Es un gozo saludarle amable oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Nuestro tema de estudio es el libro de Colosenses, en la serie titulada: La supremacía de Cristo. Que la palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, fue la exhortación del apóstol Pablo en Colosenses 3:16. Cuando el creyente cumple con esta exhortación, se producen varios resultados, como por ejemplo, que todo lo que hacemos, sea de palabra o de hecho, lo haremos en el nombre del Señor Jesús. Desarrollaremos una actitud de agradecimiento por todo lo que sucede a nuestro derredor. Las mujeres casadas se someterán a sus maridos como conviene en el Señor. Los hombres casados amarán a sus esposas y no serán ásperos con ellas. Los hijos obedecerán a sus padres en todo, porque eso agrada al Señor. Los padres no exasperarán a sus hijos para que no se desalienten. Es decir que la palabra de Cristo morando en la vida de los creyentes afecta positivamente a los hogares, principalmente y por medio de ellos a la sociedad en general. Con demasiada frecuencia se acusa a los creyentes de limitarse a preparar al hombre para morir, no para vivir. Pero en realidad, esta es una acusación infundada, porque la palabra de Dios morando en el hombre no capacita al hombre solamente para su vida después de la muerte, sino también para su vida en este mundo. Hemos visto como afecta primordialmente a la familia que es la célula primaria de toda sociedad organizada. Según marchan las familias, así marchan las naciones, afirma el popular dicho. Dejemos que las familias se derrumben ante nuestros ojos y veremos como también se derrumbarán con igual rapidez las naciones. Por otro lado, esforcémonos por edificar familias estables, gobernadas por la palabra de Dios y veremos como las naciones se yerguen poderosas. Otra de las áreas en las cuales se manifiesta con claridad que la palabra e Cristo mora en abundancia es en la relación siervo-amo. Recordemos que la esclavitud era una poderosa institución en el primer siglo. El cristianismo jamás la atacó frontalmente, pero en todo lugar donde han echado raíces los principios cristianos, la esclavitud, por sí sola ha cedido posiciones. El énfasis del Evangelio no es modificar estructuras sociales existentes, sean buenas o malas. El énfasis del evangelio es buscar una transformación espiritual de las personas por medio de Jesucristo. Cuando se da esa transformación espiritual, automáticamente se producen cambios importantes en las estructuras sociales anómalas. Los cambios sociales vienen por tanto a ser un resultado de un cambio espiritual al interior de las personas. Siempre que se siga este modelo estaremos en terreno firme, pero cuando el modelo se invierte y se busca primero cambios sociales, para partiendo de allí lograr cambios espirituales, se está abriendo la puerta a un evangelio distinto al que se encuentra en la Biblia. Pablo, el apóstol, no estaba interesado necesariamente en abolir la esclavitud como institución, a pesar que esta institución tenía algunos vicios que la hacían despreciable socialmente, pero a los creyentes de Corinto les dijo: ¿Fuiste llamado siendo esclavo? No te dé cuidado; pero también, si puedes hacerte libre, procúralo más. Con estas palabras, Pablo reconoce la existencia de la esclavitud, como institución, no la aprueba, pero tampoco la condena, simplemente sugiere que si alguien puede liberarse de la esclavitud, debería hacerlo. Notemos que a ningún momento sugiere o insta a una rebelión para derrocar la esclavitud. Cuando un esclavo escapó de su amo y posteriormente recibió a Cristo como Salvador, Pablo le hizo regresar a su amo. Si Pablo hubiera estado en abierta rebeldía contra la esclavitud, jamás hubiera hecho esto. Así que, en el tiempo de Pablo, estaba en vigencia la institución llamada esclavitud, había esclavos y amos. Cifras conservadoras dan cuenta que había unos 60 millones de esclavos en el imperio romano del primer siglo. A ellos y a sus amos dirige Pablo su mensaje.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en el libro de Colosenses, capítulo 3, versículo 22 a capítulo 4 versículo 1. En este pasaje bíblico veremos la manera de actuar de los siervos y los amos, cuando la palabra de Cristo mora en abundancia en ellos. Primero a los siervos. Colosenses 3:22 en su primera parte dice: Siervos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales,
