El tercer pedido del primer grupo: Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra

Reciba cordiales saludos amiga, amigo oyente. Es un gozo para mí compartir este tiempo con Usted. Estamos estudiando lo que popularmente se conoce como el Padrenuestro, la oración modelo que el Señor Jesús enseñó a sus discípulos. Esta es una oración que se dirige al Padre, reconociendo que somos muchos sus hijos, y que Él es soberano en todo instante y en todo lugar. La oración en sí mismo contiene siete pedidos. Los tres primeros son los más importantes porque tienen que ver con los intereses de Dios. Los segundos cuatro pedidos tienen que ver con los intereses del hombre y son menos importantes que los anteriores. Hemos estudiado ya dos de los tres pedidos del primer grupo. Santificado sea tu nombre y venga tu reino. En esta oportunidad vamos a mirar lo que comprende el tercer pedido del primer grupo: Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.

Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Mateo 6:9-13. En el versículo 10 leemos lo siguiente: Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. Este es el tercer pedido de oración en la oración modelo que el Señor Jesús enseñó a sus discípulos. Es el clamor ferviente de todo hijo de Dios que desea someterse hasta lo último a la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios. Esto es la respuesta natural de un corazón que ama a Dios. La obediencia verdadera siempre se origina en el amor. Porque amamos a Dios estamos dispuestos a hacer su voluntad. Obediencia sin amor es hipocresía, amor sin obediencia es vanidad. Por un lado, este pedido apunta hacia el día cuando se hará la voluntad de Dios en la tierra así como ya se hace en el cielo, por cuanto la obediencia a la voluntad de Dios es el propósito de Dios para cada uno de sus hijos. Esto debe ser así por el hecho que solamente la sumisión a la voluntad de Dios garantizará paz para este mundo y paz para el corazón humano. No debe ser una sorpresa para nadie saber que en este mundo no se hace la voluntad de Dios. La mayor parte de la gente de este mundo hace su propia voluntad y poco o nada le importa hacer la voluntad de Dios. El hombre ha escogido vivir en constante rebelión contra su Creador y Hacedor. Cuando un fiel hijo de Dios ora a su Padre diciendo: Hágase tu voluntad, como en el cielo así también en la tierra, está diciendo en otras palabras: Te pido que la voluntad del hombre ya no esté en contra de la voluntad de Dios, sino que toda la tierra se mueva en armonía con el propósito y voluntad de Dios. Cada vez que oramos al Padre diciendo: Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra, estamos enfocando sobre la raíz de todos los problemas que afectan tanto a este mundo, la rebelión contra Dios, orquestada y supervisada por Satanás el archi enemigo de Dios. Pero este pedido no tiene que ver solamente con que se haga la voluntad de Dios en el mundo, sino también con que se haga la voluntad de Dios en mi vida personal. A decir verdad, la causa de toda inquietud, toda frustración, toda infelicidad, todo sentimiento de incapacidad, todo sentimiento de impotencia en nuestro carácter, aún cuando seamos hijos de Dios, se remonta a esa tendencia tan humana de hacer siempre nuestra propia voluntad y desechar la voluntad de Dios. Si los creyentes nos sometiéramos a hacer la voluntad de Dios, viviríamos un constante avivamiento en nuestras iglesias locales. La gran tragedia en la iglesia cristiana es que personas nacidas de nuevo en quienes mora el Espíritu Santo, no se someten a la voluntad de Dios y en lo profundo de su corazón adoran a ese ídolo tan poderoso llamado: Yo. Esto es justamente lo que pone un freno al poder del Espíritu Santo y es por eso que la iglesia cristiana está como está. Si verdaderamente deseamos ver el poder del Espíritu Santo en acción en nuestras vidas y en nuestras iglesias, es indispensable que primeramente nos sometamos a Dios y hagamos su voluntad sin cuestionamientos, sin reserva alguna. Lamentablemente, la voluntad de Dios no se hace ni en el mundo ni en la mayoría de los que somos hijos de Dios. Esta es la razón para que no haya bendición en la iglesia y por el hecho que no hay bendición en la iglesia, el mundo no está siendo alcanzado para Cristo y millones de millones están saliendo de este mundo para recibir el castigo eterno por su pecado. Es necesario entonces que se haga la voluntad de Dios en la tierra, así como ya se hace