El arrepentimiento

Saludos cordiales amable oyente. Aprecio mucho su sintonía. Gracias por sus oraciones a favor de este ministerio. Gracias también por sus ofrendas. Dios ha sido fiel proveyendo para nuestra necesidad a través de usted. Que el Señor le recompense conforme a su gracia. Seguimos estudiando el libro de Santiago. En nuestro estudio bíblico último vimos cuan desagradable es para Dios la mundanalidad de sus hijos, entendiéndose por mundanalidad la actitud y la acción de amar el sistema que impera en este mundo y que está controlado y energizado por Satanás y sus demonios. Existe en realidad un amor que Dios odia, es el amor al mundo en algunos de sus hijos. Sin embargo de esto, es tan fácil caer en el amor al mundo. Somos tan propensos a andar de brazo con el sistema que llevó a Cristo a la cruz. El mundo nos deslumbra con su encanto. Cuan deseable es poseer todo lo que impacta nuestra retina, los deseos de los ojos. Cuan codiciable es satisfacer cada apetito de nuestro cuerpo, los deseos de la carne. Cuánto diéramos por ser el centro de atención del mundo, la vanagloria de la vida. Todo esto nos oprime y no serán pocas las veces que quizá sin darnos cuenta caemos en el tan despreciable amor al mundo. ¿Qué hacer cuando hemos llegado a amar al mundo? ¿Será el fin de todo? Gracias a Dios que no. Dios nos da una oportunidad para el arrepentimiento y justamente de esto tratará el tema de hoy.

Le invito a abrir su Biblia en el libro de Santiago capítulo 4 versículos 6 a 10. Ante el discurso tan oportuno y directo de Santiago en contra de amar al mundo, sin duda que había varios que llegaron a la conclusión que habían caído en ese pecado. Será a ellos a quienes se dirige Santiago para guiarles hacia un genuino arrepentimiento. Primero consideremos la promesa para los que buscan arrepentimiento. Santiago 4:6 comienza diciendo: Pero él da mayor gracia. Aquí encontramos una promesa fabulosa para todos los que sinceramente reconocen haber caído en el pecado de mundanalidad y honestamente quieren abandonarlo. Dios no nos ha dejado solos en la lucha contra la mundanalidad. Ni usted ni yo podemos hacer frente a la tentación de amar el mundo. Él da mayor gracia o fortaleza cuando más lo necesitamos. Hebreos 4:16 dice: Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.

