El Señor Jesús apenas días antes de su crucifixión

Es muy grato saludarle amiga, amigo oyente. Soy David Logacho, dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el evangelio según Lucas. En esta oportunidad vamos a ver a dos grupos importantes de la sociedad judía, acosando al Señor Jesús apenas días antes de su crucifixión.

Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Lucas 20:20-40. En este pasaje bíblico tenemos a dos grupos de judíos acosando al Señor Jesús, vanamente tratando de encontrar alguna falta digna de muerte. Como antecedente, el Señor Jesús había relatado una parábola que claramente mostraba el espíritu de rebeldía contra Dios que había caracterizado a los líderes de Israel a lo largo de su existencia como nación. Esto produjo enorme enojo en ellos, de modo que procuraban echarle mano en ese mismo momento, pero no lo hicieron por el temor a la reacción del pueblo que escuchaba de buena gana la enseñanza del Señor Jesús. Los primeros que arremetieron contra el Señor Jesús fueron los principales sacerdotes y los escribas. En el versículo 20 encontramos la misión de los acusadores. La Biblia dice: Y acechándole enviaron espías que se simulasen justos, a fin de sorprenderle en alguna palabra, para entregarle al poder y autoridad del gobernador.
El verbo que se ha traducido como “asechar” significa investigar a fondo. Esto es lo que hacían los sacerdotes con los animales que iban a ser sacrificados en el templo, para asegurarse que no tenga algún defecto. Sin quererlo, los sacerdotes estaban examinando al Señor Jesús, el Cordero de Dios. No encontraron ninguna falta, como se hará evidente más adelante. Para cumplir su propósito, los sacerdotes y escribas enviaron espías que se simulasen justos. La palabra “simulasen” es la traducción de la palabra griega “hupocrinomai” palabra relacionada con la palabra hipócrita. Los espías escondían su impiedad detrás de una máscara de justicia. La meta era sorprender al Señor Jesús en alguna palabra, de modo de tener un justificativo par entregarle en manos del gobernador romano, es decir de Poncio Pilato. Luego tenemos la trampa de los acusadores. Lucas 20:21-22 dice: Y le preguntaron, diciendo: Maestro, sabemos que dices y enseñas rectamente, y que no haces acepción de persona, sino que enseñas el camino de Dios con verdad.
Luk 20:22  ¿Nos es lícito dar tributo a César, o no?
Intentando esconder su verdadero carácter, los espías se llenan la boca lisonjeando al Señor Jesús. Nuevamente aquí, aunque no lo sentían, los espías estaban diciendo cosas apropiadas del Señor Jesús. Era un Maestro, lo que decía y enseñaba lo hacía con rectitud, no hacía acepción de personas, y enseñaba el camino de Dios con verdad. Note que es posible decir muchas cosas verdaderas, pero sin sentirlo, como fue el caso de los principales sacerdotes y escribas. Es lo que normalmente llamamos hablar de dientes para afuera. En este marco, pensando que el Señor Jesús no lo notaría, hicieron la pregunta tramposa. ¿Nos es lícito dar tributo a César, o no? Esta es una pregunta en la cual una respuesta negativa o positiva pondría al Señor Jesús en contra de alguien. Como Israel estaba bajo dominio del imperio romano, los judíos tenían que pagar impuestos, o tributo, al gobierno romano. Mírelo así: Si la respuesta del Señor Jesús hubiera sido: No es lícito dar tributo a César, los romanos se pondrían en contra del Señor Jesús, acusándolo de rebelión contra el imperio romano. Si la respuesta del Señor Jesús hubiera sido: Si es lícito dar tributo a César, en cambio los judíos se pondrían en contra del Señor Jesús, acusándolo de traicionar la causa judía. De cualquier manera el Señor Jesús hubiera salido perdiendo. Veamos como el Señor Jesús salió bien librado de sus acusadores. Lucas 20:23-25 dice: Mas él, comprendiendo la astucia de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis?
Luk 20:24  Mostradme la moneda. ¿De quién tiene la imagen y la inscripción? Y respondiendo dijeron: De César.
Luk 20:25  Entonces les dijo: Pues dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.
El Señor Jesús tiene la capacidad no sólo de oír las palabras que salen de la boca de una persona, sino también lo que hay en el corazón de la persona que dice esas palabras. El Señor Jesús estaba totalmente al tanto de la hipocresía y la astucia de los espías y por eso les hace la pregunta ¿Por qué me tentáis? Con esta pregunta, los espías quedaron desenmascarados. Pero esto no libraba al Señor Jesús de responder a la pregunta. Para eso, pidió a los espías que le muestren la moneda y una vez que todos los presentes la vieron, preguntó a los espías: ¿De quién tiene la imagen y la inscripción? La moneda que mostraron al Señor Jesús fue acuñada por el imperio romano y en una de las caras tenía la imagen del rostro de César, y en la otra cara, la imagen de él mismo, pero sentado en su trono con túnicas sacerdotales. Los espías respondieron bien a la pregunta del Señor Jesús, cuando