Inquebrantable confianza

Cordiales saludos amable oyente. Es un gozo para mí saber que Usted me está escuchando. Estamos estudiando el libro de Daniel. En nuestro último estudio bíblico dejamos en una encrucijada a tres varones judíos, fieles a Jehová, el único Dios verdadero, quienes servían en la corte del rey Nabucodonosor como funcionarios en la provincia de Babilonia. Sucede que el rey Nabucodonosor había ordenado levantar una enorme estatua de oro de 27 metros de alto y 2,7 metros de ancho en una llanura llamada Dura con la finalidad que él y sus súbditos le rindan adoración como a uno más de los muchos dioses que adoraban los babilonios. Para la ceremonia de dedicación de la estatua de oro, el rey invitó a todos sus funcionarios de gobierno, dentro de los cuales estaban los tres varones judíos, Ananías, Misael y Azarías. Una vez reunidos todos, el rey hizo pregonar que tan pronto suene la música de una gran orquesta, absolutamente todos se postren en el suelo y adoren la estatua de oro. Los que no lo hagan serían arrojados vivos a un horno de fuego ardiendo. Los tres varones judíos sabían que adorar una imagen o una estatua es contrario a la voluntad de Dios, pero al mismo tiempo estaban bajo la autoridad del rey quien ordenó adorar la estatua, y si no lo hacían corrían el riesgo de perder la vida. ¿Cuál será el desenlace?

Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Daniel 3:7-18. Lo primero que tenemos en este pasaje bíblico es a la multitud adorando la estatua. Daniel 3:7 dice: Por lo cual, al oír todos los pueblos el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, todos los pueblos, naciones y lenguas se postraron y adoraron la estatua de oro que el rey Nabucodonosor había levantado.
Había llegado el momento tan esperado por el rey. El director de la orquesta real dio la orden y la música llenó el ambiente. Instantáneamente el rey y todos los asistentes, se postraron en tierra, boca abajo, para rendir adoración a la estatua de oro. Debe haber sido todo un espectáculo ver a miles de personas sin distinción de ninguna clase, todas postradas alrededor de esa gran imagen de oro. Había gente de todos los pueblos, naciones y lenguas. La mayoría lo hizo con verdadero agrado, porque estaban cumpliendo con la voluntad del rey y estaban librando sus vidas de la pena capital. Pero entre la multitud había tres varones judíos que fieles a sus principios espirituales no se postraron como los demás para adorar la imagen de oro. Rendir culto o inclinarse ante cualquier imagen es contrario a la voluntad de Dios en cualquier tiempo y en cualquier cultura. En segundo lugar tenemos la acusación contra los judíos. Daniel 3:8-12 dice: Por esto en aquel tiempo algunos varones caldeos vinieron y acusaron maliciosamente a los judíos.
Dan 3:9 Hablaron y dijeron al rey Nabucodonosor: Rey, para siempre vive.
Dan 3:10 Tú, oh rey, has dado una ley que todo hombre, al oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, se postre y adore la estatua de oro;
Dan 3:11 y el que no se postre y adore, sea echado dentro de un horno de fuego ardiendo.
Dan 3:12 Hay unos varones judíos, los cuales pusiste sobre los negocios de la provincia de Babilonia: Sadrac, Mesac y Abed-nego; estos varones, oh rey, no te han respetado; no adoran tus dioses, ni adoran la estatua de oro que has levantado.
Mientras la mayoría de la gente estaba postrada adorando la imagen, algunos de los consejeros del rey, los caldeos, notaron de reojo que hubo tres personas que no lo hicieron. Hechas las averiguaciones se encontró que se trataba de tres varones judíos quienes por consejo de Daniel habían sido puestos por el rey como gobernadores de la provincia de Babilonia. Sin pensarlo dos veces, los caldeos fueron deprisa a la presencia del rey para denunciar a estos tres varones judíos. Dice el texto que los acusaron maliciosamente. Esto significa que los caldeos odiaban a los judíos y les pareció que habían encontrado la ocasión ideal para deshacerse totalmente de ellos. Esto es el colmo de la ingratitud. No olvidemos que unos veinte años atrás, la vida de todos los caldeos estuvo en serio peligro cuando no pudieron revelar el sueño de Nabudocodonosor y su interpretación. Pero en esa ocasión, Dios intervino por medio de Daniel y los tres varones judíos, para revelar el sueño primeramente y después para dar su interpretación, lo cual hizo que los caldeos puedan seguir viviendo. Daniel y los tres varones judíos, por decirlo así, salvaron la vida de los caldeos. Sin embargo de eso, ahora, son esos mismos caldeos los que están buscando el mal para los judíos. Se dice que la ingratitud es la peor lacra de la humanidad. ¿Por qué habrán actuado así los caldeos? Porque sentían celos de los judíos, pero con mayor seguridad, porque Satanás, el enemigo de Dios y de su pueblo escogido, estaba agitando las pasiones para acabar con el pueblo de Dios. Lisonjeando al rey, los caldeos le dicen: Rey para siempre vive. Como es notorio a todos, tú ordenaste que tan pronto suene la música de adoración, toda persona debe inclinarse y adorar a la imagen de oro que tú levantaste y que si alguien no lo hace, será arrojado vivo dentro de un horno de fuego ardiendo. Observe como los caldeos cooperan a inflar más el ya inflado ego del rey. Todo estaba listo para lo que vino después. Los caldeos entonces informan al rey que hubo tres varones judíos que se atrevieron a incumplir las órdenes del rey. Son Sadrac, Mesac y Abed-nego, los que fueron puestos como oficiales en la provincia de Babilonia. Su falta fue triple: Irrespetaron al rey, no adoran los dioses del rey y no adoraron la estatua que el rey levantó. Todo fue contra el rey. Veamos por tanto cuál fue la reacción del rey. Daniel 3:13-15 dice: Entonces Nabucodonosor dijo con ira y con enojo que trajesen a Sadrac, Mesac y Abed-nego. Al instante fueron traídos estos varones delante del rey.
Dan 3:14 Habló Nabucodonosor y les dijo: ¿Es verdad, Sadrac, Mesac y Abed-nego, que vosotros no honráis a mi dios, ni adoráis la estatua de oro que he levantado?
Dan 3:15 Ahora, pues, ¿estáis dispuestos para que al oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, os postréis y adoréis la estatua que he hecho? Porque si no la adorareis, en la misma hora seréis echados en medio de un horno de fuego ardiendo; ¿y qué dios será aquel que os libre de mis manos?
Montando en ira, el rey quiere cerciorarse por sí mismo si la acusación contra los tres varones judíos era cierta. Al menos en esto el rey actuó sabiamente. Siempre es necesario comprobar lo que la gente habla en contra de alguien. El rey hizo venir a los tres varones judíos y les hizo una sola pregunta: ¿Es verdad que Ustedes no adoran a mi dios ni adoran la estatua de oro que he levantado? Los varones judíos deben haber asentido de alguna manera, y mostrándose magnánimo, el rey les ofreció una segunda oportunidad a los varones judíos. ¿Están dispuestos para que al oír la música de adoración, se postren y adoren la estatua que he hecho? Porque de otra manera, si no lo hacen, instantáneamente serán echados en medio de un horno de fuego ardiendo. Saturado de arrogancia el rey dice que no hay dios que pueda salvarlos de sus manos. Muy pronto este arrogante rey descubrirá que había dejado de lado al único todopoderoso Dios, Jehová, el Dios de Israel. Si de salvar el pellejo se tratara, los varones judíos estaban ante una gran oportunidad. Pero para ellos había algo más precioso que salvar la vida, era su fidelidad a Jehová. Note cuál fu su respuesta. Se encuentra en Daniel 3:16-18 donde dice: Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron al rey Nabucodonosor, diciendo: No es necesario que te respondamos sobre este asunto.
Dan 3:17 He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará.
Dan 3:18 Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado.
Los varones judíos estaban tan decididos a mantener su fidelidad a Jehová, que dicen al rey: No es necesario que te respondamos sobre este asunto. Una forma de decir: Esto no es algo que nos preocupe. ¿Por qué tanta seguridad? Pues porque Jehová, a quien servían los varones judíos, es capaz de librarles del horno de fuego ardiendo, y de la misma mano del arrogante rey. Pero la confianza de los varones judíos va más allá de esperar ser liberados. Por eso dijeron: Y si Jehová no nos libra del horno de fuego ardiendo, no hay problema con nosotros, porque eso será lo mejor, desde el punto de vista de Dios. En todo caso, nosotros no vamos a adorar a tus dioses ni tampoco vamos a adorar la estatua que has levantado. En nuestro próximo estudio bíblico vamos a ver en qué quedó todo esto. ¿Qué podemos aprender de todo esto, amable oyente? Pues que no debemos sacrificar la fidelidad a Dios en el altar de lo que el mundo dice o que la gente dice. Dios se ocupará de librarnos de las consecuencias de ser fieles a Dios, y si no nos libra de esas consecuencias, de todas maneras, Él sabe lo que es mejor y aún eso resultará en la gloria de su maravilloso nombre.

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