Enseña la Palabra Parte 3

Hola amigo, amiga que gusto tenerte junto a nosotros un día más. Estamos estudiando la importancia del discipulado en y a través de nuestra vida. En el programa anterior vimos como Jesús nos da la Palabra del Padre como uno de los regalos más maravillosos que podemos tener, pero este día, quiero mostrarte un cambio que sucede aquí. Una y otra vez, Jesús dice que nos ha dado su Palabra y ahora nos da un mandato superior. Toma tu Biblia y acompáñame a Juan 17 versos del 18 al 21. La Biblia dice: “Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad. Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.”

¿Estás viendo las sucesivas generaciones de discípulos que se están representando aquí? El Padre le da la Palabra a Jesús, Jesús imparte la Palabra a los discípulos exactamente como se le había dado, y entonces ¿qué hacen los discípulos? Conducen a otros a aceptar la Palabra, y es precisamente eso lo que nosotros debemos empezar a hacer a través de nuestra vida, a creer, confiar y obedecer la Palabra. Toma tu Biblia y acompáñame a Romanos 10:17, la Biblia dice: «La fe viene por el oír y el oír por la palabra de Dios.» Este es el privilegio más increíble que tenemos para tomar las palabras del Dios viviente y comenzar a derramarlas en los demás, no solo recibirlo de Él, sino reproducirlo a través de nosotros. Escuchamos para enseñar la Palabra. Estos discípulos sabían que cuando recibían estas palabras, las aceptaban, las obedecían y, por ende, tenían la responsabilidad de compartirlas. Ellos no solo lo estaban recibiendo, sino que lo estaban reproduciendo. Entonces, escuchamos para enseñar la Palabra.

Recuerdo que cuando viajé a Sudán, mientras estamos en la enseñanza, todo el tiempo que estuve enseñando, ellos estaban escribiendo cada cosa que yo decía. Y luego se acercaban y decían: «Maestro, creemos que tenemos la responsabilidad de tomar todo lo que nos has enseñado, traducirlo a nuestro idioma de tribus y enseñarlo en nuestras tribus». ¿lo ves? Cuando ellos escucharon, estaban escuchando para reproducirlo y para enseñar la Palabra. Paso algo similar en Honduras, en el primer mensaje que prediqué había muchachos sentados en la primera fila. Ellos estaban escribiendo febrilmente cada cosa que dije. Luego se acercaron a mí y me dijeron: «David, ese fue un gran sermón. No podemos esperar para volver a contarle eso a alguien más.» Y efectivamente lo hicieron, lo compartieron con todos, les enseñaron la Palabra. Se dieron cuenta de que la Palabra que se les había dado no era para ellos, era por el bien de los demás.

Bien, quiero que pienses sobre cómo eso cambia la forma en que escuchamos, porque es muy fácil para nosotros llegar y tener la opción de desconectarnos, incluso si escuchamos para recibir algo para nosotros y aprender de la Palabra para nuestro beneficio. Pero quiero recordarles que esa es una forma egocéntrica de escuchar porque están escuchando por su bien y en ninguna parte de las Escrituras, se les dice que escuchen y que reciban de Cristo por su bien. Una y otra vez recibimos la orden de recibir de parte de Cristo, por los demás, para derramar Sus palabras en ellos, para mostrar Su gloria a otros. ¿Te das cuenta de cómo esto va en contra de la forma en que escuchamos y actuamos?

Cuántas veces hemos dicho, hemos pensado o escuchado a alguien más decir, “bueno, sabes que no estoy en un punto en el que puedo enseñar, estoy en un punto en el que necesito recibir. Necesito crecer y aprender.” Y permíteme decirte que esa es una lógica ridícula y absurda. Piénsalo conmigo, después de nuestro tiempo hoy en la Palabra de Dios, estudiando este pasaje de las Escrituras, ¿quién estaría mejor equipado para ir y volver a enseñar esto en la vida de otra persona? Pues cada uno de ustedes. Entonces, es ridículo pensar, “bueno, voy a aprender y recibir, y no a enseñar.” Damas y caballeros, aquellos que enseñan son los que reciben y aprenden más.

Entonces, ¿podría ser que nuestro conocimiento de la Palabra este estancado? Tal vez sí, lleguemos lejos en nuestro conocimiento de la Palabra, pero si todo lo que vamos a hacer es recibir, nada tendrá sentido en nuestra vida cristiana. Estamos destinados a vivir una vida en la Palabra, debemos conocer la Palabra para levantarnos y comenzar a asumir la responsabilidad de hacer discípulos de todas las naciones enseñando la Palabra. Ahora, tenemos que ir a nuevas profundidades porque otras personas dependen de nosotros para escuchar la Palabra. Y vamos a nuevas alturas como los discípulos, mientras hacemos discípulos.  Me refiero a escuchar para enseñar la Palabra. Esto cambia la forma en que escuchamos, nos saca del cristianismo egocéntrico y nos empuja a un cristianismo centrado en Dios, centrado en los demás porque ahora no solo estamos escuchando por nosotros, estamos escuchando para los demás. De eso se trata hacer discípulos.

Piensa en esto, ¿Qué pasa si de todas las personas que me escuchan, tomaran la Palabra que estudiamos día a día y la tradujesen a su esfera de influencia? Claro que no tienes una tribu, pero tienes gente que nunca conoceré. Tienes gente con la que puedes comunicarte de manera más efectiva. ¿Qué sucede cuando la Palabra, las semillas de la Palabra que se arrojan por todos ustedes, comienzan a reproducirse en otros lugares?

