La segunda comparecencia del Señor Jesús ante el gobernador romano Poncio Pilato

Cordiales saludos amable oyente. Muchas gracias por su sintonía. Soy David Logacho dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el evangelio de Lucas. En esta oportunidad vamos a estudiar la segunda comparecencia del Señor Jesús ante el gobernador romano Poncio Pilato.

Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Lucas 23:13-23. Como antecedente, muy temprano a la mañana, el sanedrín llevó al Señor Jesús ante el gobernador romano Poncio Pilato. Tenían que hacerlo para obtener su aprobación para matar al Señor Jesús. La pena capital debía ser emitida por el gobernador romano. Una vez ante Pilato, el sanedrín y la turba que acompañaba acusó al Señor Jesús de pervertir a la nación, de prohibir dar tributo a César, y de auto proclamarse rey. Mirando la condición en la que estaba el Señor Jesús, Pilato no prestó atención a las dos primeras acusaciones, pero sí a la tercera. Por eso preguntó al Señor Jesús: ¿Eres tú el Rey de los judíos? La respuesta del Señor Jesús fue: Tú lo dices. Esta respuesta bastó a Pilato para saber que el Señor Jesús no representaba peligro alguno para el imperio romano y para César, el emperador. Por tanto dijo a los principales sacerdotes y a la gente. Ningún delito hallo en este hombre. Fue la primera vez que Pilato reconoció que el Señor Jesús era inocente de todos los cargos que le imputaban. Pero el sanedrín y la gente porfiaba diciendo: Alborota al pueblo, enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea hasta aquí. Al escuchar la palabra Galilea, a Pilato se le ocurrió una ingeniosa salida para evitar seguir tratando el caso del Señor Jesús. Como Galilea estaba bajo la jurisdicción de Herodes Antipas, tendría que ser Herodes Antipas quien trate el caso del Señor Jesús. Así que, ordenó que el Señor Jesús sea llevado ante Herodes Antipas, quien justamente estaba en Jerusalén en aquel día. Herodes Antipas hizo muchas preguntas, pero el Señor Jesús no abrió su boca. Ante esto, Herodes Antipas, con sus soldados le menospreció y le escarneció vistiéndole de una ropa espléndida y volvió a enviarlo a Pilato. En esencia, Herodes Antipas tampoco encontró nada digno de muerte en el Señor Jesús. En este punto es donde comienza el pasaje bíblico que tenemos para nuestro estudio de hoy. Lo que encontramos en primer lugar es la segunda vez que Pilato afirma la inocencia del Señor Jesús. Lucas 23:13-16 dice: “Entonces Pilato, convocando a los principales sacerdotes, a los gobernantes, y al pueblo, les dijo: Me habéis presentado a éste como un hombre que perturba al pueblo; pero habiéndole interrogado yo delante de vosotros, no he hallado en este hombre delito alguno de aquellos de que le acusáis. Y ni aun Herodes, porque os remití a él; y he aquí, nada digno de muerte ha hecho este hombre. Le soltaré, pues, después de castigarle.” El plan que tenía Pilato para librarse de tratar el caso del Señor Jesús no le funcionó. Nuevamente tenía en su presencia al Señor Jesús. Fue así como convocó a los principales sacerdotes y a los gobernantes, digamos al sanedrín, y al pueblo en general para informarles lo que pensaba sobre el Señor Jesús. Franca y abiertamente anunció que la acusación en contra de él en cuanto a que perturba al pueblo, no ha sido comprobada. Por tanto el Señor Jesús es inocente de este cargo. Siendo voluble como era, Pilato se apoyó en lo que hizo Herodes Antipas, y dijo: Ni aun Herodes ha encontrado algo digno de muerte en este hombre. Es la segunda vez que Pilato afirma que el Señor Jesús es inocente. Pero aquí es cuando Pilato hace algo que muestra lo escabroso de su carácter. ¿Por qué? Pues porque si estaba convencido que el Señor Jesús es inocente, debió haber dejado inmediatamente en libertad al Señor Jesús, y más aún, debió haber levantado cargos contra el sanedrín por haber acusado falsamente a una persona inocente. Pero todo lo contrario, Pilato decide algo que va totalmente en contra de lo que acabó de afirmar. Dijo: Le soltaré, pues. Hasta allí todo bien, pero acto seguido añadió: Después de castigarle. Esto es algo totalmente injusto y totalmente ilógico. Si el Señor Jesús es inocente, ¿Por qué tenía que ser castigado? Cabrían dos razones. La primera, porque el Padre soberanamente lo decidió así, para cumplir con su propósito. El Señor Jesús no fue una víctima de Pilato. Todo lo que le sucedió obedecía a los inescrutables designios de Dios el Padre. La segunda, porque Pilato percibió el odio que el sanedrín y el pueblo en general tenía en contra del Señor Jesús, y vio en esto una oportunidad para hacer algo que según él sería bien recibido