¿Qué sucedió después?

I. Introducción. Saludos y bienvenida. Estudio del libro de Hechos en la serie titulada: La obra de Jesucristo después de su ascensión, realizada mediante el Espíritu Santo. En nuestro último estudio bíblico vimos como los ancianos de la iglesia en Jerusalén aconsejaron a Pablo que se someta a un rito judío, con la finalidad de desvanecer cualquier duda por parte de los creyentes judíos, en el sentido que Pablo estaba repudiando las costumbres judías. Básicamente, los ancianos de la iglesia en Jerusalén sugirieron que Pablo haga lo siguiente: Que tome a cuatro hombres que habían hecho el voto nazareo, y que luego de purificarse, pague los gastos para que estos hombres se rasuren la cabeza; y todos comprendan que no hay nada de lo que se les ha informado acerca de él, sino que él también anda ordenadamente guardando la ley. ¿Qué sucedió después? Pues eso es el tema del estudio bíblico de hoy. Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Hechos 21 a partir del versículo 26.

II. Lo primero con lo que nos encontramos es a Pablo haciendo lo que le aconsejaron los ancianos de la iglesia en Jerusalén. Hechos 21:26 dice: Entonces Pablo tomó consigo a aquellos hombres, y al día siguiente, habiéndose purificado con ellos, entró en el templo, para anunciar el cumplimiento de los días de la purificación, cuando había de presentarse la ofrenda por cada uno de ellos.

Pablo estuvo totalmente de acuerdo y dispuesto a someterse al consejo de los ancianos de la iglesia de Jerusalén. Después de todo, Pablo era judío y lo que estaba por hacer no atentaba en nada en contra de la justificación por la sola fe en la persona y obra de Cristo, sino que más bien, podría ayudar para que los judíos creyentes vean que las acusaciones contra Pablo eran sin fundamento. Así que, tomó a esos hombres que habían hecho el voto nazareo y conforme a lo que dice la ley de Moisés en Números 6:1-21, luego de purificarse con ellos, al día siguiente entró al templo, con el propósito de anunciar a los sacerdotes el día cuando se cumplía el tiempo de la purificación, los siete días que decía la ley, día en el cual había de presentarse la ofrenda por cada uno de ellos, conforme dictaba la ley de Moisés. Para Pablo debe haber sido una experiencia sobrecogedora, porque habían pasado varios años desde la última vez que entró al fastuoso templo de Jerusalén. Todo transcurrió sin novedad. Los creyentes judíos sabían ahora que era falso ese rumor en cuanto a que Pablo estaba enseñando a los judíos a apostatar de Moisés, diciéndoles que no circunciden a sus hijos, ni observen las costumbres. Pero no iba a ser siempre así, porque muy pronto la calma se iba a transformar en tormenta. En segundo lugar tenemos el ataque contra Pablo. Hechos 21:27-31 dice: Pero cuando estaban para cumplirse los siete días, unos judíos de Asia, al verle en el templo, alborotaron a toda la multitud y le echaron mano, dando voces: ¡Varones israelitas, ayudad! Este es el hombre que por todas partes enseña a todos contra el pueblo, la ley y este lugar; y además de esto, ha metido a griegos en el templo, y ha profanado este santo lugar. Porque antes habían visto con él en la ciudad a Trófimo, de Efeso, a quien pensaban que Pablo había metido en el templo. Así que toda la ciudad se conmovió, y se agolpó el pueblo; y apoderándose de Pablo, le arrastraron fuera del templo, e inmediatamente cerraron las puertas. Y procurando ellos matarle, se le avisó al tribuno de la compañía, que toda la ciudad de Jerusalén estaba alborotada.

