El Evangelio, la Suficiencia de Dios y Sufrimiento Pt. 1

Hola amigo oyente, si tiene una Biblia y espero que la tengas, permítanme invitarlos a que la abran conmigo en el capítulo 3 de Job y si no tiene una Biblia, permíteme alentarlos a que procuren tenerla.

Bien, empecemos, Job capítulo 3. En días anteriores miramos a Job 1 y 2 y vimos que las posesiones de Job le eran quitadas, sus hijos fallecían, y luego su salud era quebrantada. Y dejamos a Job, al final del capítulo 2, sentado en un basurero con una sarna maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza, y sin embargo, en medio de eso Job cantó al Señor y dijo: “Que el nombre del Señor sea alabado”. Ahí vemos a Job vislumbrar la soberanía de Dios en su sufrimiento y adoración. Y hoy vamos a sumergirnos cuando la tragedia continua.

Alabar a Dios es asombroso, pero una cosa muy diferente es responder y adorarlo cuando ocurre una tragedia. Esa es una imagen completamente diferente cuando el sufrimiento continúa, el sufrimiento persiste como muchos de ustedes han experimentado, no sólo una vez sino durante días, meses o incluso años. Y hoy vamos a echar un vistazo a las vidas de dos familias que han atravesado por momentos muy dolorosos, ellos son miembros de esta familia de fe que en los últimos meses tuvieron que sobrellevar el fallecimiento de sus seres queridos, víctimas de cáncer. Y estas familias, gentilmente aceptaron dejarnos vislumbrar sus vidas, no sólo cuando sucedió el sufrimiento sino ahora cuando el sufrimiento continúa. Ellos han atravesado situaciones complejas, pero aún confían en el Señor.

Y eso es lo que quiero que suceda en sus vidas, quiero que a pesar del dolor por el que están atravesando sean capaces de seguir confiando en Él, en su grandeza y poder. Para eso, quiero que veamos las implicaciones del Libro de Job, no sólo cuando el sufrimiento golpea sino cuando persiste.

Satanás había desafiado a Dios, ¿lo recuerdas? Él dijo: “Pero extiende ahora tu mano, y toca su hueso y su carne, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia” , pero llegamos al final de Job 1 y 2 y Job no maldice a Dios, al contrario, lo adora. Entonces nosotros pensamos que está bien. Él tuvo éxito, así que deberíamos simplemente saltar al capítulo 42, pero la verdad es que no todo está bien; hay un viaje que ocurre entre Job 2 y Job 42 que es real. Y quiero introducirme en eso hoy. Quiero que escuches las palabras de Job en el capítulo 3.

Leamos Job 3, esto dice: “Después de esto abrió Job su boca, y maldijo su día. Y exclamó Job, y dijo: Perezca el día en que yo nací, Y la noche en que se dijo: Varón es concebido. Sea aquel día sombrío, Y no cuide de él Dios desde arriba, Ni claridad sobre él resplandezca. Aféenlo tinieblas y sombra de muerte; Repose sobre él nublado Que lo haga horrible como día caliginoso. Ocupe aquella noche la oscuridad; No sea contada entre los días del año, Ni venga en el número de los meses. !!Oh, que fuera aquella noche solitaria, Que no viniera canción alguna en ella! Maldíganla los que maldicen el día, Los que se aprestan para despertar a Leviatán. Oscurézcanse las estrellas de su alba; Espere la luz, y no venga, Ni vea los párpados de la mañana; Por cuanto no cerró las puertas del vientre donde yo estaba, Ni escondió de mis ojos la miseria. ¿Por qué no morí yo en la matriz, O expiré al salir del vientre? ¿Por qué me recibieron las rodillas? ¿Y a qué los pechos para que mamase? Pues ahora estaría yo muerto, y reposaría; Dormiría, y entonces tendría descanso, Con los reyes y con los consejeros de la tierra, Que reedifican para sí ruinas; O con los príncipes que poseían el oro, Que llenaban de plata sus casas. ¿Por qué no fui escondido como abortivo, Como los pequeñitos que nunca vieron la luz? Allí los impíos dejan de perturbar, Y allí descansan los de agotadas fuerzas. Allí también reposan los cautivos; No oyen la voz del capataz. Allí están el chico y el grande, Y el siervo libre de su señor. ¿Por qué se da luz al trabajado, Y vida a los de ánimo amargado, Que esperan la muerte, y ella no llega, Aunque la buscan más que tesoros; Que se alegran sobremanera, Y se gozan cuando hallan el sepulcro? ¿Por qué se da vida al hombre que no sabe por dónde ha de ir, Y a quien Dios ha encerrado? Pues antes que mi pan viene mi suspiro, Y mis gemidos corren como aguas. Porque el temor que me espantaba me ha venido, Y me ha acontecido lo que yo temía No he tenido paz, no me aseguré, ni estuve reposado; No obstante, me vino turbación” (Job 3:1-26). Estas palabras que acabamos de leer son las primeras palabras que salen de la boca de Job.

