La alabanza en la oración, cuando dice: Porque tuyo es el reino

Cordiales saludos amable oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando la oración modelo que el Señor Jesús enseñó a sus discípulos, lo que popularmente se conoce como el Padrenuestro. En esta oportunidad vamos a examinar lo que implica la alabanza en la oración, cuando dice: Porque tuyo es el reino.

Si tiene una Biblia cerca, ábrala en Mateo 6:9-13. Esto es parte de lo que se conoce como el Sermón del Monte, y en él, el Señor Jesús, atendió el pedido de sus discípulos en el sentido que les enseñe a orar. Se trata entonces del modelo de oración que el Señor Jesús enseñó a sus discípulos. La oración comienza identificando a quien se debe dirigir la oración. Se la debe hacer a Dios el Padre. Los creyentes somos hijo de Dios por el hecho de haber recibido al Señor Jesús como Salvador. Si alguien no ha recibido al Señor Jesús como Salvador no tiene el derecho o la potestad de ser hecho hijo de Dios y por tanto no puede llamar Padre a Dios. La oración en sí mismo comprende siete pedidos divididos en dos grupos. El primer grupo está formado por tres pedidos que comienzan adorando al Padre cuando dice: Santificado sea tu nombre. Después viene el clamor por que venga el reino de Dios y termina con un pedido por que la voluntad de Dios se haga en la tierra, así como ya se hace en el cielo. El segundo grupo está formado por cuatro pedidos. El primero de ellos apela a la bondad del Padre cuando dice: El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. El segundo de ellos apela a la misericordia del Padre cuando dice: Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. El tercero apela a la sabiduría y al poder del Padre cuando dice: Y nos metas en tentación. El cuarto apela a la fortaleza del Padre cuando dice: Mas líbranos del mal. La oración termina con frases de alabanza al Padre. En esta ocasión vamos a estudiar esa parte que dice: Porque tuyo es el reino. Al final del versículo 13 de Mateo 6, una vez que se han mencionado los siete pedidos, leemos lo siguiente: Porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén. Esta es la manera como termina la oración modelo. Se trata de alabanza absoluta. Antes de proseguir, será bueno mencionar que en el pasaje paralelo a este en el Evangelio según Lucas, específicamente en Lucas 11:2-4 no aparece esta alabanza. Según muchos eruditos bíblicos, la frase que estamos estudiando ha sido añadida en el Evangelio según Mateo, y por eso no aparece en algunos manuscritos antiguos, por lo cual esta frase no se incluye en las traducciones católico romanas y en algunas traducciones protestantes. Sin embargo, esta frase que estamos estudiando y que consta en el Evangelio según Mateo en la traducción Reina Valera, aparece en muchos manuscritos también antiguos y a nuestro modesto criterio es la manera más lógica de terminar esta oración tan maravillosa. Dicho esto, vayamos directamente a extraer la enseñanza de esa alabanza: Porque tuyo es el reino. ¿Qué es lo que da confianza al hijo de Dios a orar a su Padre diciendo: Santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy; y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores, y no nos metas en tentación, más líbranos del mal? Son pedidos extraordinariamente grandes que abarcan el mundo espiritual y el mundo material. Pues lo que da confianza al hijo de Dios a orar de esta manera es el hecho que el Padre es digno de toda confianza, porque su nombre es sobre todo nombre, su poder es infinito, su sabiduría no tiene límites, su soberanía jamás ha sido amenazada. Todo esto está encerrado en esa frase que parece insignificante: Porque tuyo es el reino. La palabra de Dios enseña que existe un reino visible y material y que existe un reino invisible y espiritual. También se habla de un reino de tinieblas y de un reino de luz, pero estrictamente hablando no existen dos reinos ni dos reyes, sino uno: Porque tuyo es el reino. Salmo 24:1 dice: De Jehová es la tierra y su plenitud;
El mundo,  y los que en él habitan.
Apocalipsis 19:6 dice: Y oí como la voz de una gran multitud,  como el estruendo de muchas aguas,  y como la voz de grandes truenos,  que decía:  ¡Aleluya,  porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina!