Isaías 55 promete que la Palabra dará frutos, brotará y crecerá. Así que, permite que la Palabra se infiltre en esta comunidad. Escuchamos para enseñar la Palabra, ata esto a tu corazón. Escuchamos para enseñar la Palabra y luego buscamos oportunidades para compartirla.

Algunos están pensando, “David, no voy a ir a predicar un sermón a alguien, no iré al trabajo a esperar que todos escuchen aquello que aprendí en el servicio dominical.” Y déjame decirte que no espero que hagas eso. De hecho, ese no fue el principal método de enseñanza de Jesús. No tienes que ir a predicar el sermón o no tienes que dirigir un estudio bíblico en grupos pequeños. Pero ¿qué pasaría si divinamente, Dios atrajera personas en tu camino esta semana: en tu hogar, tu vecindario, tu lugar de trabajo, tu escuela? ¿Qué pasa, si Él trae gente a tu camino para que escuchen Su Palabra? Él quiere enseñarles, no a través de mí, pero si a través de ti.  Y si comienzas a abrir los ojos y dices, “Dios, ¿cómo puedo compartir tu Palabra hoy? ¿Cómo puedo tomar lo que me has enseñado y comenzar a verterlo en los demás?” Verás cómo las semillas de la Palabra se multiplican en lugar de limitarse a lo que sucede en un programa. Así que, busquemos oportunidades para compartir la Palabra.

Tercero, atemos la Palabra a lo que hablamos. Vivamos de una manera que muestra la Palabra. No olvides que toda la base aquí es la Palabra hecha carne. La Palabra en acción. La Palabra en la imagen de Jesús, Él dijo: “yo soy el camino, la verdad y la vida” Yo soy la Palabra.

Jesús hizo todo lo que hizo en sus enseñanzas, Él no tenía ninguna herramienta como PowerPoint o gráficos sofisticados. Él no tenía ningún bosquejo de enseñanza; su vida fue su propio método, su vida requirió su enseñanza. Los discípulos no tenían esquemas de enseñanza, los discípulos tenían un maestro con ellos que modeló ante ellos lo que Él quería que aprendieran. Su vida fue su método y la Palabra infundió su relación y vida con ellos. Esa es la imagen que estamos buscando.

Entonces, ¿Qué sucede cuando en lugar de influenciar en nuestras relaciones de trabajo, en la escuela, en el hogar, en nuestro vecindario, en lugar de influenciar con nuestras opiniones y pensamientos, es la Palabra de vida la que comienza a influenciar esas conversaciones? ¿Qué tan buenos somos para las personas que nos rodean si tenemos la Palabra de vida y de lo único que hablamos son de asuntos triviales?

Así que, escucha la Palabra para volver a enseñarla, para verterla en otros. Luego, busca oportunidades para compartir eso con otras personas y luego, en medio de todo, vive de tal manera que la gente vea que se reproduce la Palabra. Esto es hacer discípulos en el trabajo. Enseñar la Palabra de Cristo no es solo una responsabilidad del predicador o el maestro de estudio de la Biblia, es la responsabilidad de los discípulos de Cristo.

Entonces, ¿dónde nos deja eso? ¿Cómo se ve eso en nuestras vidas? Quiero hacerte algunas preguntas. Antes que nada, ¿a quién le puedes enseñar la Palabra? A quién ha puesto Dios en tu vida para que puedas enseñarle la Palabra. Obviamente eso comienza en las relaciones que están más cerca de nosotros, pero no solo allí, no queremos limitar a la Palabra con los hogares que están representados aquí, queremos llevar la Palabra a la comunidad. ¿A quién ha puesto Dios en tu vida? No es que puedas predicar un sermón, sino que puedes tomar lo que Cristo está haciendo a través de su Palabra y comenzar a dejar que fluya a través de ti.

Segunda pregunta, ¿cómo puedes enseñarles la Palabra? Ahora, aquí es donde algunos de nosotros todavía estamos confundidos y quiero llamar tu atención a un recurso que tenemos al alcance de nuestras manos. Es una guía de re-enseñanza, es tomar la palabra que recibimos o aprendimos y compartirla, está bien si es un sermón del domingo, o si es el estudio de la Biblia en el que estamos involucrados, el punto es compartir lo que hemos recibido. Ahora, no podemos dejar que la Palabra se detenga con nosotros. Y esto solo se alcanza con el día a día, paso a paso, la Palabra que estudiamos puede infiltrarse en nuestras vidas y fluir fuera de ellas para que comencemos a ser conscientes del hecho de que sean nuestros hijos o nuestro cónyuge, ya sea nuestro compañero de trabajo, o de clase, si es la señora del mercado quien piensa que soy demasiado joven para ser pastor, sea quien sea, estamos buscando el hecho de que Dios quizás esté trabajando y usándonos para multiplicar Su Palabra. Eso es a lo que me refiero cuando hablo de compartir de aquello que hemos recibido. Entonces, ¿cómo puedo enseñarles la Palabra? Esto no es algo que simplemente sucede accidentalmente, hacer discípulos es algo en lo que nos vamos a entregar intencional

La última pregunta que probablemente tengamos que hacer es: ¿la Palabra se detendrá conmigo o la Palabra se extenderá a través de mí? ¿Se detendrá contigo o se extenderá a través de ti? Quiero que hagamos algo un poco diferente para ver esa imagen ilustrada. Quiero que pienses en las personas a las que puedes hablarles y cómo puedes pasar de solo escuchar para recibir a reproducir. Y quiero que veas una imagen de aquellos a quienes les constarás la palabra, y como ellos toman esa Palabra y la reproducen en otros. Quiero que veas una imagen, recibiendo y reproduciendo, ambas caras de la moneda.

Deja una respuesta