Los requisitos para que nuestras oraciones sean contestadas

Un soldado británico fue sorprendido cierta noche mientras retornaba sigilosamente a su campamento desde un bosque cercano. Inmediatamente fue llevado ante su comandante acusado de mantener conversaciones secretas con el enemigo. Al ser interrogado, el soldado afirmaba ardientemente que lo único que había hecho es ir al bosque a orar. El comandante le dijo entonces: ¿Acostumbra Ud. soldado pasar varias horas en oración privada? Sí Señor, respondió el soldado. Entonces será mejor que se ponga de inmediato de rodillas, gritó el comandante a voz en cuello, nunca ha necesitado tanto orar como en este instante. Pensando que serian sus últimos minutos sobre la tierra, el soldado derramó su alma en oración, con una elocuencia que solamente el Espíritu Santo la pudo haber dado. Cuando terminó de orar, el comandante le dijo. De pie soldado. Puede irse. Ahora creo su historia, si Ud. no estuviera tan bien ejercitado en la oración, no habría podido hacer la oración que he escuchado este instante. Este es un ejemplo de una oración que recibió inmediata respuesta. Pero ¿Ha notado Ud. que muchas de nuestras oraciones como que no tuvieran respuesta? O ¿como dicen algunos, si hay respuesta pero es negativa? Santiago 4:3 dice: Pedís y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. El tema de hoy en nuestra serie sobre la oración será los requisitos para que nuestras oraciones sean contestadas.

