El milagro del Señor Jesús de caminar sobre las aguas

Qué gozo saludarle amable oyente. Soy David Logacho dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el evangelio según Juan. En esta oportunidad vamos a estudiar otro milagro realizado por el Señor Jesús, con la finalidad de demostrar que es el Cristo, el Hijo de Dios y para que creyendo en él tengamos vida eterna.

Abramos nuestras Biblias en Juan 6:15-21. Este pasaje bíblico tiene que ver con el milagro del Señor Jesús de caminar sobre las aguas. Este es el quinto de siete milagros que registra Juan en su evangelio con el propósito de demostrar que el Señor Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios y para que creyendo en su nombre tengamos vida eterna. Los evangelios de Mateo y Marcos también registran este milagro. Como antecedente, conforme a lo que vimos en nuestro último estudio bíblico, el Señor Jesús y sus discípulos estaban acompañados por una gran multitud. Solamente los varones eran como cinco mil. Contando mujeres y niños deben haber sido el doble o el triple. Muy probablemente todos estaban en camino desde Galilea hasta Jerusalén, por cuanto estaba cercana la fiesta de la pascua. Haciendo un alto en el camino, el Señor Jesús ascendió a un monte y comenzó a enseñar a la multitud. El tiempo pasó tan rápido y de pronto ya estaba por caer la noche. El Señor Jesús sabía que la multitud no sólo estaba hambrienta espiritualmente, sino también físicamente. Sensible a esta necesidad, el Señor Jesús preguntó a Felipe para probarle: ¿De dónde compraremos para que coman éstos? Felipe hizo cuentas y según sus cálculos, doscientos denarios, equivalente al salario de un trabajador por doscientos días, no bastarían para que cada uno de la multitud tome un poco. En otras palabras, era imposible alimentar a tantos, porque no tenían el dinero para comprar alimentos. En eso apareció Andrés acompañado de un muchacho que tenía cinco panes de cebada y dos pececillos y mirando al Señor Jesús dijo: ¿Qué es esto para tantos? Humanamente hablando no es nada, pero divinamente hablando, eso es todo lo que el Señor Jesús necesitó para hacer el milagro de la multiplicación. Acto seguido, el Señor Jesús ordenó a sus discípulos que hagan recostar a la gente sobre la hierba del campo y tomando aquellos panes y habiendo dado gracias, los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados; asimismo de los peces, cuando querían. Todos comieron hasta quedar saciados e inclusive sobraron doce cestas de pedazos. Asombroso. Viendo todo esto, hablando del Señor Jesús, la multitud dijo: Este verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo. Hacían referencia al profeta de quien habló Moisés en el libro de Deuteronomio. Vieron en el Señor Jesús a alguien que les podría proveer de alimento y tal vez del liderazgo para librarse de la opresión del imperio romano. Inmediatamente tramaron tomar al Señor Jesús para proclamarlo como rey. Es en este punto en donde se inscribe el pasaje bíblico que tenemos para nuestro estudio de hoy. Lo primero que notamos es al Señor Jesús retirándose de la escena. Juan 6:15 dice: Pero entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte él solo.
El Señor Jesús conocía el corazón de la multitud, y sabía lo que estaban tramando. Querían apoderarse de él. Esto denota utilizarle como objeto para lograr sus propósitos meramente materiales, desconociendo el principal propósito por el cual el Señor Jesús estaba en el mundo. El Señor Jesús vino para morir en lugar del pecador, para que el pecador que cree en él obtenga perdón de pecado y por tanto vida eterna. Por supuesto que el Señor Jesús es rey, pero antes de ceñirse la corona, primero tenía que humillarse hasta lo sumo, y esto aconteció en la cruz del calvario. El Señor Jesús no permitió ser utilizado con fines egoístas y por tanto se retiró al monte él solo. Los evangelios de Mateo y Marcos registran que el Señor Jesús se retiró al monte él sólo con el propósito de orar. En segundo lugar tenemos la prueba para los discípulos. Juan 6:17-18 dice: Al anochecer, descendieron sus discípulos al mar,
Joh 6:17  y entrando en una barca, iban cruzando el mar hacia Capernaum. Estaba ya oscuro, y Jesús no había venido a ellos.
Joh 6:18  Y se levantaba el mar con un gran viento que soplaba.
