El Hijo de Dios fue hecho, por un poco de tiempo, menor que los ángeles

Saludos, mi amiga, mi amigo. La Biblia Dice…le da la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Nuestro tema de estudio es el libro de Hebreos. El tema central de este libro es la preeminencia de Jesucristo. El Hijo de Dios fue hecho, por un poco de tiempo, menor que los ángeles. ¿Con qué motivo? El pasaje bíblico de hoy responde esta pregunta. En instantes más estará con nosotros David Logacho para guiarnos en este estudio.

En nuestro último estudio bíblico, apreciamos que Jesucristo llegó a ser, por un poco de tiempo, menor que los ángeles. Sin embargo, a causa del padecimiento de la muerte, fue coronado de gloria y de honra y con toda justicia se puede afirmar que es infinitamente superior a los ángeles. Tal vez para nosotros, no revista mayor problema el aceptar este hecho, pero recordemos que el libro de Hebreos fue escrito principalmente a judíos y para ellos revestía gran problema aceptar que alguien que afirma ser superior a los ángeles haya tenido que morir, porque los ángeles no pueden morir. Más difícil aun, era aceptar que Jesucristo, habiendo muerto, pueda ser el Salvador.

¿Quién podría confiar en un Salvador que ni siquiera pudo librarse a sí mismo de la muerte? Así es como razonaban los judíos en el tiempo que se escribió el libro de Hebreos. Esta es la razón para que el Espíritu Santo haga una defensa de la encarnación del Hijo de Dios, en Hebreos 2:9-18, explicando el motivo por el cual tuvo que hacerse por un poco de tiempo, menor que los ángeles.

Vamos a ver a Jesucristo como nuestro sustituto, como nuestro Salvador, como nuestro Santificador, como el que subyugó por nosotros a Satanás y como nuestro socorro. Consideremos entonces a Jesucristo como nuestro sustituto.

Hebreos 2:9 dice: “Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos” El hombre por su pecado pasó de dominador de la creación a dominado por la creación, y en ese estado de dominación se vio expuesto a recibir el castigo por su pecado. Ezequiel 18:4 dice: “el alma que pecare, esa morirá” Estas son palabras de un Dios que a la vez de justo es amoroso, y que no puede cambiar su palabra así por así, sin alterar se carácter divino.

Dios ama al pecador, pero a la vez debe castigar el pecado. ¿Cómo resolver este dilema? Es para eso que Dios tuvo que permitir que su Hijo sea humillado hasta la muerte. Él sufrió en su cuerpo el castigo que usted y yo merecemos como pecadores. Jesús es santo y puro, sin contaminación alguna con el pecado, pero sin embargo, murió como si fuera pecador.

¿Por qué murió como un pecador? Porque murió en lugar del pecador. Jesucristo es el perfecto sustituto del pecador. Desde su nacimiento hasta su muerte, Jesucristo fue humillado. Notemos en el versículo leído algunos detalles de esta humillación. En primer lugar, notamos la duración de la humillación. Fue por un poco de tiempo. Esto se refiere a los 33 años aproximadamente desde que nació hasta que fue crucificado.

En segundo lugar notamos la magnitud de su humillación. Dice el texto que Jesús experimentó el padecimiento de la muerte. No fue una muerte común, recordemos que Jesús antes de morir fue escupido en el rostro, se le puso una corona de espinas sobre su cabeza, fue golpeado tan brutalmente hasta quedar desfigurado y por último con clavos que traspasaron sus manos y sus pies, fue colgado desnudo de un madero. Esto es lo que Jesús tuvo que soportar por usted y por mí.

También vemos en tercer lugar el propósito de su humillación. Hebreos 2:9 dice “para que gustase la muerte por todos” Cristo tomó la copa de la maldición por el pecado de todo el mundo. ¿Puede imaginar esto, amable oyente? Cuando Jesús estaba muriendo en la cruz, estaba llevando sobre sí el pecado de cada ser humano desde Adán y Eva y mientras exista la humanidad.

En cuarto lugar, vemos el motivo de la humillación. “Por la gracia de Dios” dice el texto. Todo fue por gracia. Ni usted, ni yo merecemos que Jesús tome nuestro lugar para morir. Dios lo permitió simplemente como un favor no merecido para la humanidad.

En quinto y último lugar, vemos el resultado de su humillación. “Él fue coronado de gloria y de honra” La humillación fue el camino que eligió Jesucristo para ser exaltado y en este estado majestuosa exaltación, reina a la diestra del Padre en el cielo, una posición de honra y poder. Tenemos entonces que el Hijo de Dios, Cristo, se hizo carne, para ser nuestro sustituto, pero no sólo para eso, sino también para ser nuestro Salvador.

