La parábola de la vid y los pámpanos

Qué bendición saludarle amable oyente. Soy David Logacho dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el evangelio según Juan. En esta ocasión vamos a examinar la parábola de la vid y los pámpanos.

Abramos nuestras Biblias en Juan 15:1-11. Como antecedente, una vez que el Señor Jesús terminó su enseñanza a los once, porque Judas Iscariote ya no estaba, salieron del recinto donde tuvo lugar lo que llamamos la última cena. Era ya de noche. No se puede saber con precisión si fue por el camino o en algún otro lugar, que el Señor Jesús continuó enseñando a sus once apóstoles. Juan registra lo que se conoce como la parábola de la vid y los pámpanos. Una parábola es una historia real o ficticia, muy conocida por los oyentes, de la cual se extrae una lección espiritual. Juan 15:1 dice: Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador.
Esta es la séptima vez que el Señor Jesús utiliza la expresión: Yo soy, para referirse a algún aspecto de su persona. Estas dos palabras, constituyen la esencia de lo que significa el nombre Jehová. En este caso, el Señor Jesús es la vid verdadera. En el Antiguo Testamento, se describe a la nación de Israel como una vid plantada por Jehová. Lamentablemente, la nación de Israel, fracasó en manifestar el fruto que Jehová esperaba de ella. Isaías 5:7 en su última parte dice: y esperaba que diese uvas, y dio uvas silvestres.
Esta es la razón por la cual el Señor Jesús se presenta a sí mismo como la vid verdadera, es decir el perfecto cumplimiento de lo que el labrador, el Padre celestial, esperaba de su vid. Ahora note lo que dice Juan 15:2. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto.
Los pámpanos son las ramas, por decirlo así, que unidas a la vid, producen las uvas, el fruto de la vid. El texto muestra que existe algunos pámpanos que a pesar de estar unidos a la vid, sin embargo no llevan fruto. El labrador quita a estos pámpanos de la vid. Esto no significa que cuando un creyente genuino, no produce el fruto que el Padre espera, pierde su salvación. Lo que significa es que el creyente que no lleva el fruto que Dios espera, corre riesgo de ser quitado de este mundo como una medida de disciplina. En cambio, todo pámpano que lleva fruto, es limpiado, para que lleve más fruto. El pámpano que lleva fruto simboliza al creyente que está creciendo hacia la madurez en Cristo. El labrador, el Padre celestial, limpia a estos creyentes, con la finalidad de aumentar su fruto. La limpieza del creyente será el resultado de poner en práctica lo que dice Dios en su palabra. Esto se confirma por lo que dice Juan 15:3 Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado.
Lo que limpia a un creyente es la palabra de Dios. Los apóstoles ya fueron limpiados cuando recibieron la palabra del Señor Jesús y reconocieron que es el Cristo, el Hijo de Dios, el Mesías. En este punto, el Señor Jesús en su parábola se enfoca sobre los pámpanos. Algo interesante es que los pámpanos no pueden producir fruto a menos que estén unidos a la vid. De igual manera, los creyentes no podemos producir fruto a menos que estemos totalmente unidos a la vid que es Cristo. Note lo que dice Juan 15:4 “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí” Permanecer significa mantenerse en el lugar donde está en determinado momento. El creyente está en Cristo; este es el lugar donde se encuentra. En su vida diaria el creyente debería permanecer en íntima comunión con el Señor. El pámpano que permanece en la vid recibe la rica sabia de la vid, y esto resulta en producir fruto. De la misma manera, el creyente debe permanecer en Cristo invirtiendo tiempo en oración, leyendo y obedeciendo su palabra, en comunión con otros creyentes. Sólo así el creyente producirá el fruto que Dios busca en él. El pámpano sólo puede llevar fruto si permanece en la vid. La única manera que los creyentes puedan llevar el fruto de un carácter semejante al de Cristo es viviendo en constante contacto con el Señor. Ponga atención a lo que dice Juan 15:5 “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos, el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer” El pámpano tiene un solo y único propósito. Dar fruto. No sirve para otra cosa. No sirve para fabricar muebles o casas. Ni siquiera sirve como leña. Lo único para lo que sirve es para dar fruto, siempre y cuando permanezca en la vid. Cuando un pámpano no permanece en la vid, no puede dar fruto y en consecuencia, es cortado, se seca y se quema. Note lo que dice Juan 15:6 “El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará, y los recogen y los echan en el fuego, y  arden” Este versículo ha sido motivo de mucha controversia, al interpretarlo en el sentido de que un creyente que no produce fruto puede perder su salvación. Pero no es así. La evidencia bíblica en cientos de otros textos no apoya esta conclusión. El tema que se trata no es la salvación, sino la permanencia y el fruto que resulta de ella. Como consecuencia de la negligencia en permanecer en la vid, un creyente se pone en una situación de riesgo, y en tal caso, es echado fuera, o desechado como pámpano, en el sentido de quedar inutilizado para cumplir con el propósito de Dios de producir fruto. Los pámpanos echados fuera entran a un proceso degenerativo. Note: Son cortados, se secan y terminan en el fuego. Un propósito totalmente diferente del propósito de Dios para los pámpanos. La voluntad de Dios es que los pámpanos lleven fruto. A continuación, el Señor Jesús se refirió a uno de los muchos beneficios que resultan de permanecer en la vid. Observe lo que dice Juan 15:7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho.
