El dar al Señor es algo privado entre Dios y el dador

Reciba cordiales saludos amable oyente. Sea bienvenida o bienvenido al estudio bíblico de hoy. Estoy seguro que el tema que vamos a tratar va a ser de bendición para su vida. A lo largo de esta serie estamos tratando el asunto de la mayordomía cristiana. Hemos comenzado por lo más elemental dentro de este tema, es decir por la mayordomía del dinero o los bienes materiales. Los últimos estudios bíblicos han estado dedicados a saber la manera como debemos honrar al Señor con nuestros bienes y con las primicias de todos nuestros frutos. En nuestro último estudio bíblico vimos que debemos dar al Señor periódicamente y planificadamente. También quedó claro que debemos dar al Señor proporcionadamente. En el estudio bíblico de hoy vamos a examinar otras características de nuestro dar al Señor.

Honrar al Señor con los bienes no es cosa ligera amable oyente. Por eso, Dios lo ha regulado con bastante detalle. Lo último que dijimos sobre dar al Señor fue que debe ser algo periódico y planificado. Además debe ser algo proporcionado. Hoy vamos a ver algo más. Primero, el dar al Señor es algo privado entre Dios y el dador. En las instrucciones que el apóstol Pablo da a los Corintios sobre como ofrendar, aparece algo muy interesante a este respecto. 2 Corintios 9:6 y la primera parte del 7 dice así: Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará.
2Co 9:7 Cada uno dé como propuso en su corazón
La idea de este pasaje bíblico es que cada uno haga un juicio crítico sobre lo que está implicado en el dar, partiendo de la analogía de la siembra y la cosecha. El agricultor que siembra poco, también segará poco, y el agricultor que siembra mucho, también segará mucho. Trasladando la analogía al asunto de dar, podemos decir que el que da poco al Señor, también recibirá poco del Señor. Esto no solamente significa que el Señor va a recompensar con poco al dador tacaño, sino principalmente que ese poco que se ha dado al Señor va a producir poco beneficio en la obra del Señor. Pero por contraste, el que da generosamente al Señor, también recibirá generosamente del Señor, no sólo la recompensa sino que se obtendrá mayor beneficio en la obra del Señor por la generosa ofrenda que ha dado. Al considerar esto muy cuidadosamente, al interior del creyente es necesario tomar una decisión personal y privada. A esto se refiere la frase: Cada uno dé como propuso en su corazón. Se trata de una decisión entre Dios y la persona que da, en la cual nadie más interviene. La ofrenda al Señor no es un asunto para andar publicándolo de alguna manera para que otros vean cuán generosos somos o cuan tacaños somos. Después de todo, esta fue la idea que el mismo Señor Jesucristo comunicó en el Sermón del Monte, cuando según Mateo 6:1-4 dice: Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos.
Mat 6:2 Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa.
Mat 6:3 Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha,
Mat 6:4 para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.
Qué gran verdad, amable oyente. Si usted publica lo que ofrenda, o tal vez le obligan a dar a conocer lo que ofrenda, está haciendo algo en contra de la voluntad de Dios. Si usted hace conocer a otros de alguna manera lo que ha dado al Señor, tal vez logre a cambio la alabanza de la gente, pero lamentablemente esa será su única recompensa porque habrá perdido la recompensa que proviene de Dios. ¿Por qué cambiar la recompensa de un Dios perfecto por la alabanza de un hombre imperfecto? El dar al Señor es un asunto privado entre el Señor y el que da. Segundo, el dar al Señor es algo sacrificial. A Dios no se le impresiona con la cantidad de dinero que se le da, sea poco o sea mucho. Después de todo, Dios no necesita nuestro dinero, porque en definitiva el dinero que pensamos que es nuestro, en realidad es de él. Salmo 50:10-11 dice: Porque mía es toda bestia del bosque,
Y los millares de animales en los collados.
Psa 50:11 Conozco a todas las aves de los montes,
Y todo lo que se mueve en los campos me pertenece.
