Enseñar cosas espirituales es por medio de hacer paralelos con asuntos comunes del diario vivir

Es un privilegio para nosotros contar con su amable sintonía. Estamos estudiando la segunda epístola de Pablo a Timoteo, en la serie titulada: Consejos para una iglesia en peligro. Una manera efectiva de enseñar cosas espirituales es por medio de hacer paralelos con asuntos comunes del diario vivir. Esto es justamente lo que el apóstol Pablo hace para aconsejar al joven Timoteo. En instantes más estará junto a nosotros David Logacho para hablarnos sobre esto.

La naturaleza y las cosas que pasan alrededor, pueden ser fuente de lecciones espirituales para todo creyente. El apóstol Pablo era un campeón para sacar lecciones espirituales de las cosas que veía a su alrededor.

En su segunda carta a Timoteo, no dudó en ningún momento de echar mano de episodios conocidos para comunicar importantes principios espirituales.

Es necesario recordar que Pablo escribió la segunda epístola a Timoteo desde una lúgubre prisión en Roma. La oposición contra el cristianismo orquestada y ejecutada por el imperio romano estaba en constante aumento.

La iglesia necesitaba mantenerse firme ante este vendaval. Para eso, era necesario reforzar algunos principios y conductas. Pablo por tanto va a aconsejar a Timoteo, extrayendo lecciones espirituales de elementos muy conocidos por Timoteo y por nosotros.

En primer lugar, Timoteo debía imitar la dedicación de un soldado. 2 Timoteo 2:3-4 dice: «Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo. Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado.»

La figura del soldado era harto conocida para Pablo. Su fiel testimonio a favor de Cristo, le había llevado a estar en permanente contacto con soldados. Es muy probable que al escribir la segunda epístola de Timoteo estaba encadenado a un soldado. Al pensar en un soldado, Pablo habrá reflexionado sobre varias cosas.

Su llamado, la guerra, el sufrir penalidades, la dedicación, el peligro, el armamento, la victoria y la derrota. Todos estos elementos hallaban su paralelo en el creyente. El creyente también ha sido llamado por Jesucristo, su Comandante en jefe.

Este llamamiento no tiene sólo que ver con la salvación sino también con una vida de servicio. El creyente también está en guerra. El enemigo del creyente es la carne, o su vieja naturaleza con sus pasiones desordenadas, también es el mundo, con su desprecio a la persona de Dios, a la palabra de Dios y al pueblo de Dios; también es el diablo con todas sus huestes espirituales de maldad. El creyente también sufre penalidades. Cuando un creyente se esfuerza por vivir a la altura que Dios demanda de él, inmediatamente recibirá la mueca de desaprobación de sus familiares, de sus amigos, de sus compañeros de trabajo.

El mundo hará todo lo posible para manifestar su hostilidad hacia los verdaderos creyentes. El creyente también enfrenta constante peligro. La Biblia dice que el adversario, el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar. Sólo por la misericordia y la gracia de Dios el creyente no sucumbe ante el ataque del enemigo.

Como dice un amigo mío. Satanás nos tiene hambre. El creyente también tiene su armamento para atacar al enemigo y tiene su armadura espiritual para defenderse de los ataques del enemigo. El creyente también tiene garantizada la victoria aunque de vez en cuando experimente una que otra derrota. Puede ser que el creyente pierda alguna batalla, pero jamás perderá la guerra.

Como podrá notar, la figura del soldado es muy adecuada para describir lo que debería ser un creyente. Con esto en mente, Pablo ordena a Timoteo que sufra penalidades como buen soldado de Jesucristo. Hay soldados buenos y soldados malos. Los soldados buenos se caracterizan por una sola cosa. Podríamos llamarla: Dedicación.

Dedicación a pesar de cualquier cosa que se interponga en el camino. Pablo piensa en dos cosas que amenazan la dedicación de un soldado.

Número uno, las penalidades. Por esto Pablo ordena a Timoteo que sufra penalidades. Sufrir penalidades tiene que ver con una disposición a soportar el reproche por la causa de Cristo. Es un hecho que cuando un creyente vive para Cristo sin reservas, va a sufrir el constante hostigamiento, reproche, abandono, ataque y todo lo demás que el mundo suele hacer contra los creyentes. Los buenos creyentes, o los buenos soldados de Cristo están dispuestos a sufrir estas penalidades.

Más aún, están dispuestos a sufrir con gozo estas penalidades. Note lo que dice 2ª Pedro 4:12-14 «Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría. Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros. Ciertamente de parte de ellos, él es blasfemado, pero por vosotros es glorificado.»

Yo no sé cómo estará su vida en cuanto a sufrir penalidades por la causa de Cristo. Si no está sufriendo penalidades por la causa de Cristo, es posible que no esté dando un testimonio vivo de ser un verdadero creyente.

