Advertencia en cuanto a extremar los cuidados cuando nos encontramos frente a los lujos de una persona

Es un gozo compartir con Usted a través de esta emisora amiga. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el libro de Proverbios en la serie que lleva por título: Proverbios, sabiduría celestial para la vida terrenal. En esta ocasión, David Logacho nos guiará en el estudio de la primera parte del capítulo 23.

Al abrir el capítulo 23 de Proverbios, nos encontramos con más de los treinta dichos de los sabios.

El primero que aparece en este capítulo está entre los versículos 1 al 3, el cual corresponde al sexto entre los treinta. Dice así: «Cuando te sientes a comer con algún señor, considera bien lo que está delante de ti, y pon cuchillo a tu garganta, si tienes gran apetito. No codicies los majares delicados, porque es pan engañoso.»

Lo que tenemos aquí es una advertencia en cuanto a extremar los cuidados cuando nos encontramos frente a los lujos de una persona importante o poderosa, quien está tratando de influenciarnos para que adoptemos sus puntos de vista, o de alguna otra manera, nos aliemos a él.

El consejo de los sabios es que cuando nos sentemos a comer con un gobernante o una persona rica y poderosa en general, debemos fijarnos bien en lo que está ante nosotros. ¿Por qué? Porque bien puede tratarse de alguien que con sus halagos o tal vez dádivas, está tratando de meternos en su bolsillo.

Dentro de esto, si somos dados a comer en exceso, debemos resistir el impulso natural de comer todo lo que se ponga en la mesa. A esto se refiere la frase: Pon cuchillo a tu garganta si tienes gran apetito. Confirmando la idea, los sabios aconsejan: No codicies los manjares deliciosos del hombre poderoso.

¿Por qué la advertencia? La respuesta es porque es pan engañoso. El engaño radica en que el hombre poderoso no nos tiene comiendo en su mesa porque es generoso y anhela sinceramente nuestra compañía, sino porque está tratando de comprarnos por medio de sus dádivas. La víctima terminará con el vientre lleno pero con su voluntad sometida al hombre que lo compró. No vale la pena perder la independencia por un plato de lentejas.

Luego tenemos el séptimo dicho de los sabios. Se encuentra entre los versículos 4 y 5 donde dice: «No te afanes por hacerte rico; sé prudente, y desiste. ¿Has de poner tus ojos en las riquezas, siendo ningunas? Porque se harán alas, como alas de águila, y volarán al cielo.»

Este consejo tiene que ver con lo vano que es poner la esperanza en la riqueza. Está hablando de aquella persona que gasta toda su vida en conseguir riqueza, vanamente pensando que eso le va a garantizar felicidad presente, en este mundo, y también futura, cuando salga de este mundo. Los sabios dicen: No te afanes acumulando riquezas, no te obsesiones con ellas. Detente, medita, sé prudente, razona y luego cambia tu manera de pensar. La gran debilidad de la riqueza es que proporciona una falsa seguridad a los que la buscan con afán.

El Señor Jesucristo ilustró este asunto por medio de una parábola. Se encuentra en Lucas 12:13-21 donde dice: «Le dijo uno de la multitud: Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia. Mas él le dijo: Hombre, ¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor? Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee. También les refirió una parábola diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo donde guardar mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma, y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios»

El error de este hombre rico es que pensó que la clave de su felicidad estaba en su riqueza y se olvidó de Dios. Toda la riqueza que ganó con tanto trabajo, no le sirvió de nada. Salió de este mundo desnudo, como desnudo llegó a este mundo. Cuanta razón tienen los sabios al decir: ¿Has de poner tus ojos en las riquezas, siendo ningunas? En el momento menos pensado, las riquezas se esfuman y abandonan al que tanto se afanó por obtenerlas. Los sabios nos invitan a la reflexión al afirmar que, de un momento a otro, a las riquezas les salen alas, levantan raudo vuelo como vigorosas águilas y desaparecen.

En lugar de gastar la vida procurando riquezas, debemos buscar la sabiduría de Dios y lo que a él le trae gloria, y Dios se encargará de prosperarnos en su tiempo y a su manera.

El octavo dicho de los sabios se encuentra entre los versículos 6 a 8 donde dice: «No comas pan con el avaro, ni codicies sus manjares; porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él. Come y bebe, te dirá; mas su corazón no está contigo. Vomitarás la parte que comiste, y perderás tus suaves palabras.»

