Factor que se opone al deseo de los creyentes de vivir en santidad

Saludos cordiales amigo oyente. Bienvenido al estudio bíblico de hoy. Estamos tratando el tema de la santidad y dentro de ello, la santidad práctica, lo cual es el resultado de andar en el Espíritu, o lo que es lo mismo, vivir llenos del Espíritu Santo. Pero esto no es sencillo, amigo oyente. Ser llenos del Espíritu Santo demanda un gran esfuerzo por parte del creyente. En el estudio bíblico de hoy, David Logacho nos hablará de otro factor que se opone al deseo de los creyentes de vivir en santidad.

Vivir en santidad no es cosa fácil amigo oyente, pero tampoco es imposible. La dificultad radica en al menos dos hechos. Primero, porque aunque somos creyentes, todavía llevamos nuestra vieja naturaleza a cuestas. De esto ya hemos hablado en el pasado. Segundo, porque el creyente tiene que relacionarse con dos reinos. Y esto será el tema de nuestro estudio bíblico de hoy. El primer reino se lo conoce como el reino del mundo y el segundo reino se lo conoce como el reino del Hijo de Dios. Estos reinos son totalmente diferentes e irreconciliables. El uno es la esfera de tinieblas morales y espirituales y el otro es la esfera de luz. Por tanto existe una barrera infranqueable entre los dos. Cuando hablamos del mundo como un reino de tinieblas, no nos estamos refiriendo al planeta tierra, o a la naturaleza rodeada de belleza y ni aún al conjunto de incrédulos que habitan en el globo terráqueo. Nos estamos refiriendo a la sociedad impía que el hombre ha levantado en total independencia de Dios. Es la sociedad humana donde Dios no tiene cabida. Es la esfera de asuntos y actividades por la cual el hombre busca felicidad aparte de Dios. Tiene falsos principios, falsos valores, y falsos dioses. Está caracterizada por bajas pasiones, egoísmo y la búsqueda del propio interés. Se ha dicho que es el orden humano que se opone a Dios. Pero por otro lado está el reino del Hijo de Dios. Cuando hablamos del reino del Hijo de Dios, nos estamos refiriendo al conglomerado de personas que reconocen a Jesucristo como Salvador y Señor. Cada uno de estos reinos tiene su cabeza. Satanás es la cabeza del reino del mundo. Es él quien dicta sus políticas y prioridades. Hablando de Satanás, Juan 12:31 lo llama el príncipe de este mundo. 2ª Corintios 4:4 lo llama el dios de este siglo. 1ª Juan 5:19 dice que el mundo entero está bajo el maligno. Satanás es mentiroso y padre de mentira según Juan 8:44. Satanás busca hurtar, matar y destruir según Juan 10:10. Por contraste, el Señor Jesucristo es la cabeza del otro reino. 1ª Corintios 8:6 dice que los creyentes tenemos un solo Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él. El propósito de Jesucristo, como cabeza de este reino es darnos vida y una vida en abundancia, según Juan 10:10. Pero ¿quién pertenece a uno u otro de estos reinos? Bueno, todos los incrédulos son súbditos del reino del mundo. Hablando a incrédulos Jesús les dijo lo siguiente en Juan 8:44: Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Los incrédulos llegaron a ser parte del reino del mundo a partir de su nacimiento en este mundo. Por esto los incrédulos aman al mundo y son amados por el mundo. Pero cuando una persona nace de nuevo, pasa del reino del mundo al reino del Hijo de Dios. Aunque todavía está en el mundo, ya no es parte del mundo. Juan 17:16 dice: «No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo» El creyente, por ende, es un extraño y peregrino en el mundo, está de paso por el mundo hacia su hogar celestial y procura no mancharse con el carácter del mundo en su jornada. Por eso no ama al mundo, sabiendo que si lo hace, se vuelve enemigo de Dios, porque eso es lo que dice la palabra de Dios en Santiago 4:4 «¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios» Esta es la razón para que el creyente deliberadamente elige ser odiado por el mundo. 1ª Juan 3:13 dice: «Hermanos míos no os extrañéis si el mundo os aborrece» En un sentido muy real, el creyente es un no conformista, que rehúsa el intento del mundo por amoldarlo a sus costumbres. El creyente es un antagonista en el mundo, evitando la coexistencia pacífica con el enemigo. Constantemente está testificando en contra del mundo, denunciando sus malas obras, pero también proclamando el evangelio, mostrando a los súbditos del mundo el camino para liberarse del mundo y encontrar la verdadera libertad en Cristo. El reino del mundo se presenta como algo muy atractivo, encantador y seductor. Por eso, algunos creyentes se dejan deslumbrar por él y se resisten a cortar sus vínculos con él porque piensan que va en contra de sus intereses. Ello les conduce a vivir con