Lo nocivo de hacer negocio con el servicio al Señor

Con mucha satisfacción damos la bienvenida a nuestras amigas y amigos oyentes. En la continuación de la serie titulada: Malaquías, un llamado a vivir piadosamente en medio de un mundo de impiedad, en esta ocasión, David Logacho nos hablará en cuanto a lo nocivo de hacer negocio con el servicio al Señor.

Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en el libro de Malaquías.

Hemos señalado que este libro tiene que ver con un llamado a vivir piadosamente en medio de un mundo de impiedad. La impiedad en los tiempos de Malaquías no sólo estaba entre el pueblo sino también entre los sacerdotes. A lo mejor la impiedad surgió primero en los sacerdotes y después se extendió entre el pueblo.

Usted sabe, cuando la cabeza anda mal, el resto del cuerpo no puede andar bien. Por medio del profeta Malaquías, Dios confronta la impiedad de los sacerdotes. Uno de los problemas que tenían los sacerdotes era ofrecer sacrificios inaceptables por Dios. La ley de Moisés establecía con claridad que los animales que debían ser sacrificados debían ser sin defecto.

Instruyendo a los sacerdotes acerca de los sacrificios, Jehová dijo lo siguiente por medio de Moisés, según Levítico 22:19-25 “para que sea aceptado, ofreceréis macho sin defecto de entre el ganado vacuno, de entre los corderos, o de entre las cabras. Ninguna cosa en que haya defecto ofreceréis, porque no será acepto por vosotros. Asimismo, cuando alguno ofreciere sacrificio en ofrenda de paz a Jehová para cumplir un voto, o como ofrenda voluntaria, sea de vacas o de ovejas, para que sea aceptado será sin defecto. Ciego, perniquebrado, mutilado, verrugoso, sarnoso o roñoso, no ofreceréis éstos a Jehová, ni de ellos pondréis ofrenda encendida sobre el altar de Jehová. Buen o carnero que tenga de más o de menos, podrás ofrecer por ofrenda voluntaria; pero en pago de voto no será acepto. No ofreceréis a Jehová animal con testículos heridos o magullados, rasgados o cortados, ni en vuestra tierra lo ofreceréis. Ni de mano de extranjeros tomarás estos animales para ofrecerlos como el pan de vuestro Dios, porque su corrupción está en ellos; hay en ellos defecto, no se os aceptarán.”

Dios merece lo mejor y debe recibir lo mejor, pero los sacerdotes de la época de Malaquías estaban ofreciendo sacrificios de animales ciegos, cojos y enfermos. Lo que energizaba esta conducta indigna era el amor al dinero, o la corrupción. A lo mejor un animal apto para el sacrificio, valía, por dar un cifra, digamos cien. Pero un animal con defecto, ya sea ciego o cojo o enfermo, valía, digamos veinte.

¿Sabe que hacían los judíos? Compraban el animal de a veinte y se ahorraban los ochenta. Luego llevaban el animal en peso, porque el animal a lo mejor ni podía ponerse en pie, peor caminar, a un sacerdote para el sacrificio. Este sacerdote tenía que examinar al animal antes de ofrecerlo en sacrificio. Esa era parte de su función. Pero sabiendo que el animal no era apto para el sacrificio, igual lo sacrificaba, no sin antes recibir algún soborno de parte del que ofrecía el sacrificio.

Así es como se hacían las cosas. Jehová era testigo de todo esto. Por eso recriminó fuertemente a los sacerdotes. Eso aparece entre los versículos 6 a 9 del capítulo 1.

Pero esta no era la única falta de los sacerdotes. Otra falta era el hacer del servicio a Dios un motivo para ganancias ilícitas. Eso es lo que encontramos en Malaquías 1:10 donde dice: “¿Quién también hay de vosotros que cierre las puertas o alumbre mi altar de balde? Yo no tengo complacencia en vosotros, dice Jehová de los ejércitos, ni de vuestra mano aceptaré ofrenda.”

Esta declaración puede entenderse de dos maneras un tanto diferentes pero no contradictorias. La una es en el sentido que Dios está reprochando la actitud de los sacerdotes de sacar provecho personal del servicio en el templo. Ningún sacerdote realizaba su deber de balde, o gratuitamente. Todos ellos esperaban sacar provecho de sus deberes religiosos.

En otras palabras, estaban lucrando con el servicio al Señor. Se estaban enriqueciendo con lo que cobraban a la gente por celebrar algún rito. ¿No le parece esta situación muy semejante a lo que pasa hoy en día en muchos círculos mal llamados cristianos?

Me refiero a personas y organizaciones que bajo el pretexto de estar sirviendo a Dios tienen como único propósito el llenar sus arcas de dinero. Personas que bajo el membrete de sacerdotes o pastores o misioneros o cualquier otro título, prácticamente meten la mano al bolsillo de la gente para sacarles hasta el último centavo con la falsa promesa de entregar bendiciones, prosperidad, salud, felicidad y solución a cualquier problema.

Son personas que lucran con el evangelio. Una de las condiciones para ser anciano o pastor, es justamente no ser codicioso de ganancias deshonestas, o en otras palabras, no sacar provecho personal del servicio al Señor. Por supuesto que el obrero es digno de su salario, con esto no hay problema.