En la época en la cual vivimos, la esclavitud prácticamente ha desaparecido como institución, en gran medida por la influencia de los principios cristianos. ¿Significará esto que debemos desechar la enseñanza del Nuevo Testamento para los siervos? De ninguna manera, porque la enseñanza de Pablo a los siervos se aplica directamente a toda persona que de una u otra manera está bajo autoridad. Y ¿Quién de nosotros puede decir con apego a la verdad que no tiene sobre sí a alguna autoridad? Ni siquiera los presidentes de los países democráticos pueden afirmar esto, porque sobre ellos tiene una constitución a la cual tienen que sujetarse. El mandamiento para los que estamos bajo autoridad es por tanto obedecer en todo a nuestros jefes terrenales. Obedecer significa hacer lo que se nos pide en el momento que se nos pide y con la actitud correcta. La obediencia es en todo, no solamente cuando nos conviene o cuando nos sentimos dispuestos a hacerlo. La única ocasión en que podemos desobedecer es cuando la orden comprometa nuestros principios bíblicos. Pablo da cinco características de la obediencia de los empleados a sus jefes. Primero, Colosenses 3:22 continúa diciendo: No sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres. Esto significa no cumpliendo con nuestro trabajo solamente cuando el jefe está presente, porque esto comunica la idea que solamente queremos agradar a los hombres. Segundo, Colosenses 3:22 continúa diciendo: Sino con corazón sincero. Esto significa sin hipocresía, sin hablar mal de nuestro jefe a sus espaldas, sin esconder nuestro descontento detrás de una sonrisa. Tercero, Colosenses 3:22 termina diciendo: Temiendo a Dios. Ciertas cosas incorrectas que hacemos podrán ser ignoradas por nuestro jefe, pero Dios jamás las ignorará. Algún día tendremos que dar cuenta de aquello a Dios. Cuarto, Colosenses 3:23 dice: Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres;
Esto significa que nuestro trabajo debe provenir de un corazón que desea agradar al Señor primeramente. No necesariamente para agradar a los hombres. El trabajo debe realizarse como si el Señor estuviera con su mirada fija en nosotros. ¿Osaríamos hacer algo malo o algo indebido en su propia cara? ¿Desperdiciaríamos el tiempo de trabajo conversando o hablando por teléfono con nuestros amigos, sabiendo que el Señor nos está mirando? Quinto, Colosenses 3:24 dice: sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís.
El creyente será recompensado por su obediencia a su jefe. La recompensa será dada por el Señor Jesucristo, porque al obedecer a nuestros jefes estamos en realidad obedeciendo a Jesucristo. Qué gran motivación para hacer todo lo que nuestro jefe nos pida y con el mayor de los gustos. Luego tenemos la orden para los amos. Como ya no existe la esclavitud como institución, hablaremos de los jefes. Los jefes tienen que hacer lo justo y recto con sus empleados. Colosenses 4:1 dice: Amos, haced lo que es justo y recto con vuestros siervos,
Para cada trabajador existen normas que son justas y rectas. Esas normas deben ser respetadas por los jefes. Las normas tienen que ver con descripción de trabajo, remuneración, horas de trabajo, beneficios adicionales de los trabajadores. Todo esto debe ser tomado muy en cuenta por los jefes. El jefe que extorsiona a sus empleados, que los explota, que no les paga lo que es justo, que amenaza constantemente no es un buen ejemplo de un jefe creyente. Pablo cita dos características del comportamiento de los jefes. Primero, Colosenses 4:1 continúa diciendo: Sabiendo que también vosotros tenéis un Amo en los cielos. Nadie puede ejercer autoridad sin antes haber estado bajo autoridad. La autoridad de todo jefe, por más alto que sea su rango es el Amo con mayúscula, el Señor Jesucristo. Estando sometido a él, el jefe debe tratar con justicia y rectitud a sus subordinados. Segundo, Colosenses 3:25 dice: Mas el que hace injusticia, recibirá la injusticia que hiciere, porque no hay acepción de personas.
Los hombres tratan distinto a los jefes y a los empleados. Para Dios no hay acepción de personas. Si un jefe actúa mal, recibirá su correspondiente retribución de Dios. Esta es la manifestación de la palabra de Cristo morando en abundancia en las vidas de los empleados y los jefes. Que Dios nos ayude a actuar de esta manera en el sitio en el cual él nos ha colocado.
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