un pie en el reino del mundo y con otro pie en el reino del Hijo de Dios. Pretenden de esta manera lograr lo mejor de ambos mundos. Esta es la causa para que en algunos creyentes no se vea diferencia entre su estilo de vida y el estilo de vida del mundo. Cuando un hijo de Dios insiste en fraternizar con el mundo, Dios lo permite para que ese creyente coseche lo que ha sembrado y reconozca que el mundo no ofrece nada valedero para la eternidad. Los placeres que el mundo ofrece son superficiales y breves. De ninguna forma proveen satisfacción duradera. Lucen atractivos, pero encierran dolor y miseria. El apóstol Juan dice que lo que hay en el mundo son los deseos de los ojos, los deseos de la carne y la vanagloria de la vida. Esto significa que el mundo glorifica el sexo, las pasiones, la violencia, la guerra, la riqueza, la condición social, el poder, la fama, la apariencia física, etc. La gente del mundo vive para el presente mas no para la eternidad, vive para sí mismo, mas no para Dios. Todos sus planes terminan en la tumba. Pero el creyente tiene una percepción diferente de los valores. Busca el amor, no la indiferencia. Busca la pureza, no la impiedad, busca la paz, no el conflicto. Enfatiza la justicia y el gozo en el Espíritu Santo. En lugar de los deseos de los ojos, busca los deseos de la fe. En lugar de los deseos de la carne, busca los deseos del Espíritu. En lugar de buscar la vanagloria de la vida, busca la gloria de Dios. El mundo tiene diferentes formas. Está el mundo de la política que por su misma naturaleza es corrupta. Está el mundo del comercio, con su solapado afán de sacar ventaja de los demás. Está el mundo religioso, con sus manos manchadas con la sangre de Jesús. Está el mundo del arte, de la música, de la cultura, en el cual el nombre de Cristo está prohibido porque les produce vergüenza y está el mundo del entretenimiento con su bajeza moral, su alto contenido de violencia y anti valores, sus diálogos de doble sentido, etc. ¿Cómo debe responder el creyente ante estos variados aspectos del mundo?. La palabra del Señor dice: No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Ahora bien, además de todo lo que se ha dicho, estos dos reinos tienen su propia sabiduría que los energiza. La sabiduría del mundo dice que lo que importa es lo que se ve y se toca. La sabiduría espiritual dice que lo que importa son los valores espirituales y que todo lo demás es temporal. La sabiduría del mundo dice que se origina en la propia mente del hombre. La sabiduría espiritual dice que el temor de Jehová es el principio de la sabiduría. La sabiduría del mundo dice que la grandeza es llegar a dominar, llegar a ser servido. La sabiduría espiritual dice que la grandeza radica en la actitud de humillación, en la posición del siervo. La sabiduría del mundo dice que la meta es alcanzar el mayor número de seguidores, no importa como. La sabiduría espiritual enfatiza en la minoría, en el remanente, en los pocos pero con calidad. La sabiduría del mundo dice: Salve su vida viviendo para Ud. mismo, poniéndose Ud. en el primer lugar. La sabiduría espiritual dice que debe perder su vida por la causa de Cristo, debe estimar a los demás como superiores a Ud. mismo. La sabiduría del mundo dice que el éxito está en alcanzar la cumbre, donde está la fama, la posición social y el prestigio. La sabiduría espiritual dice que el discipulado es una ruta descendente de auto negación. La sabiduría del mundo dice que la riqueza se mide en las posesiones que se tiene. La sabiduría espiritual dice que la prosperidad del alma es la verdadera riqueza. El creyente amontona riquezas en el cielo, mas no en este mundo. El creyente es rico no por la abundancia de las cosas que posee sino por los tesoros espirituales que ha acumulado. La sabiduría del mundo dice ver para creer. La sabiduría espiritual dice creer para ver. La sabiduría del mundo dice que el fin justifica los medios. La sabiduría espiritual dice que debemos hacer solamente lo que es bueno y justo, conforme a lo que la palabra de Dios dice. Con razón, amigo oyente que el reino del mundo es totalmente diferente al reino del Hijo de Dios. Estos son los dos reinos. Mantienen posiciones irreconciliables. Es imperativo que los creyentes vivamos en este mundo como ciudadanos del cielo, como personas que estamos en el mundo pero no somos parte del mundo. No es fácil, pero es posible, porque Cristo Jesús murió para librarnos del presente siglo malo. Nosotros estamos crucificados al mundo y el mundo está crucificado para nosotros. Pablo dijo en Gálatas 6:14 «Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo»

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