El eterno y glorioso propósito de Dios para todos los creyentes

Cordiales saludos amable oyente. La Biblia Dice… le da la bienvenida al estudio bíblico de hoy. El tema de estos estudios bíblicos es el libro de Romanos, en la serie que lleva por título: Romanos, la salvación por gracia por medio de la fe en Cristo Jesús. En esta oportunidad, David Logacho nos hablará acerca del eterno y glorioso propósito de Dios para todos los creyentes.

Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en el libro de Romanos capítulo 8. Lo último que tratamos en nuestro estudio bíblico anterior tuvo que ver con la obra de intercesión del Espíritu Santo a favor del creyente cuando ora. Romanos 8:26 dice: “y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues que hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.” Siendo que el Espíritu Santo nos ayuda en nuestra debilidad, porque qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, puede tal vez hacer pensar a muchos que entonces Dios está en obligación de satisfacer todos nuestros deseos y hasta caprichos y que por tanto el creyente siempre estará rodeado de prosperidad material y nunca jamás experimentará pruebas o algún tipo de aflicción. Pues, perdón por desilusionar a los que piensan así, pero la verdad es que el padecimiento, llámese persecución o prueba, es parte integral de la experiencia cristiana. Cuando uno mira la vida de grandes hombres y mujeres de Dios tanto en la Biblia como fuera de ella, va a encontrar como denominador común, que fueron personas que sufrieron grandemente por su fe. Pienso en el profeta Isaías, que según la tradición fue aserrado dentro de un tronco. Pienso en Jeremías que padeció tanto que ganó el apodo de profeta llorón. Pienso en los apóstoles de Cristo quienes todos, a excepción de uno, murieron martirizados. ¿Por qué es que Dios no los libró de tanto sufrimiento? ¿Será que el Espíritu Santo no hizo bien su trabajo de ayudar a estos hermanos en sus oraciones al Padre? Ciertamente no. Lo que pasa es que en su providencia, Dios permite el padecimiento en la experiencia personal de todo creyente. Esto nos lleva a nuestro tema de hoy. Se encuentra en Romanos 8:28-30. En este pasaje bíblico encontramos un principio expuesto y un principio explicado. Vayamos a lo primero, un principio expuesto. Romanos 8:28 dice: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.” Por el hecho que el Espíritu Santo intercede por nosotros ante Dios con gemidos indecibles, podemos estar seguros, que todo lo que nos suceda, pues a esto se refiere la frase: “todas las cosas”, ayudan a bien. El texto no dice que todas las cosas que le pasen al creyente van a ser buenas, el texto dice que todas las cosas que le pasen al creyente ayudan a bien. Ayudar a bien significa que contribuye positivamente a un propósito establecido. Dios tiene un propósito para cada creyente, y todo lo que pase a ese creyente, es lo que Dios estima necesario para que ese creyente llegue a cumplir con el propósito que Dios tiene para él. A veces puede ser algo que trae alegría, pues eso fue necesario para cumplir con el propósito de Dios. A veces puede ser algo que trae sufrimiento, pues eso fue necesario para cumplir con el propósito de Dios. Pero note con mucho cuidado que existe una condición para los creyentes que esperan ver cumplida esta promesa. El texto dice: Y sabemos que a los que aman a Dios. La promesa no es para cualquier creyente sino para el creyente que ama a Dios. Esa es la condición. Son los creyentes que aman a Dios quienes pueden experimentar en su vida la grandiosa promesa de que cualquier cosa que sobrevenga a su vida, no importa si es lo peor que se pueda imaginar, siempre va a contribuir para que cumplan con el propósito que Dios tiene para ellos. Al final del versículo, hablando de los creyentes dice Pablo, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Dios tiene un propósito para cada creyente. Fue con ese propósito que Dios llamó a cada creyente. En último término, el gran propósito de Dios es hacer que cada creyente sea conformado a la imagen de su Hijo Jesucristo. No puede haber mejor propósito que ese, y todo lo que pase en la vida de un creyente que ama a Dios contribuye a que ese creyente cumpla con ese propósito. Muy bien. Acto seguido, pasamos al principio explicado. Dios va a hacer todo lo que sea necesario para que el