Si está sufriendo penalidades por la causa de Cristo, sopórtelo con paciencia y con gozo, sabiendo que de esa manera está participando de los padecimientos de Cristo.

Número dos, otro obstáculo que amenaza la dedicación de un buen soldado es el encanto del mundo. Por eso Pablo dice a Timoteo: Ninguno que milita, o que está enrolado como soldado en un ejército, se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado.

La vida de un soldado demanda dedicación extrema. Un soldado activo no puede decir un buen día: Hoy no me siento con ganas de estar combatiendo en esta trinchera, por tanto me voy a una fiesta a divertirme con mis amigos. Jamás lo haría, o si lo hace, jamás volvería a ser un soldado.

Igual es en el campo espiritual. Se necesita dedicación a la causa de Cristo. El mundo va a hacer todo lo posible para cautivarnos con su embrujo. El lujo, el placer, la buena mesa, la fama, el poder, la cultura, el arte, la riqueza, y tantas otras cosas más, ejercen tanto poder e influencia en los creyentes.

Pero no se confunda, no estoy diciendo que todas estas cosas sean pecaminosas en sí mismo. Lo que estoy diciendo es que estas cosas se pueden transformar en una especie de telaraña para atrapar a un creyente e impedir que esté dedicado a la causa de Cristo.

Me llama poderosamente la atención esa forma de expresión que utiliza Pablo: Enredarse en los negocios de la vida. No sé por qué, pero esto me hace pensar en la mosca que con raudo vuelo da vueltas alrededor de una telaraña. Mientras está lejos de la telaraña, no hay ningún problema, el rápido y vigoroso movimiento de las alas de la mosca le garantizan absoluta movilidad. Pero tan pronto la mosca se acerca a la telaraña, y sus alas tocan la pegajosa red, queda atrapada y condenada a convertirse en alimento de la araña. No importa los movimientos que haga para liberarse de la telaraña.

Ya no hay remedio. Es el fin de todo. Qué triste. Pues así es con el creyente. Mientras está dedicado a seguir y servir a Cristo como soldado, tiene toda la libertad de movimiento para hacer cualquier cosa que sea la voluntad de su comandante en jefe. Pero cuando se acerca demasiado a la telaraña dispuesta por el mundo, está en peligro de quedar atrapado y anulado para cualquier servicio al Señor.

Lamentablemente esta es la triste condición de la mayoría de creyentes en este mundo. Están atrapados en la telaraña del mundo. Algunos están atrapados en la telaraña del loco frenesí por volverse ricos, a pesar de saber que la riqueza es pasajera, porque cuando salgamos de este mundo no podremos llevar absolutamente nada de la riqueza material.

Otros están atrapados en la telaraña del poder. Obsesionados con obtener poder. No importa lo que tengan que pagar con tal de conseguir el poder que tanto desean. Si es necesario comprometer sus principios cristianos o las normas de conducta cristianas no hay ningún problema.

Otros están atrapados en la telaraña de la diversión. Hay los que están prisioneros en la telaraña de los vicios. No pocos se hallan prisioneros en la telaraña de la educación, la ciencia, las artes. Por acumular conocimiento o cultura no tienen tiempo ni de leer su Biblia y orar, peor congregarse en una iglesia local. Creyentes así piensan que en algún momento en el futuro podrán liberarse de la telaraña y dedicarse a servir al Señor.

Pero recuerde el ejemplo de la mosca en la telaraña. Para la mosca se acabaron las oportunidades. Cuánta razón tiene el apóstol Pablo cuando instruyendo a Timoteo le dice: Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida. Ponga atención al propósito de todo esto: A fin de, o con el propósito de agradar a aquel que lo tomó por soldado.

Jesucristo fue quien nos tomó por soldados a todos los que somos creyentes. Él es nuestro comandante en Jefe. Si queremos agradarle debemos estar dedicados totalmente a las funciones que él nos ha encomendado. Enredarnos en los negocios de la vida no es algo que agrada a nuestro Comandante, el Señor Jesucristo.

En tiempos de severa oposición es necesario imitar la dedicación de un soldado. Si Usted es un creyente, ¿Está imitándolo? ¿No será que se ha enredado en los negocios de la vida? Si ese es su caso, es necesario que lo antes posible reconozca la gravedad de su situación, lo confiese al Señor y se aparte de cualquier cosa que le tenga atrapado. Dios en su gracia le dará una nueva oportunidad para que al menos lo que resta de su existencia lo dedique a servir al Señor como un buen soldado. Mi oración es que por la gracia de Dios Usted que es creyente esté imitando la dedicación de un soldado.

 

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