Esto es increíble, un capítulo después de ver a Job adorando a Dios, lo vemos maldiciendo el día de su nacimiento. Y la imagen aquí es después de siete días de silencio, Job está rodeado de sus amigos: Elifaz temanita, Bildad suhita, y Zofar naamatita. Leamos Job 2:13, esto dice: “Ellos se sentaron con él en tierra por siete días y siete noches, y ninguno le hablaba palabra, porque veían que su dolor era muy grande”.

Lo que quiero que veamos hoy es una visión general, una especie de vista de pájaro y veremos que desde el capítulo 3 al 31 Job entra en conversaciones con estos tres amigos. Básicamente, la forma en que funciona después de que Job habla aquí en el capítulo 3 de Job es cuando Elifaz le habla a Job, luego Job responde. Entonces Bildad habla, luego Job responde. Entonces Zofar habla y Job responde. Eso sucede tres veces diferentes, tres ciclos diferentes, excepto uno de ellos, el final.

La imagen es un diálogo entre un hombre que ama a Dios, que está completamente comprometido con Dios, que ha adorado en medio de su sufrimiento, que es recto, intachable, teme a Dios, evita el mal todas las cosas que vimos la semana pasada; pero él está luchando con el misterio de los caminos de Dios. Y hay una lucha honesta en todas las páginas de esta parte de Job. Y lo que quiero que veamos son cuatro imágenes de la suficiencia de Dios en medio del sufrimiento de Job. Cuatro imágenes de su suficiencia que creo que tienen enormes implicaciones para nuestras vidas cuando el sufrimiento perdura por días, meses y años.

Imagen número uno, cuando persiste el dolor del sufrimiento, Dios todavía está presente. Lo que verás si lees los capítulos del 3 al 31 es que verás a Job en cada uno de sus discursos que de alguna manera se dirige a Dios. Job sabe que Dios está allí, esto es parte de su lucha. Él no está necesariamente dudando de que Dios está allí. Él conoce la presencia y el carácter de Dios y está luchando por qué estas cosas están sucediendo a la luz de la presencia y el carácter de Dios.

De hecho, si miras nuevamente el capítulo 3, puedes ver la palabra con la que comienza el verso 11: ¿con qué palabra comienza esta pregunta? Por qué. » ¿Por qué no morí yo en la matriz, O expiré al salir del vientre?” ahora el verso 12: «¿Por qué me recibieron las rodillas? ¿Y a qué los pechos para que mamase?» Y llegas al versículo 16: «¿Por qué no fui escondido como abortivo, Como los pequeñitos que nunca vieron la luz?” Verso 20: «¿Por qué se da luz al trabajado…?» Verso 23: “¿Por qué se da vida al hombre que no sabe por dónde ha de ir, Y a quien Dios ha encerrado?”, ¿lo ves? A medida que el dolor en la vida de Job progresa y comienza a asentarse, esta pregunta se eleva a la cima: “¿por qué?”

Mira, cuando estamos atravesando dolor y cuando el sufrimiento persiste, todos queremos una explicación, todos queremos saber el ¿por qué? y esto es natural, no está mal preguntarle a Dios por qué, pero vamos a profundizar más la próxima semana en el propósito de Dios y el sufrimiento. Es suficiente decir que en este punto debemos mantener esta pregunta, ¿por qué?, en la perspectiva adecuada. Estoy convencido de que Job nos está enseñando que en medio del dolor y del sufrimiento no necesitamos una explicación tanto como necesitamos la presencia.

Ahora, quiero darte esta verdad y quiero explicártela, queremos una explicación, pero ¿qué nos da Dios? Dios nos da de sí mismo. Si hubo alguna oportunidad para que Dios tuviera que darnos una explicación para el sufrimiento y el mal, este era el libro, este era el momento.

