El «delito» de anunciar el evangelio de Jesucristo

Nuevamente llegamos hasta usted para compartir algo mas del interesante tema que estamos desarrollando “La obra de Jesucristo después de su ascensión, por medio del Espíritu Santo” en contados instantes David Logacho estará frente a este micrófono para seguir compartiendo con nosotros este estudio.

I. Introducción. Saludos y bienvenida. Estudio del libro de Hechos en la serie titulada: La obra de Jesucristo después de su ascensión, realizada mediante el Espíritu Santo. Estamos estudiando el segundo viaje misionero de Pablo y sus ayudantes. En nuestro estudio bíblico último dejamos a Pablo y Silas en el calabozo de más adentro de una tenebrosa prisión en Filipos. El único delito, entre comillas, que cometieron fue anunciar el evangelio de Jesucristo. Para hacer más miserable su situación, el carcelero de Filipos les aseguró los pies en el cepo, ese instrumento de tortura que obligaba a mantener los pies en una posición fija muy incómoda. Veamos qué es lo que sucedió a continuación. Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Hechos 16 a partir del versículo 25.

II. Lo primero que notaremos es la actitud de Pablo y Silas en medio de sus difíciles circunstancias. Hechos 16:25 dice: Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían.

Pablo y Silas estaban sufriendo injustamente por la causa de Cristo. Pero en ellos no hay el más mínimo indicio de inconformidad con los tratos de Dios. En lugar de quejarse y lamentar por la situación que estaban viviendo, los encontramos cantando himnos, a pesar del frío porque era la medianoche, a pesar de las heridas, porque fueron azotados sin misericordia, a pesar de la incomodidad porque estaban inmóviles con los pies en el cepo. Lucas dice en su relato que todos los presos los oían. Cuánta sorpresa para el carcelero de Filipos y para los presos. Lo que normalmente oían de los que apenas llegaban a la cárcel eran quejas, amenazas, maldiciones, blasfemias, pero de Pablo y Silas sólo oían alabanzas a Dios. No hay mejor cosa que alabar a Dios cuando las cosas se ponen difíciles. Sólo el Espíritu Santo controlando a una persona pudo producir esto. Pues esta alabanza fue el preludio para una intervención milagrosa de Dios. En segundo lugar notamos el terremoto en Filipos. Hechos 16:26 dice: Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron.

¿Ha estado alguna vez en un terremoto? Los que han pasado por esta experiencia me han dicho que es una experiencia terrorífica. De pronto, todo parece que estuviera descansando sobre gelatina. Lucas dice que se sacudían los cimientos de la cárcel. Cuando cesó el remezón se constató que se habían abierto todas las puertas de la cárcel y sobre eso, se habían soltado las cadenas de todos los presos. El miedo debe haber hecho que los presos no aprovechen la confusión para escapar. El terremoto era la forma que Dios escogió para tratar personalmente con este endurecido carcelero de Filipos. La voz de Dios es a veces como un suave y apacible susurro, como sucedió con Lidia, cuando se convirtió al Señor, pero otras veces, la voz de Dios es como un terremoto, como en este caso, hablando al carcelero de Filipos. Veamos qué sucedió a continuación. En tercer lugar tenemos la reacción del carcelero de Filipos ante la situación. Hechos 16:27 dice: Despertando el carcelero, y viendo abiertas las puertas de la cárcel, sacó la espada y se iba a matar, pensando que los presos habían huido.
Recuerde que todo sucedió al abrigo de la noche, como a la media noche. A esa hora, el carcelero de Filipos debe haber estado durmiendo a pierna suelta. Claro, había asegurado tan bien a los presos, que no había forma de que escapen y no había razón para preocuparse. El remezón le hizo despertar, y viendo que las puertas de la cárcel estaban abiertas, asumió que los presos, entre ellos Pablo y Silas, habían escapado. El carcelero de Filipos sabía muy bien, que la ley romana de ese tiempo decía que si escapaba un preso, el que lo custodiaba tenía que morir. Así que, antes de ser ejecutado, prefirió más bien, quitarse él mismo la vida arrojándose sobre su propia espada. La tendencia humana es hacia asumir siempre lo peor, y por eso nos impacientamos, nos afanamos y tomamos decisiones absurdas, como esta que estaba por tomar el carcelero de Filipos. Menos mal para él, Pablo estaba mirando lo que pasaba e intervino para evitarlo. En cuarto lugar tenemos la intervención de Pablo. Hechos 16:28 dice: Mas Pablo clamó a gran voz, diciendo: No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí.
La oportuna intervención de Pablo evitó que el carcelero de Filipos cometa un grave atentado contra sí mismo. A gran voz, Pablo dijo: No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí. Qué alivio para ese pobre carcelero de Filipos. Qué gran amor el de Pablo. Recuerde que el carcelero de Filipos no fue muy amable que digamos con Pablo y Silas cuando les metió en el calabozo de más adentro y les aseguró los pies en el cepo, pero esto no fue motivo para que Pablo tome venganza de él diciendo tal vez: Bien hecho que te mueras, porque fuiste malo con nosotros. Además, muerto el carcelero de Filipos, Pablo, Silas y los demás presos tendrían todas las posibilidades de escapar. A todas luces que era conveniente que muera el carcelero de Filipos, pero Pablo sabía que era un alma necesitada de salvación y por eso intervino para preservarle la vida. En quinto lugar tenemos, el desesperado pedido del carcelero de Filipos. Hechos 16:29-30 dice: El entonces, pidiendo luz, se precipitó adentro, y temblando, se postró a los pies de Pablo y de Silas; y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?

