Una manifestación más de la santidad práctica

Saludos cordiales amigo oyente. Nos da mucho gozo saber que Ud. nos está sintonizando. Bienvenido al estudio bíblico de hoy. Nuestro tema de estudio es la santidad y dentro de ello, hemos llegado al asunto de la santidad práctica. La santidad no es solamente una doctrina para guardarla en la cabeza, sino que debe producir resultados prácticos en la vida del creyente. Últimamente hemos estado analizando algunos de estos resultados prácticos. En el estudio bíblico de hoy David Logacho nos hablara de una manifestación más de la santidad práctica.

La santidad práctica, amigo oyente, entre muchas cosas, como las que ya hemos visto a lo largo de esta serie, se manifiesta también en un rechazo a contaminar nuestros cuerpos con compuestos químicos que alteran su funcionamiento. Cuando hablamos de compuestos químicos, nos estamos refiriendo básicamente a todo tipo de drogas, y dentro de ello, al alcohol y el tabaco. Quizá Ud. se sorprenderá que hayamos incluido al alcohol y el tabaco dentro de las drogas, pero en realidad es así, porque una droga es todo elemento químico que altera la personalidad del ser humano y tanto en el alcohol, como en el tabaco existen elementos químicos que actúan de esta manera. En cuanto a las drogas, permítame compartir con Ud. este caso de la vida real. Se trata de un hombre que además de ser un joven negociante, tenía también un matrimonio feliz. Su primer contacto con la cocaína fue en una fiesta con unos amigos. Esta experiencia le condujo bastante rápido a depender de esa sensación de euforia placentera que desafortunadamente duraba muy poco tiempo. En algún momento llegó a gastar 100 dólares diarios para mantener el hábito. Esto hizo que todo lo que tenía alrededor se fuera esfumando de a poco. Como en millones de casos similares, todo terminó en conflicto, bancarrota moral y espiritual, enfermedad y divorcio. Aun los amigos, entre comillas, que le introdujeron en este tortuoso sendero, terminaron dándole las espaldas. Así es amigo oyente. Nadie puede negar que existe placer al ingerir cualquier droga, si no fuera así, nadie tomaría drogas, nadie tomaría licor, nadie fumaría, pero el problema es que ese placer dura instantes, y luego deja tras sí un cúmulo de efectos negativos y perniciosos. Aún la Biblia, en Hebreos 11:25 habla de que el pecado tiene su deleite, pero es temporal. ¿Cuál debería ser la actitud de los creyentes hacia el mundo de las drogas con sus anfetaminas, barbitúricos, heroína, cocaína, opio, marihuana, crack, LSD, pegamento, etc.? ¿Dice la Biblia algo sobre esto? Afortunadamente sí, condenándolo como algo que es propio de la naturaleza pecaminosa de una persona. Cuando Pablo habla de las obras de la carne en Gálatas 5:19-21, en el versículo 20 aparece la palabra hechicerías. Esta palabra es la traducción de la palabra griega farmaqueía, de la cual, incidentalmente, se deriva nuestra tan popular palabra farmacia, y significa la práctica de la hechicería mediante mágicas, brebajes, etc. Este hecho, amigo oyente, enlaza el mundo de las drogas con el demonismo. La meta de los demonios es la destrucción. Por eso los demonios llevan a la destrucción a los que usa las drogas y a los que están relacionados de alguna forma con ellas. Esto explica la alta tasa de muertes violentas entre los productores, distribuidores y consumidores de drogas. Pero no solamente es esto, porque además existen otras razones para que todo ser humano se aparte totalmente de las drogas. Tenemos por ejemplo el hecho que el uso de las drogas produce adicción y la palabra de Dios, claramente condena cualquier práctica que tienda a dominar al creyente. Romanos 6:16 dice: ¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia? También podríamos mencionar que es altamente oneroso el mantener el hábito de consumir drogas. Los hombres adictos son por tanto muy proclives a robar usando la violencia, y las mujeres adictas son por tanto muy proclives a prostituirse. Además es necesario señalar la cantidad de enfermedades, no solo físicas, sino también emocionales, a las que está expuesto el adicto a las drogas. En la mayoría de los casos son enfermedades irreversibles y por esa razón, aunque hayan abandonado el vicio, las víctimas quedan con serios trastornos físicos y emocionales. Como si esto no fuera suficiente, también se debe tomar en cuenta el peligro que significa introducirse al mundo de las drogas, porque las personas que lo hacen se exponen a la violencia brutal que es característica del bajo mundo de las drogas, y eso sin mencionar siquiera los problemas con la ley y la espada de Damocles de morir a causa de una sobredosis. Un creyente verdadero, no debería jamás permitir que cualquier droga entre a su cuerpo. 