La desobediencia a Dios produce que el creyente se vuelva ciego a la verdad

El Ministerio Internacional de Radio La Biblia Dice… les saluda muy cordialmente y les invita a su programa de estudio bíblico. Continuando con nuestra serie sobre la obediencia, señalamos en nuestro último estudio bíblico que así como la obediencia tiene un precio, la desobediencia también tiene un precio. En muchos casos, el precio de la desobediencia es más alto que el precio de la obediencia. Considere esta situación por ejemplo. Un joven creyente sabe por la palabra de Dios que el sexo es un regalo de Dios dado al hombre y a la mujer para ser disfrutado dentro de los sagrados vínculos matrimoniales únicamente. Pero este joven creyente decide desobedecer este principio y da rienda suelta a su instinto sexual. Como resultado de su vida de disipación, contrae una enfermedad de aquellas que son transmitidas sexualmente, digamos la enfermedad del siglo, el sida. Luego de una angustiosa agonía finalmente muere. Este joven literalmente habrá pagado con su vida su desobediencia a Dios. En cambio si hubiera obedecido a Dios, le hubiera costado algo, quizá no más que el refrenar sus impulsos sexuales, pero habría pagado mucho menos que lo que tuvo que pagar por desobedecer. Así es mis hermanos y amigos. La desobediencia cuesta muy caro. La persona que desobedece a Dios en el área de la salvación, por ejemplo, tiene que pagar su desobediencia pasando todo una eternidad en un lugar de condenación llamado infierno. Cuantas gracias debemos dar a Dios aquellos que hemos obedecido a Dios en esta área, nuestras bocas jamás deberían dejar de expresar la alabanza a Dios por haber recibido el regalo de la salvación. Viene a mi mente el caso de Sir James Simpson de Edinburgh. En el año de 1847 un doctor de Edinburgh, Sir James Simpson, descubrió que el cloroformo podía ser usado como un anestésico para evitar el dolor en los pacientes que tenían que someterse a una operación quirúrgica. Gracias a los trabajos del Dr. Simpson, la gente podía someterse a cualquier tipo de cirugía sin ningún temor al dolor y al sufrimiento. Para algunos científicos, el descubrimiento del Dr. Simpson fue el logro más grande en el campo de la medicina de aquel tiempo. Algunos años más tarde, mientras daba una conferencia en la Universidad de Edinburgh, uno de los estudiantes preguntó al Dr. Simpson cual era el descubrimiento más significativo en toda su vida. Todos los estudiantes esperaban que el Dr. Simpson dijera el cloroformo, pero para sorpresa de todos, el Dr. Simpson dijo: Mi más grande descubrimiento ha sido saber que soy un pecador y que Jesucristo es mi Salvador. Cuan adecuadamente apreciaba este científico la salvación. Así debería ser también con nosotros, porque al haber obedecido a Dios, aceptando por la fe a Jesucristo como nuestro Salvador, quedamos libres de la condenación del pecado, libres del poder del pecado, y algún día todavía futuro, libres también de la presencia misma del pecado. En el estudio bíblico de hoy, vamos a ver otra área en la cual la desobediencia a Dios demanda un elevado precio.

