“Compartiendo mi influencia”

La palabra “hospitalidad” proviene de dos palabras griegas: philo «amor» y xenos «extraños» “Amar a un extraño”. A lo largo de las Escrituras, la hospitalidad es una característica de una persona piadosa.

La hospitalidad ha tenido un primer cambio de imagen mundial. De hecho, es casi irreconocible del diseño original. La hospitalidad bíblica establece la mesa para el mendigo sin bañar y el extraño totalmente vulnerable. Con eso en mente, Ron Moore está aquí para compartir la peligrosa y costosa virtud sacrificial de la hospitalidad.

Antes de ser crucificado, Jesús dijo estas palabras a sus discípulos: «Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis. Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis. Entonces también ellos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te servimos? Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis. E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.» (Mateo 25: 31-46)

Un pasaje muy pesado, ¿verdad? Cuando Jesús dice eso, de ninguna manera está ignorando la gracia, Él no está ignorando el regalo de la salvación, Él no olvida el hecho de que estamos seguros y que somos perdonados en Él, tampoco olvida el hecho de que somos significativos y aceptados en Él. Jesús no está olvidando todas esas cosas que a los cristianos de hoy en día nos encanta recordar.

Pero aquí Jesús nos está diciendo que, cuando esas cosas realmente hayan tenido lugar en nuestra vida, que cuando nuestra identidad en Cristo este clara en nuestra vida, cuando nuestro corazón haya cambiado desde adentro hacia afuera, entonces vamos a demostrarle al mundo, a los necesitados, a todos los que nos rodean, que vamos a mostrar nuestro amor por otras personas; vamos a dejar un legado, vamos a desear involucrarnos en la vida de los demás como un un fuego ardiente saliendo dentro de nosotros.

Bien, toma tu Biblia y ve conmigo al Libro de 1 Timoteo. Estamos en una serie de sermones llamados «Ser dueño de mi influencia » y estamos viendo sobre la importancia de dejar un legado. ¿Qué vas a dejar atrás cuando todo está dicho y hecho? ¿Cómo van a recordarte las personas?

Para responder a esas preguntas, hemos estado recordando que nuestra forma de vivir hoy determinará lo que dejamos. Entonces, estamos viendo las características que se encuentran en 1 Timoteo 3 como nuestro marco para ver qué tipo de características necesitamos como creyentes para dejar el legado que Dios quiere que dejemos. Estas características son específicamente para los ancianos, pero no se detienen allí, son para cada seguidor de Cristo que desea tener un impacto en estos cortos años en la tierra. Hasta este punto, hemos visto que un legado comienza con pasión, es necesario que poseas un fuego ardiendo dentro de ti. Mira, cuando Jesús te ha cambiado desde adentro hacia afuera, quieres hacer algo con lo que Él te ha dado. Joe Ehrmann, escritor y orador, ha escrito muchos libros sobre coaching, y él dice que un legado tiene dos cosas: primero, las relaciones con las personas; y segundo, un compromiso con una causa. ¿Hay algo en lo que crees firmemente? ¿Hay una pasión ardiente dentro de ti por una causa en común?

Entonces, cuando todo se haya dicho y hecho en tu vida, ¿qué crees que dirán las personas de ti? Tu legado debe estar por encima del reproche, no debes ser perfecto, en realidad ninguno de nosotros puede vivir una vida perfecta, pero el patrón de nuestra vida debe ser irreprochable, debemos ser nosotros quienes demostremos lo que significa la integridad familiar, debes ser fiel a tu cónyuge e hijos, debes ser emocionalmente equilibrado, debes ser templado y tener autocontrol en tu vida. Ahora, en el último capítulo vimos lo que implica ser respetable, y esto proviene únicamente de la obediencia que fluye de nuestra identidad espiritual.

Así que, aquí está lo que dice Pablo: «Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea. Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador,» “Hospedador” esta es nuestra característica de hoy; hospitalario, “Mostrando hospitalidad” pero, ¿qué significa eso? Bueno, la palabra hospitalaria proviene de dos palabras griegas: philo «amor» y xenos «extraños». Amar al extraño, abierto a extraños, manos abiertas a extraños.

A lo largo de las Escrituras, la hospitalidad es una característica de una persona piadosa. Si lees el Antiguo Testamento, una y otra vez, cuando las personas viajaban, personas piadosas los invitaban a su casa a buscar: alojamiento, comida y protección. Y ese aspecto de la piedad se ve en todo el mundo.