Hebreos 2:10 dice: “Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos.” Jesucristo se presenta aquí como el autor de nuestra salvación. El texto dice que Dios el Padre vio que era conveniente que Jesucristo, padeciera hasta la muerte para que llegue a ser el autor de nuestra salvación. La palabra “conveniente” es muy interesante. Significa: “estar de acuerdo con” El Hijo de Dios, sin pecado, tuvo que ser sacrificado en lugar del pecador, porque esto estaba de acuerdo con el carácter de Dios.

El Padre no podía aceptar nada que sea algo menos que su propio Hijo, si quería traer a la gloria a pecadores indignos como usted y yo. El texto continúa diciendo que por las aflicciones de Cristo, fue perfeccionado. Esto no significa que Cristo era imperfecto, sino que por la aflicción, Cristo fue hecho adecuado para ser el capitán, o pionero o autor de la salvación de los hombres. ¿Para qué se hizo carne el Hijo de Dios, Jesucristo? Para ser nuestro sustituto y para ser nuestro Salvador.

Pero no solamente eso, sino también para ser nuestro santificador. Hebreos 2:11-13 dice: “Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos, diciendo: Anunciaré a mis hermanos tu nombre, en medio de la congregación te alabaré. Y otra vez: Yo confiaré en él. Y de nuevo: He aquí, yo y los hijos que Dios me dio.” Este es un pensamiento fabuloso. Imagínese. Somos hermanos de Cristo. Y más, Cristo no se avergüenza de llamarnos hermanos.

¿Cuántas veces nosotros nos hemos avergonzado de llamarnos hermanos de él? ¿Por qué es que Cristo no se avergüenza de llamarnos hermanos? Porque cuando él murió por nosotros y nosotros aceptamos ese sacrificio llegamos a ser uno con él. Todo lo que es Cristo somos los que estamos en Cristo. Él es santo, nosotros también somos santos o puestos aparte para Dios. Para probar su argumento, el autor de Hebreos cita tres textos del Antiguo Testamento, en los cuales el Hijo de Dios antes de tomar forma humana ya estaba hablando de que vendría un día, cuando él alabará al Padre en medio de muchos hermanos.

Él vino, se hizo hombre, murió por usted y por mí, hemos aceptado su sacrificio y somos los hermanos de Cristo, nuestro santificador, él nos sacó del mundo y nos ha puesto junto a él para alabar a nuestro Padre por la eternidad. El Hijo de Dios se hizo carne para ser nuestro sustituto, nuestro Salvador, y nuestro santificador. Pero hay más. Se hizo carne para subyugar por nosotros a Satanás.

Hebreos 2:14-15 dice: “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.” Alguien con características humanas debía quitar el poder a Satanás.

Satanás es un ser poderoso. Cuando el hombre cayó en pecado, Satanás obtuvo el dominio sobre el pecador y a partir de allí, la muerte ha sido su arma más poderosa. La encarnación del Hijo de Dios y su posterior muerte y resurrección permitió obtener dos resultados.

Primero, la anulación del poder de Satanás. A esto se refieren las palabras: Para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo. Satanás es un ser derrotado, su tiempo está contado, dentro de poco será atado y arrojado al lugar al cual él pertenece, el infierno.

Segundo, la liberación de los esclavos de la muerte. Cristo murió en lugar de ellos y por tanto ellos no va a morir jamás. Por eso Pablo dijo lo que aparece en Filipenses 1:21 “Porque para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia” La muerte para Pablo perdió su sabor a derrota, ese dejo amargo que es el fin de todo. El Hijo de Dios se hizo carne para ser nuestro sustituto, nuestro Salvador, nuestro santificador, el que subyugó a Satanás por nosotros, y si como esto fuera poco, el Hijo de Dios se hizo hombre para ser nuestro socorro.

Hebreos 2:16-18 dice: “Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham. Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo. Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados.”

El Hijo de Dios se hizo hombre para experimentar lo que usted y yo experimentamos en nuestro diario vivir. Experimento cada tentación posible de cada miembro de la humanidad, sin embargo, nunca pecó, porque no podía pecar.

Cuando sufrimos algo, podemos estar seguros que él nos comprende, porque él pasó por eso. Este es el consuelo que tenemos. Es increíble que haya alguien que rechace a una persona así. Quiera Dios que usted no sea uno de ellos.

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