1ª Corintios 6:19 dice que el cuerpo del creyente es templo del Espíritu Santo y por tanto es muy ofensivo a Dios el contaminarlo con cualquier droga. Mucho de lo que hasta aquí hemos dicho, se aplica también al alcohol, porque insistimos que el alcohol es también una droga. El alcohol se manifiesta como la vía de escape ideal a la realidad lacerante del mundo en el cual vivimos. Ofrece levantar el ánimo, olvidar los problemas, al menos por un momento y aliviar las tensiones, pero el problema, al igual que con las drogas, es que el efecto es muy pasajero, y casi inmediatamente después trae dolor, amargura y vergüenza. Pero veamos qué es lo que dice la Biblia sobre las bebidas alcohólicas. Lo que encontramos es una total oposición a la borrachera. Proverbios 23:29-35 dice: «¿Para quién será el ay? ¿Para quien el dolor? ¿Para quien las rencillas? ¿Para quien las quejas? ¿Para quien las heridas en balde? ¿Para quien lo amoratado de los ojos? Para los que se detienen mucho en el vino, Para los que van buscando la mistura. No mires al vino cuando rojea, Cuando resplandece su color en la copa. Se entra suavemente; Mas al fin como serpiente morderá, Y como áspid dará dolor. Tus ojos mirarán cosas extrañas, Y tu corazón hablará perversidades. Serás como el que yace en medio del mar, O como el que está en la punta de un mastelero. Y dirás: Me hirieron mas no me dolió; Me azotaron mas no lo sentí; Cuando despertare, aún lo volveré a buscar» También en el Nuevo Testamento se habla en contra de la borrachera. En 1ª Corintios 6:9-10 encontramos una declaración importante. A manera de pregunta retórica dice así: ¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? La respuesta es muy obvia. Pero luego el texto prosigue detallando lo que el autor entiende por una persona injusta. Y, oh sorpresa. Entre muchas acciones perversas, está también la borrachera. El asunto es claro amigo oyente, la borrachera definitivamente no es parte de la conducta cristiana. Pero aquí entra un asunto que no es posible eludir. ¿Y qué tal el ingerir bebidas alcohólicas, sin llegar a emborracharse? Bueno, la Biblia no lo condena en forma categórica, como lo hace con la borrachera, Pero eso no significa amigo oyente que los creyentes podemos ir a algún lugar y sentarnos a beber, teniendo mucho cuidado con no emborracharnos. Porque en culturas como la nuestra, en la cual el ingerir licor, no importa si es mucho o poco, es una piedra de tropiezo para algunos creyentes, nuestra responsabilidad como creyentes maduros es abstenernos totalmente de cualquier tipo de bebida alcohólica. Romanos 14:21 dice: «Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni nada en que tu hermano tropiece, o se ofenda, o se debilite» Esta conducta corta el mal por lo sano amigo oyente. En cuanto al tabaco, se aplica todo lo dicho anteriormente sobre las drogas y el alcohol. Al igual que las drogas y el alcohol, el tabaco también trae desórdenes espirituales, emocionales y físicos. La nicotina que contiene el tabaco, produce adicción y la palabra de Dios nos advierte en contra de cualquier actividad que pretenda dominarnos. En lo emocional, el tabaco produce una sensación de falsa seguridad, y de estupor. Pero donde más afecta al ser humano es en lo físico. Está científicamente comprobado que el tabaco produce graves trastornos a nivel respiratorio en las personas. Según las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud, una de las mayores causas de muerte en el mundo es el cáncer de pulmón, que en la mayoría de los casos es producido por el tabaco. El creyente por tanto debería abstenerse totalmente de consumir algo que fuera de toda duda, destruye órganos vitales de su cuerpo. La santidad práctica, entonces se manifiesta también en un rechazo a todos los compuestos químicos que alteran el normal funcionamiento de nuestros cuerpos, como las drogas, el alcohol y el tabaco. Si Ud. tiene problemas en esta área, y hasta ahora, han fallado todos sus intentos por romper el vicio, le invitamos a que considere la única alternativa segura, la cual es recurrir al poder del Espíritu Santo que mora en los que somos hijos de Dios. Si Ud. no es un hijo de Dios, Ud. necesita recibir a Cristo como su Salvador, lo cual le dará la capacidad de vencer cualquier hábito pecaminoso en su vida. Pero si Ud. ya es un hijo de Dios, y aún así, se ha dejado dominar de las drogas, el alcohol, o el tabaco, Ud. debe lo antes posible reconocer que está ofendiendo a Dios con su conducta, y en un acto de fe, debe recurrir al poder libertador del Espíritu Santo que mora en Ud. para ser liberado.

Deja una respuesta