Permanecer en Cristo, entendiéndose esto en el sentido de una comunión íntima con él, resulta en una exitosa vida de oración. La razón para esto es que mientras más cerca estemos del Señor Jesús, y más dispuestos estemos a obedecer su palabra, más pensaremos como el Señor piensa y de esa manera, nuestros pedidos de oración serán los mismos pedidos que haría el Señor Jesús, de modo que todo lo que pidamos en su voluntad será hecho. La vida fructífera de un creyente es un gran motivo para que el Padre celestial sea glorificado. Esto es lo que dice el Señor Jesús según Juan 15:8. En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.
El verbo glorificar significa hacer digno de honra o de honor. Hacer digno de honra o de honor al Padre debería ser la meta de todo genuino creyente. ¿Cómo lograrlo? Algunos piensan que la única manera es diciendo: ¡Gloria a Dios! o ¡Alabado sea el Señor! o cantando a voz en cuello, o levantando las manos. Pero el Señor Jesús dice que glorificamos a Dios el Padre, cuando llevamos mucho fruto. Este fruto es una vida que se parece más y más a la vida del Señor Jesús cuando estuvo en este mundo. Cuando el mundo ve a un pecador totalmente transformado, glorifica al Padre celestial, o rinde honor al Padre celestial. Ya que estamos hablando de mucho fruto, es notorio observar una interesante progresión en la parábola de la vid y los pámpanos. El pámpano comenzó sin llevar fruto, después avanzó a llevar fruto, después progresó a llevar más fruto y terminó llevando mucho fruto. Esto es lo que Dios quiere para todos los que somos creyentes. Quiere que llevemos fruto, pero que no nos conformemos con eso, sino que llevemos más fruto, pero que no nos conformemos con eso, sino que llevemos mucho fruto. ¿Está creciendo en el fruto que manifiesta amable oyente? La progresión en el fruto es una prueba de que en realidad somos discípulos del Señor Jesús. Acto seguido el Señor Jesús se refiere a la calidad de amor entre él y los suyos, los pámpanos que llevan mucho fruto. Juan 15:9 dice: Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor.
El amor que tiene el Señor Jesús para los que somos suyos es el mismo amor que el Padre celestial tiene para su Hijo, el Señor Jesús. Esto es asombroso. Medítelo amable oyente. La mente humana no lo puede entender en su total dimensión, pero es una realidad. Qué bendición. Esto debe ser como el combustible que hace mover a un motor para entregar toda su potencia. Por eso el Señor Jesús dijo a sus discípulos: Permaneced en mi amor. A veces nos sentimos como despreciados por el mundo, pero eso no importa. Lo que verdaderamente importa es que el Señor Jesús nos ama de la misma manera que él es amado por su Padre celestial. Maravilloso. Siguiendo adelante en la misma línea de pensamiento, el Señor Jesús nos va a mostrar que esto de permanecer en el amor del Señor Jesús, no es cuestión de emociones sino de acción. Note lo que dice Juan 15:10 Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.
Permanecer en el amor del Señor Jesús es resultado de guardar o cumplir con los mandamientos del Señor Jesús. Nada ganamos llenándonos la boca afirmando que amamos al Señor Jesús, si no lo demostramos por medio de cumplir con sus mandamientos. El mejor ejemplo de este principio es el mismo Señor Jesús. El Señor Jesús ha guardado los mandamientos de su Padre y por tanto con sobrada razón puede afirmar que permanece en el amor de su Padre. Con nosotros los creyentes debería ser igual. Porque guardamos los mandamientos del Señor Jesús, permanecemos en el amor del Señor Jesús. Finalmente, el Señor Jesús cierra con broche de oro esta parte de su enseñanza mostrando que cumplir con lo que acaba de decir resulta en gozo. Juan 15:11 dice: Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.
El Señor Jesús rebosó del gozo que resulta de permanecer en Su Padre. Este es el gozo del cual él habla. El Señor Jesús quiere que este mismo gozo que él tiene, sea también una realidad en los que somos sus discípulos. Lo que produce este gozo en los que somos sus discípulos es la permanencia en él. Sólo así, nuestro gozo será cumplido. ¿Quiere una vida de gozo como creyente? Entonces practique el permanecer en Cristo, en oración, en su palabra, en la obediencia a su palabra y en el servicio.

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