Qué maravilloso: El Señor nuestro Dios Todopoderoso, reina, tiempo presente, no dice reinará, tiempo futuro. No es que el Señor Jesús va a ser Rey, el Señor Jesús ya es Rey ahora. Mucha gente piensa que Dios ha perdido el control de este mundo y que hoy mismo se encuentra trabajando en algún plan para recuperar la soberanía de este mundo que está fuera de su control. Pero esto no es lo que enseña la palabra de Dios. Satanás puede ser el príncipe de este mundo, y puede rebelarse contra la autoridad de Dios, al punto de ofenderle y entristecerle. Puede ser que haya trigo y cizaña en este mundo, pero Satanás va a ser arrojado al lago de fuego, la cizaña será arrojada al horno de fuego y los rebeldes van a ser destruidos. ¿Por qué? Porque tuyo es el reino. Así que amigo oyente, el Señor Jesucristo es Rey. Este momento es Rey por derecho. Su muerte y resurrección arrebataron a Satanás de cualquier intento de supremacía. Pero el día de su coronación está en el futuro. Cuando llegue el momento, será coronado como Rey y ante él se doblará toda rodilla. Él es Rey por derecho soberano hoy, pero un día futuro todo el mundo se inclinará ante él en sumisión reconociendo su supremacía y señorío. Mientras tanto, no es que las leyes del mal gobiernan este mundo, sino las leyes celestiales porque el Señor Jesucristo está por encima de todo por su gloria. Todo poder e imperio humano, aunque no lo reconozcan o no lo quieran reconocer, existe solamente para cumplir con los propósitos eternos de Dios. En este deteriorado mundo en el que vivimos, el Señor Jesús gobierna soberanamente. Porque tuyo es el reino. Pero ¿qué tiene que ver todo esto conmigo en forma personal? Bueno, cuando en nuestra oración decimos: Porque tuyo es el reino, estamos reconociendo que tanto usted como yo somos súbditos del Rey. ¿Ha nacido en este reino? Entonces el Rey espera que su vida manifiesta el fruto debido, cosas como justicia, gozo, paz en el Espíritu Santo. ¿No es verdad que a veces buscamos establecer nuestra propia justicia y nos jactamos de nuestros propios logros? El trono de nuestro corazón está ocupado por aquel tirano llamado el yo. Aunque de labios para afuera decimos que el Señor Jesús es el Rey, en el fondo, nuestras actitudes y nuestros hechos demuestran lo contrario. Es fácil decir: Porque tuyo es el reino, pero en la práctica, ¿quién gobierna nuestra vida? Cuentan que un pobre hombre analfabeto que tenía una vida entregada al vicio y a la impiedad, recibió a Cristo como su personal Salvador en una reunión del Ejército de Salvación. Cierto domingo retornó a su casa muy afligido luego de haber estado en el culto dominical del Ejército de Salvación. ¿Qué te pasa? Le preguntó su mujer. Yo pensaba que ya te habías convertido. Ya soy convertido, respondió él, pero me siento muy afligido porque todos en la reunión del Ejército de Salvación tenían sacos rojos menos yo. Oh, respondió su esposa. Eso es fácil arreglar, yo tejeré un saco rojo para ti. Así que durante esa semana la esposa tejió un saco rojo para su esposo. Cuando llegó el domingo el hombre se puso su saco rojo y salió contento a la reunión dominical del Ejército de Salvación. Pero al volver estaba afligido como la vez anterior. La esposa le preguntó ¿y qué te pasó ahora? Mira, le dijo él. Lo que pasó es que todos tenían unas bonitas letras blancas bordadas en sus sacos rojos, menos yo. Se refería al sello del Ejército de Salvación, pero como era analfabeto no sabía el significado de las letras. ¿Y ahora, qué hacemos? Dijo la esposa. ¿Qué letras bordo en tu saco rojo? La pobre esposa también era analfabeta y por tanto no sabía qué bordar en el saco rojo de su marido. Pero al mirar por la ventana, notó que en el negocio frente a su casa habían colocado una pancarta, así que decidió copiar las letras y bordarlas en el saco rojo de su marido. El siguiente domingo el hombre llegó a su casa radiante de la felicidad. Sabes qué mi amor, dijo a su esposa, todos me felicitaron por mi saco rojo porque tenía las mejores letras. ¿Sabe lo que sin saber había bordado la esposa en el saco rojo de su esposo? Decía así: Ahora, bajo nueva administración. Interesante. ¿Está su vida bajo una nueva administración? Quiera Dios que sí. Cada vez que en alabanza decimos al Padre en oración: Porque tuyo es el reino, estamos afirmando que nuestra vida está bajo nueva administración. Ya no administra el viejo yo sino el Rey, el Señor Jesucristo.

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