La primera condición para recibir respuestas de oración de nuestro Padre es muy sencilla. Tenemos que ser sus hijos. Esto no quiere decir que Dios nunca responde las oraciones de los impíos. Muchas veces El se revela a los incrédulos escuchando sus plegarias desesperadas, pero esto es más bien la excepción que la regla. Se ha dicho que la oración del incrédulo que siempre tiene respuesta es aquella en la cual el incrédulo confiesa ser un pecador y clama a Dios por el perdón de sus pecados en Cristo. En la iglesia local en la cual me congrego, se acostumbra tener lo que se llama la guardería infantil, para que los niños estén al cuidado de alguien mientras los padres están en el Estudio Bíblico. A menudo los niños en la guardería lloran y su llanto se puede escuchar en la sala donde se realiza la reunión de los adultos. Es interesante ver como los padres reconocen el llanto de sus propios hijos. Si un niño llora, no se levantan todos los padres a ver si es su hijo. El padre del llorón reconoce su llanto y como resorte va a cerciorarse si se necesita de ayuda. Un padre me comento lo siguiente: pueden llorar todos los niños a la vez, pero yo reconozco si el mío está en el grupo. Así también nuestro Padre Celestial reconoce el clamor de sus hijos y más que inmediatamente está dispuesto a proveer de la ayuda necesaria. Juan 9:31 dice: «Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ése oye.» La segunda condición para que la oración sea contestada es que el creyente no tenga pecado oculto en su vida. Salmo 66:18 dice: «Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado» Un corazón que atesora el pecado y neciamente se resiste admitirlo y peor confesarlo, no puede jamás esperar respuesta de Dios a sus oraciones. El no tener pecado escondido o como se dice estar a cuentas con Dios es un requisito para que Dios conteste nuestras oraciones que fue enfatizado por el mismo Señor Jesucristo en Juan 15:7 cuando dijo: “Si permanecéis en mi, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho”. Permanecer u obedecer que es lo mismo es el secreto de una vida exitosa de oración. Mientras más nos acerquemos al Señor, más aprenderemos a pensar como El. Mientras más le conozcamos a través de su Palabra, más entenderemos su voluntad. Mientras más nuestra voluntad este de acuerdo con la de El más veremos que nuestras oraciones son contestadas. La Palabra de Dios nos ha dado algunos ejemplos de pecados que obstaculizan nuestras oraciones. La falta de un espíritu perdonador es una gran barrera para que Dios conteste nuestras oraciones. Este asunto es tan grave que según la Biblia si no podemos perdonar a otros, Dios tampoco puede perdonarnos a nosotros. Marcos 11:25 dice: «Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas». Por supuesto que este texto no está hablando del perdón de pecados que todos los hijos de Dios recibimos en Cristo, el momento que le aceptamos como nuestro Salvador, sino de la relación padre hijo que Dios tiene con los que somos suyos. Un espíritu reacio a perdonar las ofensas de otros afecta la comunión con nuestro Padre que está en los cielos y obstaculiza el normal flujo de bendiciones. Otro pecado que evita que nuestras oraciones sean contestadas es el egoísmo. Egoísmo es el inmoderado y excesivo amor que uno tiene a sí mismo y que le hace atender desmedidamente a su propio interés, sin cuidarse del de los demás. Santiago 4:3 dice: «Pedís y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites». Santiago está hablando de personas que desean tener mayores y mejores cosas que otros, por el simple hecho de no sentirse inferiores. Por ejemplo, Juan y Juana se casan, Juan tiene un trabajo decente con un salario moderado. Juana quiere una casa tan bonita como algunas otras parejas de la iglesia. Juan quiere un auto último modelo. Juana quiere muebles finos y muchos electrodomésticos. Como saben que todo proviene de Dios empiezan a orar para conseguirlo. Por más que oran no hay una respuesta. Como la oración fracasa, intentan por sus propios medios adquirir lo que quieren. Para conseguir algo de lo que desean tienen que endeudarse y en consecuencia, el salario de Juan apenas alcanza para hacer los pagos. Muy pronto llega el bebé, lo cual implica gastos adicionales al ya maltrecho presupuesto familiar. Como Juana demanda más Juan se torna rudo e irritable. Juana responde con gritos y lágrimas. Pronto el techo de la casa parece levantarse por el fuego cruzado entre la pareja. El materialismo está destruyendo un hogar. La mala motivación o el egoísmo hicieron que Dios no responda la oración de esta pareja y como ellos decidieron tomar la justicia en sus propias manos, ahora tienen que afrontar las consecuencias. Otro pecado que impide que Dios responda a las oraciones es la falta de armonía en las relaciones matrimoniales. 1ª Pedro 3:7 dice: «Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo. Un esposo creyente que trata a su esposa como cualquier cosa no puede esperar que haya respuestas a sus oraciones. Alguien ha dicho que las oraciones de los esposos creyentes que tienen problemas con sus esposas no logran ni atravesar el techo de la casa, peor llegar a la presencia de Dios. Otro pecado que obstaculiza la oración es la desobediencia. 1ª Juan 3:22 dice: «Y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de Él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él.» Hay una razón para recibir cualquiera cosa que pidiéremos en este texto, esa razón es: guardar sus mandamientos o en otras palabras obediencia. Un último ejemplo de pecado que impide que Dios responda positivamente a nuestras oraciones es la falta de sensibilidad a las necesidades de los pobres. Proverbios 21:13 dice: «El que cierra su oído al clamor del pobre, también él clamará, y no será oído» Si, el pecado no confesado es un gran obstáculo por el cual Dios no responde a muchas de nuestras oraciones. Una tercera condición para que Dios responda a la oración es la fe. Mateo 21:22 dice: «Y todo lo que pidiereis en oración, creyéndolo, lo recibiréis.» El creyente debe creer  que Dios tiene la voluntad y capacidad para responder y que no existe nada demasiado difícil para él. Cuando el texto habla de creer, da la idea de una confianza plena de que El va a hacer lo que ha prometido. Se cuenta de una hermana que cierto día al salir de la cama y acercarse a la ventana de su habitación, se le ocurrió que el paisaje mejoraría muchísimo si se pudiera quitar una montaña que ocultaba gran parte de una hermoso valle que quedaba justo al pie de esta montaña. Así que decidió orar para que Dios mueva la montaña de ese lugar. Esa noche antes de acostarse oró a Dios para que quite de allí a la montaña. Llegó la mañana, salió de su cama, se dirigió a la ventana, abrió las cortinas y oh sorpresa, la montaña seguía allí. Encogiéndose de hombros se dijo a sí misma. Sabía que iba a estar allí. Quizá le pareció una historia trivial, pero ciertamente ilustra muchas de nuestras oraciones carentes de fe. Una cuarta condición para que Dios responda a las oraciones es orar de corazón. Esto quiere decir hacerlo con sinceridad. Hechos 10:22 dice: «Acerquémonos con corazón sincero…» Al hablar de sinceridad en la oración estamos refiriéndonos a no pedir cosas a Dios que nosotros mismos podemos hacerlas. A no escudarnos en la oración para no hacer lo que nos corresponde. Está bien orar por la salvación de los incrédulos por ejemplo, pero hay muchos creyentes que solamente oran y oran y nunca testifican, nunca entregan un folleto, nunca se identifican siquiera como hijos de Dios, sin embargo oran por la salvación de los perdidos. Estas oraciones no tienen poder ni para salir de la atmósfera. La oración es un privilegio, pero tiene sus condiciones para ser efectiva. Tenemos que ser hijos de Dios por medio de aceptar a Cristo para que Dios escuche nuestras oraciones, tenemos que tener nuestros pecados confesados, tenemos que hacerlo con fe y tenemos que hacerlo de corazón. Nuestro deseo es que con la ayuda del Señor estemos desafiados a cumplir con estos requisitos para ver que nuestras oraciones son respondidas.

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