El verdadero propósito de la libertad con la que Cristo nos hizo libres

Es muy grato estar nuevamente con Usted, amiga, amigo oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. En la continuación de la serie Gálatas: La Carta Magna de Emancipación de la Iglesia, en esta ocasión, David Logacho nos mostrará el verdadero propósito de la libertad con la que Cristo nos hizo libres.

La palabra amor es bastante utilizada en el mundo pero muy poco entendida en su verdadero significado. Casi siempre se relaciona al amor con el romance o la pasión entre personas de distinto sexo. En el pasaje que vamos a estudiar el día de hoy veremos al amor en su verdadera dimensión según lo que enseña la Biblia. Antes de hablar del amor, permítame citar esta historia relatada por Arturo Hotton. Dice así: “La ciudad de Buenos Aires es una ciudad extrañamente hermosa, no obstante, sus monstruos de cemento, sus monolíticas construcciones y su vertiginoso ritmo. Es una ciudad con alma. En sus calles viven y luchan un millón de sueños, ideales que enfrentan la realidad, aspiraciones que se frustran, anhelos que se cristalizan, recuerdos que se hacen lágrimas, esperanzas que construyen sonrisas. El majestuoso Plata que baña sus costas, inspira el romance y embriaga el corazón, sus aguas terrosas guardan centenares de conmovedoras historias. En una de ellas, la ciudad y el río se confunden, pues entre los muchos monumentos que la perla del Sur ha levantado a sus héroes del pasado, hay uno junto al río que recuerda el gesto y sacrificio de un hombre simple, sin mayor historia que su renunciamiento, su nombre: Luis Viale. Hace ya varios años, en medio de una borrasca de proporciones dantescas, en la convulsión y el azote de las aguas enloquecidas, un barco de la carrera de Buenos Aires a Montevideo se hundió, arrastrando con él a un puñado de ilusiones a la oscuridad de su abismo. Los medios de salvamento eran precarios, alguno que otro bote de auxilio sirvió para escapar del drama, la mayoría con su salvavidas en mano luchaban contra la corriente y el vendaval. Luis Viale, fuertemente aferrado al suyo, se felicitaba por su buena fortuna y esperaba el rescate que no tardaría en llegar. De pronto, sus ojos que escrutabam las penumbras, ansiosos de ver surgir de la niebla los barcos de socorro, se clavaron en cambio en una mujer que luchaba desesperadamente para mantenerse a flote, careciendo de salvavidas, daba incoherentes brazadas para supervivir en medio de aquella escena de muerte y tragedia. Viale, esforzándose con sus piernas semientumecidas por el frío, se aproximó hasta ella. Cuando estuvo a su lado pretendió ayudarla pero vanos fueron sus esfuerzos, el salvavidas suyo no alcanzaba a sostener a los dos. Fue entonces cuando en un gesto que lo enaltece, se quitó su salvavidas, y rodeó con él cuerpo exhausto de aquella mujer desconocida. Sus fuerzas estaban terminadas. Poco después se perdió entre la bruma, se hundió para siempre, sacrificó su vida para salvar la vida de alguien a quien sin conocer amó. Hoy, después de tantos años, una estatua recuerda su gesto, y su sombra se proyecta sobre el silencioso río que guarda sus restos, y cobija su nobleza. Interesante historia amable oyente. Pinta con realidad lo que es capaz de hacer el amor. Un amor así no es algo natural en el hombre. Es algo sobrenatural que solamente Dios puede producir en el hombre. Esto es lo que se desprende del pasaje bíblico que nos corresponde estudiar el día de hoy en el libro de Gálatas. Abramos nuestras Biblias en Gálatas 5:13 al 15 donde dice: “Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros. Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros.” Estando en la condición de esclavos de Satanás, de esclavos del pecado, de esclavos de la naturaleza pecaminosa, de esclavos del mundo, y de esclavos de la ley, los Gálatas escucharon las buenas nuevas de salvación que garantizaba libertad de todas las cosas que antes les tenían oprimidos. Una vez que recibieron a Cristo, llegaron a tener esa libertad tan añorada. Es por eso que Pablo dice que los creyentes de Galacia han sido llamados a libertad. Libertad en todo sentido. Libertad de Satanás. El diablo ya no tiene poder sobre alguien que ha sido liberado por Cristo Jesús. Libertad del pecado. El pecado ya no tiene poder para dominar a quien ha sido liberado por Cristo Jesús. Libertad de la naturaleza pecaminosa. La naturaleza pecaminosa ya no tiene poder para obligar al creyente a pecar. Libertad de la ley. La ley ya no tiene poder para condenar a quien ha sido liberado por Cristo Jesús. La vida del creyente es una vida de libertad plena amable oyente. ¿Tiene Usted esta libertad? Si Usted ha recibido a Cristo como su Salvador personal, Usted está en capacidad de vivir