Los judíos de Nazaret

Cordiales saludos amable oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy en el Evangelio según Lucas. Le habla David Logacho, para juntos aprender más de la palabra de Dios en este maravilloso Evangelio. En nuestro último estudio bíblico, vimos al Señor Jesús en la sinagoga de Nazaret declarando de la manera más inequívoca que Él es el Mesías de Israel, el Cristo. Sus paisanos judíos, daban buen testimonio de él y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, pero se resistían a creer en él, y con un dejo de indiferencia decían entre ellos: ¿No es éste el hijo de José? Conociendo su pensamiento, el Señor Jesús dijo que se estaba cumpliendo el viejo refrán: Ningún profeta es acepto en su propia tierra. Acto seguido el Señor Jesús habló de que esta fue la razón para que profetas como Elías y Eliseo, hayan tenido que manifestar sus obras milagrosas a personas no judías. Esto enfureció a los judíos de Nazaret, quienes llevaron al Señor Jesús a la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos para despeñarle, pero el Señor Jesús pasó por en medio de ellos y se fue. ¡Qué triste! Los que más cerca estuvieron de Él cuando era niño y joven fueron los primeros en manifestar su abierto rechazo. En este punto comienza el relato de lo que será nuestro tema de estudio el día de hoy.

Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Lucas 4: 31-44. Lo primero que encontramos es el viaje del Señor Jesús de Nazaret a Capernaum y su obra en Capernaum. Lucas 4:31-32 dice: Descendió Jesús a Capernaum, ciudad de Galilea; y les enseñaba en los días de reposo.[b]
Luk 4:32  Y se admiraban de su doctrina, porque su palabra era con autoridad.(K
Qué ironía. Lo que los judíos de Nazaret rechazaron con tanto odio, fue una bendición para los judíos de Capernaum. Esta ciudad estaba ubicada sobre la costa noroccidental del Mar de Galilea, era la ciudad donde vivían Simón Pedro y Andrés, y donde el Señor Jesús llevó a cabo gran parte de su ministerio en Galilea, por lo cual, según Mateo 9:1, el Señor Jesús se refería a Caperanum como “su ciudad” Conforme a su costumbre, el Señor Jesús enseñaba todos los días de reposo en la sinagoga de Capernaum. La gente de Capernaum se quedaba admirada de la enseñanza del Señor Jesús porque su palabra era con autoridad. Quienes salieron perdiendo fueron los judíos de Nazaret, porque fue a raíz del rechazo frontal al Señor Jesús, que el Señor Jesús dejó Nazaret y se fue a Caperanum. Esto se cumple con todos los que hoy en día rechazan al Señor Jesús de cualquier manera. Ellos son los que salen perdiendo, porque el Señor Jesús los pone a un lado y se ocupa en derramar bendición sobre los que lo reciben. En segundo lugar, encontramos el relato del poder del Señor Jesús sobre los demonios. Lucas 4:33-37 dice: Estaba en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu de demonio inmundo, el cual exclamó a gran voz,
Luk 4:34  diciendo: Déjanos; ¿qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Yo te conozco quién eres, el Santo de Dios.
Luk 4:35  Y Jesús le reprendió, diciendo: Cállate, y sal de él. Entonces el demonio, derribándole en medio de ellos, salió de él, y no le hizo daño alguno.
Luk 4:36  Y estaban todos maravillados, y hablaban unos a otros, diciendo: ¿Qué palabra es esta, que con autoridad y poder manda a los espíritus inmundos, y salen?
Luk 4:37  Y su fama se difundía por todos los lugares de los contornos.
Uno de los días de reposo que el Señor Jesús estaba enseñando en la sinagoga de Capernaum, estaba también un hombre que tenía un espíritu de demonio inmundo. Se trata de lo que llamamos un endemoniado. Un endemoniado es aquel que está controlado por uno o más demonios. Los demonios son espíritus inmundos. Por ser inmundos, estos espíritus producen conducta impura en los que son controlados por ellos. Los espíritus inmundos afectan el espíritu, el alma y el cuerpo de los que son poseídos por ellos. Pues, al encontrarse cara a cara con el Señor Jesús en la sinagoga de Capernaum, el demonio exclamó a gran voz por boca del hombre endemoniado diciendo: Déjanos. Este demonio hablaba a nombre de todos los demonios. La presencia del Señor Jesús incomodaba o fastidiaba o amenazaba a los demonios y por eso este demonio dijo al Señor Jesús: Déjanos. Luego el demonio preguntó al Señor Jesús: ¿Qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? El demonio quería saber que es lo que el Señor Jesús quería hacer con ellos. El Señor Jesús no respondió a la pregunta del demonio, porque los demonios sabían qué es lo que el Señor quería hacer con ellos. Ellos dijeron en son de pregunta: ¿Has venido para destruirnos? Esto es lo que temían los demonios. La intervención del demonio