El episodio que marca el inicio de una nueva etapa en la vida de Pablo, su etapa como prisionero, se originó cuando estaban para cumplirse los siete días de la purificación para los cuatro hombres que hicieron voto nazareo. Pablo había ido al templo de Jerusalén y justo ese día estaban también allí unos judíos incrédulos originarios de Asia. Algunos de estos judíos incrédulos de Asia deben haber participado en la persecución contra Pablo en Efeso. Cuando estos judíos incrédulos de Asia vieron a Pablo en el templo, alborotaron a toda la multitud y le echaron mano, gritando a voz en cuello: ¡Varones israelitas, ayudad! En medio del griterío, estos judíos incrédulos de Asia, refiriéndose a Pablo decían: Este es el hombre que por todas partes enseña a todos contra el pueblo, la ley y este santo lugar. No contentos con esta acusación infundada, enardecieron mucho más los ánimos de la gente en el templo de Jerusalén, diciendo: Además de esto, ha metido a griegos, o gentiles, en el templo y ha profanado este santo lugar. Esta apreciación apresurada de los judíos incrédulos de Asia, se debía a que anteriormente habían visto en la ciudad de Jerusalén a Pablo acompañado de un discípulo gentil llamado Trófimo, quien era conocido de ellos, porque Trófimo también era de Asia. Ciegos de ira, imaginaron que Pablo debe haber metido a Trófimo en el templo de Jerusalén, lo cual era ciertamente una profanación severamente castigada. Ernesto Trenchard provee la siguiente descripción del templo de Jerusalén en el momento que Pablo estuvo allí. Dice así: La vasta extensión del patio de los gentiles, abierto para todos, judíos y gentiles por igual, rodeaba el verdadero templo interior. Famosos eran los pórticos, con su galería de columnas de mármol, especialmente el muy amplio “pórtico real” al sur y el de Salomón al este. Con techos de cedro, hermosamente adornados, servían para albergar las reuniones de discusión llevadas por rabinos. El mismo Señor se aprovechó de estas facilidades muy a menudo y allí los apóstoles proclamaban el evangelio a las multitudes. Cada patio se alzaba sobre el nivel del exterior, aumentándose la elevación hasta llegar al punto culminante del santuario mismo, edificado este de mármol blanco y adornado del oro que cubría el Lugar Santo y el Lugar Santísimo. De la vasta explanada del patio de los gentiles se subía por una escalera de cómo catorce escalones a la puerta hermosa, por esta, al patio de las mujeres, rodeado este de una fuerte muralla con sus puertas correspondientes. Otra hermosa escalera de cómo quince escalones, semicirculares daba entrada, por medio de una magnífica puerta, al patio de Israel que circundaba a su vez el de los sacerdotes, hallándose este a un nivel aún más elevado. Había un ascenso más para llegar a la entrada del Lugar Santo. El santuario interior siguió aproximadamente el plan del templo de Salomón, pero por la parte delantera se había edificado un magnífico pórtico, siendo la altura del edificio doble de la del templo anterior. El movimiento ascensional de todo el conjunto, hasta llegar al santuario, resplandeciente de mármol y de oro, impresionaba hondamente a cuantos lo contemplaban, considerándose el templo de Herodes como una de las maravillas arquitectónicas del mundo de entonces. De interés especial para nuestro estudio es el hecho de que antes de llegar al patio de las mujeres se hallaba un terraplén con una balaustrada, llamada el “soreg”, que señalaba el límite de la penetración gentil. En ella, a ciertos intervalos, se hallaban inscripciones escritas en griego y en latín, una de las cuales ha sido hallada por los arqueólogos, avisando que todo gentil que traspasara el “soreg” incurría en pena de muerte. El patio denominado de las mujeres servía para todos los hebreos en general, derivándose su nombre de las galerías destinadas al uso de las hebreas. Los varones hebreos podían pasar al patio de Israel para los actos del culto y solamente llegaban a la entrada del patio de los sacerdotes a los efectos de sus sacrificios y ofrendas. Alrededor del patio de las mujeres se hallaban dependencias dedicadas a distintas fases de los ritos hebreos, siendo de interés especial para la comprensión de nuestra narración una habitación en el rincón sudeste llamada la “casa de los nazareos” por ser el lugar donde estos se rapaban la cabeza y quemaban su cabello antes de ofrecer sus sacrificios de paz. Hemos de pensar que los judíos incrédulos de Asia hallaron a Pablo en este lugar, y allí comenzó todo el alboroto que degeneró en que el pueblo se agolpe y se apodere de Pablo. Hasta aquí lo que dice Ernesto Trenchard sobre el templo de Jerusalén. Con extrema violencia, el populacho arrastró a Pablo fuera del templo, se entiende que lo llevaron al patio de los gentiles. Inmediatamente, los guardias del templo cerraron la puerta. Una vez en el patio de los gentiles, la turba de judíos estaba resuelta a matar a Pablo. Pero aún en medio de la confusión reinante se manifestó la providencia de Dios, porque de alguna manera se dio aviso de lo que estaba pasando a la autoridad romana que estaba sobre una compañía de 1000 hombres, al tribuno de la compañía, quien según Hechos 23:26 era Claudio Lisias, el oficial romano de más alto rango establecido en Jerusalén. En nuestro próximo estudio bíblico veremos lo que sucedió después. Seguramente Usted habrá estado reflexionando sobre el hecho que aunque debe haber sido una experiencia aterradora para Pablo, sin embargo, Pablo no debe haber estado sorprendido en absoluto, porque desde tiempo atrás, de diversas maneras el Espíritu Santo anunció de antemano que a Pablo le esperaban prisiones y tribulaciones. Todo lo que estaba pasando en Jerusalén no era un accidente, sino la obra soberana de Dios para cumplir con sus propósitos, porque a partir de este momento Pablo se convierte en un embajador en cadenas quien llevó el mensaje del Evangelio a la misma capital del imperio romano, la ciudad de Roma. Dios tiene sus formas muy particulares de lograr sus propósitos. Alabado sea su nombre.

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