este estilo de vida. Ahora bien. La libertad que tenemos en Cristo los que a Cristo hemos recibido como nuestro Salvador, no es una libertad para vivir como nos venga en gana. Por eso dice Pablo: Cuídense de no usar la libertad que tienen en Cristo como ocasión para la carne. La carne es la naturaleza pecaminosa que todos poseemos. La libertad en Cristo no debe ser el pretexto para hacer lo que la carne nos pide hacer. La carne me pide emborracharme, como soy libre en Cristo, me emborracho. Esto no es así. Recuerde que los creyentes hemos sido llamados a libertad. Libertad de muchas cosas, entre ello, libertad de nuestra naturaleza pecaminosa. Libertad de la carne. Antes de ser creyentes éramos esclavos de nuestra naturaleza pecaminosa. Hacíamos lo que ella quiere, cualquier cosa que pida. Pero una vez que llegamos a la maravillosa libertad en Cristo, dejamos de ser esclavos de la carne o de la naturaleza pecaminosa. Por tanto, perfectamente podemos decir: Esto que me está pidiendo mi carne no es algo que agrada a Dios, así que no voy a dar gusto a mi carne. Antes no podíamos razonar así, pero una vez que llegamos a ser creyentes sí podemos. Siempre será algo que me confunde ver a un creyente viviendo en pecado. Por supuesto que yo no puedo saber lo que hay en el corazón de un creyente así, pero el hecho de vivir esclavizado al pecado me deja una gran duda acerca de si es o no un genuino creyente. Un genuino creyente no puede vivir esclavizado al pecado. Puede ser que peque esporádicamente, pero siempre reconocerá su pecado, lo confesará y se apartará del mismo. Pero jamás se acomodará a vivir en pecado. De modo que, amable oyente, la libertad que tenemos en Cristo no debe ser pretexto para vivir en pecado. Todo lo contrario, la libertad que tenemos en Cristo debe ser el motivo para servir por amor a los demás. Aquí es donde entra el amor. Este tipo de amor es el resultado de la libertad que tenemos en Cristo. Antes de ser creyentes no podíamos expresar este tipo de amor. Si amábamos a alguien siempre estaba algún tipo de interés de por medio. Pero cuando recibimos a Cristo como Salvador, el amor del Padre se derramó en nosotros y quedamos en libertad de expresar este amor de diversas maneras. Una de esas maneras es en el servicio. A la naturaleza pecaminosa, o a la carne le gusta ser servida. Pero cuando Cristo nos libera del poder de la naturaleza pecaminosa, podemos servir por amor, sin el temor de ser humillados o de ser objeto de abuso de parte de la gente a quien servimos. Con la idea de este tipo de amor en su mente, Pablo dice que toda la ley se cumple en un solo mandato: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Lo maravilloso del amor es que sustituye a todas las leyes de Dios. ¿En qué sentido? Pues si Usted ama a su prójimo, no le robará, no le mentirá, no codiciará a su cónyuge, no le tendrá envidia, no buscará hacerle daño, no murmurará contra él, etc. De esta manera estará cumpliendo todas las demandas de Dios expresadas en la ley en cuanto a la relación con el prójimo. Pero este cumplimiento no será porque hay una ley externa a la cual Usted debe someterse quiera o no quiera, sino que será un cumplimiento porque dentro de Usted hay un poder que antes no lo tenía. Ese poder se llama el amor de Dios derramado en Usted por el Espíritu Santo. Este amor en el corazón de los creyentes hace que los creyentes no se muerdan y se coman unos a otros. Qué triste es ver que a veces, en las familias cristianas o en los ministerios cristianos, o en las iglesias cristianas, los creyentes actúan como si fueran fieras salvajes que están listas para caer sobre su presa y acabar con ella. Algo así estaba sucediendo con los creyentes Gálatas. Pablo les dice: Tengan cuidado, no sea que vayan a acabar consumiéndose entre Ustedes. Cuando se sustituye la gracia por el legalismo, son inevitables los pleitos, las discusiones, las discordias y los celos. El legalista dice: Si Usted quiere demostrar que es espiritual debe someterse a este reglamento. Como siempre habrá algunos que no quieran someterse a ese reglamento y serán inevitables las peleas, las acusaciones, las expulsiones, etc. El legalismo impide que se manifieste el amor de Dios en toda su expresión. Si en su familia hay un ambiente de tensión, si en su iglesia hay ambiente de tensión, ¿No será que el legalismo está tratando de abrirse paso? Tenga cuidado. Recuerde que la naturaleza pecaminosa no se domina con la lista de lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer. La naturaleza pecaminosa se domina por la gracia, la cual resulta en el amor de Dios inundando el corazón de una persona. Será ese amor que permite servirnos por amor los unos a los otros.

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