Los desmayos

Es motivo de mucho gozo saludarle mi amiga, mi amigo. Bienvenida, o bienvenido al estudio bíblico de hoy con David Logacho. ¿Se ha desmayado Usted alguna vez? Los que nunca lo hemos experimentado, no tenemos ni idea de lo que se siente. Si Usted se ha desmayado alguna vez, ¿Cuál fue la razón? ¿Una caída? ¿Un golpe fuerte? ¿Hambre? ¿Cansancio? ¿Una noticia inesperada? ¿Ira? La gente se desmaya por muy diversas razones. Pero ¿Por qué tantas preguntas sobre los desmayos? Pues porque algo parecido a eso fue lo que le pasó al personaje de quien hablaremos en el estudio bíblico de hoy.

Los que tienen su Biblia a la mano pueden abrirla en el libro de Apocalipsis capítulo 1, versículos 17 a 20. Como antecedente recordemos que el Apóstol Juan acabó de contemplar la más extraordinaria manifestación de Jesucristo en su gloria celestial que se pueda imaginar. Con la ayuda del Espíritu Santo, Juan nos describió en detalle lo que sus ojos percibieron con claridad meridiana. Es a raíz de este evento que aparece el pasaje que vamos a estudiar en esta ocasión. Allí vemos la reacción del Apóstol, la recuperación del Apóstol, el recado al Apóstol y la revelación al apóstol. En cuanto a la reacción del Apóstol. La primera parte de Apocalipsis 1:17 dice: “Cuando le vi, caí como muerto a sus pies” Impresionante. Al ver la gloria y magnificencia de Jesucristo, Juan simplemente se derritió en su presencia. Me imagino yo que sus piernas habrán comenzado a temblar y a debilitarse, y su mente habrá comenzado a desvanecerse. El instante siguiente, Juan se hallaba cuan largo era a los pies de Jesucristo. Allí, rostro en tierra, Juan estaba paralizado de asombro ante la grandeza de su amado Salvador. Por propio testimonio, Juan dice que había caído a los pies de Jesucristo como muerto. Juan no fue el primero en caer rostro en tierra ante la magnificencia de Dios. Es la reacción humana al temor reverencial que infunde la gloria de Dios. Abraham cayó rostro en tierra cuando Dios le habló, Moisés escondió su rostro ante la presencia de Dios. Balaam inclinó su cabeza y cayó rostro en tierra. Isaías vio al Señor sentado sobre un trono alto y sublime y clamó a gran voz. Ay de mí, que soy muerto. Los tres discípulos se postraron sobre sus rostros al ver la gloria de Jesucristo en el monte de la transfiguración. Saulo de Tarso cayó a tierra cuando le rodeó el resplandor de la gloria de Jesucristo. Es la reacción natural del hombre cuando es confrontado con la gramdeza de Dios. Juan no estaba dando espectáculo con su caída. Estaba solo ante Jesucristo. No había alrededor ojos ávidos de ver cosas sobrenaturales, ni cámaras de televisión, como para que Juan aproveche de la situación. Tampoco fue necesario que alguien le toque para que se caiga o que alguien le sople para que se caiga o que alguien ordene que se caiga. Nada de esto. Lo que pasó con Juan fue simplemente una reacción natural al contemplar la extraordinaria grandeza de Dios. Cuánta falta nos hace a todos nosotros tener este respeto y reverencia a nuestro gran Dios el Señor Jesucristo. Así que, tenemos a Juan inmóvil, como muerto, a los pies de Jesucristo. En segundo lugar, tenemos la recuperación del Apóstol. Apocalipsis 1:17 en su segunda parte y el versículo 18 dice así: “Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último; y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.” Qué interesante, mientras la gente toca para que alguien se caiga, Jesucristo toca para que alguien se levante. Eso es lo que hizo Jesucristo con el Apóstol Juan quien estaba a sus pies como muerto. Es el toque de la seguridad. El toque que transmite confianza. El toque que restaura el vigor para enfrentar la vida con optimismo. ¿Ha experimentado Usted este toque mi amigo? Jesucristo está dispuesto a darlo a todos los que en él confían. Si Usted se encuentra asombrado por lo que pasa a su alrededor, abatido por las pruebas, derrotado por el pecado. Deje que Jesucristo le toque con su diestra. Para eso, Usted tiene que estar en la posición en la que estaba Juan, a los pies de Jesucristo, en adoración genuina. Además de tocarle, Jesucristo habló a Juan. Lo primero que dijo es muy significante: No temas. A lo mejor como Isaías en antaño, Juan