Algunos principios bíblicos que nos ayudarán a valorar la oración

El Dr. Alexis Carrel es un médico, investigador, científico y escritor francés que ganó el premio Novel en fisiología o medicina en 1912. Este doctor escribió lo siguiente. «La oración es la forma más poderosa de energía que alguien pueda generar. La influencia de la oración en la mente y el cuerpo humano es comparable al efecto que producen las glándulas endocrinas. Sus resultados pueden medirse en términos de aumento de optimismo, mayor vigor intelectual, fortaleza moral y una comprensión profunda de las relaciones humanas. La oración es indispensable para el desarrollo completo de la personalidad. Sólo en la oración alcanzamos esa completa armonía entre la mente, el cuerpo y el espíritu lo cual confiere a esa frágil humanidad la necesaria e inquebrantable fortaleza. Cuando oramos nos conectamos con la fuerza incansable que mantiene el universo en movimiento.» Este es un pensamiento hermoso de alguien que ha aprendido a valorar el verdadero significado de la oración, y conste que no proviene de un obscuro personaje sumergido en el fanatismo religioso, sino de alguien que tiene sus pies bien puestos en la realidad de la vida. Sí, hermanos y amigos, la oración es fuente de poder y de gozo, pero sin embargo es tan dejada de lado. Se han escrito hermosos pensamientos sobre la oración, pero la triste realidad es que no oramos. Un gran hombre de Dios ha dicho «La poca o ninguna importancia que damos a la oración se manifiesta en el poco tiempo que pasamos orando» Qué cruda realidad, qué amargo desatino. Comenzando hoy, vamos a examinar algunos principios bíblicos que nos ayudarán a valorar la oración y eventualmente a pasar más tiempo en la presencia del Señor.

