Empoderar a los pobres Pt. 2

Bienvenido a una emisión más de nuestro programa, es una verdadera bendición poder estar junto a ustedes este día. Bien, en el programa anterior empezamos una nueva serie titulada “Evangelio global” en la cual vimos la respuesta de Jesús a la pregunta de un experto en la ley, y Jesús le respondió a través de una de las historias más populares de la Biblia, pero hoy quiero pedirles que, dejes de lado todos tus esquemas mentales o ese sentimiento egocéntrico que te hace creer que ya sabes de lo que hablaremos, y quiero pedirte que le des una oportunidad a Dios, de hablar directamente a tu corazón a través de escuchar su Palabra.

Entonces, si tomas tu Biblia y me acompañas a Lucas 10 del 25 al 37 podrás encontrarte con la parábola del buen samaritano, y el punto de inicio de esto, está en los versos del 25 al 27, esto dice: “Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?  Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees? Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo”. Y acto seguido, Jesús dice: “Bien has respondido; haz esto, y vivirás. Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese. ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Vé, y haz tú lo mismo”.

Mira, el punto fundamental de esta historia, no sólo es ayudar a otras personas, es sobre la necesidad de un corazón nuevo. Piénsalo conmigo, si esta historia hubiera sido sólo para enseñarnos a ayudar a otras personas, entonces Jesús lo habría dicho de manera diferente. Si Jesús sólo quería enseñarnos lo importante de ayudar a otros, quizás lo hubiera hecho de manera más efectiva, podría haber dicho algo como: “imagina que un judío camina por el camino y ve a un hombre golpeado, robado y medio muerto. Y a medida que el hombre judío se acerca a él, se da cuenta de que se trata de un samaritano y, aunque hay un profundo prejuicio contra los samaritanos, el hombre judío se detiene y lo cuida, lo lleva a una posada y lo provee”.  Esta es una historia sobre ayudar a otras y cuidar a otros, incluso cuando sus prejuicios pueden estar en su contra. Entonces, ¿por qué Jesús nos lleva en esta ronda de cuestiones con un sacerdote y un levita, que conducen al punto sobresaliente de la historia, que es cuando Jesús presenta a un samaritano como el héroe?¿Por qué Jesús cuenta esta historia de esta manera? Piénsalo. Porque Jesús sabe que tan pronto como mencione al samaritano como el héroe de la historia, tan pronto como mencione a un samaritano en el corazón de este experto de la ley surgirá un profundo odio hacia ese samaritano. Lo que Jesús está haciendo es que Él se descubra, exponiendo la falta de misericordia y la falta de amor en el centro del corazón de este hombre que necesita ser transformado radicalmente. Lo que hace Jesús es, mostrarle intencionalmente a este hombre que al querer justificarse a sí mismo y en su odio hacia los samaritanos, demuestra una falta total de amor y de misericordia.

Ese es el punto. El hombre necesita un corazón nuevo y si vamos a ser misericordiosos, esta es la clave, cualquiera puede contar una historia en el mundo hoy sobre alguien que está necesitado y que deberías preocuparte por ellos, pero esa no es la imagen de misericordia bíblica y evangélica que estamos viendo en Lucas 10. Lo que estamos viendo aquí es algo expuesto en nuestros corazones que, si no se cambia, inhibirá nuestra capacidad de mostrar misericordia en el mundo que nos rodea. Y cuando cambie, cuando nuestros corazones sean transformados por la misericordia de Cristo, mostraremos una misericordia radical que no se parece a ninguna otra cosa en este mundo. Entonces, como iglesia, ¿cómo conseguimos ese tipo de misericordia? Mira, como iglesia, individuos o familias debemos demostrar al mundo que estamos marcados por, y caracterizados por la misericordia radical que es distinta del mundo. Solamente así, las personas mirarían a la iglesia, y dirían que hay una misericordia que fluye de esa gente, de esos individuos y familias impactados por Dios. Hay una misericordia que fluye de ellos que se ve totalmente diferente a todo lo demás en el mundo. Y ante eso, la pregunta es ¿Cómo podemos obtener ese corazón de misericordia?Así que hoy, quiero mostrarte los pasos hacia un corazón de misericordia que Jesús nos acaba de mostrar:

Primero, mira el amor que Dios requiere. El amor que Dios requiere se ejemplifica cuando el abogado le preguntó a Jesús qué tenía que hacer para heredar la vida eterna, a lo cual, Jesús no señalo al cumplimiento de la ley porque la ley podría ayudarlo, Jesús señaló a la ley porque la ley nos muestra nuestra necesidad de salvación. ¿Qué dice la ley? La ley tiene dos requisitos principales que se enfatizan aquí: Amar a Dios por sobre todo y amar a tu prójimo como a ti mismo. Es decir: un amor indivisible por Dios; un corazón y una mente total, perfecta y, completamente absortos en amor por Dios. Esto es lo que la ley requiere: amor indivisible y afecto sin división por Dios. E inmediatamente después de esto, la ley requiere amor desinteresado por los demás. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Piensa en esta imagen del samaritano, él encuentra a una persona que ni siquiera conoce. Imagínate como si estuvieras caminando por un callejón oscuro en el centro de la ciudad y ves a un hombre gimiendo de lado. Él ha estado herido. Una pandilla obviamente se le ha acercado, lo ha golpeado y lo ha dejado casi muerto. Y cuando lo ves te das cuenta de que la pandilla, podría estar en la oscuridad mirándote en este momento. Entonces, ¿tu primer instinto es, correr hacia él o huir de esa escena? Bueno, el samaritano podría huir de la escena y llamar a alguien en auxilio. Es decir, no seamos demasiado duros con el sacerdote o el levita aquí. Veámonos a nosotros mismos en esta imagen y nos daremos cuenta de que muchas veces, incluso nosotros podemos no ayudar a los demás por miedo a que a nosotros nos pase algo similar.