Supongamos que Ud. ha aceptado a Cristo como su Salvador, esto resulta en que sus pecados han sido perdonados y que Ud. está disfrutando de una nueva vida en Cristo. ¿Significará esto que la obediencia a Dios es un asunto concluido para Ud.? A decir verdad, algunos piensan que sí, y a título de ser nuevas criaturas en Cristo, viven en constante desobediencia a Dios, pensando que la desobediencia en un creyente es pasada por alto por Dios. En cierta iglesia, el pastor hacía mucho énfasis en sus mensajes sobre la obediencia a Dios. Un hermano de la congregación se le acercó un día y le dijo: Pastor, estoy molesto con Ud. ¿Por qué? Preguntó el pastor. Porque Ud. nos habla como si fuéramos incrédulos, dijo el hermano, y luego añadió: después de todo, la desobediencia de los incrédulos es distinta de la desobediencia de los creyentes, ¿No? Si claro, dijo el pastor, la desobediencia de los creyentes es peor. Así es mis hermanos y amigos. Los creyentes somos los más llamados a obedecer a Dios, porque nosotros tenemos el poder para ello. El incrédulo en realidad no tiene el poder para obedecer a Dios, porque no tiene el Espíritu Santo. El creyente en cambio tiene al Espíritu Santo morando en su ser, lo cual le da la fuerza y la energía para obedecer a Dios. Pero ¿qué pasa cuando un creyente desobedece a Dios? Bueno, hay varios resultados, en nuestros estudios bíblicos pasados vimos que produce desánimo, produce enfermedad, y produce desastre en la vida, además de todo esto, la desobediencia a Dios produce que el creyente se vuelva ciego a la verdad. Consideremos por ejemplo el caso de los creyentes de Galacia. Pablo escribió a estos hermanos una de las cartas más entrañables, porque aunque comenzaron bien como creyentes, en algún momento dejaron que Satanás les engañara y les hiciera tropezar dando como resultado que se vuelvan ciegos a la verdad. En la parte culminante de su carta les dice lo que tenemos en Gálatas 3:1: «¡Oh gálatas insensatos! ¿Quién os fascinó para no obedecer a la verdad a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado?» La desobediencia a Dios de estos hermanos les hizo ignorantes a la verdad de Dios en sus vidas. Aparentemente, estos creyentes de Galacia habían escuchado o se les había enseñado que aunque recibieron la salvación por fe, debían todavía guardar la ley para así mantenerse como hijos de Dios. Pero esto no es correcto. No existe nadie, aparte de Jesús, quien haya podido guardar la ley. Mal podría entonces Dios exigir que un creyente guarde la ley para seguir siendo salvo. Lo que enseña la Biblia es que los creyentes debemos vivir por fe, no por la Ley. El creyente llegó a ser hijo de Dios por fe, debe por tanto también andar por fe. Colosenses 2:6 dice: «Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en el» Todos nosotros recibimos a Jesucristo por la fe, debemos entonces andar por fe, no por la ley. Los creyentes de Galacia sabían de esto, pero desobedecieron y empezaron a pretender que guardaban la ley para agradar a Dios. Su desobediencia entonces estaba negando o ensombreciendo la verdad. Quizá Ud. es como uno de los creyentes de Galacia. Ud. sabe que ha sido justificado o declarado justo por medio de la fe, no por medio de guardar la ley, pero Ud. piensa que para seguir siendo justificado, Ud. debe guardar la ley. Satanás ha cegado sus ojos al hacerle pensar que para seguir siendo salvo tiene que cumplir con un conjunto estricto de reglas. Esto es desobediencia abierta. Qué astuto que es Satanás haciendo obedecer reglas, hace que el creyente desobedezca a Dios. La Palabra de Dios nos enseña, que nosotros agradamos a Dios no por medio de guardar los reglamentos del libro de reglas como lo hacían los fariseos, sino por vivir una vida de fe. Hebreos 10:38 dice:» Mas el justo vivirá por fe; y si retrocediere no agradará a mi alma» Así es hermanos y amigos, debemos andar por fe, no por reglas, y si volvemos a andar por reglas, esto es lo mismo que retroceder, lo cual desagrada al Señor a quien recibimos por la fe sola. No dejemos que Satanás nos engañe, como engaño a los gálatas, vivamos por fe, no por obras, ejercitemos la libertad que tenemos en Cristo para por fe agradar a nuestro Dios. Efesios 2:8-10 dice: «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparo de antemano para que anduviésemos en ellas» Somos salvos por fe, no por obras. Somos nuevas criaturas en Cristo, creados para hacer las buenas obras que el mismo nos ha preparado. Las buenas obras no producen salvación tampoco proveen seguridad de salvación, pero la salvación produce buenas obras. El creyente verdadero produce las buenas obras, pero no hace de las buenas obras su garantía de salvación. La desobediencia niega esta verdad y lleva a los creyentes a la desesperación por hacer las buenas obras que según su mentalidad distorsionada le otorgará seguridad de salvación.

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