aplicación para nosotros, es necesario reconocer que por estar en Cristo, los que somos salvos, somos amados del Padre y por ser amados del Padre, nuestra responsabilidad es oír, en el sentido de hacer, todo lo que el Señor Jesús nos ordene en su palabra. ¿Lo estamos haciendo?
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