El creyente ha sido liberado de la esclavitud al pecado

Cordiales saludos amable oyente, La Biblia Dice… le da la bienvenida al estudio bíblico de hoy. En instantes más se unirá a nosotros David Logacho para guiarnos en el estudio de una nueva porción bíblica en el libro de Romanos. Este estudio bíblico es parte de la serie que lleva por título: Romanos, la salvación por gracia por medio de la fe en Cristo Jesús. En esta oportunidad, Pablo mostrará que el creyente ha sido liberado de la esclavitud al pecado y en esas condiciones está en libertad de servir a la justicia.

En nuestro último estudio bíblico vimos que para vivir en santidad es necesario dar tres pasos importantes: Saber, considerar y presentar. Saber que todo lo que éramos antes de recibir a Cristo fue crucificado juntamente con Cristo y de allí resucitó una nueva criatura con una nueva mente para conocer a Dios, con un nuevo corazón para amar a Dios y con una nueva voluntad para obedecer a Dios. Luego, considerar, o apropiarse de esta verdad por la fe. Llegamos a ser lo que pensamos de nosotros mismos. El niño que constantemente piensa que es malo, inevitablemente se hará malo. Proverbios 23:7 dice al respecto: “Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él” Luego viene el presentar. Es un acto consciente de la voluntad para no presentar los miembros del cuerpo para que sean instrumentos de iniquidad, sino presentar los miembros del cuerpo para que sean instrumentos de justicia. Dios permite que tomemos una posición en Cristo, y entonces el Espíritu Santo la transforma en una verdadera experiencia, y nos da la fe para retenerla y permanecer en el conocimiento de ella, para que así limpie y eleve todo nuestro ser. Es aquí donde está el poder de la fe. Cuando el viejo hombre parece volver, rehúse reconocerlo como parte de su ser, y esta actitud lo destruirá. Cuando el cadáver insiste en levantarse de la tumba y colocarse adelante, mueva la vara de la fe sobre él y volverá a su lugar en el cementerio del alma, pero si le escucha y le teme y le cree, tendrá la misma influencia en su vida como si no hubiese muerto. Le controlará y le destruirá. Pero si hace caso omiso de él y le dice: Tú ya no eres mi vida, pero tú eres Satanás haciéndome creer que el hombre viejo no ha muerto, te rechazo, te trato como un poder diabólico fuera de mí, me separo de ti. Entonces el viejo hombre le dejará en paz. Más aun, si le dice: Tú no eres nada para mí, no tienes poder sobre mí, yo te he renunciado, en el nombre de Jesús de mando que te retires, entonces las cosas se desvanecerán, las sombras se alejarán y la vara de fe vencerá al espíritu malo y lo enviará al abismo, y hallará que Cristo estará con usted con todo el poder de su vida resucitada para llenarla de confianza y sellar la victoria. Al concluir esta proclama de victoria, Pablo dijo: Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros, pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia. Esto puede mal interpretarse en el sentido de pensar que por cuanto el creyente ya no está bajo la ley, entonces está en libertad de pecar todo cuanto quiera. Pablo da una respuesta y una razón en cuanto a esto. Veamos en primer lugar la respuesta. Romanos 6:15 dice: “¿Qué, pues? ¿Pecaremos porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera” Efectivamente, el creyente ya no está más bajo la ley, porque por la fe ha sido abrigado por la gracia. Pero esto no debe ser excusa para que el creyente cometa todo tipo de pecado. Pablo dice: En ninguna manera. Es la manera más fuerte para rechazar algo en el idioma griego. Es como si dijéramos: Imposible, no puede ser, nunca jamás, y cualquier otra frase semejante. Acto seguido Pablo muestra la razón que apoya su respuesta. Su razón es muy sencilla. Romanos 6:16-18 dice: “¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia? Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia.” Lo que Pablo está haciendo es recordando a sus lectores en cuanto a su pasada esclavitud al pecado y en cuanto a su presente esclavitud a la justicia. Partiendo de esto Pablo demanda de los creyentes que vivan en obediencia para justicia y no se enreden nuevamente en el pecado que fue característico de su vida vieja, la cual ya no tiene poder para ejercer dominio sobre el creyente. El amo de la vida vieja es el pecado y resulta en muerte. El amo de la vida nueva es la obediencia y resulta en justicia. La liberación del antiguo amo ocurre cuando la persona recibe a Cristo como Salvador. Es una obra de Dios por eso Pablo agradece a Dios. Dios hizo que aunque la persona era esclava del pecado, venga a ser libre del pecado y siervo de la justicia. Cuando la persona recibió a Cristo como Salvador, obedeció de corazón y fue entregado a lo que Pablo llama: Aquella forma de doctrina. La palabra “forma” es la traducción de una palabra griega que significa el molde en el cual un artesano vierte el metal derretido para fabricar un objeto metálico. Pablo está diciendo que de la misma manera, Dios ha vertido a su criatura, para que tome la forma de la verdad divina. Esta es la razón por la cual el creyente genuino tiene un deseo profundo de obedecer la palabra de Dios. Una vez libre del pecado, el creyente está en capacidad de ser siervo, o mejor esclavo, de la justicia. Entre los versículos 19 a 23, Pablo hace un por demás interesante contraste entre lo que significa ser esclavo del pecado y lo que significa ser esclavo de la justicia. En primer lugar la presentación de miembros. Romanos 6:19 dice: “Hablo como humano, por vuestra humana debilidad; que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia.” Como esclavo del pecado, antes de ser creyente, la persona presentaba los miembros de su cuerpo para servir a la impureza que conduce más y más a la maldad. Pero una vez libre del pecado, el creyente presenta los miembros de su cuerpo para servir a la justicia que conduce más y más a la santificación o a una santidad práctica. En segundo lugar, a quien se debía lealtad. Romanos 6:20 dice: “Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres acerca de la justicia” Antes de ser creyente la persona era esclava del pecado. Manifestaba una lealtad absoluta al pecado. En estas condiciones, la persona no tenía ninguna obligación de someterse a la justicia. Pero una vez que la persona recibe a Cristo como Salvador, deja de manifestar lealtad al pecado y pasa a manifestar lealtad hacia la justicia. En tercer lugar, el fruto. Romanos 6:21-22 dice: “¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte. Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin la vida eterna.” Antes de ser creyente, la persona era esclava del pecado. Esta condición producía su fruto. El fruto es algo que trae vergüenza una vez que se lo mira después que la persona se torna creyente. El fruto de una vida esclavizada al pecado conduce a la muerte eterna, siempre y cuando la persona no reciba a Cristo como su Salvador antes que muera físicamente. Pero una vez que una persona recibe a Cristo como su personal Salvador, esta persona se torna en un creyente y en estas condiciones ha sido libertada del pecado y automáticamente se constituye en un siervo o un esclavo de Dios. Esto también tiene su fruto. El fruto es la santificación o una vida de santidad. El fin de todo esto es la vida eterna. Vida eterna no contempla solamente el cielo. Vida eterna significa en realidad la vida de Cristo en la vida del creyente. Esto se da desde el mismo momento que la persona recibe a Cristo como Salvador. En cuarto lugar, la paga. Romanos 6:23 dice: “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” Antes de ser creyente, la persona tiene su amo, ese amo es el pecado. La persona está obligada a satisfacer todas las demandas del pecado. A cambio, el pecado asigna una paga. La paga es la muerte. Pero por otro lado, una vez que la persona recibe a Cristo como Salvador, se produce un cambio de amo. El pecado deja de ser el amo y el nuevo amo pasa a ser Dios. Mejor amo no puede haber. Es tan bueno que en lugar de pagar lo que el pecador merece, otorga un don, o un regalo inmerecido. Se llama la dádiva de Dios. Esta dádiva de Dios es la vida eterna en Cristo Jesús. Son los contrastes que resultan de la vida en esclavitud al pecado y de la vida en esclavitud a la justicia. ¿En qué vida está, amable oyente? Que por la gracia de Dios haya recibido a Cristo como su Salvador, de modo que esté libre de la esclavitud del pecado y sea un siervo fiel del Señor.

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