Este dicho de los sabios tiene en mente a un hombre tacaño, quien hipócritamente invita a comer a un hombre pobre. No comas pan con el avaro, dice el texto, ni codicies sus manjares. Luego viene esa parte que dice: Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él. Esta es la traducción de un texto hebreo un tanto oscuro en cuanto a su significado.

Otras versiones, como la Dios Habla Hoy, la traducen de esta manera: Que son como un pelo en la garganta. Se está hablando de los manjares del avaro. El avaro dirá de labios para afuera, come y bebe, pero por dentro estará diciendo: Ojalá le pase algo malo para que no siga comiendo y bebiendo más y no acabe con mi porción de comida y bebida. Esta actitud del avaro echará a perder lo que el pobre hombre come y después causará vómito. De nada habrá servido lo mucho que el hombre pobre agradeció a su tacaño anfitrión.

Debemos tener mucho cuidado con recibir favores de las personas deshonestas, es muy probable que haya algún interés no muy digno de por medio, y resulte en algo nocivo para nosotros.

Muy bien, dicho esto, avanzamos hacia el noveno dicho de los sabios. Aparece en el versículo 9 donde dice: «No hables a oídos del necio; porque menospreciará la prudencia de tus razones.»

Un necio bíblicamente hablando no es alguien que tiene bajo el cuociente intelectual. Necio es alguien que voluntariamente ha decidido dar las espaldas a Dios. En Salmo 14:1 leemos: «Dice el necio en su corazón: No hay Dios.»

Una persona así, está mentalmente cerrada a todo aquello que tenga que ver con Dios y su palabra. Los sabios aconsejan diciendo: No hables a oídos del necio. ¿Por qué? La razón es porque el necio menospreciará la prudencia de nuestras razones, o en otras palabras, se burlará de nuestras sabias palabras.

Así llegamos al décimo dicho de los sabios se encuentra en los versículos 10-11 donde dice: «No traspases el lindero antiguo, ni entres en la heredad de los huérfanos; porque el defensor de ellos es el Fuerte, el cual juzgará la causa de ellos.»

Cuando se dividió la tierra prometida se otorgó un pedazo de tierra a cada familia de Israel. Cuando el padre de familia moría, la tierra quedaba como heredad para los huérfanos. No faltaban personas que aprovechando la debilidad de los huérfanos intentaban despojarlos de sus tierras por medio de mover los linderos de los terrenos que habían heredado. Esto es lo que cuestiona este dicho sabio cuando dice: No traspases el lindero antiguo, ni entres en la heredad de los huérfanos.

Si alguien lo hace tendrá que sufrir las consecuencias de ello. El texto dice: porque el defensor de ellos es el Fuerte. Qué interesante. El defensor de los huérfanos es el Fuerte. Fuerte con F mayúscula. El Fuerte es uno de los nombres de Dios. Denota su infinito poder para cumplir con su objetivo. El Fuerte se encargará de defender la causa de los huérfanos. Esto debe ser de mucho consuelo para aquellos que han pasado por la terrible experiencia de ver partir de este mundo a sus padres. Ellos deben saber que no están solos, porque Dios mismo, el Fuerte está presto para abogar por ellos.

Pero este dicho tiene también una aplicación adicional. El lindero antiguo puede entenderse en el sentido de los principios y doctrinas que Dios ha impartido a la humanidad en su palabra, la Biblia. La exhortación es en el sentido de no apartarse ni a diestra ni a siniestra de lo que Dios dice en la Biblia. Hacer lo contrario es equivalente a enfrentarse en una lucha desigual contra Dios mismo, contra el Fuerte.

Hoy en día existe una fuerte tendencia en el mundo Cristiano de llamar bueno a lo que la Biblia califica como malo y de llamar malo a lo que la Biblia califica como bueno. La gente nos habla de que es necesario adaptar la Biblia a las costumbres de la época. Al hacerlo se está traspasando el lindero antiguo y se está corriendo el riesgo de ser objetos del juicio del Fuerte.

Es imperativo que hoy más que nunca nos esforcemos por dejar que la Biblia sea nuestra única norma en doctrina y práctica. Es imperativo que la Biblia sea anunciada y explicada con claridad de modo que todo el mundo pueda saber lo que Dios dice sobre determinado asunto. El momento que ponemos cualquier cosa por encima de la Biblia, como la norma para lo que creemos y lo que vivimos habremos traspasado el lindero antiguo y tendremos que atenernos a las consecuencias de tan grave desatino.

Que por la gracia de Dios nos mantengamos dentro de los linderos establecidos por Dios en su palabra.

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