Pablo está cerrando su carta y comunicando a Timoteo sus últimos pensamientos

Qué grato es estar nuevamente junto a Usted, amiga, amigo oyente. Bienvenida, bienvenido al último estudio bíblico de la serie Consejos para una Iglesia en Peligro, serie basada en la segunda carta de Pablo a Timoteo. Pablo está cerrando su carta y comunicando a Timoteo sus últimos pensamientos. De ellos podemos sacar importantes lecciones espirituales para nuestra vida. En instantes más estará con nosotros David Logacho para hablarnos sobre este asunto.

Antes de poner el punto final en su segunda carta a Timoteo, se agolpan en la mente del apóstol Pablo algunas cosas que necesita comunicar a Timoteo.

En primer lugar, un encargo final. 2 Timoteo 4:19 dice: «Saluda a Prisca y a Aquila, y a la casa de Onesíforo»

Prisca o Priscila y Aquila fueron amigos íntimos de Pablo. La primera vez que Pablo tuvo contacto con ellos fue en Corinto. Hechos 18:2 dice: «Y halló a un judío llamado Aquila, natural del Ponto, recién venido de Italia con Priscila su mujer, por cuanto Claudio había mandado que todos los judíos saliesen de Roma. Fue a ellos.»

Más tarde, Pablo los dejó en Efeso. Hechos 18:18-19 dice: «Mas Pablo, habiéndose detenido aún muchos días allí, después se despidió de los hermanos y navegó a Siria, y con él Priscila y Aquila, habiéndose rapado la cabeza en Cencrea porque tenía hecho voto. Y llegó a Efeso, y los dejó allí; y entrando en la sinagoga, discutía con los judíos»

Posteriormente deben haber ido de vuelta a Roma, porque Pablo les envía saludos en la epístola a los Romanos. Capítulo 16 versículo 3 dice: «Saludad a Priscila y a Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús».

Tiempo después fueron otra vez a Efeso y por eso es que Pablo les envía saludos en su segunda epístola a Timoteo. Priscila y Aquila son un buen ejemplo de una vida consagrada al servicio al Señor no importa cómo ni cuándo ni donde.

Pero además de saludar a Priscila y Aquila, Pablo encarga a Timoteo saludos para la casa de Onesíforo. Onesíforo era natural de Efeso. Onesífero mostró el aprecio que tenía hacia Pablo al ir a Roma y buscar afanosamente al apóstol Pablo hasta encontrarle en esa inhóspita prisión de Roma.

Vemos como Pablo no ha olvidado a aquellos que le extendieron la mano alguna vez. ¿Ha olvidado Usted a los que le predicaron el evangelio, o a los que diariamente edifican su vida espiritual por medio de la palabra de Dios?

En segundo lugar, Pablo entrega un informe final. 2 Timoteo 4:20 dice: «Erasto se quedó en Corinto y a Trófimo dejé en Mileto enfermo.»

Erasto era un personaje importante de la ciudad de Corinto. Era nada más y nada menos que el tesorero de la ciudad. Esto indica que el evangelio de Cristo halló cabida en todo tipo de gente, tanto la gente común y corriente como la gente considerada importante.

De Erasto nos habla el apóstol Pablo en Romanos 16:23 donde dice: «Os saluda Gayo, hospedador mío y de toda la iglesia. Os saluda Erasto, tesorero de la ciudad, y el hermano Cuarto.»

Es a este Erasto a quien se refiere Pablo cuando informa a Timoteo que se había quedado en Corinto. Después Pablo se ocupa de informar a Timoteo acerca de Trófimo. Dice que le dejó en Mileto enfermo. Trófimo era natural de Asia, específicamente de Efeso. Fue compañero de Pablo y acompañó a Pablo de Grecia a Asia. Hechos 20:4 dice: «Y le acompañaron hasta Asia, Sópater de Berea, Aristarco y Segundo de Tesalónica, Gayo de Derbe; y Timoteo; y de Asia, Tíquico y Trófimo.»

Cuando Pablo llegó a Jerusalén, Trófimo también se hallaba en Jerusalén. Los judíos de Jerusalén acusaron falsamente a Pablo de haber metido a Trófimo al templo de Jerusalén. Hechos 20:29 dice: «Porque antes habían visto con él en la ciudad a Trófimo, de Efeso, a quien pensaban que Pablo había metido en el templo»

Este incidente hizo que toda la ciudad se alborote y apoderándose de Pablo, le arrastraron fuera del templo, con el ánimo de matarle. El deseo de los judíos se frustró por la oportuna intervención del tribuno romano. Trófimo debe haberse unido nuevamente a Pablo una vez que Pablo fue puesto en libertad luego de su primera prisión, y acompañó a Pablo en su último viaje misionero hasta Mileto. Allí en Mileto, Trófimo se enfermó, y por ese motivo no pudo seguir junto a Pablo en el resto del viaje.

Este episodio despierta mucha curiosidad entre los intérpretes bíblicos. Si Trófimo era un hombre de fe, como todo parece indicar por su trayectoria como compañero de ministerio de Pablo, ¿Cómo es que no pudo sanarse y tuvo que quedarse enfermo en Mileto? Más aún, Pablo sanó milagrosamente a algunas personas, pero ¿Cómo es posible que no haya podido sanar a un hermano de su mismo equipo misionero?

Estas inquietudes merecen seria consideración. Se ve en este caso que la fe, por más grande y fuerte que sea, no necesariamente garantiza que un creyente enfermo va a ser sanado. Esto es importante notar porque con bastante frecuencia se escucha que si un enfermo tiene suficiente fe va a ser obligatoriamente sanado milagrosamente por Dios.

