Peligros que rodean a un genuino creyente

Qué gozo es saber que usted nos está escuchando. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Continuamos estudiando el libro de 1 Corintios en la serie que lleva por título: Un mensaje oportuno para una iglesia en crisis. En esta ocasión, David Logacho nos hablará acerca de los peligros que rodean a un genuino creyente que participa en actividades que tienen que ver con la adoración a los ídolos.

Tal vez en actualidad no se comprenda a cabalidad lo que sucedía en la época en la cual el apóstol Pablo escribió su primera carta a los Corintios. Casi todos los creyentes corintios, provenían de un trasfondo eminentemente pagano, en el cual la adoración a los ídolos era práctica normal. Esta adoración a los ídolos estaba acompañada de comida, bebida, y desenfreno sexual. Tan es así que en el templo dedicado a la adoración a la diosa pagana Diana, había sacerdotisas, que como parte del culto a este ídolo abominable, ofrecían sus cuerpos a los hombres, previo el pago correspondiente. Esta prostitución institucionalizada era aceptada como algo normal entre la gente incrédula de aquella época. Todo esto ejercía fuerte presión sobre los nuevos creyentes, quienes a pesar de tener una nueva vida en Cristo se veían atraídos a participar en estos ritos religiosos idolátricos. Algunos creyentes se estaban escudando detrás de la libertad que tenían en Cristo, para afirmar que no había ningún problema con que un creyente participe en los festivales de adoración a los ídolos. Pablo por tanto va a reprender esta distorsionada manera de entender la libertad cristiana. Abramos por tanto nuestras Biblias en el capítulo 10 de 1 Corintios. Pablo comienza enunciando un mandato. 1 Corintios 10:14 dice: «Por tanto, amados míos, huid de la idolatría.» Este mandamiento es consecuencia de lo último que escribió el apóstol Pablo cuando afirmó que no nos ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no nos dejará ser tentados más de lo que podemos resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podamos soportar. La tentación a involucrarse en la idolatría era muy fuerte, pero no tan fuerte como para ceder a ella, porque Dios ha prometido que no seremos tentados más allá de lo que podemos soportar. En el caso de la tentación a la idolatría, el deber del creyente es huir. Dios ha capacitado a todo creyente para esto. Idolatría es la adoración a un ídolo o también la adoración al Dios verdadero a través de imágenes. Ambas cosas son condenadas por la palabra de Dios en los dos primeros mandamientos del Decálogo. La forma de enfrentar la tentación a la idolatría es huyendo. Huir significa alejarse con prisa de algo que representa peligro potencial. La adoración a los ídolos está totalmente reñida con todo lo que es el creyente y con todo lo que representa el creyente, y por eso Pablo ordena huir de la idolatría. A continuación, Pablo explica la razón para su mandato. 1 Corintios 10:15 dice: «Como a sensatos os hablo; juzgad vosotros lo que digo.» La palabra «sensatos» es la traducción de una palabra griega que literalmente significa: prudentes, sabios, cuerdos, inteligentes. Pablo entonces está diciendo: Yo sé que ustedes, creyentes corintios, son inteligentes, de modo que no tendrán ningún problema en entender o discernir mi razonamiento para ese mandato de huir de la idolatría. Los creyentes corintios que leían esta carta, y también nosotros, nos sentimos halagados por este comentario de Pablo. Examinemos pues ese razonamiento. 1 Corintios 10:16 dice: «La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?» En este texto se hace referencia a los elementos que se usan en la cena del Señor. La copa y el pan. A la copa se le llama la copa de bendición. Este es el nombre propio para la tercera copa de las cuatro que se usaban en la fiesta judía de la pascua. Durante la última cena pascual con sus discípulos el Señor Jesucristo usó la tercera copa como el símbolo de su sangre que es derramada por el pecado. Esta fue la copa que llegó a usarse en la institución de la Cena del Señor. Esta copa de bendición es la que bendecimos, en el sentido de dar gracias a Dios antes de participar de ella. El contenido de esta copa simboliza la sangre que derramó Cristo Jesús en la cruz del calvario para limpiar nuestros pecados. Cuando llevamos esta copa a nuestros labios estamos afirmando que somos participantes de todos los beneficios que fluyen de la sangre derramada de Cristo. Por eso dice el texto que esta copa es la comunión de la sangre de Cristo. Algo semejante también ocurre con el pan que partimos en la cena del Señor. Este pan representa el cuerpo de Cristo Jesús que fue clavado en la cruz del Calvario. Cuando participamos del pan, estamos diciendo que todos hemos sido salvados a través del sacrificio del cuerpo de Cristo en la cruz