Lo que cuestiona la Biblia es el negocio bajo el título de servicio al Señor. Los mercaderes de las cosas santas jamás han tenido la aprobación de Dios. El mismo Señor Jesucristo trató con severidad a los mercaderes del templo. Juan 2:14-15 dice: “Y halló en el templo a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas allí sentados. Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas y los bueyes; y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas”

Lucrar con las cosas del Señor jamás ha sido aprobado por Dios. Dios dijo a los sacerdotes que así lo hacían: No estoy contento con Ustedes ni voy a seguir aceptando sus ofrendas. Pues lo mismo diría hoy en día a los mercaderes de las cosas santas: No estoy contento con Ustedes y no voy a aceptar sus oraciones, ni sus súplicas, ni sus ayunos ni sus alabanzas. Es algo muy serio lucrar con las cosas de Dios.

Muy bien, esta es una de las maneras de entender lo que dice Malaquías 1:10, pero hay otra manera de entender, igualmente válida. Es en el sentido que Dios está diciendo: Ojalá alguno de los sacerdotes decidiera cerrar las puertas del templo para que nadie ofrezca más esos sacrificios de animales ciegos, cojos y enfermos. Dios verdaderamente estaba hastiado de esos sacrificios viciados de corrupción.

Otro profeta mucho más antiguo que Malaquías, dijo lo siguiente a este respecto. Leo en Isaías 1:11-13 “¿Para qué me sirve, dice Jehová, la multitud de vuestros sacrificios? Hastiado estoy de holocaustos de carneros y de sebo de animales gordos; no quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de machos cabríos. ¿Quién demanda esto de vuestras manos, cuando venís a presentaros delante de mí para hollar mis atrios? No me traigáis más vana ofrenda; el incienso me es abominación; luna nueva y día de reposo, el convocar asambleas, lo no puedo sufrir; son iniquidad vuestras fiestas solemnes.

Dios ciertamente está harto de los sacrificios hipócritas, del servicio sin sinceridad. Si no vamos a hacer algo bien para el Señor es mejor no hacerlo.

Hace algún tiempo atrás, se iba a presentar un número especial en un culto en determinada iglesia. La hermana que iba a cantar pasó adelante y tomando el micrófono introdujo su alabanza diciendo: No he tenido tiempo de ensayar lo suficiente, pero lo hago para el Señor y espero que Ustedes sepan disculpar si en algo me equivoco. El pastor quien estaba muy atento a lo que la hermana había dicho, pasó adelante pidió el micrófono y dijo: Qué tal si mejor dejamos este número especial para la próxima semana. Así la hermana tendrá el tiempo suficiente para ensayar la alabanza.

Bien por ese pastor. Es que así debe ser. Bajo el pretexto de hacer las cosas para el Señor, solemos tolerar la mediocridad y la falta de preparación adecuada. Si no vamos a hacer algo bien para el Señor, es mejor no hacerlo. Dios no acepta las cosas hechas a medias.

Si se cerraran las puertas del templo para no ofrecer más sacrificios inmundos, eso no significa que Dios no va a ser exaltado en el mundo. Note lo que dice Malaquías 1:11-12 “Porque desde donde el sol nace hasta donde se pone, es grande mi nombre entre las naciones; y en todo lugar se ofrece a mi nombre incienso y ofrenda limpia, porque grande es mi nombre entre las naciones, dice Jehová de los ejércitos. Y vosotros lo habéis profanado cuando decís: Inmunda es la mesa de Jehová, y cuando decís que su alimento es despreciable.”

Esto es probablemente una alusión a lo que estará en vigor durante el reino milenial de Cristo. Durante ese tiempo Dios será adorado en todo el mundo y por todas las naciones. Durante ese tiempo se reconocerá que el nombre de Dios es excelso y que la única adoración válida es aquella de incienso y ofrenda limpia. En ese tiempo nadie ofrecerá a Dios sacrificio de animal ciego o cojo o enfermo. Nunca más habrá sacerdotes que profanen el templo con sacrificios inmundos como estaba aconteciendo en la época de Malaquías.

¿Cómo está su servicio al Señor amigo oyente? ¿Lo hace por interés o lo hace con sinceridad, como una respuesta natural de su amor a la persona de Dios?

Un autor anónimo escribió lo que se llama Soneto al crucificado y que sintetiza muy bien la única motivación válida para vivir para el Señor y para servir al Señor. Dice así esta antigua rima castellana: “No me mueve, mi Dios, para quererte el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte. ¡Tú me mueves, Señor! Muéveme el verte clavado en una cruz y escarnecido; muéveme ver tu cuerpo tan herido; muéveme tus afrentas y tu muerte. Muéveme en fin tu amor, en tal manera que aunque no hubiera cielo yo te amara, y aunque no hubiere infierno te temiera. No me tienes que dar porque te quiera, pues aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero te quisiera.”

¡Hermoso! ¿No le parece? El amor es la única motivación válida para servir al Señor. No permita jamás que cualquier interés manche la hermosura de servir al Señor puramente por amor.

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