Qué gozo saludarle amable oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el evangelio según Lucas. Una vez que el Señor Jesús concluyó con su majestuoso mensaje en un llano de la región de Galilea, se dirigió a su ciudad, la ciudad de Capernaum a orillas del mar de Galilea. Fue en esta ciudad donde ocurrió el evento que será motivo de nuestro estudio de hoy.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Lucas 7:1-3. En este pasaje bíblico tenemos al Señor Jesús realizando un maravilloso milagro de sanidad. Lo que primero encontramos es el antecedente del milagro. Lucas 7:1-2 dice: Después que hubo terminado todas sus palabras al pueblo que le oía, entró en Capernaum.
Luk 7:2 Y el siervo de un centurión, a quien éste quería mucho, estaba enfermo y a punto de morir.
Una vez que el Señor Jesús terminó su mensaje en un lugar llano en la región de Galilea, entró en Capernaum, la ciudad que era una especie de base de operaciones de su ministerio en la región Norte de Israel. Capernaum estaba ubicada en la costa norte del mar de Galilea. Allí había una guarnición romana que cuidaba los intereses del imperio romano. Esta guarnición estaba al mando de un centurión. Un centurión era un oficial romano al mando de cien soldados. El centurión de nuestra historia tenía un siervo, no se sabe si era judío o romano. El centurión amaba mucho a este siervo, algo no muy común entre los centuriones romanos que tenían fama de ser rudos en el trato no solo con los soldados sino también con las personas relacionadas con ellos. Lamentablemente este siervo querido de su amo el centurión cayó enfermo. Estaba tan grave que todo hacía pensar que sólo era cuestión de tiempo para que muera. Sin embargo, detrás de todo esto estaba la mano de Dios, arreglando las circunstancias para glorificar a su amado Hijo el Señor Jesús. El siervo del centurión se puso grave, justo cuando el Señor Jesús entró en Capernaum. Es la providencia de Dios en acción. En segundo lugar, encontramos la petición del centurión. Lucas 7: 3 dice: Cuando el centurión oyó hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, rogándole que viniese y sanase a su siervo.
A pesar de la creciente oposición al Señor Jesús por parte de los escribas y fariseos, la fama del Señor Jesús estaba todavía en un punto alto en Capernaum. No es extraño por tanto que la máxima autoridad romana en Capernaum haya estado al tanto de la entrada del Señor Jesús a la ciudad y de todo lo que el Señor Jesús había hecho en aquel tiempo. El centurión romano no conocía personalmente al Señor Jesús y me imagino que tendría muchas dudas en cuanto a que el Señor Jesús esté dispuesto a escuchar a un gentil como él. Seguramente por este motivo, el centurión romano se valió de algunos ancianos de los judíos a quienes él conocía muy bien, y les rogó que intercedan por él ante el Señor Jesús, para que venga a su casa y sane a su amado siervo. Desde aquí se hace obvio el respeto y hasta temor reverencial que el centurión romano tenía hacia Jesús. Interesante que la persona que estaba siendo rechazada por los escribas y fariseos era apreciada por un gentil, el centurión romano. En tercer lugar tenemos el pedido de los ancianos de los judíos al Señor Jesús. Lucas 7:4-5 dice: Y ellos vinieron a Jesús y le rogaron con solicitud, diciéndole: Es digno de que le concedas esto;
Luk 7:5 porque ama a nuestra nación, y nos edificó una sinagoga.
Los ancianos de los judíos se acercaron al Señor Jesús y le rogaron con solicitud. Esto significa que fue un ruego encarecido, ese tipo de ruego que no puede ser rechazado por la persona a quien se ruega. Ruegos así, ruegos que no admiten un no como respuesta son normalmente aceptados por Dios. Los ancianos de los judíos razonaron su ruego al Señor Jesús diciendo: El centurión romano es digno de que le concedas esto por cuanto ama a la nación de Israel, tanto que edificó una sinagoga en Capernaum. Esto muestra un poco del carácter del centurión romano. Además de amar a su siervo, amaba también a la nación de Israel. Ese amor por los judíos motivó al centurión romano a construir una sinagoga para los judíos en Capernaum. La sinagoga era un lugar judío de adoración, usado por primera vez durante la cautividad en Babilonia, pero también después de la reedificación del templo, dondequiera que los judíos se establecían. Hoy en día existen ruinas de una sinagoga en el lugar donde se asume que estaba asentada la ciudad antigua de Capernaum en los tiempos del Señor Jesús. Tal vez era la sinagoga que hizo construir el centurión romano para los judíos de Capernaum. El ruego de los ancianos de los judíos al Señor Jesús surtió efecto y el Señor Jesús, dejó todo lo que estaba haciendo y se marchó con los ancianos de los judíos hacia la casa del centurión romano. La primera parte de Lucas 7:6 dice que Jesús fue con ellos. En cuarto lugar tenemos la actitud del centurión romano. Lucas 7: 6-8 dice: Pero cuando ya no estaban lejos de la casa, el centurión envió a él unos amigos, diciéndole: Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo;
Luk 7:7 por lo que ni aun me tuve por digno de venir a ti; pero dí la palabra, y mi siervo será sano.
