El Señor Jesucristo obedeció sin demora alguna

Saludos cordiales hermanos y amigos. La Biblia Dice… les da la bienvenida a su estudio bíblico del día de hoy. Jesucristo es el supremo ejemplo de todo creyente genuino. Luego de lavar los pies de sus discípulos, el Señor Jesucristo dijo las siguientes palabras según Juan 13:15-17: «Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió. Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis» Aquí Jesucristo está mostrándose como un ejemplo de servicio a los demás, pero su ejemplo no solamente es para el servicio, sino también para la obediencia. Filipenses 2:5-8 dice: «Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» Como obediente perfecto, el Señor Jesucristo es digno de ser imitado por todo creyente genuino. Obediencia, es hacer lo que se nos pide hacer, sin variación, sin demora y sin reclamo. En nuestro estudio bíblico último, vimos que como obediente perfecto, el Señor Jesucristo hizo todo lo que el Padre dispuso, sin la más mínima variación. En el estudio bíblico de hoy, vamos a ver que además de obedecer sin variación alguna, el Señor Jesucristo obedeció sin demora alguna y por tanto es digno de ser imitado por todos los que somos sus seguidores.

Más vale tarde que nunca es un popular dicho que a diario escuchamos, en especial a la hora cuando comienzan las labores diarias en algunas oficinas. Con este dicho se pretende justificar nuestra persistente falta de puntualidad. Se dice que ser atrasados es parte de nuestra idiosincrasia. La impuntualidad ha llegado a tal extremo, que atrasarse se cataloga como algo normal y ser puntual como algo anormal. Parece que la demora, el atraso, el venga mañana, etc. nos tiene totalmente acorralados. Todo este fenómeno anormal, es parte de nuestra manera de pencar, que con tal de cumplir con lo que se nos pide, no importa cuando lo hagamos. Pero hemos visto ya que la obediencia no implica solamente cumplir con lo que se nos pide hacer sin ninguna variación, sino también con cumplir lo que se nos pide hacer sin ninguna demora. Un cumplimiento con retraso es lo mismo que desobediencia. Jesucristo es nuestro máximo ejemplo de obediencia a Dios, deberíamos esperar por tanto que él haya cumplido con lo que tenía que hacer con una puntualidad cronométrica. Veamos algunos incidentes de la vida de Jesucristo en los cuales es innegable que él cumplió con sus obligaciones con una puntualidad asombrosa. En primer lugar, cuando Jesucristo inició su ministerio público, lo hizo en el momento preciso que su Padre celestial lo había establecido. Esto podemos ver en el relato de Marcos 1:14-15 en donde leemos: «Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio» Note Ud. la frase, el tiempo se ha cumplido. Esto nos da la idea que Dios en su soberanía tenía establecido el momento preciso para que se den los eventos que lograría la redención del pecador. Hubo un momento en el cual Jesucristo debía iniciar su ministerio público y no un segundo más tarde ni un segundo más temprano. En ese preciso instante Jesucristo salió por Galilea a predicar su mensaje de arrepentimiento. Parece que la madre de Jesús, estaba un poco inquieta al ver que Jesús no manifestaba públicamente los enormes poderes que poseía. En las bodas de Cana, dijo a Jesús, según Juan 2:3: «No tienen vino». Como sugiriendo: Haz algo, tú que tienes poder para resolver eso y mucho más. ¿Cuál fue la respuesta de Jesús? Juan 2:4 dice: «¿Qué tienes conmigo mujer? Aún no ha venido mi hora» Observe la frase: Aún no ha venido mi hora. Esto significa que el momento de hacer los milagros que confirmaban su mensaje de que era el Mesías, todavía no había llegado. Jesucristo nunca hizo nada independientemente de Dios. Tenía todo el poder necesario para hacer lo que quisiera, pero este poder no lo utilizó ni antes ni después que su Padre celestial lo determinara. Ya cuando su ministerio estaba marchando fue objeto de tenaz oposición por parte de los judíos, al punto que querían prenderle para matarle, pero Jesús, no pudo ser martirizado en cualquier momento, sino en el establecido por Dios. Juan 7:30 dice: «Entonces procuraban prenderle; pero ninguno le echó mano, porque aún no había llegado su hora» El momento del sacrificio de Cristo estaba preestablecido por Dios el Padre. Jesucristo no sería crucificado ni antes ni después de lo que Dios había establecido. Así, en medio de la creciente oposición Jesús continuó con su ministerio terrenal. Pero llegó el momento en que debía ser sacrificado. Lucas 9:51 lo pone en estas hermosas palabras: » Cuando se cumplió el tiempo en que él había de ser recibido arriba, afirmó su rostro para ir a Jerusalén» Jesucristo sabía que había llegado su hora. La prueba máxima de la obediencia había llegado. ¿Qué hizo Jesús? Quizá, al ver que era algo tan doloroso lo que le esperaba, de pronto pospondría esa experiencia una semana o un día o una hora. No, nada de esto. El texto dice que afirmó su rostro para ir a Jerusalén, el lugar dónde había de ser sacrificado. Afirmar el rostro da la idea de una flecha que ha salido de un arco y avanza raudamente a su blanco. Nada ni nadie puede detenerla. Así fue con Jesús. Miró a Jerusalén donde había de ser crucificado y avanzó hacia allá, sin permitir que nada ni nadie estorbe su meta a alcanzar. Ya en Jerusalén, después de la entrada triunfal, Jesús dijo lo siguiente según Juan 12:23: «Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea  glorificado» El momento culminante de la obra redentora de Cristo esta aproximándose. Jesucristo dice: Ha llegado la hora. Es el momento de obedecer, no hay lugar para retrasar lo que debo hacer. La noche misma en que fue entregado, estando en el aposento alto, Juan dice que le llegó su hora. Juan 13:1 dice: «Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin» A partir de aquí, se van dando todos los eventos de la pasión y muerte del Señor Jesucristo. Con una precisión sorprendente, el Señor Jesús está obedeciendo a su Padre. Obediencia es más que cumplir con lo que se nos pide, es cumplir con lo que se nos pide pero sin demora alguna. Gran ejemplo el del Señor Jesucristo, quien fue obediente sin el más mínimo retraso. ¿Cómo está su vida de obediencia? A lo mejor Ud. es una persona que por años ha escuchado el mensaje del evangelio, lo entiende perfectamente, sabe que es un pecador necesitado de perdón de pecados en Cristo, pero hasta ahora ha sido desobediente al mandato de Dios de creer en Cristo para ser salvo. Piensa que cuando sea viejo, se entregará al Señor, mientras tanto quiere gozar entre comillas de la vida, viviendo en el pecado. ¿Por qué exponerse así al juicio divino? Si Ud. espera el mañana, el mañana puede ser que nunca llegue. La salvación es para hoy. Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones dice el Señor en Hebreos 4:7. Venga hoy mismo al Señor, acéptelo como su Salvador y obtenga el perdón de pecados para siempre. A lo mejor Ud. es un creyente, pero hasta ahora está atesorando algún pecado en su vida. Sabe lo que Dios ha dicho sobre ese pecado, sabe que tiene que obedecer a Dios, pero está demorando en obedecer. Recuerde que mientras espera obedecer está en desobediencia, porqué exponerse al desánimo, la enfermedad, la destrucción que son las consecuencias de su desobediencia. Hoy mismo confiese su pecado al Señor y aprópiese del perdón y la limpieza que Dios ha prometido a los que somos sus hijos. Que con la ayuda de Dios todos podamos imitar a Jesucristo, quien obedeció sin variación y sin demora.

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