Estar bajo la gracia es muchísimo mejor que estar bajo la ley

Gracias por estar con nosotros, amiga, amigo oyente. Una cordial bienvenida al estudio bíblico de hoy con David Logacho. Los judaizantes del primer siglo y muchos de sus seguidores hoy en día, añoran con estar bajo la ley de Moisés, y así desprecian el estar bajo la gracia. Pero la palabra de Dios muestra que estar bajo la gracia es muchísimo mejor que estar bajo la ley. Sobre esto tratará el tema de hoy en la continuación de la serie titulada: Gálatas, la Carta Magna de Emancipación de la Iglesia.

Estar bajo la ley no es lo mismo que estar bajo la gracia. No se puede tampoco estar bajo la ley y bajo la gracia al mismo tiempo. O se está bajo la ley, o se está bajo la gracia, pero no bajo ambas. Los judaizantes del primer siglo pretendían justamente esto último. Decían que los creyentes estaban bajo la gracia, pero estaban empujando a los creyentes que se sometan a la ley. Parece que no entendían el propósito de la ley y tampoco el propósito de la gracia, de modo que Pablo les va a mostrar las abismales diferencias de estar bajo la ley y estar bajo la gracia, para que sea obvio que estar bajo la gracia es muchísimo mejor que estar bajo la ley, con la esperanza de que nadie que está bajo la gracia añore el volver a estar bajo la ley. Veamos pues como lo hace. Abramos nuestras Biblias en el pasaje que estudiaremos el día de hoy. Se encuentra en Gálatas 3:23-29. Esta sección se puede dividir en dos partes. La primera, muestra al pecador bajo la ley, en los versículos 23 y 24. La segunda, muestra al pecador bajo la gracia, en los versículos 25 a 29. Consideremos pues, la primera parte. El pecador bajo la ley. Número uno, notamos que bajo la ley, el pecador se encuentra confinado. Gálatas 3:23 dice: “Pero antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada.” Por lo que vimos en nuestro estudio último, la ley fue como una prisión para encerrar todo bajo pecado. La única manera de librarse de esa prisión era por medio de recibir la promesa que es por la fe en Jesucristo. Gálatas 3:22 dice al respecto: “Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes.” El propósito de la ley fue justamente hacer que el pecador tome conciencia de su estado de bancarrota espiritual, no importa cuan bueno se crea a sí mismo cuando se compara con otros pecadores que él considera peores. La ley dice: A los ojos de Dios, no existe diferencia alguna, pues todos son pecadores. La ley por tanto ha encerrado todo bajo pecado. Pero no para siempre, sino solamente hasta que la fe en Jesucristo sea revelada. La fe en Jesucristo es como una llave que abre la prisión en la cual están encerrados los hombres por la ley. Por esto Pablo dice que antes que viniese la fe, el pecador estaba confinado bajo la ley. El verbo que se ha traducido como confinado, es un término miliar que significa confinar guardando o mantener bajo vigilancia como con una guarnición. El pecador estaba encerrado. No para siempre, sino hasta que aquella fe sea revelada. Esa fe se reveló cuando Cristo Jesús vino a este mundo, murió, resucitó y fe ascendido a la gloria de su Padre. Así que, bajo la ley, el pecador está confinado por la misma ley. Pero no solo eso, sino también, número dos, el pecador está en proceso de ser conducido a Cristo. Eso es lo que dice Gálatas 3:24 donde leemos: “De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados pro la fe.” Estar bajo la ley es estar bajo ayo. La palabra ayo, no se usa muy a menudo en nuestro diario hablar, de modo que permítame explicar su significado de esta manera. En épocas pasadas, las familias pudientes tenían un esclavo o un siervo de confianza, cuya única función era velar por el bienestar moral y físico de los hijos menores de edad en la familia. A este siervo se le llamaba el ayo, palabra que es la traducción de la palabra griega “paidagogós”, de donde proviene la palabra castellana pedagogo. El significado de esta palabra tiene que ver con un guía, o guardián, o instructor de niños, un tutor. Los hijos menores de una familia no siempre sentían simpatía por su ayo, porque lo veían como alguien que coartaba su libertad, como alguien que siempre estaba encima de ellos. A decir verdad, añoraban cumplir la mayoría de edad para librarse de su ayo. Pues ahora traslademos todo esto a lo que Pablo está diciendo en Gálatas. La ley era el ayo, o el paidagogós de los pecadores confinados bajo la ley, para custodiarlos mientras estaban en proceso de madurar hasta