Cuando ronda la muerte, hasta el más duro se vuelve frágil. Temblando como una hoja de árbol sacudida por el viento, el carcelero de Filipos pidió luz y a la carrera se dirigió al calabozo de más adentro. Allí encontró a Pablo y Silas sueltos de sus cadenas, y al contemplar el cuadro, no hizo otra cosa sino postrarse a los pies de ambos en señal de sincera humildad. Después de todo, Pablo acabó de salvarle la vida. Luego, el carcelero de Filipos, condujo a Pablo y a Silas fuera de la cárcel y les hizo una pregunta crucial. Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? Luego del incidente, el carcelero de Filipos sabía que Dios es real, que Dios es poderoso, que Pablo y Silas estaban de alguna manera relacionados con él, pero sobre todo, sabía que Dios es amor y por ese amor, le había preservado la vida. La única cosa que ocupaba la mente del carcelero de Filipos era cómo tener una relación personal con ese Dios tan especial, de quien nunca antes había oído hablar. ¿qué debo hacer para ser salvo? Es la pregunta que significa la diferencia entre la vida espiritual y la muerte espiritual. Es la pregunta que todo ser humano debería hacerse alguna vez mientras tiene vida en este mundo. En su ignorancia, el carcelero de Filipos pensaba que tendría que hacer algo para ser salvo. Seguramente estaba dispuesto a hacer lo que fuera, pero veamos cuál fue la respuesta de Pablo y Silas. En sexto lugar tenemos la respuesta de Pablo y Silas al carcelero de Filipos. Hechos 16:31 dice: Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.

Pablo y Silas pusieron los puntos sobre las íes, como se dice, y mostraron al carcelero de Filipos que la salvación no resulta de hacer sino simplemente de creer. El carcelero de Filipos es el típico representante de todos los que piensan que el hombre debe ganarse la salvación por su propio mérito, por hacer cosas, tal vez como bautizarse, asistir a la iglesia, levantar la mano, pasar adelante, repetir alguna oración hecha por otro, o algo por estilo. O los que piensan que el hombre debe ganarse la salvación por su propio mérito, por no hacer cosas, tal vez como matar, robar, adulterar, mentir. Pero la Biblia muestra otra cosa, y Pablo y Silas lo dijeron con mucha claridad. La salvación resulta de creer, pero no de creer en cualquier cosa, sino de creer en la persona y obra del Señor Jesucristo. Creer significa confiar absoluta y totalmente. Es total dependencia en lo que es e hizo el Señor Jesucristo. Hay una diferencia entre creer y confiar que alguien lo ilustró de esta manera. Antes de que un equilibrista camine por un cable templado sobre las cataratas del Niágara, preguntó: ¿Cuántos creen que puedo hacer esta hazaña? Todos los espectadores respondieron unánimemente: Creemos todos. El equilibrista usó todo su arte para ir al final del cable, dar vuelta y regresar. Luego preguntó: ¿Cuántos creen que puedo hacer lo mismo, pero esta vez empujando una carretilla con una persona adentro? Todos los espectadores respondieron unánimemente: Creemos todos. Luego el equilibrista preguntó: ¿Quién de ustedes se ofrece de voluntario para subirse en la carretilla? La multitud hizo un profundo y prolongado silencio. Todos creían, pero nadie confiaba. He ahí la diferencia entre creer y confiar. Para ser salvo es necesario confiar en la persona y obra del Señor Jesucristo. Quien confía en la persona y obra del Señor Jesucristo debe dejar a un lado cualquier otra cosa en la que haya estado confiando. Pablo y Silas dijeron al carcelero de Filipos: Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo, tú y tu casa. Más sobre esto, lo trataremos en nuestro próximo estudio bíblico. Espero su compañía. Mientras tanto, si Dios por medio de su Espíritu ha estado susurrando a su corazón que debe recibir a Cristo como Salvador, hágalo este mismo instante, si espera, es posible que Dios tenga que enviarle alguna tragedia, como hizo con el carcelero de Filipos, y créame que eso puede ser muy doloroso. No espere el terremoto.

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