La obra del Señor es responsabilidad de todos

Reciba nuestros saludos amiga, amigo oyente y la bienvenida al estudio bíblico de hoy en el libro de Nehemías. La obra del Señor es responsabilidad de todos, no solamente de unos pocos. Sobre esto nos hablará David Logacho en el estudio bíblico de hoy.

Las finanzas han sido siempre un dolor de cabeza para muchas iglesias. No es extraño contemplar hoy en día pastores de iglesias y obreros a tiempo completo que tienen que mendigar para subsistir. El mal, mayormente, se debe a la poca o ninguna disposición de los miembros de la congregación para ofrendar. Como resultado, las arcas de las iglesias locales están vacías, y por ende los siervos del Señor se mueren de hambre. Conocí de un caso en el cual el pastor de la iglesia tiene que manejar un taxi por las noches para ganar algo de dinero extra y así satisfacer la necesidad de él y su familia. Qué cuadro tan triste. No es que sea indigno trabajar como taxista. Pero el pastor ha sido llamado, y se ha preparado, para servir al Señor en una iglesia local, mas no para manejar un taxi. El problema de la falta de participación de las personas en el sostenimiento de la Obra del Señor se remonta a épocas remotas. En el tiempo de Nehemías surgió un problema así. Veamos pues como enfrentó este problema Nehemías, para que con la ayuda del Señor nosotros también nos motivemos a resolver de esta manera problemas similares en la actualidad. Hemos llegado ya al último capitulo de Nehemías. Con la ayuda del Señor estudiaremos los versículos 10 a 14 de Nehemías 13. Dividiremos a este pasaje en tres secciones. El mal expuesto, versículo 10, el mal enfrentado, versículo 11 la primera parte y el mal eliminado, versículo 11 la segunda parte hasta el versículo 14. Consideremos entonces el mal expuesto. Nehemías 13:10 dice: «Encontré asimismo que las porciones para los levitas no les habían sido dadas, y que los levitas y cantores que hacían el servicio habían huido cada uno a su heredad». Nehemías como buen líder, tenía buen olfato para detectar los problemas. El texto dice que encontró un gran mal. El mal tenía que ver con las finanzas. Dios había establecido que el pueblo tenía que diezmar y ofrendar para el sostenimiento económico de los sacerdotes, los que ministraban en el templo, y los levitas, los que servían en el templo. Además de esto, hace no mucho tiempo atrás, el pueblo con sus lideres se comprometió bajo juramento a no descuidar la obra de Dios. A pesar del mandato y del juramento, el pueblo dejó de diezmar y ofrendar. En cuestión de poco tiempo, las arcas del templo quedaron vacías y había una larga fila de levitas y cantores que estaban esperando recibir sus porciones para subsistir. Al llegar al tesorero, en lugar de víveres o dinero para comprar recibieron una respuesta lacónica: Lo siento, el pueblo no ha diezmado y ofrendado, no hay dinero ni víveres. Los levitas y cantores habrán retornado tristes a sus hogares. Allí les esperaba una familia hambrienta y sin la debida atención a sus necesidades básicas. La presión en algún momento se habrá hecho insoportable y la decisión a la cual arribaron los levitas y cantores era dejar a un lado el servicio del templo e ir a sus propiedades a cultivar la tierra para al menos tener algo para llenar el estómago. Como resultado de esta acción, el templo quedó abandonado. Ya no había levitas que se hicieran cargo del servicio en el templo. Ya no había cantores que guíen al pueblo en la alabanza a Dios. Qué cuadro tan desolador. Si no supiera que la historia es tomada de la Biblia, fácilmente me convencería que es un relato que describe la realidad de muchas iglesias locales hoy en día cuando la congregación ha dejado de ofrendar y como consecuencia los pastores, o han abandonado la obra, o están pensando seriamente en hacerlo porque simple y llanamente lo que reciben es insuficiente o inexistente. No es que los pastores busquen lucrar o enriquecerse a costilla de la iglesia local, pero cuando la iglesia no atiende a las necesidades básicas de sus líderes lo más probable es que ellos busquen otros medios de subsistencia y como resultado, la obra del Señor quede abandonada. Después de ver el mal expuesto, consideremos el mal enfrentado. Nehemías 13:11 dice: «Entonces reprendí a los oficiales, y dije: ¿Por qué