Luk 7:8 Porque también yo soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes; y digo a éste: Vé, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.
Cuando el centurión romano vio que el Señor Jesús se acercaba a su casa, envió a un grupo de sus amigos a su encuentro. El mensaje que llevaban los amigos del centurión romano al Señor Jesús comenzaba con la palabra: Señor. Note el respeto que tenía el centurión romano hacia la persona del Señor Jesús. El título Señor, significa el Amo, el Dueño, el Soberano. El centurión romano era un pagano, criado en un ambiente totalmente pagano, pero seguramente al oír la palabra de Jesús y saber de sus obras milagrosas llegó a la conclusión que Jesús es Dios mismo en persona, por eso le dice: Señor. Consecuente con esto, el centurión romano mandó al Señor Jesús un mensaje por medio de sus amigos. El mensaje decía: No te molestes, pues no soy digno que entres bajo mi techo; por lo que ni aun me tuve por digno de venir a ti. Que asombroso. El centurión romano era un personaje importante en el imperio romano, pero al reconocer la grandeza del Seño Jesús, llegó a la conclusión que era como un enano comparado con un gigante. Su devoción y respeto al Señor Jesús le hizo sentir indigno de hablar cara a cara con el Señor Jesús, peor recibirlo en su casa. Pero no era solamente respeto que el centurión romano tenía hacia el Señor Jesús, sino algo mucho más importante. El centurión romano tenía fe en el Señor Jesús. Por eso le dijo por medio de sus amigos, antes que el Señor Jesús entre a la casa. Pero di la palabra, y mi siervo será sano. ¡Qué fe! ¿De dónde aprendió a tener tanta fe en el Señor Jesús? Pues de lo que seguramente oyó del Señor Jesús, y de lo que seguramente vio hacer al Señor Jesús. El razonamiento que hace el centurión romano es digno de considerar con atención. Dice algo como esto: Yo sé muy bien esto de estar bajo autoridad y de tener autoridad. Como centurión romano, estoy bajo la autoridad de un jefe y cuando él me pide hacer algo, simplemente tengo que hacerlo, pero como centurión romano, tengo autoridad sobre cien soldados que están a mis órdenes. Si digo a uno de mis soldados: Vé, se va. Si le digo: Ven, viene. Si a uno de mis siervos le digo: Haz tal o cual cosa, lo hace, porque tengo autoridad sobre ellos. De la misma manera, Señor, yo sé que tienes autoridad no sólo sobre personas, sino sobre Satanás, los demonios, la naturaleza, la muerte y ciertamente sobre la enfermedad, así que, solamente di la palabra y la enfermedad de mi siervo se apartará de él. ¿Qué hizo el Señor Jesús al oír este razonamiento? En quinto lugar tenemos la respuesta del Señor Jesús. Lucas 7:9 dice: Al oír esto, Jesús se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la gente que le seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe.
Lo que el Señor Jesús oyó del centurión romano le causó tal impacto, que Lucas dice que se maravilló de él. Esto le hizo volverse a la multitud que le seguía y les dijo: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe. Algunos gentiles, como este centurión romano, tienen más fe que los mismos judíos a quienes vino el Señor Jesús. La fe en el Señor Jesús siempre tiene su recompensa, no importa si se trata de un judío o un gentil. En este caso, en último lugar, tenemos el milagro de sanidad. Lucas 7:10 dice: Y al regresar a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo que había estado enfermo.
El Señor Jesús no entró en la casa del centurión romano. No porque no quería, sino porque el centurión romano no se sentía digno de que el Señor Jesús entre a su casa. Sin embargo, cuando los amigos del centurión volvieron a la casa del centurión se encontraron con que el siervo del centurión quien estaba al borde mismo de la muerte estaba totalmente sano. El Señor Jesús honró la fe del centurión romano. Si usted tiene también fe en el Señor Jesús, lo primero que necesita hacer es recibirlo como su único Salvador. Esta decisión será el inicio de una vida de fe junto al Señor que honró la fe de este centurión romano.
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