Jonás fue liberado de su putrefacta prisión

Reciba cordiales saludos amable oyente y la bienvenida al estudio bíblico de hoy en el libro de Jonás. En lo que va de nuestro estudio bíblico, hemos visto a Jonás siendo comisionado por Dios para ir a Nínive y proclamar la necesidad de arrepentirse. En lugar de obedecer el mandato de Dios, Jonás se levantó y trató de escapar de la presencia de Dios huyendo a Tarsis. Es así como Jonás se convirtió de un profeta comisionado en un profeta fugitivo. La desobediencia a Dios a Dios siempre tiene un castigo. Nadie puede desobedecer a Dios y salir bien librado. Dios en su misericordia a veces retrasa el castigo, pero el castigo llegará a su debido tiempo. Jonás fue castigado por su desobediencia. Para Jonás el castigo significó ser arrojado a las aguas tempestuosas de un enfurecido mar. Quizá Jonás pensó que esto sería el fin, pero no consideró que además de justo, Dios es misericordioso. En su misericordia, Dios protegió a Jonás y de profeta fugitivo se transformó en profeta protegido. La protección vino de la forma más extraña que podamos imaginar. Dios tenía preparado un gran pez que tragase a Jonás y estuvo Jonás en el vientre del gran pez por tres días y tres noches. Estando en esta circunstancia por demás adversa, Jonás se arrepintió de su desobediencia y desde el vientre del gran pez elevó una fervorosa plegaria al Dios Todopoderoso. Tenemos ahora a Jonás como profeta arrepentido. En su oración, Jonás se refirió al terrible resultado de desobedecer a Dios. Qué cuadro por demás interesante. Dios se manifestó en misericordia para Jonás protegiendo su vida, pero a la vez, Jonás tuvo que sufrir la consecuencia de su desobediencia. Así de trágico es el pecado de desobediencia. Con sobrada razón se ha dicho que Dios sana la herida que el pecado ocasiona, pero la cicatriz que deja el pecado estará siempre presente. Conocí a una joven creyente que se puso de novia con un apuesto joven pero incrédulo, desobedeciendo expresas disposiciones en contrario, como aquella de 2 Corintios 6:14 donde dice: No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?
A pesar de las advertencias de sus padres y de los ancianos de la iglesia, esta joven obstinadamente prosiguió con esta relación equivocada. La pasión pudo más que la razón y para tristeza de todos los que la conocían finalmente se casó con aquel joven. Por un tiempo la relación entre ellos parecía que andaba bien, pero en un momento dado la joven no pudo soportar más su situación y confesó su pecado de desobediencia delante de Dios y los ancianos de la iglesia. Dios por supuesto perdonó aquel pecado y los ancianos de la iglesia también lo hicieron, pero lo que nadie pudo evitar fue el sufrimiento, la angustia y la desesperación que experimentó esta joven mujer cada vez que su esposo llegaba ebrio a la casa y arremetía a golpes contra ella y contra sus tiernos hijos. Esto fue la consecuencia de su desobediencia. Para evitar males mayores se vio forzada a separarse de su esposo. Hoy vive sola, manteniendo precariamente a sus hijos y recordando cuan caro es darse el lujo de desobedecer a Dios en algo que él haya ordenado. Jonás también desobedeció a Dios, fue castigado, Dios tuvo misericordia de él y fue perdonado, pero nadie pudo evitar que pase tres días y tres noches en medio de la lacerante flora estomacal y los quemantes jugos gástricos del estómago de un gran pez. Oh cuan desastroso es desobedecer a Dios. Puede ser que este preciso instante usted, amable oyente esté luchando entre hacer lo que Dios ha dicho en su palabra o lo que su humano razonamiento o sus deseos le aconsejan. Cuidado, no se exponga al castigo de Dios. Para qué prestarse a ser objeto de la disciplina de Dios. Deseche cualquier consejo equivocado y con fe obedezca a Dios. Usted puede estar seguro que si lo hace, Dios le premiará de alguna manera, porque Dios honra a los que le honran. Después de pasar tres días y tres noches en el vientre del pez, Jonás fue liberado de su putrefacta prisión y es así como tenemos al profeta liberado. Esto será justamente el tema de nuestro estudio bíblico de hoy.

Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en el libro de Jonás capítulo 2, versículo 10. La Biblia dice: Y mandó Jehová al pez, y vomitó a Jonás en tierra.
Que contraste tan interesante. Jehová mandó a Jonás y Jonás desobedeció. Jehová mandó a un pez y el pez obedeció. Los montes se someten a la voluntad de Dios. En algún momento de la historia de Israel, Jehová mandó y las aguas del mar Rojo se dividieron en dos. En otra ocasión, Dios detuvo la lluvia por algunos años y la hizo venir después que se cumplió su propósito. Dios ordenó a una estrella y ésta guió a los magos hacia el lugar donde había nacido el niño Jesús. Jesús dio una orden y un embravecido mar se volvió quieto como un tranquilo lago. Dios ordenó a un gallo que cantara dos veces antes que Pedro negara tres veces a Jesús y el gallo obedeció al pie de la letra. Sólo pocos ejemplos para mostrar que la naturaleza toda se somete a Jehová, menos el hombre. El hombre es el único ser de la creación que osa desobedecer al Dios todopoderoso. Por supuesto que paga caro por su desobediencia, pero lo hace de todas maneras. En este caso, la orden de Jehová al pez fue: Nada hacia la orilla y vomita a Jonás en tierra. Tan pronto el pez recibió la orden la cumplió inmediatamente y contrario a lo que todo pez hace, se enfiló directamente hacia la playa para depositar a Jonás en tierra firme. Para cuando el pez llegó a la playa, la presencia de Jonás en su estómago le causó tal indigestión que no tuvo más que vomitarlo. Esto debió haber sido un duro golpe para Jonás. Imagínese, ni el pez lo soportó en su estómago. Pero a la vez, significó su liberación. La desobediencia a Dios es como una prisión que atrapa. Muchas veces rehusamos obedecer a Dios porque tememos perder nuestra libertad pero no nos damos cuenta que cada vez que desobedecemos a Dios añadimos un barrote más a la obscura celda que nos mantiene presos. La verdadera libertad se da cuando por amor nos sometemos a los principios de Dios expuestos en su palabra. Puede ser que hoy mismo su desobediencia le tenga prisionero. No siga en ese estado. Libérese. La manera de hacerlo es del mismo modo que lo hizo Jonás. Él reconoció su pecado, lo confesó y se comprometió a obedecer. Automáticamente quedó libre de su prisión. Usted también amable oyente, reconozca que hasta ahora ha andado en desobediencia a Dios, no se justifique, sea sincero con usted mismo y con Dios y admita que ha estado en desobediencia. Confiéselo a Dios como un pecado y delante de él comprométase a obedecer a cualquier precio. Usted notará que inmediatamente caerán ante sus ojos las cadenas de la opresión de la desobediencia y quedará en libertad para hacer lo que a Dios le agrada. No espere más, para seguir experimentado como Jonás los olores putrefactos de la desobediencia. Mientras Jonás estuvo en el vientre del pez, no pudo ser de ninguna utilidad para Jehová. Igual es con usted amable oyente, mientras esté en su propia prisión de la desobediencia no podrá ser útil en las manos de Dios. Tiene que salir de la prisión para ser utilizado por Dios. Libérese hoy mismo para que sea usado poderosamente por Dios. Hemos visto entonces que la desobediencia en lugar de liberar resulta en cautividad. La obediencia en cambio trae bendición y libertad. Una vez un hombre estaba desesperado buscando trabajo. Cansado de buscar entró a la oficina de un acaudalado hombre de negocios. Busco trabajo, dijo con actitud de ruego, estoy dispuesto a hacer lo que usted quiera con tal de ganar algo para mantener a mi familia. El hombre de negocios se levantó de su silla y se dirigió a una ventana de su oficina. ¿Ve esa pila de ladrillos en el patio? Quiero que lo traslade al otro lado del patio y los acomode bien. Al caer la tarde el hombre informó que había terminado. Recibió su paga y preguntó: ¿Hay alguna cosa para hacer mañana? El hombre de negocios respondió: Sí, hay algo para hacer. ¿Ve usted esa pila de ladrillos que usted mismo acaba de acomodar a uno de los lados del patio? Sí dijo el hombre. Quiero que los traslade al mismo lugar donde estaban antes y los acomode muy bien. Al día siguiente el hombre trabajó diligentemente acarreando ladrillos de un lado del patio al otro. Por más de una semana recibió las mismas órdenes cada día y el hombre las cumplió al pie de la letra demostrando que era digno de confianza. Después de un tiempo el hombre recibió una mayor responsabilidad. Ir al mercado de la ciudad y participar en una subasta de azúcar. Como no era conocido en la subasta, cuando su oferta fue aceptada, el subastador le preguntó: ¿Quién va a pagar la factura? El hombre sin titubeos dio el nombre del hombre de negocios y luego añadió: Yo soy su agente. Quien es fiel en lo poco también es fiel en lo mucho. Que Dios le ayude a salir de la terrible prisión de la desobediencia.

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