Usted y yo podemos ir con confianza a la fuente misma de la gracia, al Dios Todopoderoso, para obtener de él toda la gracia que necesitemos para mantenernos sin caer en el amor al mundo. Él está dispuesto a darnos esa gracia antes que sea demasiado tarde. Una estrofa de un hermoso himno dice así: Él da mayor gracia cuando la carga aumenta. Él da mayor fuerza cuando la lucha acrecienta. En ruda aflicción, misericordia nos muestra. En pruebas diversas multiplica la paz. Qué sublime verdad. La gracia de Dios está a nuestra disposición para vencer la tenaz tentación de amar al mundo. Confirmando esta verdad, Santiago dice lo siguiente al final de Santiago 4:6: Por esto dice: Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes. Esta es una cita del Antiguo Testamento, de Proverbios 3:34 para ser más exactos. La idea del texto es que Dios está en contra de los que manifiestan su soberbia enfrentando en su propia fuerza la tentación a amar el mundo, pero da gracia a raudales a los que se humillan reconociendo su fragilidad y su incapacidad de enfrentar la tentación de al mundo en su propia fuerza y en consecuencia dependen de la gracia de Dios para obtener la victoria. ¿Ha caído en el pecado de amar al mundo? No es tarde todavía para arrepentirse. Hoy mismo recurra al trono de la gracia para encontrar toda la gracia necesaria para dejar atrás el amor al mundo e impulsarse hacia delante a un amor fiel al Señor. Una vez que hemos considerado la promesa para los que buscan arrepentimiento, consideremos el producto del arrepentimiento. Santiago ha estado martillando los corazones de sus lectores en contra del pecado de amar el mundo. Algunos de ellos sin duda se habrán arrepentido de su pecado. El siguiente paso es ¿qué hacer ahora que ha habido arrepentimiento? Santiago nos deja seis acciones que manifiestan un genuino arrepentimiento. Primero: Sumisión a Dios Santiago 4:7 en su primera parte dice: Someteos, pues, a Dios. Note que someterse o ponerse bajo la voluntad de Dios es un mandato, no una opción para el creyente. Segundo: Resistid al diablo. Santiago 4:7 continúa diciendo: Resistid al diablo, y huirá de vosotros. Resistir pinta el cuadro de un soldado que se atrinchera para hacer frente al enemigo. La sumisión a Dios es la trinchera que mantiene seguro al creyente en su lucha contra el diablo, Interesante que el sometimiento a Dios es la única manera de lograr victoria sobre el diablo. A veces pensamos que sometiéndonos a Dios vamos a perder nuestra libertad, pero la realidad es que sometiéndonos a Él, es decir oyéndolo y obedeciéndole, estamos en realidad garantizando nuestra libertad porque de esa manera el diablo no podrá dominarnos sino que huirá despavorido de nosotros. Tercero: Acercamiento a Dios. Santiago 4:8 en su primera parte dice: Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Nos acercamos a Dios por medio de la oración. Debemos acercarnos a él en oración confiada, derramando sobre él todo lo que hay en nuestro corazón. Esta acción hará que él se acerque a nosotros. El pecado en general y el amar al mundo en particular hace que nos alejemos de Dios. Necesitamos por tanto acercarnos a él, como resultado, él se acercará a nosotros y experimentaremos su perdón y su restauración. Cuarto: Rectificación de acciones. Santiago 4:8 termina diciendo: Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones. Las manos, se refiere a nuestras acciones, y los corazones se refiere a nuestras motivaciones. Debemos manifestar acciones limpias y debemos tener motivos puros. No es suficiente rectificar las acciones de amor al mundo, es necesario también rectificar los motivos que nos condujeron a tales acciones. Recordemos que para Dios no cuentan solamente las acciones sino también los motivos o las actitudes. Puede ser que usted no tenga nada de lo que el mundo puede ofrecer, pero puede estar consumiéndose por tenerlo, su motivación es incorrecta, su actitud es mundana y debe arreglarla delante del Señor. La limpieza de manos y purificación del corazón son el resultado de la confesión y la separación del pecado. Como pecadores, debemos confesar nuestras malas acciones, como personas de doble ánimo, debemos confesar nuestras malas motivaciones. Quinto, lamentar por nuestro pecado. Santiago 4:9 dice: Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. Tres acciones tenemos aquí. Afligíos, lamentad y llorad. Todas ellas deben ser la respuesta de un corazón que verdaderamente comprende cuan bajo es haber caído en infidelidad hacia Dios amando el mundo. El amor al mundo nos trajo risa pasajera. Esa risa debe convertirse en llanto al ver que aquello fue también lo que llevó a Cristo a la cruz. El mundo nos trajo gozo pasajero. Ese gozo debe convertirse en tristeza al saber que provino del sistema que llevó a Cristo a la cruz. Yo no sé, amable oyente, si usted alguna vez ha derramando lágrimas de arrepentimiento por su pecado, pero déjeme decirle que si nunca lo ha hecho es posible que no esté consciente de cuan vil es el pecado ante Dios, cuan ofensivo, cuan despreciable. Oh, cuánto lastima a nuestro Dios. Sexto, humillación ante Dios. Santiago 4:10 dice: Humillaos delante del Señor, y él os exaltará.
Humillarse significa ponerse a nivel del suelo. Esa debe ser nuestra actitud ante Dios. La persona humilde no tiene de que jactarse, no tiene en sí mismo nada a que echar mano para mantenerse firme. Así debemos actuar nosotros. En nuestra carne no hay nada digno de confianza. Si vamos a mantenernos firmes en nuestra lucha contra el amor al mundo debemos echar mano de la gracia de Dios. Dios exalta o levanta al humilde pero también él abate al que se exalta. Jamás debemos exaltarnos ante Dios amable oyente. La promesa para los que buscan arrepentimiento es la gracia de Dios. El producto del arrepentimiento es sumisión a Dios, resistencia al diablo, acercamiento a Dios, rectificación de acciones y motivos, lamento por el pecado y humillación ante Dios. Si ha sido infiel a Dios amando al mundo, le invito a que se apropie de la gracia de Dios para arrepentirse y que su arrepentimiento se manifieste de la manera que Santiago ha descrito en este pasaje bíblico.

Dejar un comentario Cancelar la respuesta

Salir de la versión móvil