dijeron: De César. La respuesta del Señor Jesús fue contundente: Pues dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios. Las cosas pertenecen a la imagen que la portan. La moneda tenía la imagen de César, entonces es de César. La gente tiene la imagen de Dios, entonces es de Dios. El Señor Jesús reconoce la distinción entre las responsabilidades políticas y las responsabilidades espirituales. A César se le debían los tributos y la obediencia a todo lo que determine, siempre y cuando no contradiga algo que expresamente se dice en la palabra de dios. A Dios se le debe adoración, obediencia, servicio y la entrega total de la vida. Al oír esto, los espías deben haber salido como perro con la cola entre las piernas. Esto es lo que dice Lucas 20: 26. Y no pudieron sorprenderle en palabra alguna delante del pueblo, sino que maravillados de su respuesta, callaron.
A medida que el día avanzaba, también avanzaba el acoso al Señor Jesús. Esta vez por parte de los Saduceos. Lucas 20:27-33 dice: Llegando entonces algunos de los saduceos, los cuales niegan haber resurrección,(C) le preguntaron,
Luk 20:28  diciendo: Maestro, Moisés nos escribió: Si el hermano de alguno muriere teniendo mujer, y no dejare hijos, que su hermano se case con ella, y levante descendencia a su hermano.(D)
Luk 20:29  Hubo, pues, siete hermanos; y el primero tomó esposa, y murió sin hijos.
Luk 20:30  Y la tomó el segundo, el cual también murió sin hijos.
Luk 20:31  La tomó el tercero, y así todos los siete, y murieron sin dejar descendencia.
Luk 20:32  Finalmente murió también la mujer.
Luk 20:33  En la resurrección, pues, ¿de cuál de ellos será mujer, ya que los siete la tuvieron por mujer?
Los saduceos eran rivales de los fariseos, pero tratándose del Señor Jesús, los enemigos unieron fuerzas para sorprender al Señor Jesús en alguna palabra y entregarle al gobernador romano para ser ejecutado. Los saduceos eran en realidad un partido fundamentalmente político dentro del judaísmo. La mayoría de sus miembros pertenecían a la clase sacerdotal. Entre sus doctrinas principales negaban la resurrección. Su pregunta tenía que ver con esto justamente. Para ello, echaron mano de una parte de la ley que se conoce con el nombre de levirato, descrita en Deuteronomio 25:5-10 según la cual, el hermano de un hombre que moría sin hijos, tenía que casarse con la viuda de su hermano para proveer un heredero. Esto permitía asegurar que las líneas familiares se mantengan intactas y las viudas sean cuidadas adecuadamente. Los saduceos llevan esta ley a un extremo inconcebible tratando de destruir la doctrina bíblica de la resurrección. Su pregunta al Señor Jesús fue: Asumiendo que existe resurrección ¿Cuál de todos los siete hermanos que tuvieron a la viuda por mujer, será el esposo de ella? Veamos cuál fue la respuesta del Señor Jesús. Se encuentra en Lucas 20:34-40. La Biblia dice: Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Los hijos de este siglo se casan, y se dan en casamiento;
Luk 20:35  mas los que fueren tenidos por dignos de alcanzar aquel siglo y la resurrección de entre los muertos, ni se casan, ni se dan en casamiento.
Luk 20:36  Porque no pueden ya más morir, pues son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección.
Luk 20:37  Pero en cuanto a que los muertos han de resucitar, aun Moisés lo enseñó en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob.(E)
Luk 20:38  Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven.
Luk 20:39  Respondiéndole algunos de los escribas, dijeron: Maestro, bien has dicho.
Luk 20:40  Y no osaron preguntarle nada más.
Lo que para los saduceos representaba un gran dilema, el Señor Jesús lo hace sencillo. Simplemente dice: En la tierra es necesario que la gente se case, entre otras cosas, con el propósito de reproducción, pero en el cielo, los que son dignos de estar allí, una vez resucitados, no necesitan casarse, porque en el cielo no hay muerte, nadie muere, sino que los resucitados que moran en el cielo se parecen a los ángeles en el sentido que no tienen necesidad de reproducirse. No está diciendo que los que resucitan se transforman en ángeles, sino que así como los ángeles no se reproducen, los resucitados tampoco se reproducen. Habiendo puesto esto en claro, el Señor Jesús confirma la doctrina de la resurrección por medio de lo que hizo Moisés, personaje tan respetado por todo judío, inclusive por los saduceos. Cuando el Señor, o Jehová, llamó a Moisés desde una zarza ardiendo, se identificó como Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob. Abraham, Isaac y Jacob habían muerto siglos antes de este hecho. La conclusión obvia es que estaban vivos, a pesar de no estar en este mundo, porque Dios no es Dios de muertos sino de vivos. Esto fue tan contundente que algunos escribas que estaban presentes se vieron forzados a decir: Maestro, bien has dicho. Los saduceos deben haberse retirado derrotados y avergonzados.

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