por los judíos. Castigar injustamente al Señor Jesús era una forma de congraciarse con los judíos para obtener algún rédito político. Pilato no era creyente, por supuesto, y está manifestando algo que todo incrédulo haría. Me refiero a vender sus convicciones para sacar algún provecho personal. En el caso de él provecho político. Los creyentes debemos ser muy celosos en cuanto a no sacrificar nuestras convicciones espirituales para obtener algún provecho personal. No sacrifiquemos nuestras convicciones espirituales en el altar del beneficio personal. En segundo lugar, encontramos la tercera vez que Pilato afirma que el Señor Jesús es inocente. Lucas 23:17-25 dice: “Y tenía necesidad de soltarles uno en cada fiesta. Mas toda la multitud dio voces a una, diciendo: ¡Fuera con éste, y suéltanos a Barrabás! Este había sido echado en la cárcel por sedición en la ciudad, y por un homicidio. Les habló otra vez Pilato, queriendo soltar a Jesús; pero ellos volvieron a dar voces diciendo: ¡Crucifícale, crucifícale! El les dijo por tercera vez: ¿Pues qué mal ha hecho éste? Ningún delito digno de muerte he hallado en él; le castigaré pues, y le soltaré. Mas ellos instaban a grandes voces, pidiendo que fuese crucificado. Y las voces de ellos y de los principales sacerdotes prevalecieron. Entonces Pilato sentenció que se hiciese lo que ellos pedían; y les soltó a aquel que había sido echado en la cárcel por sedición y homicidio, a quien habían pedido; y entregó a Jesús a la voluntad de ellos.” Pilato se encontraba en una encrucijada. Por un lado estaba su convicción de que el Señor Jesús es inocente, aunque estaba dispuesto a castigarle injustamente, y por otro lado estaba el afán de congraciarse con los judíos. Una vez más intentó salir bien librado de todo esto. Esta vez fue echando mano de una costumbre que había en aquella época. Como una muestra de buena voluntad para con los judíos existía la costumbre de soltar un preso judío en cada fiesta judía. Pilato pensó que tal vez los judíos aceptarían que sea el Señor Jesús, quien quede en libertad en esa fiesta de la pascua. En el evangelio según Mateo se dice que Pilato hizo la propuesta al sanedrín y al pueblo: ¿A quién queréis que os suelte: a Barrabás, o a Jesús, llamado el Cristo? Este plan para librarse de tener que tratar el caso del Señor Jesús, tampoco funcionó a Pilato, porque el sanedrín incitó al pueblo a que pidan a Barrabás. Barrabás estaba en prisión por sedición, robo y homicidio. Al oír la respuesta del pueblo, Pilato hizo otra pregunta: ¿Qué pues haré de Jesús, llamado el Cristo? Todo el sanedrín y el pueblo clamaron a viva voz: ¡Sea crucificado! De esta manera estaba por cumplirse con la voluntad de Dios el Padre en cuanto a que su Hijo el Señor Jesús, tendría que morir, pero no de cualquier manera, sino crucificado. Al oír el pedido del sanedrín y del pueblo, Pilato dijo por tercera vez: ¿Pues qué mal ha hecho éste? Ningún delito digno de muerte he hallado en él; le castigaré, pues, y le soltaré. Oyendo esto, el sanedrín y el pueblo alzaron la voz tan alto como podían para gritar a voz en cuello: ¡Crucifícale, crucifícale! Algo interesante es que la noche anterior a todo esto, uno de los discípulos del Señor Jesús, Pedro, le negó tres veces. Ahora tenemos a un hombre impío, Pilato, confesando tres veces que el Señor Jesús es inocente. ¡Qué ironía! Pilato se vendió una vez más. Dice el texto que las voces del sanedrín y del pueblo prevalecieron. Mateo relata que delante del pueblo, Pilato tomó agua y se lavó las manos, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros. Pobre hombre, pensar que un lavado de manos le iba a librar de su responsabilidad de entregar al Justo para que sea crucificado. Por supuesto que todo lo que estaba pasando era el desarrollo de lo que Dios el Padre había determinado desde antes de la fundación del mundo, pero de ninguna manera se libraban de responsabilidad personas como Judas Iscariote, Poncio Pilato, el sanedrín y el pueblo que lo entregó. Pilato sentenció entonces que se haga lo que el sanedrín y el pueblo pedían. Barrabás, el homicida quedó en libertad y el Señor Jesús tomó su lugar para ser crucificado. Barrabás es cuadro o tipo de cada uno de nosotros, pecadores. Así como el Señor Jesús tomó el lugar de Barrabás para morir en lugar de Barrabás, el Señor Jesús tomó el lugar de cada uno de nosotros pecadores, para morir en lugar de nosotros, de modo que aquellos de nosotros que le hemos recibido como Salvador podamos ser librados de la pena de muerte por ser pecadores. Alabado sea el precioso nombre de nuestro Salvador el Señor Jesús.

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