Mientras el Señor Jesús estaba orando solo en el monte, sus discípulos descendieron a las orillas del mar de Galilea y entraron en una barca con rumbo a Capernaum. Era ya de noche y estaba muy oscuro. Mientras navegaban se levantó una tormenta en el mar. La furia del temporal era tal que Juan dice que se levantaba el mar con un gran viento que soplaba. Los discípulos deben haber estado aterrados en medio de este mar embravecido. Detengámonos aquí para hacer una reflexión. ¿Sabía el Señor Jesús que sus discípulos iban a estar en medio de una tormenta en el mar aquella noche? Por supuesto que sí. El Señor Jesús es Dios, nada está oculto de él. Sin embargo, permitió que sus discípulos se hagan a la mar. ¿Será que quiso hacer daño a sus discípulos? Por supuesto que no. El Señor Jesús permitió que sus discípulos estén en tremenda prueba para mostrar que él es más que suficiente para protegerlos, para mostrar que es el amo sobre la naturaleza, porque muy pronto iba a caminar sobre las aguas embravecidas y con una orden suya, la tormenta se iba a transformar en dulce calma. El Señor Jesús camina por sobre la tormenta. Los discípulos tal vez no lo sabían, pero mientras ellos estaban sacudidos por la tormenta, el Señor Jesús estaba orando en el monte. ¿Cuál habrá sido su pedido de oración? Yo me imagino que debe haber estado orando por ese puñado de discípulos que estaban en medio de la tormenta. Así es amigo oyente. Cuando nos encontramos en medio de nuestras propias tormentas de la vida, no estamos solos, podemos saber que nuestro Salvador el Señor Jesús está intercediendo a favor de nosotros, para que estemos firmes en medio de la tormenta. En tercer lugar, tenemos el milagro del Señor Jesús. Juan 6:19-21 dice: Cuando habían remado como veinticinco o treinta estadios, vieron a Jesús que andaba sobre el mar y se acercaba a la barca; y tuvieron miedo.
Joh 6:20  Mas él les dijo: Yo soy; no temáis.
Joh 6:21  Ellos entonces con gusto le recibieron en la barca, la cual llegó en seguida a la tierra adonde iban.
Cuando le levantó la tormenta sobre el mar, los discípulos estaban de veinticinco a treinta estadios mar adentro. Esto significa unos cuatro a cinco kilómetros desde donde partieron. De pronto, sus corazones deben haber dado un vuelco. Sobre el temor que ya tenían por lo fuerte de la tormenta, se añadió el temor de ver una figura humana caminando sobre las aguas acercándose a la embarcación. En los evangelios de Mateo y Marcos encontramos que inclusive los discípulos pensaban que se trataba de un fantasma. En algún momento deben haber reconocido que se trataba del Señor Jesús quien andaba sobre el mar y se acercaba a la barca. Una vez cerca, oyeron su voz diciendo: Yo soy, no temáis. ¡Hermoso! ¿No le parece? Qué ánimo trae al corazón saber que cuando estamos atravesando por nuestras propias tormentas en la vida, el Señor Jesús no sólo ora por nosotros, sino también está cerca, para consolarnos, para animarnos, para sostenernos. Nosotros también, con los oídos de la fe podemos escuchar su maravillosa voz diciendo con claridad: Yo soy, no temáis. Cuando el Señor Jesús pronunció esas dos palabras: Yo soy, estaba utilizando uno de los varios nombres para Dios. El Señor Jesús es el Yo soy, lo que en esencia significa el nombre Jehová. El relato prosigue diciendo que los discípulos recibieron con gusto al Señor Jesús en la barca. Los evangelios de Mateo y Marcos informan que una vez que el Señor Jesús subió a la barca, cesó el viento y la barca llegó a salvo a Capernaúm. El Señor Jesús se mostró como el Todopoderoso, suficiente para proteger en medio de la tormenta, capaz de desafiar la ley de la gravedad caminando sobre el agua, capaz de estar por encima de la tormenta, capaz de reprender a un mar embravecido. Ese es el Dios en quien confiamos amable oyente. Tal vez en este mismo momento usted está en medio de alguna tormenta. A lo mejor fue abandonada de su esposo o fue abandonado de su esposa. A lo mejor alguno de la familia está con una enfermedad que parece incurable, o tal vez usted mismo. A lo mejor le despidieron de un trabajo. Tal vez fracasó un negocio. A lo mejor se rompió una relación de noviazgo que parecía tan prometedora. El futuro se presenta sombrío, parece que no hubiera salida. Ánimo amable oyente. El Señor Jesús está intercediendo por usted, para que su fe no falte. El Señor Jesús está caminando por sobre la tormenta con su mano extendida hacia usted diciendo: Yo soy, no temas. No siga más en aflicción, en temor, en desesperanza. Aférrese al Señor Jesús, permítale que entre a la embarcación de su vida, como su Salvador si todavía no ha confiado en él, o como su ayudador, si ya lo ha recibido como su Salvador. Cuando lo haga, verá como los espesos nubarrones de tormenta se alejan y comenzará a brillar el sol de la esperanza.

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