en el cielo. Detengámonos un momento para reflexionar sobre esto último. Me refiero a que en el cielo se hace la voluntad de Dios. Solo falta dar una mirada al firmamento para apreciar el asombroso orden en los cuerpos celestes. Allí tenemos al sol, con su gigantesca masa incandescente y alrededor de él girando los diferentes planetas en perfecto sincronismo. Allí tenemos a la luna, girando alrededor de la tierra. Allí están las relucientes estrellas que forman parte de nuestra galaxia. Allí están las distantes estrellas que forman parte de otras galaxias. Todas ellas en su lugar, en humilde sumisión a la voluntad de Dios en el cielo. Pero si pudiéramos mirar más allá del firmamento, encontraríamos la morada eterna de Dios en la cual millares de millares de ángeles cumplen a cabalidad con la voluntad de Dios, en perfecto orden y armonía. Encontraremos a las huestes de redimidos que han salido de este mundo antes de nosotros, quienes están sirviendo a Dios a la perfección con gozo, sin cansarse, sin envidiar, sin competir. Qué maravilla. Allí todo es perfecto, porque allí no existe el pecado. A decir verdad, el único rincón de todo el universo donde sus criaturas se atreven a no hacer la voluntad de Dios es este querido planeta tierra. Pero no siempre va a ser así. No siempre esta tierra va a estar dominada por Satanás quien lidera la rebelión contra Dios, porque en un día todavía futuro, el Señor Jesús vendrá a tomar lo que es suyo y entonces en esta tierra también se hará la voluntad de Dios así como se hace en el cielo. En conclusión amable oyente, la única posibilidad para hallar paz es por medio de someterse a la voluntad de Dios. Pero ponga atención al modelo de sumisión del Padrenuestro: Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. En el cielo, la voluntad de Dios se hace instantáneamente, constantemente, perfectamente y gozosamente. ¿Estoy yo sometiéndome a la voluntad de Dios instantáneamente, constantemente, perfectamente y gozosamente? Tal vez alguien dirá: Pero todavía no estamos en el cielo como para poder cumplir con esto, porque todavía estamos en un mundo imperfecto, contaminado por el pecado. Ciertamente así es, pero la meta de todo creyente debería ser hacer la voluntad de Dios como en el cielo. Mientras más elevada la meta, más lejos estamos de lo que no agrada a Dios. ¿No será que tal vez estoy dispuesto ha hacer la voluntad de Dios solamente en algunas cosas pero en otras no? ¿Soy un tipo de persona cuando estoy de rodillas ante Dios y una persona totalmente diferente cuando estoy de pié? ¿Soy humilde cuando oro, pero orgulloso en mi negocio? ¿Soy sumiso en la iglesia, pero un dictador en mi vida de negocios? ¿Soy amable cuando estoy en la iglesia pero un déspota en mi hogar con mi esposa y con mis hijos? ¿Me someto en todo o solamente en algunas cosas? ¿Existen cosas en mi vida que todavía no las he sometido al control del Espíritu Santo? ¿Tal vez mis íntimos pensamientos, tal vez las cosas que veo en la televisión o el Internet, tal vez las conversaciones que oigo, tal vez cualquier pecado secreto? ¿Me fastidio de hacer la voluntad de Dios? ¿Obedezco a Dios solamente para quedar bien con la gente? Cada vez que oro con el entendimiento diciendo al Padre: Hágase tu voluntad, como en el cielo así también en la tierra, estoy afirmando mi deseo profundo de hacer la voluntad de Dios instantáneamente, constantemente, perfectamente y gozosamente. ¿Cómo está su vida amigo oyente? ¿Cómo está mi vida? ¿Verdad que nos falta mucho para llegar a la meta establecida por Dios? Siendo así le invito a que se una a mí en el clamor a nuestro Padre pidiéndole que por su Espíritu podamos identificar con claridad las áreas de nuestra vida que todavía no hemos rendido al Señor y una vez que lo hayamos identificado, que lo confesemos a Dios como un pecado para asegurarnos perdón y limpieza, y además que decidamos algún tipo de plan para no volver a caer en los hábitos que no honran a Dios, en los cuales hemos hecho nuestra voluntad mas no la voluntad de Dios. Si dependemos de Dios, el poder que ya nos ha sido dado, nos permitirá lograr victoria. No olvide jamás que al orar al Padre diciendo: Hágase tu voluntad, como en el cielo así también en la tierra, estamos expresando nuestro profundo anhelo por ver que la voluntad de Dios se haga en este mundo y también en nuestra vida. Que Dios le continúe bendiciendo abundantemente.

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