del Calvario y que por tanto somos miembros de su cuerpo. Por eso dice el texto que el pan que partimos es la comunión del cuerpo de Cristo. En resumen entonces, la copa y el pan hablan de la comunión total y absoluta del creyente con Cristo, o de la participación del creyente en todo lo que es Cristo. Pero hay algo más. 1 Corintios 10:17 dice: «Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo, pues todos participamos de aquel mismo pan.» Todos los creyentes, aunque somos muchos en número, sin embargo somos un solo cuerpo en Cristo. Esto es hermosamente representado en la cena del Señor cuando de un solo pan tomamos una mínima porción cada uno de los que participamos en la cena del Señor. Es una forma de decir que todos participamos de los beneficios que fluyen de la entrega del cuerpo de Cristo. Para todo propósito práctico entonces, un creyente genuino y que por tanto participa de los elementos en la cena del Señor tiene una absoluta comunión con Cristo Jesús. Esto se daba también en el antiguo pacto cuando un israelita llevaba un animal al templo para que los sacerdotes lo sacrifiquen por el pecado. 1 Corintios 10: 18 dice: «Mirad a Israel según la carne; los que comen de los sacrificios, ¿no son participes del altar?» Pablo ya dijo que los que participan de los símbolos en la cena del Señor tienen absoluta comunión con Cristo Jesús. Lo mismo sucede con los israelitas que comían parte de lo que sacrificaban en el altar. La referencia sin lugar a dudas tiene que ver con las ofrendas de paz. El pueblo traía sus sacrificios al templo. Una porción de la ofrenda se quemaba en el altar, otra porción se asignaba a los sacerdotes, y una tercera porción se entregaba a quien trajo el sacrificio para que lo coma con sus amigos. Tenían que comerlo ese mismo día. Pablo está enfatizando que todos los que comían del sacrificio estaban en comunión con Dios. Detengámonos un momento para la reflexión: Así como al participar en la cena del Señor manifestamos la comunión que tenemos con el Señor, y el israelita que participaba de la ofrenda de paz tenía comunión con Jehová, de igual manera, quien participa de una ceremonia de adoración a los ídolos tiene comunión con lo que los ídolos representan. Esto es lo que Pablo desea demostrar en 1 Corintios 10:19-20 donde dice: «¿Qué digo, pues? ¿Qué el ídolo es algo, o que sea algo lo que se sacrifica a los ídolos? Antes digo que lo que los gentiles sacrifican, a los demonios lo sacrifican, y no a Dios; y no quiero que vosotros os hagáis partícipes con los demonios.» Los ídolos no son sino el material de lo que están formados. Nada más que un pedazo de madera o de algún metal o pintura sobre un lienzo o simplemente los trazos sobre un papel. Lo que se sacrifica a los ídolos no se contamina de ninguna manera o no se altera de ninguna manera. Lo que Pablo está diciendo, y esto es la clave de todo este pasaje bíblico, es que quien está detrás de toda adoración a los ídolos o a las imágenes, es Satanás y sus demonios. Son ellos quienes convencen a los incrédulos que la imagen tal o cual es poderosa porque ha hecho tal o cual milagro. Son ellos quienes convencen a los incrédulos que deben inclinarse a las imágenes y rendirles adoración. Son ellos quienes convencen a los incrédulos del hecho que al inclinarse a una imagen no están adorando a la imagen sino a Dios representado por esa imagen. Cuando alguien rinde culto a un ídolo no debe pensar que está rindiendo culto a Dios, porque en realidad está rindiendo culto a los demonios. Pablo dice por tanto: No quiero que vosotros os hagáis partícipes con los demonios. Dicho esto, Pablo expresa otro mandato. 1 Corintios 10:21 dice: «No podéis beber la copa del Señor, y la copa de los demonios; no podéis participar de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios» Esto muestra la incongruencia de un creyente participando en la idolatría. Sería como tener comunión con Cristo y a la vez con los demonios. Algo imposible. O como tener comunión con Jehová, y a la vez con los demonios. Algo imposible. Quien se atreva a intentarlo debe atenerse a las consecuencias. De esto habla 1 Corintios 10:22 donde dice: «¿O provocaremos a celos al Señor? ¿Somos más fuertes que él?» Cuando un creyente está participando en la adoración a los ídolos, está provocando a celos al Señor. Esto es algo muy serio porque de ninguna manera somos más fuertes que él, y por tanto recibiremos la justa retribución de un Dios airado por el pecado de idolatría. Terminando ya, amable oyente, idolatría no es sólo inclinarse a una escultura o a una imagen. Idolatría es todo aquello que colocamos por encima de Dios. Puede ser la riqueza, el trabajo, la familia, el placer, etc. Mucho cuidado con provocar a celos al Señor por medio de rendir culto a ídolos como estos.

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