creyente que ama a Dios cumpla con el propósito que él mismo ha establecido para el creyente. Este propósito es como una cadena de cinco eslabones. Note. Romanos 8:29-30 dice: “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó a estos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó” El propósito de Dios para el creyente es un propósito eterno. Comenzó en la eternidad pasada y se proyecta a la eternidad futura. El primer eslabón de la cadena es que los creyentes fueron conocidos por el Padre en la eternidad pasada. El verbo conocer, significa mucho más que un simple saber sobre alguien, así como cuando alguno podría decir yo conozco a tal o cual persona. Conocer significa establecer una relación de amor al más alto nivel imaginable. Lo que más se acerca a este conocimiento es la relación entre esposos. La misma Biblia utiliza el verbo conocer para referirse a la relación íntima entre esposos. Hablando de José, con quien se había desposado la por entonces virgen María, quien ya había concebido en su vientre virginal a Jesús, Mateo 1:25 dice: “Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre Jesús.” El verbo conocer denota una relación de amor en su máxima expresión, que incluye el espíritu, el alma y el cuerpo. Los creyentes fueron de esta manera conocidos por Dios el Padre en la eternidad pasada. El segundo eslabón de la cadena es que aquellos que fueron conocidos por Dios el Padre en la eternidad pasada, fueron predestinados. La predestinación no tiene en mente a los incrédulos sino a los creyentes. La predestinación tiene que ver con lo que Dios quiere hacer con aquellos creyentes a quienes conoció en la eternidad pasada. El verbo predestinar significa determinar de antemano. El texto dice que estos creyentes fueron predestinados para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo. La meta final de Dios para todo creyente es que sea conformado a la imagen de Cristo Jesús. ¿Qué se logrará con esto? Pues que el Hijo de Dios, Cristo Jesús sea el primogénito, o el preeminente entre muchos quienes han sido hechos conforme a su imagen. El tercer eslabón en la cadena es que los predestinados fueron llamados por Dios el Padre. Esto significa que esos creyentes que fueron conocidos en la eternidad pasada por Dios el Padre y que fueron predestinados en la eternidad pasada para ser hechos conforme a la imagen de su Hijo, en su debido tiempo fueron convocados por Dios para obtener la salvación. En un sentido muy real no es que el creyente se volvió a Dios estando en una vida de pecado, sino que Dios se volvió al creyente mientras éste estaba en una vida de pecado. El hombre no encuentra a Dios sino Dios encuentra al hombre. En mi caso personal, Dios me llamó cuanto yo tenía 14 años de edad. A partir de ese momento soy un creyente y por tanto pertenezco a la familia de Dios. El cuarto eslabón de la cadena es que aquellos que fueron llamados éstos fueron justificados. Esta es una obra que resulta de la fe del creyente. Es por fe en Cristo Jesús que una persona es justificada por Dios. La justificación es un término legal que significa que un reo culpable de haber cometido un grave delito, sin embargo, es declarado justo. Para que esto se pueda hacer práctico fue necesario que el Hijo de Dios muera en la cruz del calvario. Cuando el pecador deposita su fe en la obra de Cristo en la cruz, ese pecador es instantáneamente justificado por Dios o declarado justo por Dios. Esta es la condición de todo creyente. Hasta aquí, todos los eslabones pertenecen al pasado en la experiencia del creyente, desde la eternidad pasada hasta el momento cuando el creyente recibió a Cristo como Salvador, pero no olvide que el propósito de Dios se proyecta también hacia la eternidad futura. El quinto y último eslabón pertenece al futuro. Es la glorificación. A éstos también glorificó dice el texto. Glorificación es el estado de perfección absoluta que los creyentes tendremos por la eternidad. La glorificación es tan cierta que para Dios es como si ya hubiera tenido lugar, por eso aparece el verbo conjugado en tiempo pasado. De esta manera se cumple el propósito eterno de Dios para todo creyente y Dios hará todo lo que sea necesario para que el creyente cumpla con ese propósito. “Fiel es el que os llama, el cual también lo hará” dice 1 Tesalonicenses 5:24.

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