Si le damos lo que es de él, a Dios no le impresiona. ¿Sabe lo que le impresiona? Lo que a Dios le impresiona es el sacrificio que ha representado para nosotros dar aquello que le damos. Y esto no tiene nada que ver con la aceptación de Dios hacia nosotros, por supuesto. No olvide amable oyente que nuestra aceptación por parte de Dios no depende de los sacrificios que hagamos de cualquier índole, sino de haber recibido por la fe al Señor Jesucristo como nuestro Salvador. Un día, Jesús estaba sentado delante del arca de la ofrenda mirando como el pueblo echaba dinero en el arca y muchos ricos echaban mucho. En eso, vino una viuda pobre y echó dos blancas, lo cual era todo lo que ella tenía, era todo su sustento. Mire cual fue la conclusión a la que llegó Jesús. Marcos 12:43-44 dice: Entonces llamando a sus discípulos, les dijo: De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca;
Mar 12:44 porque todos han echado de lo que les sobra; pero ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento.
¿No le parece grandioso, amable oyente? Los ricos echaban mucho en el arca de la ofrenda, pero en relación con su riqueza, lo que estaban devolviendo a Dios no era nada, era lo que les sobraba. Para estos ricos, el mucho dinero que dieron no les representaba ningún sacrificio. Por eso, Jesús no se impresionó con eso. Pero qué lección de la viuda pobre. Ella tenía sólo dos blancas en su bolsillo. Esto era algo insignificante en relación con lo que dieron los ricos, pero para la viuda era todo lo que tenía, todo su sustento. Depositar en la ofrenda estas dos blancas, significaba para la viuda un tremendo sacrificio. Ella no dio de lo que le sobraba, sino todo lo que tenía para satisfacer su necesidad inmediata. Jesús alabó la conducta de esta viuda pobre, no por la cantidad, porque era algo insignificante, sino por el sacrificio que estaba haciendo al dar todo a Dios. Dios no se deja impresionar por la cantidad que damos, sino por el sacrificio que eso representa cuando damos. Alguien lo ha puesto en palabras apropiadas cuando ha dicho: Dios está más interesado en lo que retienes para ti que en lo que le das a él. Así es amable oyente. En el Antiguo Testamento encontramos una hermosa ilustración de este principio. Contradiciendo la voluntad de Dios, el rey David había levantado un censo innecesario en el pueblo. Cometido el hecho, David reconoció su error y dice la Biblia que le pesó en su corazón y dijo David a Jehová: Yo he pecado gravemente por haber hecho esto; mas ahora, oh Jehová, te ruego que quites el pecado de tu siervo, porque yo he hecho muy neciamente. Al día siguiente, tan pronto se levantó David de la cama, recibió la visita del profeta Gad, quien le traía un mensaje de parte de Dios. El mensaje decía: Así ha dicho Jehová: Tres cosas te ofrezco; tú escogerás una de ellas, para que yo la haga. ¿Quieres que te vengan siete años de hambre en tu tierra? ¿O que huyas tres meses delante de tus enemigos y que ellos te persigan? ¿O quieres tres días de peste en tu tierra? Difícil decisión para David. Luego que lo pensó, David escogió la tercera opción, y Jehová envió la peste sobre Israel desde la mañana hasta el tiempo señalado; y murieron del pueblo setenta mil hombres. Cuando el ángel que ejecutaba la sentencia de Dios se aproximaba a Jerusalén, llegó a la heredad de Arauna Jebuseo y justo en ese lugar, Dios tuvo misericordia de su pueblo y detuvo el castigo. En reconocimiento, por insinuación del profeta Gad, David fue a la heredad de Arauna para levantar un altar a Jehová y hacer un sacrificio. Cuando el dueño del terreno miró de lejos a David y sus siervos que venían a él, salió a su encuentro y preguntó: ¿Por qué viene mi señor el rey a su siervo? David respondió: Para comprar esta tierra, a fin de edificar un altar a Jehová. Arauna dijo a David: Tome la tierra que quiere y haga lo que quiera, tome aun los bueyes y use los trillos y los yugos de los bueyes para leña. En otras palabras, Arauna estaba ofreciendo gratuitamente a David terreno, bueyes y leña para que haga su sacrificio. Pero ahora, considere la respuesta de David. 2 Samuel 24:24 dice: Y el rey dijo a Arauna: No, sino por precio te lo compraré; porque no ofreceré a Jehová mi Dios holocaustos que no me cuesten nada. Entonces David compró la era y los bueyes por cincuenta siclos de plata.
Esto es dar sacrificadamente amable oyente. ¿Por qué será que normalmente damos al Señor lo que no nos cuesta nada?

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