Naturaleza cristiana

Qué gusto saludarle amable oyente. Sea bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Continuamos estudiando el libro de Daniel. En nuestro último estudio bíblico, dejamos a cuatro jóvenes judíos en el exilio en Babilonia, bajo el cuidado de Aspenaz el jefe de los eunucos del palacio real de Nabucodonosor, rey de Babilonia. El propio rey de Babilonia fijó la ración alimenticia y el vino para que estos jóvenes judíos crezcan sanos y fuertes. El jefe de los eunucos estaba tan interesado en que estos cuatro jóvenes judíos asimilen la cultura, las letras, la ciencia y el idioma de Babilonia, que inclusive les puso nombres babilónicos. A Daniel le puso el nombre Beltsasar. A Ananías le puso el nombre Sadrac. A Misael le puso el nombre Mesac y a Azarías le puso el nombre Abed-nego. Todos estos nuevos nombres hacían alusión a alguna de las deidades paganas babilónicas. El jefe de los eunucos podía cambiar el nombre a Daniel, Ananías, Misael y Azarías, pero no podía hacerles cambiar su naturaleza, como se hará evidente en el pasaje bíblico que tenemos para hoy.

Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Daniel 1:8-16. A partir de esta parte del libro, Daniel ocupa el lugar central del relato. En primer lugar tenemos la determinación de Daniel. Daniel 1:8 dice: Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse.
Note que este versículo comienza con la preposición “Y”. La razón para esto es para mostrar que a pesar de todo lo que se hacía para que Daniel y sus amigos olviden sus raíces judías, sin embargo, Daniel estaba determinado a perseverar en lo que aprendió de niño de sus padres. Padres, no olviden enseñar sobre Dios a sus hijos desde su tierna edad. Daniel por tanto propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía. Proponerse en el corazón significa adoptar una línea de conducta acorde con lo que previamente se ha guardado en la mente. Daniel sabía que según la ley de Moisés algunos alimentos eran considerados como inmundos y que si un judío los comía se contaminaba. La porción de la comida de Nabucodonosor contenía varios alimentos inmundos y si Daniel los comía estaría violando algo que Dios había ordenado. En cuanto al vino que bebía Nabucodonosor, muy probablemente este vino había sido previamente ofrecido a ídolos paganos y por tanto era inmundo según las normas de la ley de Moisés. Daniel tampoco quería contaminarse bebiendo un vino catalogado como inmundo. En esta actitud de Daniel vemos la calidad de su carácter. Daniel no dijo: Bueno, estoy en Babilonia y tengo que hacer todo lo que hacen los babilonios para ser aceptado por ellos. Tampoco dijo: Bueno, estoy aquí como exiliado y seguramente algún día me matarán, así que al menos mientras tenga vida voy a probar de todo lo que se me ponga por delante. Tampoco dijo: Bueno, ¿de qué me ha servido mantenerme puro? En lugar de premiarme, Dios me ha traído a esta tierra extraña como esclavo, así que, de aquí en adelante voy a vivir como me venga en gana. Nada de esto, amable oyente, Daniel propuso en su corazón vivir de acuerdo a todo lo que aprendió en su niñez y en su adolescencia acerca del temor de Dios. Cuánto nos hace falta imitar a Daniel. Conforme con su determinación, Daniel pidió a Aspenaz, el jefe de los eunucos, que no se le obligue a contaminarse. Daniel no se reveló ni hizo huelga de hambre, sino que de la manera más respetuosa y amable pidió a la persona indicada lo que deseaba. Muy bien. En segundo lugar tenemos la decisión del jefe de los eunucos ante el pedido de Daniel. Daniel 1:9-10 dice: Y puso Dios a Daniel en gracia y en buena voluntad con el jefe de los eunucos;
Dan 1:10 y dijo el jefe de los eunucos a Daniel: Temo a mi señor el rey, que señaló vuestra comida y vuestra bebida; pues luego que él vea vuestros rostros más pálidos que los de los muchachos que son semejantes a vosotros, condenaréis para con el rey mi cabeza.
Esto es grandioso amable oyente. Cuando honramos a Dios a pesar de las circunstancias, Dios también nos honrará ante los hombres. Esto es justamente lo que pasó con Daniel. Dios fue honrado por la actitud de Daniel de no contaminarse con la porción de la comida del rey y con el vino que él bebía, y en respuesta, Dios tocó el corazón de Aspenaz, jefe de los eunucos, para que tenga gracia y buena voluntad hacia Daniel. Si Usted está en algún conflicto con alguna persona, comience a honrar a Dios obedeciendo todo lo que Dios dice en su palabra, y es muy posible que Dios opere un cambio sorprendente en la vida de esa persona con quien tiene problemas. Proverbios 16:7 dice: Cuando los caminos del hombre son agradables a Jehová,