concluyó con una aseveración. Dijo: Yo te conozco quien eres, el Santo de Dios. Esto no significa que el demonio creyó en el Señor Jesús, sino que simplemente los demonios reconocen intelectualmente que el Señor Jesús es el Hijo de Dios, el Santo de Dios, pero, al igual que su jefe, Satanás, están en contra de Él. Ante esto, el Señor Jesús simplemente reprendió al demonio con dos órdenes. La primera: Cállate. El Señor Jesús no quería la publicidad de un demonio, por más que el demonio esté afirmando algo verdadero. La segunda: Sal de él. El Señor Jesús está expulsando al demonio que controlaba al hombre. El demonio obedeció sin dilaciones ambas órdenes. El demonio derribó al hombre en medio de la sinagoga y salió de él sin hacerle ningún daño. Este evento hizo que todos en la sinagoga se queden maravillados y el comentario general era: ¿Qué palabra es esta, que con autoridad y poder manda a los espíritus inmundos y salen? El mensaje para ellos era claro. El Señor Jesús tenía poder sobre los demonios. Este hecho y todo lo demás que hizo el Señor Jesús en Capernaum, hizo que su fama se difunda por todos los lugares de los contornos. En tercer lugar, Lucas relata la curación de la suegra de Pedro, evento en el cual el Señor Jesús mostró su poder sobre la enfermedad. Lucas 4:38-39 dice: Entonces Jesús se levantó y salió de la sinagoga, y entró en casa de Simón. La suegra de Simón tenía una gran fiebre; y le rogaron por ella.
Luk 4:39  E inclinándose hacia ella, reprendió a la fiebre; y la fiebre la dejó, y levantándose ella al instante, les servía.
Dejando atrás a una multitud maravillada al ver su poder sobre los demonios, el Señor Jesús se levantó y salió de la sinagoga. No tuvo que caminar mucho para llegar a la casa de Simón Pedro. Al entrar, se encontró con un cuadro doloroso. La suegra de Simón Pedro estaba en cama. Lucas dice que la suegra de Simón Pedro estaba con gran fiebre. La gente que estaba allí pensaba que como el Señor Jesús tenía poder sobre los demonios, tal vez también tendría poder sobre la enfermedad. Confiando en esto, la familia de la suegra de Simón Pedro, pidió al Señor Jesús que la sane. El Señor Jesús se inclinó hacia la suegra de Pedro, quien debe haber estado en cama, y reprendió a la fiebre. Al instante, la fiebre le dejó. La suegra de Pedro se sentía tan bien que se levantó de la cama y se puso a servir a los que estaban en casa. Fue un milagro de sanidad. Todo milagro de sanidad debe seguir este modelo. Así es como realizaron los milagros de sanidad el Señor Jesús y sus apóstoles. Debe haber alguien que ordene a la enfermedad, y que la persona enferma se sane inmediatamente y totalmente, y a que a nadie le queda la menor duda de que se trató de un milagro. Finalmente, el Señor Jesús manifestó su poder sobre los demonios y sobre la enfermedad liberando de demonios a muchos y sanando a muchos. Lucas 4:40-44 dice: Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diversas enfermedades los traían a él; y él, poniendo las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba.
Luk 4:41  También salían demonios de muchos, dando voces y diciendo: Tú eres el Hijo de Dios. Pero él los reprendía y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Cristo.
Luk 4:42  Cuando ya era de día, salió y se fue a un lugar desierto; y la gente le buscaba, y llegando a donde estaba, le detenían para que no se fuera de ellos.
Luk 4:43  Pero él les dijo: Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios; porque para esto he sido enviado.
Luk 4:44  Y predicaba en las sinagogas de Galilea.
El día de reposo terminaba con la puesta del sol. Esto daba libertad para que muchos se acerquen al Señor Jesús trayendo a sus enfermos. El Señor Jesús sanó a todos los enfermos poniendo sus manos sobre ellos. Algunos estaban endemoniados y el Señor Jesús los liberaba. Al salir, los demonios exclamaban: Tú eres el Hijo de Dios. Al igual que lo que hizo en la sinagoga, el Señor Jesús reprendía a los demonios y no les dejaba hablar. Los demonios sabían que el Señor Jesús es el Cristo, pero obviamente no creían en él. El Señor Jesús debe haber estado exhausto al terminar el día, pero esto no le impedía despertarse temprano, e ir a un lugar desierto para orar. La gente le buscaba para recibir sus favores. Cuando le encontraron le rogaron que no se vaya de ellos. La respuesta del Señor Jesús fue que le era necesario ir también a otras ciudades para anunciar el reino de Dios y así cumplir la voluntad de su Padre. Por este motivo el Señor Jesús no sólo se enfocó en Capernaum sino en otras ciudades de Galilea, en las cuales predicaba en las sinagogas. ¡Qué maravilloso es nuestro precioso Salvador!

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