Aprender a vivir sin aquello que perdió

Es un gozo estar nuevamente con usted amiga, amigo oyente, para juntos participar en el estudio bíblico de hoy. Estamos tratando el tema del valle de la muerte, en el cual el dolor por la pérdida es la emoción que más sobresale y la emoción que es más difícil sobrellevar. La salvación nos trae aparejadas muchas bendiciones a los que somos salvos, pero ninguna de ellas tiene que ver con evitar el dolor. Más bien la Biblia nos comunica la idea que el dolor es utilizado por Dios para moldear nuestro carácter como hijos de Dios. De modo que el dolor ante la separación o la pérdida de cualquier índole, no es algo que debemos procurar que desaparezca lo antes posible, sino que debemos transitar por sus sendas para sacar el mayor provecho de él. David tenía la esperanza, no de que Dios no le introduzca en el valle de sombra de muerte, sino de que cuando ande en el valle de sombra de muerte, Jehová iba a estar con él y por tanto, no tenía por qué temer mal alguno. La senda del dolor tiene sus etapas. Hemos considerado dos de ellas. La primera fue aceptar la pérdida o separación como una realidad. La segunda, expresar el dolor controladamente, sin pensar que si por ejemplo, lloramos por la partida de un ser querido, estamos siendo inconsecuentes con la esperanza que tenemos en Cristo. El llanto es la expresión de dolor más común ante una pérdida o la separación de un ser querido. Llorar por la partida de la persona amada no es signo de debilidad espiritual, amable oyente. Es más bien la forma más saludable de desfogar la angustia interior causada por el dolor. En esta ocasión, vamos a hablar de una etapa más en la tortuosa senda del dolor.