No se imagina el daño, la frustración y la desilusión que causa esta manera de pensar en creyentes enfermos que sinceramente y con toda la fe posible, esperan un milagro de sanidad por parte de Dios y ese milagro nunca ocurre.

Lo que pasa es que la sanidad milagrosa es algo que depende de la soberanía y poder de Dios, no de la fe la persona enferma. Dios sana milagrosamente a aquellos que él quiere sanar. Por supuesto que hay que orar fervorosamente a Dios por sanidad, por supuesto que hay que tener fe en un Dios que es poderoso para sanar milagrosamente, pero eso no obliga a Dios a sanar milagrosamente.

Pablo mismo, con la tremenda fe que tenía, pidió a Dios que quite su aguijón en su carne, pero Dios no lo hizo y a cambio Dios le dijo: Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Dios es soberano a la hora de probar a alguien con enfermedad y a la hora de sanar milagrosamente a alguno de alguna enfermedad.

Por otro lado, en el caso de Trófimo, a quien Pablo dejó enfermo en Mileto, se nota que aunque Pablo tenía el don de sanidad, no usaba ese don para sanar a todo enfermo que encontraba en su camino. Trófimo es un buen ejemplo de esto.

Sobre esto mismo, el comentarista bíblico William MacDonald dice lo siguiente: Este episodio es importante para demostrar que aunque el apóstol tenía el poder milagroso para sanar, sin embargo no lo usaba indiscriminadamente. El don de sanidad nunca se utilizó para provecho personal, sino como un testimonio para los judíos incrédulos sobre la veracidad del evangelio. Hasta aquí la cita de este autor.

El don de sanidad fue un don de señal, que sirvió para autenticar el mensaje y el mensajero. Volviendo a 2 Timoteo, en tercer lugar encontramos el pedido final del apóstol. 2 Timoteo 4:21 en su primera parte dice: «Procura venir antes del invierno»

Anteriormente, Pablo había pedido a Timoteo que cuando venga traiga el capote que había dejado en la casa de Carpo, en Troas. El frío viento otoñal presagiaba un crudo invierno. Pablo sabía que necesitaba abrigo para su ya gastado cuerpo. Era imperativo que Timoteo llegue a Roma antes del invierno con esa indispensable prenda de vestir. En esto se nota claramente que Pablo nunca dejó de ser un ser humano como Usted y como yo.

A veces endiosamos tanto a los fieles ministros del Señor, que pensamos que nunca tienen hambre, nunca tienen frío, nunca están tristes, nunca están desanimados, nunca son tentados y tantas otras cosas más.

Pero jamás olvidemos que son tan humanos como nosotros y por tanto, tienen las mismas necesidades que nosotros y las misma tentaciones que nosotros.

En cuarto lugar, Pablo entrega los saludos finales. La segunda parte de 2 Timoteo 4:21 dice: «Eubulo te saluda, y Pudente, Lino, Claudia y todos los hermanos.»

Este grupo de personas, todos creyentes, deben haber sido los hermanos que se reunían en el nombre de Cristo Jesús en la ciudad de Roma. Los hermanos que llegaron con Pablo a Roma ya no estaban con él, excepto Lucas, y por eso Pablo dijo que en su primera defensa todos le habían desamparado, pero más tarde, el Señor se encargó de rodear a Pablo con el tierno cuidado de otros creyentes, entre ellos esos personajes de quienes no se sabe mucho, aparte de sus nombres: Eubulo, Pudente, Lino y Claudia.

Estos creyentes están enviando saludos a Timoteo a través de Pablo. El Señor es muy misericordioso con sus siervos. Unos se fueron, pero otros llegaron.

En quinto y último lugar, Pablo escribe su bendición final. Hasta donde se sabe, son las últimas palabras inspiradas por el Espíritu Santo que Pablo escribió durante su fructífera vida. 2 Timoteo 4:22 dice: «El Señor Jesucristo esté con tu espíritu. La gracia sea con vosotros. Amén»

Estas palabras pudieron haber sido escritas en la primavera del año 68 después de Cristo. La tradición sostiene que fue martirizado en el verano de ese mismo año. Es decir, que nunca llegó el invierno para el cual se estaba preparando.

En su bendición final, Pablo expresa el deseo más profundo de su corazón con relación a Timoteo. Ese deseo no era que Timoteo sea rico, siempre sano y siempre feliz. Ese deseo era que el espíritu de Timoteo esté en absoluto acuerdo y armonía con el Señor Jesucristo.

El éxito en la vida no es tener todo el dinero del mundo, no es llegar a viejo sin enfermarse jamás, no es tampoco vivir siempre feliz. El éxito en la vida es cumplir con el propósito que el Señor Jesucristo tiene para cada uno de nosotros, sin importar si eso implica escasez, enfermedad o sufrimiento.

Pablo deseaba que esta gracia esté siempre con Timoteo y todos los creyentes en Efeso. Termina su carta con un sonoro: Amén. Que así sea. Que Timoteo esté tan centrado en Cristo, que cuando la gente mire a Timoteo piense que está mirando a Cristo. En épocas de sufrimiento para la iglesia, no hay nada mejor que cultivar nuestro carácter cristiano para que se asemeje lo más posible al carácter de Cristo.

Ha sido un gozo examinar los consejos de Pablo para una iglesia en peligro. Que por la gracia de Dios estemos dispuestos a poner en práctica estos consejos.

 

Deja una respuesta