Pero lo que vemos en el hombre samaritano es un amor desinteresado que, sin duda alguna, ayuda a alguien que ni siquiera conoce, ayuda a alguien a quien se supone que debe despreciar y no sólo que lo ayuda, sino que, comienza a preocuparse por él. ¿Alguna vez has hecho eso?, ¿alguna vez ha visto a alguien con una necesidad urgente e inmediatamente, sin duda o vacilación, hiciste lo que sea necesario para satisfacer esa necesidad?, ¿alguna vez has hecho eso por alguien? Supongo que todo el mundo tiene a alguien por quien lo ha hecho. Cuando te encontraste en una necesidad urgente respondiste de inmediato, sin preguntas ni dudas para asegurarte de que tu necesidad este prevista y Jesús dice que debes amar a tu prójimo de esa manera. Amor por los extraños, amar a los enemigos ¿Es eso natural? Absolutamente no. ¿Quién puede estar a la altura de este estándar? Amor indivisible para Dios y amor desinteresado para los demás. ¿Quién intentará justificarse frente a ese estándar? Nadie puede y ese es el punto. Mira, debes ver el amor que Dios requiere y luego abrazar el amor que Dios ofrece. Para entender nuestra historia es necesario comprender nuestra pobreza, para brindar cuidado a los pobres necesitamos darnos cuenta de nuestra propia pobreza. Y esto es lo que Jesús estaba haciendo en el corazón de este hombre, sin embargo, él no estaba entendiendo.

Piénsalo, ¿qué pasaría? si Jesús hubiese dicho como respuesta, lo que está escrito en la ley y el hombre respondiera “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu mente, y con toda tu fuerza” y “ama a tu prójimo como a ti mismo”. Y Jesús hubiera dicho: tienes razón, tú has respondido correctamente. Haz esto y vivirás. ¿Qué ocurriría si el hombre al escuchar esto de Jesús respondiera, que le es imposible hacer eso?, demostrando que no puede amar a Dios con todo lo que tiene, no puede amar a su prójimo como él mismo, porque no puede demostrar ese tipo de amor. Reconociendo que no puede vivir a la altura del estándar, pidiendo piedad, seguro habría cambiado el sentido de la conversación. Toda la conversación habría cambiado. Lo que este hombre necesitaba hacer es darse cuenta de su propia pobreza. Él pensó que era espiritualmente rico, pero era espiritualmente pobre, tratando de justificarse a sí mismo. Para poder tener este tipo de corazón de misericordia debemos darnos cuenta de nuestra pobreza, porque así se abre el camino para que recibamos misericordia de parte de Dios. Solamente al darnos cuenta, de nuestra pobreza podemos ser partícipes de su misericordia.

No te confundas, el hombre con quien puede ser identificado el experto en la ley, es con el hombre que fue golpeado, que está necesitado. Debemos tener cuidado de no cometer ciertos errores alegóricos al tomar en cuenta pequeños detalles y aplicarlos a diferentes situaciones. Porque la realidad es que esta imagen indudablemente nos muestra el patrón de la misericordia de Dios a lo largo de toda la Escritura. La realidad de las Escrituras es que, tú y yo estábamos muertos en nuestros pecados, mintiendo en nuestra desobediencia, merecedores de la muerte eterna, y Dios empobreció a su único Hijo para venir a nosotros en medio de las heridas de nuestro pecado, para: sanarnos, levantarnos, limpiarnos y para hacernos sanos y pagar el precio de todo eso. Esta es la misericordia de Dios hacia nosotros. Nosotros nunca podremos mostrar la misericordia divina a los demás hasta que seamos nosotros mismos quienes recibamos la misericordia divina. Nunca podremos mostrar a Dios como la misericordia hasta que conozcamos a Dios como la misericordia, y esto es lo que hace que la compasión del evangelio cristiano sea distinta. Que, si no clamas por misericordia de Dios, no importa cuán bueno puedas ser según los estándares de este mundo, te encontrarás limitado en la misericordia que mostrarás, porque la misericordia de Dios que necesitamos está en nuestros propios corazones que se desborda, se encuentra en la belleza al ver el amor que Dios. Abrazamos el amor que Él ofrece. Es decir, reconocemos la necesidad de piedad de nosotros, para conducirnos al tercer paso. Que es preguntarnos si es que estamos dando amor que Dios desea.

La misericordia que fluye de nosotros hacia los demás es inspirada en el evangelio y la gracia. Es por eso que vemos una y otra y otra vez en las Escrituras que el amor por Dios está conectado con el amor a los demás, porque cuando el amor a Dios es una realidad en tu corazón, entonces el amor hacia los demás es el desbordamiento sobrenatural de lo que Dios tiene hecho en tu corazón; su amor marca este principio. El amor de Dios es convincente, su corazón, su misericordia, su gracia en nosotros nos cambia y transforma la forma en que vemos a los demás.

Espero que nos puedas acompañar en nuestra siguiente emisión. Que Dios te bendiga.

 

 

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