La confesión

Reciba nuestros saludos y la bienvenida a un nuevo estudio bíblico en el Libro de Nehemías. En esta ocasión, David Logacho nos hablará acerca de la confesión.

Hace algún tiempo atrás un joven fue sorprendido en un grave pecado. Luego de ser confrontado con aquel pecado, el joven manifestó que le gustaría confesar su pecado a Dios. En su oración de confesión dijo algo como lo siguiente: Dios, tu sabes que la carne es débil y que el diablo es fuerte. Fui engañado por el diablo y por eso caí. Siento mucho lo que ha pasado. Amén. Para todos nosotros será muy obvio, que este joven de ninguna manera estuvo reconociendo su pecado. Lo único que hizo en su confesión fue auto justificarse, proclamó su inocencia y echó la culpa de su pecado a su debilidad y al diablo. La confesión verdadera es algo totalmente diferente. En el estudio bíblico de hoy examinaremos algunos detalles de la confesión. Le invito a abrir su Biblia en el libro de Nehemías capítulo 9 versículos 32 a 38. Recordemos que estamos dentro de una oración de confesión a Dios. Esta oración tuvo adoración, alabanza y aceptación de la culpa. Hemos examinado ya la adoración en la cual se exaltó a Dios por lo que él es. Luego examinamos la alabanza en la cual se exaltó a Dios por lo que él ha hecho. Nos corresponde por tanto ahora examinar la aceptación de la culpa. Una genuina confesión debe contener al menos los ingredientes que vemos en este pasaje. Esto es, primero, recurrir a la misericordia de Dios. Segundo, reclamar las promesas de Dios. Tercero, reconocer la justicia de Dios y cuarto, redactar un pacto. Antes de entrar a este análisis, notemos que la confesión se esta dirigiendo directamente a Dios. El pecado ofende directamente a Dios y la confesión debe dirigirse directamente a Él. Dios es el único capaz de perdonar pecados, ¿para qué entonces confesar los pecados a un sacerdote? Tenemos entonces que una confesión verdadera, primeramente implica un recurrir a la misericordia de Dios. Nehemías 9:32 dice: «Ahora pues. Dios nuestro, Dios grande, fuerte, temible, que guardas el pacto y la misericordia, no sea tenido en poco delante de ti todo el sufrimiento que ha alcanzado a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros sacerdotes, a nuestros profetas, a nuestros, padres y a todo tu pueblo, desde los días de los reyes de Asiria hasta este día.» Cuando un creyente se encuentra verdaderamente arrepentido y su confesión es genuina, estará tan humillado delante de Dios que se sentirá como una basura. Esto es lo que sentía el pueblo de Israel en este instante. Parece que faltaran palabras para exaltar a la persona de Dios. Pero existe una palabra que quizá comunica mejor el sentir. Los israelitas hablaron del Dios misericordioso. La misericordia es esa cualidad por la cual Dios no nos da lo que merecemos. El pecado merece el castigo inmediato, y un castigo de lo más severo, pero Dios en su misericordia aplaca su ira y brinda una nueva oportunidad al pecador. La idea del pueblo de Israel, era: Dios, tu misericordia es infinita, nos has castigado ya por nuestros pecados, hemos sufrido lo suficiente, ten piedad de nosotros. Notemos que no hay amargura contra Dios, no es un reclamo, no es una acusación de injusticia a Dios. Es simplemente decir: Mi pecado es grave delante de ti, ten misericordia de mí. Además de recurrir a la misericordia de Dios, el pueblo reclamó las promesas de Dios. En la exaltación a Dios se habló de Él como un Dios que guarda el pacto. Dios había prometido a Israel bendición si ellos guardaban sus mandamientos y maldición si ellos se desviaban de sus mandamientos. Pero adicionalmente, Dios había prometido devolverles sus bendiciones en el momento que ellos se arrepintieran de su pecado. Esta es la esencia de lo que se llama el pacto Palestino dado por Dios a Israel por medio de Moisés. Bueno, había llegado el momento cuando el pueblo de Israel se arrepintió, era por tanto necesario reclamar esta promesa de Dios. Una confesión verdadera, debe estar fundamentada en la Palabra de Dios. En el Nuevo Testamento, por ejemplo, la palabra confesión viene de una palabra en griego que literalmente significa: decir lo mismo que. En la confesión el pecador tiene que decir lo mismo que Dios acerca de su pecado, o estar de acuerdo con Dios que el pecado cometido es algo sucio, algo vil, algo que ofendió gravemente la santidad de Dios. La confesión no es simplemente decir: perdóname y punto. La confesión tiene que enfatizar el hecho que lo que se hizo contradijo algo que Dios específicamente ha dicho en su Palabra. Una confesión que no hace referencia