El hecho que el creyente ha muerto y resucitado con Cristo

Cordiales saludos, amiga, amigo oyente. La Biblia Dice… le da la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Continuando con el estudio del libro de Romanos, en la serie que lleva por título: Romanos, la salvación por gracia por medio de la fe en Cristo Jesús, en esta oportunidad David Logacho nos mostrará las implicaciones que parten del hecho que el creyente ha muerto y resucitado con Cristo, en lo que tiene que ver con la vida de santidad del creyente.

En nuestro último estudio bíblico vimos que el creyente no debe perseverar en el pecado para que la gracia abunde. La razón para esto es porque así como Cristo murió, el creyente ha muerto juntamente con Cristo y así como Cristo resucitó, el creyente también ha resucitado juntamente con Cristo. Gálatas 2:20 dice: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” Esta profunda verdad espiritual tiene implicaciones directas sobre la vida de santidad del creyente. Sobre esto justamente trata nuestro estudio bíblico de hoy. La santidad amable oyente, no se logra por medio de someterse a un código estricto de conducta, los judíos que se esforzaban por guardar la ley de Moisés, son la mejor prueba de ello. La santidad tampoco se logra por medio de orar, ayunar, leer la Biblia, servir al Señor o cosas por el estilo. Todo esto es bueno, y el creyente debe ocuparse en ello, pero la santidad no es el fruto de hacer estas cosas. ¿Qué es entonces lo que produce santidad? Pues la muerte. Veamos como funciona. Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Romanos 6:6-14. En este pasaje bíblico encontramos tres pasos que permiten a un creyente vivir en santidad. El primero es: Saber. ¿Saber qué? Pues dos cosas. Número uno, el creyente fue crucificado con Cristo. Romanos 6:6-7 dice: “sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.” Si desea vivir en santidad, amable oyente, es necesario que sepa que su viejo hombre fue crucificado juntamente con Cristo. Cuando Pablo habla del viejo hombre, se está refiriendo a todo lo que era el creyente antes de recibir a Cristo como Salvador. Es viejo por razón de la presencia de la nueva vida en Cristo. El viejo hombre es sinónimo de cuerpo del pecado, el cual, mediante la muerte, ha sido destruido. Esto de destruido no significa que ya no existe, sino que ha sido hecho ineficaz o que ha perdido su poder. El creyente entonces no está obligado en absoluto a satisfacer las demandas del viejo hombre o del cuerpo del pecado. Debido a su unión con Cristo, el creyente ha muerto y por tanto ha sido justificado del pecado. Esto significa que debido a su muerte en Cristo, el creyente ya no está más bajo el dominio o control del pecado. Número dos, el creyente debe saber que ha resucitado con Cristo. Romanos 6:8-10 dice: “Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él, sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive.” Por medio de su total y absoluta unión con Cristo, el creyente murió con Cristo, pero también resucitó con Cristo. El contexto sugiere que el creyente no sólo vivirá en la presencia de Cristo por la eternidad, sino también, que todos los que hemos muerto con Cristo, podemos vivir en este mundo una vida totalmente consistente con la santidad de Cristo. Así como la muerte ya no tiene dominio sobre Cristo, el pecado tampoco tiene dominio sobre el creyente ha muerto con Cristo y ha resucitado con Cristo. Cristo murió al pecado en dos sentidos. Por un lado, en relación con la paga del pecado. Cristo satisfizo las demandas legales que pesan sobre el pecador, y por otro lado, en relación con el poder del pecado, con su muerte, Cristo privó para siempre el poder del pecado sobre los que son suyos. La muerte de Cristo ocurrió una sola vez. Lo que Pablo está diciendo entonces es que los creyentes también han muerto al pecado de la misma manera. Así como Cristo una vez resucitado vive para la gloria de Dios, el creyente también, una vez resucitado con Cristo vive para la gloria de Dios, no para servir al pecado. De modo que, el creyente que desea vivir en santidad tiene que saber estas cosas. El segundo paso que necesita dar el creyente que desea vivir en santidad es considerar. Note lo que dice Romanos 6:11-12 “Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro. No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias” Sobre la base de todo lo que Pablo viene diciendo, lo cual se debe apreciar con el intelecto, es necesario que en fe, actúe la voluntad. La voluntad actúa en fe cuando nos