La limpieza del templo

Es motivo de mucho gozo saludarle amiga, amigo oyente. Soy David Logacho, dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy en el evangelio según Lucas. En esta oportunidad vamos a estudiar el pasaje bíblico que relata la limpieza del templo.

Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Lucas 19:45-48. A manera de introducción recordemos lo que vimos en nuestro último estudio bíblico. Acompañado de sus discípulos y una gran multitud, el Señor Jesús llegó a Jerusalén montado en un pollino de asno. Era la manera como en aquellos tiempos se movilizaban los reyes. Repleta de gozo, la multitud tendía sus túnicas en el camino para que el Señor Jesús pase por encima y había otros que tendían ramas en el camino. Era la manera como se rendía honores a un rey. A una sola voz, la multitud alababa a Dios por las maravillas que habían visto hacer al Señor Jesús, y pronunciaban esas memorables palabras: ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo y gloria en las alturas! El evangelio de Marcos dice que la gente proclamaba a gran voz: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino de nuestro padre David que viene! ¡Hosanna en las alturas! La palabra Hosanna significa: Salva ahora. Los discípulos y la multitud estaban convencidos que había llegado el momento para que el Señor Jesús establezca su reino en Jerusalén derrocando a la opresión del imperio romano. Cuan lejos estaban de la verdad. El Señor Jesús lo anunció, pero ellos no lo entendieron. El reino de Dios con el Señor Jesús como rey había sido pospuesto porque Israel había rechazado ya al Señor Jesús. ¿Por qué entonces el Señor Jesús entró a Jerusalén como rey y recibió los honores de un rey? Por dos razones. Primero como cumplimiento de la profecía en Zacarías 9:9 donde dice: Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna.(
Segundo para estimular a los líderes de Israel a que le entreguen a muerte por crucifixión durante la fiesta de la Pascua, porque la idea original de los líderes de Israel era matarlo después de la Pascua. De esta manera, el Señor Jesús murió exactamente en el día y en la hora que los judíos acostumbraban sacrificar el cordero pascual. El Señor Jesús es nuestro Cordero pascual que quita el pecado del mundo. Una vez que llegó a Jerusalén, al ver la ciudad saturada de pecado e incredulidad, el Señor Jesús derramó lágrimas de dolor. El Señor Jesús sabía que por el hecho de haberle rechazado como el Cristo, el Mesías de Israel, Jerusalén iba a ser sitiada por sus enemigos e iba a caer en sus manos al punto que no quedará piedra sobre piedra de la ciudad ni del templo. Esto se cumplió en el año 70 DC cuando Tito y sus tropas sitiaron a Jerusalén y luego de unos meses de sitio, arrasaron con Jerusalén. Destruyeron la ciudad y el templo y enviaron al exilio a los sobrevivientes. Lucas no lo registra, pero esto debió haber sido lo último que hizo el Señor Jesús el primer día que llegó a Jerusalén. Según la información en los otros evangelios, al caer la tarde el Señor Jesús salió de Jerusalén y se fue a la aldea de Betania, donde moraban sus amigos Marta, María y Lázaro. Al siguiente día volvió a Jerusalén, según relata Marcos en su Evangelio. Betania estaba bastante cerca de Jerusalén. En el camino vio de lejos una higuera que tenía hojas. Fue a ver si hallaba en ella algo; pero cuando llegó a ella, nada halló sino hojas, pues no era tiempo de higos. Entonces maldijo a la higuera y la higuera estaba seca el día siguiente. A continuación llegaron a Jerusalén. Aquí es donde se inscribe el pasaje bíblico que tenemos para nuestro estudio de hoy. Lucas 19: 45-48 dice: Y entrando en el templo, comenzó a echar fuera a todos los que vendían y compraban en él,
Luk 19:46  diciéndoles: Escrito está: Mi casa es casa de oración;(E) mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.(F)
Luk 19:47  Y enseñaba cada día en el templo;(G) pero los principales sacerdotes, los escribas y los principales del pueblo procuraban matarle.
Luk 19:48  Y no hallaban nada que pudieran hacerle, porque todo el pueblo estaba suspenso oyéndole.