En este texto vemos a Job luchando con la presencia de Dios todo el tiempo. Job capítulo 3, versículo 23 dice: «¿Por qué se da vida al hombre que no sabe por dónde ha de ir, Y a quien Dios ha encerrado?”. ¿Quién ha encerrado a Job? Dios ha hecho esto. ¿Lo ves? Eso es soberanía, tal y como vimos en programas anteriores. Dirígete al capítulo 7, versículo 17. Job vuelve a luchar y escucha lo que dice: “¿Qué es el hombre, para que lo engrandezcas, Y para que pongas sobre él tu corazón”. Versículo 18: «Y lo visites todas las mañanas, Y todos los momentos lo pruebes? ¿Hasta cuándo no apartarás de mí tu mirada, Y no me soltarás siquiera hasta que trague mi saliva?”, ¿lo ves?  Él está luchando con la presencia de Dios.

Vamos al último capítulo del libro, el capítulo 42 de Job, y profundizaremos en esto más a fondo en los siguientes programas, pero mira en Job 42. Mira el versículo 4. Aquí es donde está todo el panorama con membrete. Job encuentra a Dios personalmente de una manera muy conmovedora y poderosa al final de este libro y escucha lo que dice Job 42: 4: “Oye, te ruego, y hablaré; Te preguntaré, y tú me enseñarás”. Escucha el versículo 5: “De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven”. Este es el punto.

Parte del objetivo del libro de Job es mostrarnos a Job, luchando con la presencia de Dios y con el poder de su presencia en medio del sufrimiento. Queremos una explicación. Dios nos da su presencia, Él nos da de sí mismo. Ahora, sé lo que algunos de ustedes están pensando: “bueno, todavía me gustaría una explicación”. Y es obvio, todavía tenemos esas preguntas, pero ¿realmente necesitamos una explicación?

Piénsalo conmigo. Dos ilustraciones simples aquí: hace un par de años, justo después de comenzar a predicar, me rompí la muñeca jugando fútbol y recuerdo que un hermano me llevó a la sala de emergencias, llegamos, nos registramos y la enfermera preguntó: ¿qué necesita? Y en seguida pregunto: ¿qué nivel de dolor tienes? Esto simplemente no tiene sentido. ¿Qué tanto duele? Duele mucho, yo sólo quería decirle que me duele demasiado, que me estaba retorciendo de dolor. Entonces yo te pregunto: ¿qué necesitaba en medio de mi dolor?, ¿necesitaba que el médico venga y me muestre los rayos X y me brinde una explicación médica con toda su experiencia sobre cómo se rompe mi muñeca, en qué parte y cómo sucede paso a paso mi recuperación? Claro que no, lo que yo quiero en medio de mi dolor es que me de algo, tan rápido que pueda sanar este dolor. Lo que necesito no es una explicación, necesito algo para llenarme, cuando el dolor es tan grande, estamos en un punto tan profundo de necesidad que deja de ser un asunto intelectual.

Otra ilustración, tengo muchas cosas que aprender en el matrimonio y creo que continuamente tengo que aprender esto una y otra vez, pero cuando mi esposa, Heather, atraviesa dificultades, lo que he aprendido es que su mayor necesidad en medio de sus dificultades probablemente no sean mis explicaciones de por qué está pasando esto. ¿Cuál es su mayor necesidad en ese punto? Pues ella necesita un abrazo, ella necesita sentir mi presencia respaldándola. Y la belleza de esta imagen en Job es que no vemos a un Dios que está distante en el cielo repartiendo explicaciones filosóficas sobre por qué está sucediendo esto. En su lugar, vemos a un Dios que está con Job en cada paso del camino y este es el verdadero evangelio.

No tenemos un Dios que está muy lejos de nosotros, tenemos un Dios que está con nosotros. Un Dios que se hizo como nosotros y que es capaz de identificarse con nosotros, Hebreos 4: 15-16 dice: “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”.

¿Estás roto? Él estaba roto. ¿Has sido rechazado? Él fue rechazado. ¿Estás dolido? Él fue lastimado. ¿Lloras? Él gritó de dolor. Si te preguntas de donde saco eso, basta con escucharlo en la cruz cuando dice: «Dios mío, Dios mío ¿Por qué me has desamparado?».

¿Lo ves? Él está familiarizado con nuestras luchas. Y el recordatorio que quiero darte de este cuadro general en el Libro de Job, mientras él camina a través del sufrimiento es que, sea lo que sea que se vea en tu vida, quiero recordarte que Dios no te ha abandonado. Él nunca te abandona, Él está contigo en medio de tu sufrimiento. Él está contigo, no estás solo.

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