Mira, es sorprendente ver que cuando los miembros de ministerio viajamos, la gente quiere tenernos en su casa, ellos nos brindaban alimentos y hospedaje desinteresadamente. En una ocasión, cuando viajábamos a barrios muy pobres, veíamos que muchos de ellos ni si quiera tenían un templo donde escuchar de Dios y tenían sus iglesias debajo de los árboles, era impresionante ver como el amor de Dios los motivaba a actuar.  Mira, la hospitalidad es más que comer en un hogar, la hospitalidad tiene que ver con la actitud del corazón.

A lo largo del Antiguo Testamento, Dios instruyó a Su pueblo de diversas formas, una de esas formas fue mientras cosechaban los campos, ellos no cosechaban los rincones de los campos para que los extraños pudieran entrar y tuvieran grano de las esquinas de su campo. Mira, la ley de Dios instruyó a los israelitas que se hicieran cargo de los necesitados. Ezequiel 18: 7 dice: “que al deudor devolviere su prenda, que no cometiere robo, y que diere de su pan al hambriento y cubriere al desnudo con vestido,” Ahora, en el Nuevo Testamento, la hospitalidad adquiere una parte extremadamente importante de la vida cristiana.

Hay dos razones muy prácticas por las cuales la hospitalidad es tan crítica en el Nuevo Testamento. La primera razón es la persecución. Entonces, en el Nuevo Testamento se estaba produciendo mucha persecución y las personas estaban siendo capturadas y asesinadas. Quienes los perseguían, se presentaban en su casa y si no los capturaban o los mataban, los obligaban a salir de la ciudad sin ninguna de sus pertenencias. Y entonces dejaban a esos cristianos solos, huyendo por sus vidas, viajando, y con el poco dinero que tenían, apenas les alcanzaban para posadas del día que eran casas de prostitución, frecuentadas por hombres endurecidos y borrachos. No era nada bueno llevar a sus familias a un lugar como ese.

Es por eso por lo que era tan crítico que los cristianos fueran hospitalarios con sus hermanos; ellos les daban un lugar para quedarse por unos días, los vestían y les daban ropa, ellos los protegerían y luego los enviaban con las cosas que necesitaban para llegar a un lugar seguro. La hospitalidad era más que simplemente invitar a la gente a tomar café y postre, la hospitalidad implicaba sacrificio. Es un esfuerzo costoso y a veces, puede ser muy, muy peligroso.

En 209 A.D.C bajo el reinado del emperador Septimio Severo, hubo una persecución en toda la iglesia y un sacerdote cristiano que estaba en camino, tuvo que correr por su vida, hasta que un soldado romano, llamado Albano, lo invitó a entrar. Ellos tuvieron una conversación durante los siguientes días, y este soldado se hizo creyente. Los perseguidores se enteraron dónde estaba este sacerdote, les avisaron y se presentaron en la casa del soldado, entonces este soldado lo dejó escapar por la parte de atrás, tomó las vestiduras del sacerdote y se las colocó él mismo, por lo que cuando aparecieron en la puerta, pensaron que él era el sacerdote, se lo llevaron, y le pidieron que renunciara a su fe. Y este soldado, con su nueva fe, se negó a renunciar a ella y fue decapitado.

Hoy existe una ciudad en las afueras de Londres, con el nombre de aquel soldado, “Albano” el primer mártir de Gran Bretaña. Entonces, ves que la hospitalidad también puede ser un poco peligrosa.

Había otra razón por la cual la hospitalidad era tan importante en el Nuevo Testamento. Misión y trabajo. Los evangelistas recorrían todo el mundo comenzando iglesias o yendo a visitar iglesias, Pablo era uno de ellos, él necesitaba un lugar para quedarse. Un hombre de la reputación de Pablo nunca podría quedarse en una posada porque eran casas de prostitución y, por lo tanto, Pablo necesitaba casas en las que quedarse, entonces la gente le permitía entrar a sus hogares y él hacía lo mismo con otros evangelistas que viajaban. De hecho, hay un libro completo de la Biblia, escrito con respecto a este aspecto de la hospitalidad: 3 Juan, es un solo capítulo con 15 versos, y es precisamente de este libro del que hablaremos en el próximo programa.

El apóstol Juan ha estado enviando evangelistas para hacer el trabajo en todo el mundo y habla de dos hombres: Diótrefes y Gayo.

 

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