tomar conciencia de la gravedad de su situación espiritual como pecadores. Cuando esto se cumplió y el pecador reconoció que está imposibilitado de salvarse a sí mismo, entonces no le quedaba otra opción sino mirar a Cristo, recibirle como Salvador y ser justificado o declarado justo por la fe. A esto se refiere Pablo cuando dice que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe. De modo que amigo oyente, estar bajo la ley significa estar confinados bajo la ley y significa estar en proceso de ser conducidos hacia Cristo, para hallar en él la salvación o la justificación. La ley cumple así su propósito diseñado por Dios. ¿Pero qué pasa cuando el pecador reconoce su condición espiritual y sabe que no puede salvarse a sí mismo? Bueno, entonces tiene que recibir a Cristo por la fe y de esa manera ser declarado justo por Dios. Cuando esto pasa, es como cuando el hijo menor de edad llega a ser mayor de edad. Se dice entonces que el pecador está bajo la gracia. En estas condiciones, en primer lugar, el pecador queda libre de la ley. Gálatas 3:25-28 dice: “Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo, pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” Cuando el pecador pone su fe en Jesucristo y lo recibe como Salvador, ha venido la fe a su vida. A partir de ese momento ya no está bajo ayo. Es decir que ya no está más bajo la ley. Recuerde que la ley era el ayo para llevarnos a Cristo. Una vez que la ley ha cumplido su función ya no se necesita más de ella. Ser libre de la ley no es lo mismo que tener carta blanca para pecar. Recuerde que el creyente no es salvo por buenas obras sino para buenas obras. Un verdadero creyente jamás va a tomar la libertad de la ley como pretexto para vivir en pecado. Cuando el pecador ha dejado de confiar en sus propias obras para ser salvo y ha pasado a confiar en la obra de Cristo, ha llegado a ser un hijo de Dios, pero no un hijo menor de edad, sino un hijo mayor de edad. Por tanto ya no es necesario que esté bajo el ayo de la ley, porque recuerde que el ayo solamente custodiaba a los hijos menores de edad de la familia. Pablo por tanto dice: Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Este texto no está hablando del bautismo en agua, sino del bautismo en el Espíritu, por medio del cual todo creyente fue sumergido en Cristo el momento que recibe a Cristo por la fe como Salvador. Todo lo que es Cristo, es el creyente posicionalmente. La consecuencia de esto es que todo creyente está revestido de Cristo. Esto es muy interesante. El verbo revestir significa meterse dentro de algo. El creyente se ha metido dentro de Cristo. Lo que se ve por fuera es a Cristo. Esta es la única razón por la cual Dios acepta a un pecador y por la cual ese pecador es declarado justo por Dios. Siendo que todos los creyentes estamos revestidos de Cristo, entonces a los ojos de Dios se borran todas las diferencias que existen entre los creyentes, porque Dios mira a Cristo en cada creyente, no importa si el creyente es judío o gentil, no importa si el creyente es esclavo o libre, no importa si el creyente es varón o mujer. Todo creyente es uno en Cristo Jesús. Dios no ve otra cosa sino a Cristo en todo verdadero creyente. Estar bajo la gracia significa entonces estar libre de la ley. En segundo lugar, estar bajo la gracia significa ser linaje de Abraham. Gálatas 3:29 dice: “Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa” Los creyentes somos de Cristo, no solo en el sentido de pertenencia sino también porque de Cristo estamos revestidos y por este motivo, ciertamente somos linaje de Abraham. Mírelo de esta manera. Abraham tiene descendencia por el lado humano o de la carne, son los judíos. Pero Abraham también tiene descendencia por el lado espiritual, somos todos aquellos que, como él, somos de la fe, en el sentido de haber recibido por la fe a Cristo como nuestro Salvador. De esta forma somos herederos de la promesa que Dios hizo a Abraham. En resumen entonces amigo oyente, el pecador bajo la ley está confinado por la misma ley y el pecador bajo la ley está en proceso de ser conducido a Cristo. En cambio, el pecador bajo la gracia está libre de la ley y el pecador bajo la gracia es el linaje de Abraham. ¿Qué es lo que hace que un pecador bajo la ley pase a ser un pecador bajo la gracia? Pues la decisión de recibir a Cristo como Salvador. ¿No le gustaría tomar esta decisión que significa la diferencia entre la vida y la muerte? Hágalo. No deje pasar más tiempo.

Deja una respuesta