Aun a sus enemigos hace estar en paz con él.
El hecho que Aspenaz, jefe de los eunucos tenía gracia y buena voluntad hacia Daniel no significaba que iba a aceptar inmediatamente el pedido de Daniel, porque como buen administrador, Aspenaz sabía que debía cumplir con las órdenes de su autoridad el rey y si no lo hacía, estaba en riesgo de perder su propia vida. Debía haber alguna manera de lograr lo que quería Nabucodonosor, pero de una forma que no atente contra la convicción espiritual de Daniel. Era el dilema de Daniel. Aquí es donde Dios intervino nuevamente. En tercer lugar tenemos el desenlace del dilema de Daniel. Daniel 1:11-16 dice: Entonces dijo Daniel a Melsar, que estaba puesto por el jefe de los eunucos sobre Daniel, Ananías, Misael y Azarías:
Dan 1:12 Te ruego que hagas la prueba con tus siervos por diez días, y nos den legumbres a comer, y agua a beber.
Dan 1:13 Compara luego nuestros rostros con los rostros de los muchachos que comen de la ración de la comida del rey, y haz después con tus siervos según veas.
Dan 1:14 Consintió, pues, con ellos en esto, y probó con ellos diez días.
Dan 1:15 Y al cabo de los diez días pareció el rostro de ellos mejor y más robusto que el de los otros muchachos que comían de la porción de la comida del rey.
Dan 1:16 Así, pues, Melsar se llevaba la porción de la comida de ellos y el vino que habían de beber, y les daba legumbres.
Dios trabajó detrás de bastidores haciendo que Aspenaz, el diligente jefe de los eunucos, nombre a Melsar, su asistente, como la persona encargada de supervisar a Daniel, Ananías, Misael y Azarías. Como acostumbraba, Daniel se acercó a Melsar de la manera más respetuosa y amable para proponerle un plan que satisfaga tanto el propósito de Nabucodonosor como el propósito de Daniel y sus amigos. El plan consistía en hacer una prueba durante diez días, tiempo en el cual Daniel y sus amigos no comerían la porción de la comida del rey ni beberían el vino que él bebía, sino comerían solamente legumbres y beberían solamente agua. Después de los diez días, Daniel planteó que se compare el rostro de él y de sus amigos, con los rostros de otros muchachos que comían la ración de la comida del rey. Según el resultado, Melsar estaría en libertad de hacer lo fuera conveniente. Al escuchar y analizar el plan, Melsar estuvo de acuerdo con hacer la prueba. Durante diez días, Daniel y sus amigos no probaron bocado de la porción de la comida del rey ni tocaron las copas con el vino que bebía el rey, y en su lugar comieron legumbres y bebieron agua. Daniel y sus amigos estaban plenamente convencidos que Dios intervendría para que en un tiempo tan corto se manifiesten evidencias irrefutables para demostrar que el menú del rey no era conveniente para ellos. Cuando se trata de hacer algo para que el nombre de Dios sea puesto en alto, Dios va a prosperar ese plan. Eso fue lo que sucedió con Daniel y sus amigos. Al cabo de diez días, Melsar debe haber llamado a Daniel y sus amigos y a algunos de los muchachos que comían el menú del rey. Tal vez midió su estatura y vio que Daniel y sus amigos habían crecido más que los otros. A lo mejor les pesó y vio que Daniel y sus amigos habían ganado más peso que los otros. Inclusive puede ser que les hizo una prueba de esfuerzo físico y vio que Daniel y sus amigos eran más fuertes que los otros. Pero lo que más convenció a Melsar fue ver el rostro de Daniel y sus amigos. El rostro de ellos se veía más saludable, más radiante que el rostro de los otros. No había dudas. De una manera que Melsar no entendía, a pesar de que Daniel y sus amigos no comieron nada sino legumbres y no bebieron nada sino agua, sin embargo estaban mejores que otros muchachos que estaban comiendo el buen potaje que comía el rey. Claro, la clave no estaba en las legumbres ni el agua sino en la inquebrantable fe que tenía Daniel y sus amigos en Jehová el Dios de Israel y en la obediencia a su palabra. Dios sabe premiar a los que le temen y le obedecen. Melsar por tanto se llevaba la porción de la comida de Daniel y sus amigos y el vino que habían de beber, y les daba legumbres. Daniel y sus amigos habían logrado su propósito de no contaminarse a pesar de estar en una tierra extraña, lejos de sus familiares, en calidad de cautivos, y Nabucodonosor también había logrado su propósito de preparar a Daniel y sus amigos físicamente, intelectualmente y socialmente. Cuando se hacen las cosas de Dios a la manera de Dios, siempre va a haber bendición para todos. Que el Señor le motive a agradar a Dios, a pesar de las circunstancias.

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