está la casa de Dios abandonada?». Admiro mucho a Nehemías por su habilidad para enfrentar el pecado. Tan pronto encontró el mal actuó enfrentándolo. No tuvo que decir: Bueno, vamos a orar para ver como resolver el asunto. No, él sabía de antemano cual era la voluntad de Dios sobre este asunto y no se detuvo a discernir la voluntad de Dios en oración. Así es como nosotros debemos actuar también. Tan pronto como sepamos de un problema y nos demos cuenta que la Palabra de Dios ha sido violada, tenemos que actuar rápidamente confrontando el mal. Un creyente en cierta ocasión cayó en adulterio y se separó de su legitima esposa para vivir con su amante. Cuando los pastores lo confrontaron con su pecado, el hombre dijo: Denme un poco de tiempo para saber qué es lo que Dios quiere que haga. Esta respuesta es absurda. Dios ya ha dicho que el adulterio es pecado. Lo que había que hacer es actuar eliminando la relación ilícita inmediatamente. Nehemías enfrentó a los oficiales del pueblo porque ellos eran los responsables de la conducta del pueblo. Ellos sabían con anterioridad que el pueblo no estaba diezmando y ofrendando pero no hicieron nada. De esta manera se volvieron en los responsables directos de la situación prevaleciente. Nehemías fue duro con ellos, los reprendió. Así tiene que ser tratado el pecado en nuestra vida. Luego hizo una pregunta clave: ¿Por qué está la casa de Dios abandonada? La Biblia no registra la respuesta de los oficiales del pueblo. De hecho sus bocas quedaron cerradas al reconocer el gran mal que habían hecho. Tal vez el Señor nos haría una pregunta similar a cada uno de nosotros hoy en día. ¿Por qué está abandonada la obra del Señor? Nosotros tampoco podremos articular una respuesta. Nuestras, bocas también permanecerán cerradas porque no hay justificativo válido alguno para descuidar financieramente la obra del Señor. Hemos visto el mal expuesto y el mal enfrentado. Por último consideremos el mal eliminado. Nehemías 13:11-14 dice: «Y los reuní y los, puse en sus puestos. Y todo Judá trajo el diezmo del grano, del vino y del aceite, a los almacenes. Y puse por mayordomos de ellos al sacerdote Selemías y al escriba Sadoc, y de los levitas a Pedaías; y al servicio de ellos a Hanán hijo de Zacur, hijo de Matanías, porque eran tenidos por fieles, y ellos tenían que repartir a sus hermanos. Acuérdate de mí, Oh Dios, en orden a esto y no borres mis misericordias que hice en la casa de mí Dios, y en su servicio» Luego de enfrentar la situación, Nehemías resuelve la situación. La solución es sencilla y tiene dos partes. Primero. Reúne a los levitas y cantores que estaban cada uno en lo suyo y los pone en el lugar que deben tener en el templo. Segundo. Establece a cuatro personas para administrar los bienes que iban a recibir por concepto de diezmos y ofrendas. Qué hábil que fue Nehemías como líder. Al poner a cuatro hombres respetables y responsables a cargo de las finanzas del templo consiguió que la gente del pueblo tenga la suficiente confianza para diezmar y ofrendar. El versículo 12 dice que TODO Judá trajo el diezmo del grano, del vino y del aceite, a los almacenes. A veces la gente no ofrenda porque sencillamente desconfía de lo que la iglesia está haciendo con el dinero o como la iglesia está controlando el dinero. Es clave informar a la congregación lo que se está haciendo con el dinero de la iglesia y tener a personas honestas y responsables a cargo de las finanzas para así crear una atmósfera de confianza que resultará en que la gente ofrende sin el temor que la ofrenda va a ir a parar en los bolsillos de alguna persona inescrupulosa como las que nunca faltan en las iglesias. Sí, amable oyente, el problema financiero en la obra del Señor es bastante antiguo, pero nwo tendría que ser así. Cuando todos los creyentes asumamos nuestra responsabilidad de ofrendar para la obra del Señor y cuando estas ofrendas sean correctamente administradas y controladas, podemos estar seguros que nadie se verá en la penosa situación de abandonar la obra del Señor. ¿Cómo está actuando en la obra del Señor? ¿Ha dejado de ofrendar? Si lo ha hecho, no será extraño que su iglesia esté abandonada. Es hora ya de renovar nuestro compromiso de sostener económicamente a la obra de Dios.

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