No olvide amable oyente, que todo esto aconteció en la semana que se celebraba la fiesta de la Pascua. Todo judío debía estar en Jerusalén en esta fiesta para presentar sus ofrendas y sacrificios en el templo, conforme a lo que estipulaba la ley que Dios dio a Israel por medio de Moisés. El templo tenía un área, la más externa, en la cual podía estar cualquier persona. Es a esta área a la cual entró el Señor Jesús con sus discípulos. Lo que vio allí era de lo más deprimente. Se parecía a un mercado. Había gente vendiendo y comprando animales para los sacrificios. Había gente cambiando dinero, porque el dinero que debían entregar al templo no era el dinero que normalmente usaban, sino un dinero especial para uso exclusivo en los asuntos del templo. Los principales sacerdotes hacían gran negocio de todo esto. Se usaba la religión para obtener cuantiosas fortunas mal habidas. Los pastores ya no vivían para las ovejas, sino vivían de las ovejas. En su Evangelio, Marcos provee algunos detalles. Marcos 11:15-16 dice: Vinieron, pues, a Jerusalén; y entrando Jesús en el templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban en el templo; y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas;
Mar 11:16  y no consentía que nadie atravesase el templo llevando utensilio alguno.
Acto seguido, el Señor Jesús enseñaba diciendo: Escrito está: Mi casa es casa de oración; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones. Al decir: Mi casa es casa de oración, el Señor Jesús estaba cintando un texto del Antiguo Testamento que se encuentra en Isaías 56:7 donde dice:  yo los llevaré a mi santo monte, y los recrearé en mi casa de oración; sus holocaustos y sus sacrificios serán aceptos sobre mi altar; porque mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos.
El templo debía ser casa de oración pero fue convertido en cueva de ladrones. La palabra cueva denota el lugar hacia donde corren los ladrones para esconderse después de haber cometido sus fechorías. Los principales sacerdotes y la gente en general estaban usando el templo para esconderse después de cometer sus fechorías. ¡Qué mal! Diríamos muchos. Pero no seamos prontos para apuntarles con el dedo. Antes de condenarlos debemos preguntarnos a nosotros mismos si alguna vez hemos participado en alguna actividad espiritual con el único propósito de impresionar a la gente para que piensen bien de nosotros. Triste reconocerlo, pero tal vez la mayor parte de la gente que asiste a los cultos dominicales, no está allí porque realmente va a adorar a Dios, sino por costumbre, o para complacer a alguien, o como en el caso del templo de Jerusalén, para hacer del templo cueva de ladrones, en el sentido de refugio para esconder las fechorías que hemos cometido durante la semana. Cuidado amable oyente con convertir nuestros templos en cueva de ladrones. Una vez que esta parte del templo quedó limpia de compradores y vendedores, el Señor Jesús se ocupó de enseñar a la gente. El templo había vuelto a ser lo siempre debió haber sido. Un lugar de oración, un lugar de adoración, un lugar donde se aprende sobre Dios y su palabra. La nota discordante, como en otras ocasiones, la pusieron los principales sacerdotes, los escribas y los principales del pueblo. Se trata de la flor y nata de la nación de Israel. De antemano, estas personas habían decidido ya quitar la vida al Señor Jesús, pero no querían hacerlo durante la celebración de la Pascua sino después, una vez que los peregrinos retornen a sus lugares de origen. Pero lo que hizo el Señor Jesús en el templo, tocó fibras sensibles de estas personas. El negocio se les vino abajo. Esto no lo podían tolerar y por eso dice Lucas que procuraban matar al Señor Jesús. Afanosamente buscaban algún pretexto convincente para condenar a muerte al Señor Jesús, pero no lo encontraban. No sólo eso, sino que todo el pueblo estaba absorto escuchando las enseñanzas del Señor Jesús. Más tarde en la semana encontrarían la forma de entregar al Señor Jesús para ser crucificado. ¿Qué podemos aprender de todo esto? La lección más importante es que no debemos usar la iglesia como cueva de ladrones. ¿En qué sentido? Pues en el sentido de esconder la maldad que llevamos dentro. La solución no es dejar de congregarnos. La solución es examinar nuestra vida y si hay algo que no agrada a Dios, debemos reconocerlo, confesarlo y sacarlo de allí. De esta manera podremos participar en las reuniones de la iglesia con un corazón puro y con las manos limpias.

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