Dime como vives y te diré quien eres

Cordiales saludos amable oyente. Es un gozo para mí compartir este tiempo con usted alrededor de la palabra de Dios. Estamos estudiando el libro de Efesios en la serie titulada: Las Maravillas de la Gracia de Dios. En el estudio bíblico anterior, vimos las evidencias de una persona que está edificando el cuerpo de Cristo que es la iglesia. Esta enseñanza se sustentó en lo que el apóstol Pablo enseñó con respecto a la unidad que tenemos en Cristo, lo cual se encuentra en los versículos 14 a 16 del libro de Efesios. A partir del versículo 17, el apóstol Pablo retoma la idea de andar como es digno de nuestro llamamiento, idea con la cual comenzó este capítulo. Seguramente usted habrá oído un dicho popular que reza así: Dime con quien andas y te diré quien eres. Tal vez podríamos parafrasear un poco este dicho en el sentido de: Dime como vives y te diré quien eres. Sobre esto justamente trata el pasaje bíblico de Efesios 4 del 17 a 21, lo cual será tema de nuestro estudio de hoy. El estilo de vida de una persona indica si esta persona es creyente o no. Veamos entonces cómo debe vivir un creyente.

Gracias al Señor por su bendita palabra. Si tiene una Biblia, ábrala en Efesios 4, a partir del versículo 17. La primera característica de un creyente es que evita la conducta del incrédulo. Esta característica parece tan obvia, pero se nos hace muy difícil ponerlo en práctica. Efesios 4:17 dice: Esto,  pues,  digo y requiero en el Señor:  que ya no andéis como los otros gentiles,  que andan en la vanidad de su mente,
Pablo introduce su amonestación de una manera muy solemne y con mucha autoridad. La solemnidad de su exhortación descansa en la expresión “esto pues digo” Mientras que la autoridad de su exhortación radica en la expresión “y requiero en el Señor” Pablo está literalmente testificando en el nombre del Señor, o en el lugar del Señor. Su exhortación, tiene el mismo peso que si estuviera haciéndola el mismo Señor Jesucristo. Luego indica el propósito de la exhortación: Que ya no andéis como los otros gentiles. Al hablar de andar Pablo se está refiriendo a un estilo de vida. Esta manera de vivir tiene que ser diferente de la de los otros gentiles, quienes son incrédulos. Este es un principio que vale oro. La manera de vivir de un creyente tiene que ser muy distinta de la manera de vivir de un incrédulo. ¿Está su vida marcando una diferencia entre un creyente y un incrédulo? Hoy en día existen muchas personas que dicen ser creyentes, pero con sus hechos afirman que no lo son, porque se ha tornado imposible ver una diferencia entre los hechos de uno y de otro. Para que veamos cuan absurdo es que un creyente viva como un incrédulo, el apóstol Pablo nos muestra el abismo que separa al creyente del incrédulo. El incrédulo anda en la vanidad de su mente. Esto significa que no tiene propósito alguno y que está imposibilitado de entender la diferencia entre el bien y el mal, entre la verdad y la mentira. Claro que se ocupa mucho en sus negocios y empresas, pero en lo que a Dios respecta, todo lo que hace no tiene propósito alguno o no sirve de nada. Pero eso no es todo, porque note lo que dice Efesios 4:18: teniendo el entendimiento entenebrecido,  ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay,  por la dureza de su corazón;
Los incrédulos tienen el entendimiento entenebrecido. Esto significa que sus facultades mentales, sus deseos y sus emociones están obscurecidas. El incrédulo puede ser brillante para la ciencia, el arte, la literatura, la filosofía, el deporte, los negocios, la farándula, pero de allí no pasa, porque tiene vendados sus ojos espirituales para no poder ver lo que verdaderamente importa, lo espiritual. Los incrédulos son ajenos de la vida de Dios. El incrédulo está muerto espiritualmente. Está alejado de la verdadera vida, la vida eterna, la vida de Dios. Exteriormente parece que goza de la vida disfrutando de sus posesiones, de sus logros, pero todo termina con la muerte, porque no tiene la vida de Dios. La muerte para el creyente, es solamente un paso hacia las moradas eternas, pero para el incrédulo, la muerte es el fin de lo poco que en toda su existencia va a poder disfrutar. Después en este mismo