específica a la manera como se contradijo la palabra de Dios, no pasa de ser una mera expresión de labios fingidos. Tenemos entonces que la confesión genuina implica un recurrir a la misericordia de Dios y un reclamar las promesas de Dios. Pero hay más. La verdadera confesión también reconoce la justicia de Dios. Nehemías 9:33-37 dice: «Pero tú eres justo en todo lo que ha venido sobre nosotros; porque rectamente has hecho, mas nosotros hemos hecho lo malo. Nuestros, reyes, nuestros príncipes, nuestros sacerdotes y nuestros padres no pusieron por obra tu ley, ni atendieron a tus mandamientos y a tus testimonios con que les amonestabas. Y ellos en su reino y en tu mucho bien que les diste, y en la tierra espaciosa y fértil que entregaste delante ellos, no te sirvieron, ni se convirtieron de sus malas obras. He aquí que hoy somos siervos, henos aquí, siervos, en la tierra que diste a nuestros padres para que comiesen su fruto y su bien. Y se multiplica su fruto para los reyes que has puesto sobre nosotros por nuestros pecados, quienes se enseñorean sobre nuestros cuerpos, y sobre nuestros ganados, conforme a su voluntad, y estamos en grande angustia.» Lejos de auto justificarse o echar la culpa a otro, el pueblo de Israel está reconociendo su propia culpa. Note las varias veces que se utiliza pronombres en primera persona de plural. Esto es confesión. No cuando decimos, es que fui provocado y pequé o el diablo me hizo pecar, o pobre de mí, soy débil, por eso pequé. No, en la confesión debemos reconocer nuestra propia falta y dejarnos de encontrar justificativos por haber pecado. Todo pecado trae sus consecuencias. No hay pecado que no produzca su secuela de dolor, probablemente físico, aunque las más de las veces espiritual. Las consecuencias del pecado para el pueblo de Israel, fueron, el ser sometidos a la esclavitud de los Asirios y de los babilonios. En este estado, el pueblo tuvo que padecer la afrenta de vivir como extranjeros en su propia tierra, tuvieron que pagar elevados tributos, vivieron en calidad de esclavos. Con razón que al final del versículo 37 dice que están atravesando por gran angustia. Así es el pecado mi amigo, por minutos de deleite deja una eternidad de dolor y angustia. ¿Qué hacer ante esta situación? La tendencia natural es a quejarse contra Dios. A pensar que Dios ha sido injusto disciplinándonos de esta manera, a guardar amargura dentro de nuestro corazón hacia Él. Pero miremos lo que dijo el pueblo de Israel: Pero tú eres justo en todo lo que ha venido sobre nosotros, porque rectamente has hecho, mas nosotros hemos hecho lo malo. Si, Dios es justo en todos sus tratos con nosotros, jamás debemos dudar de sus motivos o de su justicia. Después de recurrir a la misericordia de Dios, de reclamar las promesas de Dios y de reconocer la justicia de Dios, una confesión genuina debe redactar un pacto. Nehemías 9:38 dice: «A causa, pues, de todo esto, nosotros hacemos fiel promesa, y la escribimos, firmada por nuestros príncipes, por nuestros levitas y por nuestros sacerdotes» Este es el elemento culminante de una verdadera, confesión, cuando existe una fiel promesa de no volver a cometer el mismo pecado que se está confesando. En el caso del pueblo de Israel, se hizo esta promesa por escrito, con la firma de los personajes más representativos de la nación. Lo que buscaban es alguna manera de evitar volver a hacer lo mismo que hicieron en el pasado. Oh cuanto nos falta a nosotros una actitud o aún una acción similar a esta. Cuan frecuentemente cometemos pecados, nos arrepentimos, los confesarnos, volvemos a caer en lo mismo y repetimos el ciclo ene. número de veces. Una de las posibles razones puede ser porque no hemos diseñado mecanismos para evitar volver a caer en el pecado. Un pastor en una ocasión, por poco cae en el pecado de adulterio con una mujer a quien estaba aconsejando. Solo la gracia de Dios le libró de arruinar su vida y ministerio cayendo en este pecado. Luego de reconocer su falta y confesarla delante del Señor, su pacto para que no vuelva a suceder lo que pasó, fue: de aquí en adelante, jamás voy a aconsejar a una mujer sin que mi esposa esté presente en la reunión. Este fue su mecanismo para evitar volver a caer en lo mismo. Hemos hablado de una confesión genuina, como vemos es más que decir: Dios lo siento. Es recurrir a la misericordia de Dios, reclamar las promesas de Dios, reconocer la justicia de Dios y redactar un pacto. Que Dios nos ayude a poner en práctica estas ideas cada vez que tengamos que recurrir al mecanismo de la confesión.

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