La senda del dolor es comparable a la oscura noche. El aceptar la pérdida o separación temporal por la muerte de un creyente, como algo real y expresar el dolor de alguna manera legítima y controlada, es comparable a la parte más oscura de la noche. Pero todos sabemos que después de la noche, viene el día. Sin embargo, antes que el día se presente en todo su esplendor, aparecen los rayos del alba que tímidamente se abren paso entre las sombras de la noche. Así también es con el dolor. Después de las tinieblas de aceptar la pérdida o la separación como algo real y desfogar el dolor de manera controlada, surgen los primeros rayos del alba, cuando la persona aprende a dar pasos sin contar con aquello que perdió, sean cosas o personas. Esta etapa es comparable a un niño que aprende a caminar. Quizá usted ha visto a un niño mientras da sus primeros pasos. Qué un niño pueda caminar no es algo que ocurre de un día para otro. Es más bien el resultado de un proceso. Primero trata de mantener el equilibrio apoyándose en algo. Después trata de mantener el equilibrio permaneciendo quieto. Más tarde se atreve a dar los primeros pasos apoyándose a lo que esté más a la mano y posteriormente se decide a dar los pasos sin necesidad de apoyarse en ninguna cosa. El proceso tiene sus caídas y sus golpes. Habrá llanto a veces, pero al final de todo, habrá el gozo de saber que se ha superado una etapa. De allí en adelante, movilizarse gateando o en brazos de otra persona quedará para la historia. Ha aprendido a movilizarse solo. Algo parecido ocurre con el dolor amable oyente. La etapa de movilizarse gateando o en brazos de otros es comparable a la tragedia que produce el dolor por la pérdida o la separación del ser querido. Pero no podemos permanecer en ese estado para siempre. Es necesario aprender a caminar nuevamente. Pero eso es un proceso. No es algo que sucede de la noche a la mañana. Primero habrá que buscar el equilibrio apoyándose en algo. Quizá esto significará un retorno al trabajo que tenía antes de la pérdida o la separación del ser querido, o la participación en reuniones sociales entre familiares o hermanos en la fe, o la participación en alguna actividad recreativa. Después vendrá una etapa donde se empieza a dar los primeros pasos, enfrentando la vida sin la compañía del esposo o de la esposa, o del hijo, o del amigo. Esto significará poner metas de corto plazo, como quizá remodelar la casa, o vender la casa, o comprar un pequeño departamento, tal vez en el caso de un matrimonio de ancianos, en el cual uno de los cónyuges ha fallecido, o estudiar algo que siempre se quiso hacer pero no se lo ha podido por alguna razón. Este cambio producirá resultados como cuando los rayos del sol comienzan a disipar la oscuridad de la noche. Poco a poco, la vida va volviendo a la normalidad. Más de uno, estará pensando que algo así es difícil de alcanzar. Bueno, no hemos dicho que fuera fácil, pero tampoco que fuera imposible. Con la ayuda del Señor, todo es posible. Cuando Dios encomendó a Jeremías una tarea bastante compleja, note lo que le dijo: Se encuentra en Jeremías 1:17-18. La Biblia dice: Tú, pues, ciñe tus lomos, levántate, y háblales todo cuanto te mande; no temas delante de ellos, para que no te haga yo quebrantar delante de ellos.
Jer 1:18 Porque he aquí que yo te he puesto en este día como ciudad fortificada, como columna de hierro, y como muro de bronce contra toda esta tierra, contra los reyes de Judá, sus príncipes, sus sacerdotes, y el pueblo de la tierra.
Hermoso pasaje bíblico. ¿No le parece? Claro que estas palabras fueron dirigidas a Jeremías en particular, pero ¿Quién dice que Dios no diría algo parecido a una persona que está en el crisol del dolor, incapacitada de volver a tomar su lugar en la vida? Tú pues, ciñe tus lomos, levántate. No temas hacer lo que está a la mano. Yo estoy contigo. Tú serás como ciudad fortificada, como columna de hierro, como muro de bronce. Las circunstancias, por más adversas que sean no podrán derrotarte. Yo caminaré junto a ti para que no caigas. El dolor no te vencerá. Mira hacia mí, y obtendrás victoria. ¡Qué hermoso! ¿No le parece? Qué consuelo en medio del dolor. Qué ánimo para seguir adelante. Luego de un tiempo de dar estos vacilantes pasos, será hora de afirmar el paso. Los rayos del sol han disipado las tinieblas. Ahora será el tiempo para planificar el futuro en dependencia de Dios y sin contar con la persona que se fue o los bienes materiales que se perdieron. Este es el tiempo para establecer metas de mediano y largo plazo. Es una etapa de poner la mirada no en el pasado, ni siquiera en el presente, sino en el futuro. Es rehacer la vida, amable oyente. El dolor estará presente, pero no afectará tanto como antes. Al menos no será algo que consuma energía como para no poder hacer algo productivo. En esta etapa será importante involucrarse en un ministerio para consolar a otros que acaban de ser impactados por el dolor de una pérdida. Escuche lo que dice la palabra de Dios a este respecto. Se encuentra en 2 Corintios 1:3-7. La Biblia dice: Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación,
2Co 1:4 el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios.
2Co 1:5 Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación.
2Co 1:6 Pero si somos atribulados, es para vuestra consolación y salvación; o si somos consolados, es para vuestra consolación y salvación, la cual se opera en el sufrir las mismas aflicciones que nosotros también padecemos.
2Co 1:7 Y nuestra esperanza respecto de vosotros es firme, pues sabemos que así como sois compañeros en las aflicciones, también lo sois en la consolación.
A lo mejor usted se preguntó en algún momento en su dolor: ¿Por qué me pasa todo esto a mí en particular? Una de las razones es para que tenga un ministerio de consolación a otras almas que están sufriendo hoy como usted sufrió ayer. El Padre de misericordias y Dios de toda consolación ha traído consuelo a su vida a estas alturas de la senda del dolor, para que pueda comprender a los que están atravesando por intenso dolor y puede ser de consuelo para ellos. No desperdicie la obra que Dios ha hecho en su vida. Aproveche lo que aprendió en la escuela del dolor, para que sea un maestro a los que están como principiantes en la misma escuela. Durante todo este tiempo de rehacer la vida, es muy probable que se presenten esporádicas crisis. A veces un recuerdo, a veces algún objeto que nos trae como un rayo alguna vivencia con la persona que ya no está. A veces algún amigo, algún lugar, alguna fragancia, cosas estas nos pueden herir nuevamente el alma, pero no se alarme. No piense que está retrocediendo. Es parte del proceso. Los niños que están aprendiendo a caminar también caen de vez en cuando, pero nunca se quedan en el suelo. Usted también, asimile su dolor. Llore si siente hacerlo, pero no se quede postrado. Después de las crisis levántese y por fe impúlsese hacia delante, confiando en el Señor. Han sido tres etapas en la senda del dolor. Primero, acepte la realidad de una pérdida o de una separación de un ser querido. Segundo, exprese su dolor en una manera controlada y tercero, aprenda a vivir sin contar con aquello que perdió. Que el Señor le guíe a aplicarlo en su vida.

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