habrá estado pensando. Ay de mí, que soy muerto, porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos. Lo que más necesitaba Juan era una voz de ánimo, una voz de aliento. Jesucristo es más que suficiente para proveer todo el ánimo y el aliento que necesita cualquier persona desalentada. Las palabras: No temas, que Jesucristo dijo a Juan debieron haber sido para él como una descarga de alto voltaje que le devolvió el ánimo que tanto necesitaba. Luego Jesucristo se identificó a sí mismo. Le dijo: Yo soy el primero y el último. Él es todo suficiente. No hay nadie antes de é y no hay nadie después de él. No hay nada antes de él y no hay nada después de él. Primero y último es uno de los calificativos que se atribuye al Padre. Esta es una fuerte evidencia a favor de la deidad de Jesucristo. Además Jesucristo dijo a Juan: Yo soy el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Él es el que venció la muerte. Los creyentes no debemos tener temor de la muerte porque nuestro victorioso precursor la venció totalmente y ahora vive por la eternidad. Finalmente, Jesucristo se describió a sí mismo como el que tiene las llaves de la muerte y del Hades. Él es todopoderoso. La posesión de las llaves denota poder. Jesucristo tiene poder sobre la muerte. Cuando un creyente muere es porque Jesucristo ha hecho uso de las llaves que él tiene sobre la muerte. Para Jesucristo no hay accidentes. Bien dice su palabra en Salmo 116:15 “Estimada es a los ojos de Jehová la muerte de sus santos. Ningún creyente morirá ni un segundo antes, ni un segundo después que Jesucristo lo determine. Jesucristo tiene poder sobre el Hades o el lugar donde habitan los muertos, mientras esperan su resurrección y su posterior lanzamiento al lago de fuego. Solo él sabe cuando saldrán de ese lugar de tormento en fuego para ser lanzados al lago de fuego. Con estas palabras Juan fue restablecido. Ahora estaba listo para recibir el recado que Jesucristo tenía para él. Consideremos el recado para el Apóstol. Apocalipsis 1:19 dice: “Escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que han de ser después de estas.” En este pasaje bíblico encontramos el bosquejo del libro de Apocalipsis. Es el único libro de la Biblia que contiene un bosquejo divinamente inspirado como parte de su texto. La primera parte del libro se denomina las cosas que has visto. Esto está en el capítulo 1 del libro y tiene que ver con lo que Juan experimentó en la isla de Patmos. La segunda parte del libro se denomina las cosas que son. Esto está en los capítulos 2 y 3 del libro, y tiene que ver con la situación de la iglesia en todos los tiempos. La tercera parte del libro se denomina las cosas que han de ser después de estas. Esto está en los capítulos 4 a 22 del libro y tienen que ver con los eventos que acontecerán después del período de la iglesia. Finalmente en Apocalipsis 1: 20 encontramos la revelación de un misterio al Apóstol. Dice así: “El misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra, y de los siete candeleros de oro: las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candeleros que has visto, son las siete iglesias.” Juan había visto a Jesucristo en medio de siete candeleros de oro, teniendo en su mano derecha siete estrellas. Esta forma simbólica de representar cosas, es revelada al apóstol. Se va a revelar un misterio, o algo que hasta ese momento había estado oculto. Comencemos por lo más sencillo. Los siete candeleros de oro representan a siete iglesias que más adelante serán analizadas con mucho detalle. Las estrellas en la mano derecha de Jesucristo, representan a los ángeles de las siete iglesias. ¿Quiénes son estos ángeles? ¿Serán los seres espirituales creados por Dios para servicio de los que serán herederos de la salvación como dice Hebreos? Bueno, algunos piensan que sí. Pero otros, entre los cuales me incluyo, pensamos que estos ángeles son una referencia a los voceros de cada una de las siete iglesias, por medio de quienes Jesucristo, el Señor de la iglesia, estaba por comunicar un mensaje. La palabra ángel significa también mensajero. Los capítulos 2 y 3 de este libro nos comunican el mensaje que tenía que entregar estos voceros.

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