versículo dice que este alejamiento de la vida de Dios es por la ignorancia que en ellos hay. Esto se refiere a una ignorancia voluntaria de las cosas espirituales. Esta ignorancia conduce a una ceguera moral. Están incapacitados para distinguir lo bueno de lo malo. A lo malo llaman bueno y a lo bueno llaman malo. La pregunta sería: ¿Cómo llegó el incrédulo a este deplorable estado espiritual? La respuesta aparece al final del versículo 18. Por la dureza de su corazón. La palabra griega que se ha traducido como dureza, significa “encallecido” El endurecimiento del corazón fue el resultado de un proceso de encallecimiento que comenzó cuando el incrédulo voluntariamente y obstinadamente rechazó todas las manifestaciones que Dios ha realizado para darse a conocer. En el versículo 19 de Efesios 4 encontramos lo que produce la mente entenebrecida del incrédulo. La Biblia dice: los cuales,  después que perdieron toda sensibilidad,  se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza.
Cuando el corazón se endurece, pierde totalmente la sensibilidad. No responde a ningún impulso espiritual. El perder la sensibilidad es como si hubiera ocurrido la muerte por cuanto ese corazón insensible no está en capacidad de reaccionar a ningún impulso de su conciencia. Una persona en estas condiciones se entrega a la lascivia. Esta entrega a la lascivia es voluntaria por parte del hombre, pero en el fondo es Dios quien entrega a una persona de corazón endurecido a la lascivia, según Romanos 1:24 donde dice: Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia,  en las concupiscencias de sus corazones,  de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos,
La palabra lascivia significa exceso, licencia, desenfreno, indecencia, conducta desvergonzada. Todo esto tiene que ver con la sensualidad, con una vida dedicada a satisfacer los sentidos sin ninguna restricción. En este estado, el incrédulo comete con avidez toda clase de impureza. Cuando el incrédulo ha sido entregado a la sensualidad, se deleita en todo tipo de actos inmorales. Pablo ha mostrado con absoluta claridad el foso de inmundicia en el cual viven los incrédulos y sobre esta base exhorta a los creyentes diciendo: No vivan como ellos, eviten su conducta. ¿Cómo debemos vivir entonces los creyentes? La respuesta es emulando la conducta de Cristo. Efesios 4:20-21 dice: Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo,
Eph 4:21  si en verdad le habéis oído,  y habéis sido por él enseñados,  conforme a la verdad que está en Jesús.
En lugar de vivir como el incrédulo, el creyente debe emular o seguir el ejemplo de Cristo. Pablo no dice: Mas vosotros no habéis aprendido así acerca de Cristo, sino a Cristo, por cuanto es posible saber mucho de Cristo y nunca ser salvo, como algunos historiadores que saben más de Cristo que muchos creyentes, pero jamás lo han recibido como su Salvador personal y por tanto no son salvos. Aprender a Cristo significa tener una relación personal con él y seguir su ejemplo. Esta relación con Cristo se fundamenta en la palabra de Dios. ¿Cómo podemos ser enseñados acerca de la verdad que está en Jesús? Pues, por medio de la palabra de Dios. Mientras más conocemos la Biblia, más sabemos sobre la verdad de Jesús. Esta es una verdad preciosa. ¿Está usted lográndolo? ¿Se puede notar en usted una diferencia entre su estilo de vida y el estilo de vida de una persona que jamás ha recibido a Cristo como su personal Salvador? Cuando está con otras personas, ¿pasa desapercibido a pesar de ser creyente? Si ese es el caso, tenga cuidado porque puede ser que su estilo de vida se está asemejando al de un incrédulo. Si usted es creyente, usted ha sido llamado a una vida santa, ha sido capacitado para vivir una vida santa y por tanto es necesario dejar de vivir como un incrédulo. El evangelio de Cristo, las buenas nuevas de salvación no tienen solamente el propósito de llevarle al cielo cuando muera, sino también de que usted sea un fiel testimonio de los cambios que hace Dios en una persona que ha sido transformada por su poder mediante la obra de Cristo en la cruz. Mi oración es que por la gracia de Dios viva conforme al modelo de Cristo.

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