Judas declara lo que Dios puede y lo que Dios merece

Reciban saludos cordiales amigos oyentes. Es un gran privilegio compartir este tiempo con Uds. Con la ayuda del Señor, en nuestro estudio bíblico, hemos cubierto ya casi toda la epístola de Judas. El estudio bíblico de hoy será el último dentro de esta serie. Al terminar su carta Judas pone su mirada sobre Aquel que hizo posible la salvación y de su corazón brotan palabras de alabanza y adoración, las cuales serán el tema de nuestro estudio bíblico de hoy.

Abra su Biblia en la epístola universal de Judas versículos 24 y 25. La primera parte del versículo 25 identifica la persona a quien se refiere todo este pasaje. Es al único y sabio Dios, nuestro Salvador. Esta frase puede aplicarse tanto al Padre, porque la salvación fue su idea como al Hijo porque él es el autor y consumador de nuestra salvación. Tanto el Padre como el Hijo pueden atribuirse el título del único sabio Dios, nuestro Salvador. Con esta idea en mente, Judas declara lo que El puede y lo que El merece. En cuanto a lo que él puede notamos dos acciones extremadamente importantes y beneficiosas para todo creyente. Primeramente, El es poderoso para guardarnos sin caída. La primera parte del versículo 24 dice «Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída» Esta es una obra importante del único y sabio Dios nuestro Salvador. El es lo suficientemente poderoso como para evitar que caigamos de la posición a la cual él mismo nos ha llevado. El nos puso como santos delante de él, eso es algo que jamás cambiará. Es muy interesante qué nuestra seguridad de salvación no depende de nuestra propia fuerza o de nuestra propia habilidad para mantenernos firmes en la fe o de nuestra propia capacidad para contrarrestar la apostasía y vivir vidas santas. Nada de esto, amigos oyentes, nuestra seguridad de salvación no depende de lo que hagamos o dejemos dé hacer sino de Aquel que es poderoso para guardarnos sin caída. Si Ud. ha recibido a Cristo como su Salvador, Ud. está seguro en él porque es él no Ud. quien, le guarda para no tropezar y caer. Al mirar como la apostasía va en aumento y como personas o instituciones que nos parecían tan bien fundamentadas en la fe van cediendo a la apostasía, de pronto nos embarga un temor que algo parecido nos pueda pasar también a nosotros, pero en realidad, si estamos firmes en Cristo, no hay razón para temer porque estarnos en Aquel que es poderoso para guardarnos sin caída. En segundo lugar, según la segunda parte de Judas 24 dice «El es poderoso para presentarnos sin mancha delante de su gloria con gran alegría». La salvación que nos fue otorgada en Cristo va más allá de la liberación del castigo del infierno. Dios nos salvó para eso y para mucho más. Note por ejemplo lo que el Hijo incluyó en su oración antes de ir a la cruz del Calvario. Juan 17:22-24 dice «La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mi, para sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mi me has amado. Padre aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo» Ni siquiera se hace mención de la liberación del castigo por el pecado en este pasaje. El Hijo está orando al Padre en el sentido que los que han sido dados a él vean y compartan la gloria que es suya. ¿No le parece algo extraordinario? Sin duda que si. Ahora, sabe una cosa, para estar ante la gloria de Dios, tenemos que ser sin mancha. Nuestro carácter tiene que ser transformado radicalmente. Esto significa que en carácter tenemos que ser perfectos como El es perfecto, puros como El es puro, santos como él es santo. Nada menos que lo perfecto, puro y santo puede estar en la presencia de: Dios, pero Ud. y yo sabemos que no somos perfectos, que no somos puros, que no somos santos, necesitamos entonces que alguien nos haga perfectos puros y santos si algún día vamos a estar ante la gloria de Dios. Quien nos hace perfectos, puros y santos es el único y sabio Dios, nuestro Salvador. El es lo suficientemente poderoso para hacer eso, pero él no hará eso en contra de la voluntad de nadie. Dios no quiere poblar el cielo con personas que no quieren estar allí, amigos oyentes. Para que Dios nos haga perfectos, puros y santos, primeramente debemos ser perdonados por nuestros pecados y eso se consigue cuando por fe recibimos a Cristo como nuestro Salvador. Si Ud. mi amigo, mi amiga, todavía no ha recibido a Cristo Jesús como su Salvador personal, no piense que algún día compartirá la gloria de Dios, porque por mas que se esfuerce, por sus propios medios, Ud. nunca llegará a ser lo suficientemente perfecto puro y santo como para poder estar ante la gloria de Dios. Solo Dios puede hacer que pecadores como nosotros seamos transformados en seres perfectos puros y santos y esa obra la hace en aquellos que por fe reciben el perdón de pecados en Cristo. No desperdicie su oportunidad de ser salvo y de estar ante la gloria de Dios, hoy mismo reciba a Cristo como su Salvador. Note también que cuando Cristo nos presente sin mancha delante de su gloria, lo hará con gran alegría. Habrá un profundo gozo en Cristo cuando presente a su iglesia ante el Padre como una iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga ni ninguna cosa semejante. Fue la anticipación de este gozo lo que en cierta forma hizo llevadero los dolores de la muerte que Cristo soportó en la cruz. Hebreos 12:2 dice que por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz menospreciando el oprobio. Esto entonces es lo que él puede. Es poderoso para guardarnos sin caída y es poderoso para presentarnos sin mancha delante de su gloria con gran alegría. Muy bien. Ahora pensemos en lo que él merece. Sobre esto Judas propone cuatro cualidades llenas de significado. Primero. Gloria. Esto hace referencia al supremo honor que él merece por lo que él es y por lo que él ha hecho por nosotros. Segundo, majestad, esto hace referencia a la dignidad y el esplendor que él merece como el Supremo Monarca del universo, tercero, imperio, esto se refiere a su derecho irrefutable de dominar todo lo que él mismo ha creado para su propia gloria. Cuarto y último, potencia, esto se refiere a la autoridad suprema que posee, para hacer lo que a él le plazca y esté conforme con su carácter. Estas cuatro cualidades describen bastante bien la esencia de la deidad. Y todo esto fue suyo en el la eternidad pasada, es suyo en el presente y será suyo por la eternidad futura. Dios no ha cambiado un ápice a través de la eternidad. Hebreos 13:8 dice «Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos». Judas añade el Amén a todo esto, diciendo así es. Cristo Jesús es poderoso para guardarnos sin caída aun en medio de la más recia apostasía. Cristo Jesús es poderoso para presentarnos sin mancha delante de su gloria con gran alegría. Cristo Jesús merece la gloria por los siglos de los siglos. Cristo Jesús merece la majestad por los siglos de los siglos. Cristo Jesús merece el imperio por los siglos de los siglos y Cristo Jesús merece el poder por los siglos de los siglos. ¿Habrá acaso una descripción más sublime para una persona tan sublime como el único y sabio Dios nuestro Salvador? Hermosa manera de terminar una carta llena de enseñanza acerca de mantenernos alerta en contra de la apostasía. Si. El mundo podrá desmoronarse a nuestro alrededor. Los apóstatas podrán multiplicarse por millones, pero los que somos hijos de Dios estamos protegidos por Aquel que es digno de toda la gloria, majestad, imperio y potencia.

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