consideramos muertos al pecado. El verbo “considerar” es la traducción de un verbo que significa enumerar o contar algo. Metafóricamente significa tener total y absoluta confianza en algo que intelectualmente se sabe que es la verdad. Tiene que ver con aceptar por la fe lo que Dios ha revelado como verdadero. Lo que Dios ha revelado como verdadero es que el creyente está muerto al pecado, pero vivo para Dios, por el hecho de estar en Cristo Jesús, Señor nuestro. Estar muerto al pecado significa que el creyente ya no tiene necesidad de responder a los impulsos que provienen del pecado. Estar vivo para Dios significa que el creyente está en capacidad de responder a los impulsos que provienen de Dios. Cuando el creyente se apropia con toda su fe de lo que dice este texto, entonces el creyente estará en capacidad de no permitir que reine el pecado en su cuerpo mortal. El cuerpo mortal se refiere a la morada actual del creyente, es decir su cuerpo, su mente, su facultad de pensar, lo cual puede tentar al creyente a satisfacer sus concupiscencias, o sus malos deseos. El tercer paso que necesita dar el creyente que desea vivir en santidad es presentar. Romanos 6:13-14 dice: “ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.” Luego de saber, es decir, percibir con el intelecto la realidad de los hechos, y considerar, es decir, apropiarse por la fe de lo que se sabe con el intelecto, viene el tercer paso, presentar, lo cual viene a ser como la manera práctica de que la voluntad actúe. Presentar nos habla de una decisión de la voluntad. Antes que el pecado se enseñoree sobre el creyente, primero debe vencer a la voluntad del creyente. El creyente peca cuando quiere pecar, no cuando es obligado a pecar. Esto de presentar aparece primero en forma negativa y después en forma positiva. En forma negativa, Dios por medio de Pablo dice: ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad. Los miembros del cuerpo del creyente son los medios por los cuales el pecado desea ser satisfecho. Pueden ser los ojos, los oídos, las manos, los pies, y todas las otras partes del cuerpo. El tiempo presente del verbo y el modo imperativo negativo, indican que esto debe ser una acción permanente mientras el creyente esté en el mundo. Todo un siempre el creyente debe estar en guardia para no presentar los miembros de su cuerpo al pecado como instrumentos de iniquidad. En forma positiva, Dios por medio de Pablo dice: sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. Por su nueva vida en Cristo, el creyente debe presentarse a Dios como tal, como alguien que vive, como alguien que ha resucitado de entre los muertos. El creyente por tanto no debe hacer las obras propias de los muertos, porque el creyente está vivo de entre los muertos. ¿Qué pensaría de una persona que por su propia voluntad elige ir a dormir todas las noches en un ataúd en un cementerio? Sería algo absurdo, porque los ataúdes no son para los vivos sino para los muertos. De igual manera, un creyente no debe andar o vivir en el pecado, porque eso es algo propio de lo que era antes de recibir a Cristo, algo que murió juntamente con Cristo. Por eso es que Pablo termina esta sección diciendo: Así el pecado no tendrá dominio sobre ustedes, porque ya no están bajo la ley sino bajo la gracia. Esto no significa que Dios ha abrogado su ley moral. La ley es santa y el mandamiento santo justo y bueno, pero ningún ser humano lo puede cumplir en su totalidad, y por eso el ser humano cae bajo el peso de esa misma ley. Pero los creyentes ya no estamos bajo la ley como condición para ser aceptados por Dios, una condición imposible de cumplir para el ser humano, porque la ley fue dada para que el ser humano reconozca que es imposible que pueda cumplir con las justas demandas de Dios para ser justificado o declarado justo. En resumen entonces, si usted ya es creyente y sinceramente desea vivir en santidad, entonces es indispensable que usted sepa que lo que era antes de recibir a Cristo como Salvador ha muerto juntamente con Cristo y ha resucitado un nuevo ser totalmente diferente al anterior. También es necesario que usted se considere muerto al pecado pero vivo para Dios. Ya no es necesario que responda a los impulsos del pecado sino que responda a los impulsos de Dios. Por último es necesario que no presente los miembros de su cuerpo al pecado para que se tornen en instrumentos de iniquidad, sino que presente los miembros de su cuerpo a Dios para que se tornen en instrumentos de justicia.

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