Antes de empezar a hablar de oración que tal si intentamos una definición de oración. Hay muchos pensamientos que fluyen a la mente al pensar en la oración, podríamos hacer todo un desarrollo teológico para definir lo que es la oración, pero a la larga quedará archivado en un obscuro anaquel y nosotros seguiremos sin entender lo que es realmente orar. Mientras más sencillos son los conceptos, más fáciles son de asimilar y entender y en cuanto a la oración no hay definición más sencilla que aquella que dice «orar es hablar a Dios» Es una definición simple, tal como deben ser nuestras oraciones. En la oración, dejamos este planeta y entramos al trono del universo para conversar con Dios. Por medio de la fe, hablamos con Dios de la misma manera que cualquier hijo hablaría a su padre. Así como cuando conversamos con una persona, no siempre tratamos el mismo asunto, cuando conversamos con Dios también debemos tener siempre una variedad de asuntos. Podríamos llamar a estos asuntos diferentes formas de oración. En la Biblia encontramos varias formas de oración. Están las que podríamos llamarlas de exaltación a Dios. Esto incluye la alabanza, adoración y acción de gracias. Estas son formas en las cuales expresamos nuestro aprecio y agradecimiento para con el Señor por lo que El es y ha hecho en nuestro favor. Luego tendríamos la confesión. En esta forma de oración reconocemos nuestros pecados e iniquidades y suplicamos el perdón de nuestro Padre Celestial. Otras formas de oración son la intercesión, la súplica y las peticiones. No es muy clara la diferencia entre estas formas de oración pero lo que sí es claro es que podemos ir ante el Trono de la Gracia en favor de otros y en favor de nosotros mismos. Como vemos, la oración es un privilegio que toma muchas formas diferentes. No es un tedioso repetir de frases memorizadas con anticipación, tampoco un mecanizado balbuceo de fórmulas mágicas o un recitar una lista de pedidos como cuando ordenamos a un dependiente. La oración es hablar con Dios sobre diversos asuntos y en diversas maneras. No nos atemos a pedir y pedir, en algunas, ocasiones, esforcémonos por ir a Dios nada más que para exaltarlo, dejando los pedidos a un lado. «En que puedo servirle madam, preguntó Abrahán Lincoln a una anciana dama que había pedido una entrevista con él. Colocando sobre la mesa una canasta tapada con un mantel la mujer dijo: Sr. Presidente, hoy no he venido aquí para pedir ningún favor, ni para mí ni para ningún otro. Pero supe que le encantan las galletas, hoy he venido trayéndole esta canasta llena de galletas. Las lágrimas empezaron a rodar por las arrugadas mejillas del gran Presidente. Se quedó sin habla por un momento, pero luego dijo: Mi buena Señora, su hermosa acción me ha conmovido profundamente. Por esta oficina han pasado miles de personas desde que soy presidente, pero Ud. es la primera persona que no ha venido para pedirme un favor para Ud. mismo o para otra persona.» Es probable que Dios también se sienta igual por los millones que vienen a Él sólo con pedidos y realmente pocos que vienen a Él para exaltarle solamente. Oh cuanto nos hace falta aprender a orar. Con razón que un hombre de Dios ha dicho «La oración es un arte» y como todo arte, necesita se aprendido. Para aprender a orar necesitamos saber que tan pronto como hemos nacido de nuevo, el Espíritu Santo que mora en nosotros nos enseña a dirigirnos a Dios como nuestro Padre. Gálatas 4:6 dice: «Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!» Para que los que son hijos de Dios puedan tomar conciencia de la dignidad de su posición, Dios ha enviado al Espíritu Santo a morar en ellos. El Espíritu crea un sentido de intimidad entre el creyente y Dios al punto que el creyente puede dirigirse a El llamándole Abba, Padre, una forma familiar de trato, que combina las palabras arameas y griegas para «papá» Ningún esclavo podría dirigirse de esta manera a la cabeza de la familia, este trato estaba reservado para los miembros de la familia y comunicaba amor y confianza. En base a esta confianza plena entre el creyente y Dios, el creyente puede dirigirse a Él sin ningún tenor al rechazo. Para aprender a orar es necesario también dar mucha atención a los modelos de oración que se encuentran en la Biblia. Jesucristo mismo nos dejó un modelo de oración, no para repetirlo incesantemente sino para que los que somos sus seguidores sepamos las áreas de relevancia que deben incluirse en la oración. Este modelo se encuentra en Mateo 6:9-13 y dice así: «Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén. Las palabras de nuestro Señor definen cinco áreas de las cuales se ocupa nuestro Padre y que nosotros también deberíamos darles importancia en la oración. Primero el creyente se ocupa con la persona de Dios. Dios es nuestro Padre, El es el soberano creador, El esta exaltado por encima de todo. El es un Padre cuyo nombre está por encima de todo y sobre todo y ante el cual sus hijos nos inclinamos con reverencia. En segundo lugar, deberíamos preocuparnos del programa de Dios. A lo largo del AT Dios había prometido la venida del Señor Jesucristo. Como Salvador y como Rey El establecería un reino sobre la tierra sobre el cual El gobernaría. Esta era la esperanza de Israel. El verdadero hijo de Dios se ocupa no tanto de sus propios planes y de sus propias esperanzas como del programa determinado de Dios de entronizar a Jesucristo. El creyente no se ocupa de sus propias circunstancias y necesidades sino de aquello que ocupa el corazón de Dios, la exaltación de su Hijo. En tercer lugar el hijo de Dios se ocupa en la provisión de Dios para cubrir sus necesidades. El hijo confía en su Padre día tras día. Las necesidades pueden variar, pueden ser necesidades físicas, mentales, emocionales o espirituales. La gracia de Dios provee según confiamos en El, pero El provee diariamente. Así el hijo de Dios, en su comunicación con Dios se ocupa de sus necesidades de hoy. En cuarto lugar, el hijo de Dios se ocupa de su pureza personal. Ya que Dios ha provisto en su Hijo el perdón de los pecados de los que somos sus hijos, en respuesta sus hijos debemos buscar nuestra pureza personal perdonando a los que pecan contra nosotros. En quinto lugar, el creyente se ocupa de la protección que Dios le otorga. El AT promete que Dios mandará a sus ángeles para que nos lleven en sus manos para que no tropecemos con nuestro pie en piedra. El ojo de Dios está sobre nosotros y El nos protege a fin de que podamos andar por en medio del mundo tal como es digno de nuestra posición de hijos con Jesucristo. Tenemos puesta nuestra esperanza en El para que nos libre de caer en pecado cuando nos aceche la tentación, y para librarnos cuando seamos atacados por el malo. Estos son los asuntos de los cuales el hijo de Dios debería ocuparse en la oración. Una persona en cuya vida la oración no juega ningún papel importante está fuera de armonía con el corazón de Dios. Porque como Padre él desea el amor de sus hijos. Si este amor no es comunicado, el corazón del que ama no queda satisfecho. La oración es la comunicación entre un hijo y su Padre acerca de la Persona de Dios, el programa de Dios, la provisión de Dios, la pureza personal y la protección que Dios nos otorga. Otra manera de aprender a orar es cuando oramos con otras personas. A medida que escuchamos las oraciones de otros creyentes, inconscientemente nos damos cuenta de aspectos que debemos incluir en nuestras oraciones. Esta es la forma de aprender a orar mas pasada por alto, sin embargo es crucial, sino, porque creen que los cultos de oración en muchas iglesias evangélicas son los cultos con menor asistencia. Hemos definido la oración y hemos visto como aprender a orar. Que Dios haga de nosotros un pueblo que ora.

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